Por una súbita
complicación en su salud, el martes murió Justo
Liesegang. Ayer lo despidieron en su pueblo natal. Las secuelas
de la guerra lo quemaban por dentro hasta que su físico no resistió
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En Malvinas perteneció al REGIMIENTO DE INFANTERIA MECANIZADO
12 GENERAL ARENALES.
Su despedida fue como siempre, en silencio. La guerra y la larga posguerra
anidaron en su interior constantemente hasta consumirlo en este final
del verano en su pueblo natal, Mariano I. Loza (ex Estación Solari).
Justo Liecegang, un ex combatiente en Malvinas de 45 años, falleció
el martes producto de una súbita complicación en su salud,
tan endeble en los últimos años y sobre la cual también
influyeron algunos problemas sicológicos.
Sus compañeros, familiares y vecinos lo despidieron en un cortejo
concurrido. “Su muerte me causó una gran tristeza; una
amargura por todo lo que pasamos después de la guerra y que nosotros,
los ex combatientes, sabemos bien de qué se trata”, dijo
ayer a El Litoral Miguel Angel Ghelardi, delegado de Solari en el Centro
de Veteranos de Guerra “Paiubre” de Mercedes.
Ghelardi contó que “nos criamos juntos en la localidad
y su partida conmocionó a todos”, afirmó. También
recordó que Justo, no hace mucho tiempo, pudo superar una neumonía
severa que lo atacó con dureza. Su deterioro físico se
había acentuado en los últimos años, mostrando
una delgadez que lo caracterizó y que se profundizaba con los
efectos del cigarrillo y el amargo refugio de alcohol para mitigar el
dolor interior.
Lo conocían como un tipo callado, retraído, y que casi
nunca quería hablar de Malvinas. Tal vez era su gran orgullo
pero también su pesada cruz. “Era soltero, pero desde hace
poco tiempo tenía una concubina, con quien cuidaba a su hermana
que padece una discapacidad mental”, señaló Ghelardi
para agregar luego: “Su padre había fallecido hace bastante
y su madre el año pasado. Por eso se hizo cargo de los cuidados
de su hermana”.
Justo no siempre vivió en Mariano I. Loza. “Un tiempo
trabajó en campos de la la provincia de Buenos Aires, en estancias
bastante alejadas de las ciudades. Allí pasaba uno o dos meses
encerrado”, recordó Ghelardi. Fue él quien en determinados
encuentros en el poblado natal le recomendó que se quedara y
gestionara su pensión para poder sustentarse al menos en lo básico.
Justo lo escuchó, volvió y sobrellevó su dolor
interno en su Estación Solari de siempre.
Durante el relevamiento socio-ambiental para los ex combatientes que
se desarrolló a fines del año pasado, su caso apareció
como una luz amarilla. Pasaron los meses sin mayores problemas, al menos
no se presentaron dolores distintos a los que le hacían sangrar
su interior. Esa procesión que va por dentro se intentaba disimular
en su exterior hasta que el martes dejó de existir.
En Solari lo despidieron sus compañeros de la localidad, de
Curuzú Cuatiá, Mercedes y Paso de los Libres. Justo se
fue, y lo hizo como siempre: en silencio y con su dolor a cuestas. (GUSTAVO
LESCANO).
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