|
|||||||||||||
|
|||||||||||||
Discípulo.— Padre, no podría
suceder que el confesor, manifestara algún pecado oído
en confesión? Martín Lutero, que al principio fué religioso
observantísimo, apostató, se hizo protestante, se convirtió
en enemigo de la Iglesia; habló y escribió sobre mil temas
en contra de la tan odiada Iglesia, pero nunca habló ni escribió
cosa oída en confesión. Un día se encontraba en
una posada con sus compañeros; y éstos, viendo que se
empezaba a espontanear, pensaron interrogarle sobre el asunto. ¡Nunca
lo hubieran hecho! Lútero se vuelve al momento furioso,
se apodera de una botella y les hubiera roto la cabeza a aquellos atrevidos,
si arrebatadamente no se hubieran traspuesto de allí. D.—¿Aún con peligro de la vida? * * * Pocos años hace, precisamente en la cuaresma de 1873, predicaba con gran aplauso en una de las principales iglesias de París, un famoso misionero. Entre la multitud inmensa que acudía a oirlo se hallaban algunos incrédulos, los cuales, habiéndole oído hablar del secreto de la confesión, y cómo el tal secreto es inviolable, aún en peligro de la vida, quisieron convencerse por experiencia. Reunidos en conciliábulo, uno de ellos se fingió enfermo, dos fueron por el misionero y le invitaron a ir a la cabecera del enfermo... Pronto consiguieron la adquiescencia del ministro de Dios. Acompañado por dos de ellos le hicieron subir a un coche cerrado, le vendaron los ojos y después de media hora de recorrido, lo bajaron en una casa, y haciéndole subir por varias escaleras, lo introdujeron en un aposento, en el que había un hombre acostado en una cama, el cual se confesó realmente. Acabada la confesión volvieron aquellos dos señores y de nuevo le acompañaron hacia abajo por aquellas escaleras hasta un subterráneo. Llegados allí le desvendaron los ojos y apuntándole con dos pistolas cargadas, le intimaron que revelase cuanto había oído en aquella confesión.
* * * San Juan Nepomuceno era confesor de la Reina Juana, mujer de Wenceslao, rey de Bohemia. Este, por injustas sospechas, que sólo reconocían por causa sus celos, pretendía que Juan manifestase las culpas de la reina oídas en confesión. Al oponerse a ello el Santo, con inquebrantable firmeza, el impío rey le encarceló y le hizo tratar con extremada barbarie. Finalmente llamándole a su presencia, después de muchas promesas y más terribles amenazas, ordenó que le metieran en un saco de cuero, y bien cocido y con una pesadísima piedra colgada del mismo, fuera echado al río Moldova, a fin de que allí abajo en el fondo del río se ahogase y permaneciese oculto a todos. Mas ¡oh prodigio! he aquí que aquella misma noche el saco sobrenadó ligero en la superficie, escoltado por una vivísima luz y suavísima armonía, como voces de ángeles que le seguían por donde iba; por lo que, recogido, se le dio solemnísima sepultura. Y cuando en el año 1729, casi cuatrocientos años después, fué proclamado Santo, se observó que su lengua permanecía intacta y fresca, como en premio de su silencio. Desde entonces es llamado San Juan Nepomuceno, el mártir del sigilo o secreto de la confesión. No hace muchos años traían los periódicos de Rusia, la noticia de un Párroco condenado a trabajos forzados por asesino de un empleado del país.
Entonces la autoridad telegrafió en seguida a Petroburgo, ordenando que fuese puesto inmediatamente en libertad al Párroco Kobylovvies, este era su nombre; pero contestaron que el Párroco hacía ya muchos meses que había muerto. El heroico sacerdote se llevó al sepulcro el secreto de la confesión, porque el confesor es mártir antes que traidor. * * * M.—¿Estás ahora bien persuadido
del gran secreto de la confesión? Pbro. Luis José Chiavarino |
|
||||||||||||
COPYRIGHT
(c) 2004 - 2014 EL MALVINENSE®.
Todos los derechos reservados. Capital Federal-Buenos Aires-Argentina. |