La
salvación del mundo comenzó por medio de María
y por medio de Ella debe consumarse. María casi no se manifestó
en la primera venida de Jesucristo, a fin de que los hombres poco instruidos
e iluminados aún acerca de la persona de su Hijo, no se alejaran
de la verdad aficionándose demasiado fuerte e imperfectamente
a la Madre, como habría ocurrido seguramente, si Ella hubiera
sido conocida, a causa de los admirables encantos que el Altísimo
le había concedido aún en su exterior. Tan cierto es esto
que san Dionisio Aeropagita escribe que cuando la vio, la hubiera tomado
por una divinidad, a causa de sus secretos encantos e incomparable belleza,
si la fe, en la que se hallaba bien cimentado, no le hubiera enseñado
lo contrario.
Pero, en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser
conocida y puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin
de que por Ella Jesucristo sea conocido, amado y servido. Pues ya no
valen los motivos que movieron al Espíritu Santo a ocultar a
su Esposa durante su vida y manifestarla sólo parcialmente aun
después de la predicación del Evangelio.
Dios quiere, pues, revelar y manifestar a María, la obra maestra
de sus manos, en estos últimos tiempos:
1º) Porque Ella se ocultó en este
mundo y se colocó más bajo que el polvo por su profunda
humildad, habiendo alcanzado de Dios, de los Apóstoles y Evangelistas
que no la dieran a conocer.
2º) Porque Ella es la obra maestra de
las manos de Dios, tanto en el orden de la gracia como en el de la gloria
y Él quiere ser glorificado y alabado en la tierra por los hombres.
3º) Porque Ella es la aurora que precede
y anuncia al Sol de Justicia, Jesucristo, y por lo mismo, debe ser conocida
y manifestada, si queremos que Jesucristo lo sea.
4º) Porque Ella es el camino por donde
vino Jesucristo la primera vez y lo será también cuando
venga la segunda, aunque de modo diferente.
5º) Porque Ella es el medio seguro y
el camino directo e inmaculado para ir a Jesucristo y hallarlo perfectamente.
Por Ella deben, pues, hallar a Jesucristo las personas santas que deben
resplandecer en santidad. Quien halla a María, halla la vida
(cfr. Prov. 8, 35), es decir, a Jesucristo, que es el Camino, la Verdad
y la Vida (cfr. Jn. 14, 6). Ahora bien, no se puede hallar a María
si no se la busca, ni buscarla si no se la conoce: pues no se busca
ni desea lo que no se conoce. Es, por tanto, necesario que María
sea mejor conocida que nunca, para mayor conocimiento y gloria de la
Santísima Trinidad.
6º) Porque María debe resplandecer
más que nunca en los últimos tiempos en misericordia,
poder y gracia:
– En misericordia, para recoger y acoger amorosamente
a los pecadores y a los extraviados que se convertirán y volverán
a la Iglesia católica.
– En poder contra los enemigos de Dios, los idólatras,
cismáticos, mahometanos, judíos e impíos endurecidos
que se rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con
promesas y amenazas, a cuantos se les opongan.
– En gracia, finalmente, para animar y sostener a los valientes
soldados y fieles servidores de Jesucristo, que combatirán por
los intereses del Señor
7º) Por último, porque María
debe ser terrible al diablo y a sus secuaces como un ejército
en orden de batalla (cfr. Cant. 6, 3) sobre todo en estos últimos
tiempos porque el diablo sabiendo que le queda poco tiempo (Apoc. 12,
12), y menos que nunca, para perder a las gentes, redoblará cada
día sus esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará en breve
crueles persecuciones y tenderá terribles emboscadas a los fieles
servidores y verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta vencer
mucho más que a los demás.
Por: San Luis María Grignión de Montfort
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