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(Adaptado de Cristo Rey, Mons. Thiámer Toth) Pío XI instituyó la festividad de Cristo Rey pensando en el bien que traería al mundo entero, esperaba “su renovación”. Tenía una triste experiencia. La Primera Guerra Mundial terminó con un tratado de paz, para el cual no se pidió la colaboración del Papa. Funestos “pactos de la paz” en que ni siquiera se menciona el nombre de Dios. Y continúan las asambleas por la paz, pero nadie pronuncia el nombre de Dios. De ahí los resultados que vemos. No vivimos en paz y no estamos tranquilos. Nuestro mal está en que no somos lo bastante cristianos. Al Papa le incumbe mostrar camino. Es el que mejor conoce cómo está la salud espiritual del mundo. ¿Qué es lo que nos está diciendo el Papa al publicar la festividad de Cristo Rey? No tenéis paz, porque la buscáis por caminos errados. Prescindís de Cristo, cuando Él es el punto céntrico de toda la historia. Se ha desencadenado la peste en el mundo, la peste que destruye las conciencias y la vida moral. Os contagiáis cuando desterráis de vuestra vida a Cristo. De seguir así, pereceréis. Y nosotros ni siquiera nos asustamos al oír tu grito de alarma. La enfermedad de la sociedad no puede ocultarse por
más tiempo; aparecen ya las pústulas; pero nadie se
asusta. ¿Dónde está el mal? ¿Es que acaso
se persigue a la Iglesia? ¿Es que la espera al creyente el
caldaso? No, ya no existen tales persecuciones, como la de los Nerones.
La peste actual obra de distinta manera. Sus bacilos enrarecen el
aire en torno de Cristo y no permiten que en la vida pública
seamos católicos.
Nadie persigue la religión de Cristo. Hoy no se persigue, acaso, a Cristo, pero, no hay lugar para El. ¿En dónde se puede hallar hoy a Cristo? Tan sólo en la iglesia. Pero esto no basta. Él nos lo pide todo, porque le pertenece. En el momento de salir de la iglesia ya no tenemos la impresión de vivir entre cristianos. Cristo es Rey, pero le hemos despojado de su corona, y así no puede reinar. ¿Cómo hemos llegado a tal extremo?
Sufrimos una enfermedad radical; la sociedad moderna sufre una aguda
crisis. No se respeta la autoridad, se falta el respeto a la ley.
No se respeta el saber, la virtud, la experiencia. Se da una increíble
contradicción: ¿Qué es la historia del último siglo sino una
triste apostasía, cada vez más notoria? Si Cristo bajara de nuevo a la tierra volvería a ser rechazado. Toca en los estudios de los artistas. “El arte no tiene por qué verse influido por la moral”. Toca en las redacciones de los diarios; en los cines y teatros. No le dejan entrar. No hay lugar para El. Toca a las puertas de las fábricas. ¿Estás inscrito en el sindicato? ¿No? Entonces, ¿ a qué vienes? Hace siglos que los bacilos de la peste de la inmoralidad se han infiltrado solapadamente en la sangre de la humanidad; iba diluyendo cada vez más la doctrina de Cristo, ahora nos encontramos que todo está corrompido. El destierro de Cristo empezó en el mundo de las ideas. Día tras día pensábamos en todo menos en Dios. Nuestra fe se debilitaba cada vez más. ¿No lo crees? ¿En qué piensan los hombres? Los pensamientos de muchos cristianos durante el día; ¿son diferentes de los que pudieron tener los paganos honrados antes de la venida de Cristo? Un poco de bondad natural, una honradez exterior, pero en el fondo
del alma un mundo sin Cristo. Esta es la triste situación de la sociedad moderna. No queremos que éste reine sobre nosotros. La política dijo ¿A qué viene aquí Cristo? La vida económica: El negocio no tiene nada que ver con la moral. En las ventanillas de los Bancos: Vete, nada tienes que buscar entre nosotros. En las universidades: La fe y la ciencia se excluyen. Y, finalmente, hemos desembocado en la situación actual, que parece escribir: ¡Cristo no existe! ¡El Rey ha muerto! Pero Jesucristo no ha muerto. ¡Aquí está el Rey! ¡Cristo vive reina por los siglos de los siglos! ¡Lejos de nosotros un cristianismo diluido! Nosotros pregonamos que Cristo tiene derecho absoluto sobre todas las cosas: derecho sobre el individuo, sobre la sociedad. Todo está sujeto a Cristo. Sí, Cristo es Rey de todos los hombres. ¡Es el Rey de los reyes! ¡El presidente de los presidentes! ¡ el Juez de los jueces! El estandarte de Cristo ha de ondear por doquier: en la escuela, en el taller, en la redacción, en el Congreso. ¡Viva Cristo Rey! Ha de repetirse el milagro de Caná: Señor, no tenemos vino, estamos bebiendo aguas pútridas por tanto materialismo. Haz que tengamos otros ojos, otro corazón y otros deseos; que vivamos un cristianismo auténtico. ¡Señor acompáñanos al orar, para que sepamos
orar como Tú rezaste! Boletín dominical del Priorato San Pío X de Buenos Aires |
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