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Memoria de
Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de
Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su
pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia
contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera
mujer, que por su desobediencia trajo la muerte. Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima
presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento
de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos
y mereciendo por ello el título de Corredentora. La representación pictórica e iconográfica de la Virgen Dolorosa mueve el corazón de los creyentes a justipreciar el valor de la redención y a descubrir mejor la malicia del pecado. Un poco de historia Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares. La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador. Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos. Por dos veces durante el año, la Iglesia conmemora los dolores de la Santísima Virgen que es el de la Semana de la Pasión y también hoy, 15 de setiembre. La primera de estas conmemoraciones es la más antigua, puesto que se instituyó en Colonia y en otras partes de Europa en el siglo XV y cuando la festividad se extendió por toda la Iglesia, en 1727, con el nombre de los Siete Dolores, se mantuvo la referencia original de la Misa y del oficio de la Crucifixión del Señor. En la Edad Media había una devoción popular
por los cinco gozos de la Virgen Madre, y por la misma época
se complementó esa devoción con otra fiesta en honor a
sus cinco dolores durante la Pasión. Más adelante, las
penas de la Virgen María aumentaron a siete, y no sólo
comprendieron su marcha hacia el Calvario, sino su vida entera. A los
frailes servitas, que desde su fundación tuvieron particular
devoción por los sufrimientos de María, se les autorizó
para que celebraran una festividad en memoria de los Siete Dolores,
el tercer domingo de setiembre de todos los años. Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad. ¿Que nos enseña la Virgen de los Dolores? La imagen de la Virgen Dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufrimientos. Algunos te dirán que Dios no es bueno porque permite el dolor y el sufrimiento en las personas. El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación. Lo importante es el sentido que nosotros le demos. Debemos ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios
por la salvación de las almas. De este modo podremos convertir
el sufrimiento en sacrificio (sacrum-facere = hacer algo sagrado). Esto
nos ayudará a amar más a Dios y, además, llevaremos
a muchas almas al Cielo, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo. Aporte: Catholic net y Aciprensa |
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