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¿Cómo debe ser una familia verdaderamente católica?
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• Que la modesta morada de Nazaret sea modelo de una santa vida familiar. “Oh, hombres, volved la mirada a Nazaret, entrad en aquella modesta morada. Mirad a aquel carpintero, custodio santísimo de los secretos divinos, que con sus sudores sustenta a la familia humilde y elevada más que la de los césares de Roma; observad con qué veneración y respeto ayuda y venera a aquella Madre, su esposa inmaculada y pura: mirad al que se cree Hijo del carpintero (Mateo, 13, 55), virtud y sabiduría omnipotente, que hizo el cielo y la tierra, y sin el cual nada ha sido hecho (Juan, 1, 3), cómo ningún hombre puede sin Él hacer nada, y que, sin embargo, no se desdeña de los pequeños servicios de la casa y del taller y de estar sometido a María y a José. Contemplad un tan grande modelo de santa vida familiar, espectáculo que maravilla a las jerarquías angélicas, que lo adoran” (S.S. Pío XII, A los recién casados, 15 de abril de 1942). • El esposo debe tomar ejemplo de San José en
el ejercicio de la autoridad. • La esposa que aprenda de María Santísima, modelo perfectísimo de virtudes domésticas. “La Madre divina es también y sobre todo un perfectísimo modelo de las virtudes domésticas, de aquellas virtudes que deben embellecer el estado de los cónyuges cristianos. En María tenéis el amor más puro y fiel hacia el castísimo esposo, amor hecho de sacrificios y delicadas atenciones; en ella la entrega completa y continua a los cuidados de la familia y de la casa, de su esposo y, sobre todo, del querido Jesús; en ella la humildad que se manifestaba en la amorosa sumisión a San José, en la paciente resignación a las disposiciones, ¡cuántas veces arduas y penosas!, de la Divina Providencia, en la amabilidad y en la caridad con cuantos vivían cerca de la casita de Nazaret” (Pío XII, A los recién casados, 3 de mayo de 1939). • Toda familia, pues, puede y debe ser santa. “Filii sanctorum sumus! (Tobías, 2, 18). Queridos hijos e hijas: debéis, pues, persuadiros bien de que vuestra nueva familia podrá y deberá ser una familia santa, es decir, inviolablemente unida a Dios por la gracia. Inviolablemente: porque aquel mismo sacramento que exige la indisolubilidad del vínculo conyugal, os confiere una fuerza sobrenatural contra la cual serán impotentes, si vosotros lo queréis, las tentaciones y las seducciones; las pérfidas insinuaciones del disgusto cotidiano, de la calma habitual, de la necesidad de novedad y de cambio, la sed de las experiencias peligrosas, la atracción del fruto prohibido, no tendrán poder alguno contra vosotros, si conserváis este estado de gracia, con la vigilancia, la lucha, la penitencia, la oración” (Pío XII, A los recién casados, 6 de noviembre de 1940). • Y convertirse como en un cenáculo frente a las tormentas de la vida. “Tened siempre vuestro cenáculo, un asilo de retiro y de oración en vuestro propio hogar doméstico. Allí encontraréis el reposo después de las más duras jornadas, en la fidelidad a vuestras promesas y en la unión perfecta de vuestras almas: Perseverantes unanimiter (Hechos, 1, 14); allí viviréis bajo la mirada de María cum Maria matre Iesu (ibid.), cuya imagen os reunirá cada noche para la oración en familia: unanimiter in oratione. Mejor aún, toda vida personal y familiar puede resultar una oración incesante: perseverantes unanimiter in oratione” (Pío XII, A los recién casados, 27 de marzo de 1940). • Para sobrellevar las pruebas, la familia precisa la energía diaria de la comunión eucarística. “La familia necesita, como base suya, la íntima
unión no sólo de los cuerpos, sino sobre todo de las
almas, unión hecha de amor y de paz mutua. Ahora bien, la Eucaristía
es, según la bella expresión de San Agustín (Tract.
in Ioan. 26, 13), signo de unión, vínculo de amor, signum
unitatis, vinculum caritatis, y une por eso y como que suelda entre
sí los corazones. • Y que Cristo y su Santísima Madre presidan la vida del hogar. “Haced que vuestra casa sea y parezca cristiana. Que el Sagrado Corazón sea Rey de ella; que la imagen del Salvador crucificado y la dulcísima Virgen María tengan puesto de honor, para hacer manifiesto a los ojos de todos que en vuestra morada se sirve a Dios y que los visitantes y amigos deben, como vosotros mismos, desterrar de ella todo lo que pueda violar su santa ley: conversaciones deshonestas, palabras mentirosas, cóleras o debilidades culpables; sino también para recordaros que Jesús y María son los más constantes y amadísimos testigos y como asociados a los sucesos de vuestra familia: júbilos que os auguramos numerosos, dolores y pruebas que nunca podrán faltar” (Pío XII A los recién casados). • Que las familias cristianas aprendan a orar como se oraba en el hogar de Nazaret. “El Evangelio, es verdad, no nos dice expresamente cuáles
eran las plegarias que se hacían en la casa de Nazaret. Pero
la fidelidad de la Sagrada Familia a la observancia de las prácticas
religiosas nos ha sido explícitamente atestiguada, aunque no
había ninguna necesidad de ello, cuando, por ejemplo, San Lucas
nos cuenta" (Lucas, 2, 41 y ss.) que Jesús iba con
María y José al templo de Jerusalén por la Pascua,
según la costumbre de aquella fiesta. Es, pues, fácil
y dulce representarnos esta Sagrada Familia en Nazaret a la hora de
la acostumbrada oración. En el alba dorada o el violáceo
crepúsculo de Palestina, sobre la pequeña terraza de
su casita blanca, vueltos hacia Jerusalén, Jesús, María
y José están de rodillas; José, como cabeza de
familia, recita la oración; pero es Jesús quien la inspira,
y María une su dulce voz a la grave del santo patriarca. • A ejemplo de ellos, en el hogar han de orar todos, porque también los hombres son frágiles y necesitan la oración. “Hay jóvenes que piensan que en el mundo, a partir de
cierta edad, la oración es un incienso cuyo oloroso humo conviene
dejar a las mujeres, lo mismo que ciertos perfumes de moda; otros
acuden en alguna ocasión a la misa cuando les es cómodo;
pero se creen, según parece, demasiado grandes para arrodillarse
y no lo bastante místicos, como dicen algunos, para acercarse
a la sagrada comunión. Tampoco faltan muchachas jóvenes
que, aun habiendo sido educadas con todo cuidado por sus madres o
por buenas religiosas, se creen eximidas, una vez casadas, de las
más elementales normas de prudencia: lecturas, espectáculos,
bailes, distracciones peligrosas, todo les es permitido". • Que no se pierda la bella tradición del Santo Rosario en familia. “En el nombre de Nuestro Señor os lo suplicamos, queridos recién casados: empeñaos por conservar intacta esta bella tradición de la familias cristianas, la oración de la noche en común, que recoge al fin de cada día, para implorar la bendición de Dios y honrar a la Virgen Inmaculada con el rosario de sus alabanzas, a todos los que van a dormir bajo el mismo techo. Vosotros dos, y después, cuando hayan aprendido de vosotros a unir sus manecitas, los pequeños que la Providencia os haya confiado, y también, si para ayudaros en vuestras labores domésticas os los ha puesto el Señor a vuestro lado, los criados y colaboradores vuestros, que también son vuestros hermanos en Cristo y tienen necesidad de Dios” (Pío XII, A los recién casados, 12 de febrero de 1941). Fuente: Consejos del Papa Pío XII a la Familia Cristiana. Stat Veritas. |
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