Por ley, los veteranos
y sus familias deben gozar de "atención preferencial"
en los hospitales de la Ciudad. Sin embargo, el Gobierno, que no ignora
abiertamente la ley, hace como si no existiera. ¿Y Lemus? Bien,
gracias.
Por Juan Salinas
La ley 1.636 fue sancionada el 16 de diciembre de 2004. Creó
un Programa Permanente de Salud Integral (psicofísica) para ex
combatientes y sus familiares en el ámbito de la Ciudad. Sin
embargo, dicho plan recién comenzó dar sus primeros, tambaleantes
pasos, dos años después, cuando el sanitarista Donato
Spaccavento se hizo cargo del área de Salud durante la gestión
de Jorge Telerman. Pero con la llegada de Macri al gobierno, todo volvió
a paralizarse.
Ante el abismo de la inopia, Víctor Villagra -un ex infante
de Marina al que sus compañeros llaman simplemente "Negro"-,
a la sazón coordinador del ninguneado programa, suele ir en su
viejo auto particular a visitar tanto a los directores de los hospitales
que integran la red de la Ciudad como a visitar a los propios veteranos
en sus hogares, a fin de explicarles las bondades del programa e instándolos
a promoverlo y utilizarlo. Sin conseguir que el Gobierno le pague siquiera
la nafta.
Noticias Urbanas acudió a entrevistar a Villagra a su humilde
despacho (que él mismo pintó color verde agua con diez
litros de pintura donados por un ex combatiente) en un segundo piso
de la calle Medrano al 350. Villagra nos recibió en compañía
de César Trejo, uno de los veteranos más conocidos por
la opinión pública. Junto a ellos, un par de beneficiarios
del plan, satisfechos por la atención recibida en los nosocomios
porteños.
"En diciembre pasado organizamos unas jornadas de salud que le
dieron marco teórico a un programa que había comenzó
a funcionar a fuerza de militancia, a puro pulmón, gracias a
unos contratitos que conseguimos", dice Víctor, que tiene
veinticuatro años de antigüedad como empleado público,
cumplidos en su mayoría en el Hospital de Niños "Ricardo
Gutiérrez" y en el Hospital Oncológico "Marie
Curie", donde llegó a secretario del director.
"Preparamos un informe y estuvimos tres veces con (Miguel Ángel)
Schiavone (subsecretario de Atención Integrada del Ministerio
de Salud) y dos veces con (Jorge) Lemus (ministro de Salud), pero no
hay caso: están en otra. No dan ni cinco de bola, no les importa",
dice Trejo, que integra la Comisión Cascos Blancos del Gobierno
nacional y es apoderado de la Comisión de Familiares de Caídos
en Malvinas.
"Así como el regimiento de Granaderos es la custodia presidencial
-continúa-, el de Patricios es la custodia del Jefe de Gobierno
de la Ciudad. Cuando celebró su día con un asado, Macri
estaba en la cabecera de la mesa. A esos asados son también invitados
veteranos de guerra que mantienen lazos con la unidad", agregó.
"Uno de ellos, Luis Quinteros -siguió Trejo-, aprovechó
la ocasión y se acercó a Macri con el informe, acompañado
por otros tres o cuatro veteranos. Quinteros le recordó al jefe
de Gobierno la existencia del programa y sus detalles, pero Macri lo
interrumpió diciéndole: '¿Y para qué queremos
un programa especial para ex combatientes si acá cualquier polaco
que llega a la ciudad se puede hacer atender gratis en cualquier hospital?'".
"Nos quedamos con ganas de recordarle que la Constitución
de la Ciudad, en su claúsula transitoria vigésimo tercera,
se refiere a los derechos de los ex combatientes. Dice que los que residen
en la Ciudad tendrán acceso a servicios de salud, prestaciones
sociales, vivienda, educación y empleo público…lo
que entre paréntesis, tampoco se cumple, por lo menos en lo que
hace a vivienda y empleo público". Pero además Quinteros
le habló a Macri de una ley en vigencia, ley que obviamente su
administración está obligada a cumplir.
Uno de los principales problemas, explican a dúo Villagra y
Trejo, es que habían logrado reclutar un equipo de excelentes
médicos y otros profesionales de la salud, "gente con experiencia
en la atención a veteranos", pero que ante la falta de contratos,
se fueron. Así que mientras ambos propagandizan entre los ex
combatientes la costumbre de acogerse a un programa que les promete
una especie de "onda verde", una atención preferencial
y pioritaria, pierden buenos profesionales que habían logrado
atraer.
"Vos vas a cualquier hospital, decís que te querés
beneficiar del programa, y por lo general la dirección del hospital
no tiene ni la más remota idea de la existencia del programa,
lo que me parece gravísimo- comenta El Gringo Luis Ferrari, uno
de los ex combatientes contentos con la atención recibida. "En
el Pirovano me atendieron de diez", remacha. Eso sí, previamente
debió hablar con Martha, la secretaria del director, quien a
su vez informó a los médicos de la existencia del plan,
y de que el hospital está obligado, por ley, a darles a los veteranos
de guerra y a sus familias "atención preferencial".
"Tenemos un doble trabajo, con los veteranos y con el sistema
de salud y hospitalario, y con el mundillo de la salud mental. A pesar
de nuestras carencias (lo único que hemos conseguido de la administración
es que nos paguen el teléfono, un handy y la luz), lo hacemos
de buen grado, pero desde que llegó el equipo de Macri nos topamos
una y otra vez con oídos sordos: nos escuchan, sí, pero
no pasa nada", dice Villagra, que añade que "la impresora
no funciona porque no reciben plata ni para papel ni para cartuchos,
y que hasta la bandera nacional que engalana la habitación prácticamente
se la afanamos al Ministerio de Salud".
"Por eso queremos dar un toque de atención. Nosotros ponemos
la militancia, pero el Gobierno tiene que poner los insumos y los contratos.
Nos dieron una ambulancia que el día de la inauguración
la tuvimos que empujar. Nunca conseguimos que la repararan ni que le
designaran un chofer. ¿Resultado? Jamás tuvimos ambulancia.
¿Aquella? Ni siquiera sabemos a dónde fue a parar",
comenta Trejo, que durante la dictadura, cuando era un jovenzuelo, vivió
dos años en Barcelona, de donde regresó para hacer el
servicio militar en el Regimiento 3 de Infantería con sede en
el hoy abandonado cuartel de La Tablada, desde donde saldría
hacia las 'islas irredentas'.
"En la Capital Federal alguna vez fueron censados 1.100 veteranos,
pero con dirección y ubicables hay unos 700", puntualiza.
"Como los hospitales públicos también atienden a
personas que viven, o al menos pernoctan en el Gran Buenos Aires, calculamos
a grosso modo que este programa beneficia, entre veteranos y familiares
directos, a unas 5 mil personas", añade Villagra.
"Hace falta relevar las patologías, entre las cuales es
previsible aventurar que las psicológicas no son menores, y articular
su tratamiento. No estamos pidiendo nada raro ni gran cosa. Con lo que
tiene la Ciudad, más el pequeño equipito de profesionales
especializados que hemos logrado reunir, alcanza. La inversión
que tiene que hacer el Gobierno para financiar este programa es bajísima,
cercana a la nada. Pero a mi juicio es un problema de concepción:
le tienen miedo al tema Malvinas. Lo que nos da mucha bronca, porque
por primera vez hay creado por ley un programa que tiene la densidad
teórica, los profesionales y la voluntad militante", dice
Trejo.
Lo interrumpo para preguntarle por el Pami. Porque todos los veteranos
¿gozan? de una pensión del instituto cuyas actividades,
en gran medida, adecentó Graciela Ocaña. "Ese es
otro tema", señala Trejo. "El Pami nos descuenta 100
pesos por mes. En 15 mil veteranos de todo el país, son un millón
y medio de pesos por mes, 18 millones por año. Nos pusimos a
hablar con los compañeros y calculamos que la tasa de uso ronda
los 8 millones, ¿adónde van los diez millones restantes?".
"Hoy tenemos una pensión nacional, un subsidio de la Ciudad,
una pensión provincial. Pero en términos de salud, no
avanzamos. O no se acierta o no se le quiere dar bola al tema",
apunta Vilagra.
"Hasta ahora los beneficiarios del plan no llegan a cuarenta.
Y no se prevé ninguna estampida ¿eh? -agrega-. Porque
la mayoría de los veteranos tiene trabajo, y los que tienen trabajo,
además del PAMI, tienen obra social. Yo tengo Ob.SBA, PSMI y
el Programa de Salud. Y el que trabaja en un comercio tiene OSECAC,
PAMI y el Programa de Salud. Tenemos tres sitios distintos en los que
atendernos".
"Insisto con el tema de la salud mental", dice Trejo. "El
otro día fuimos a ver a un veterano que está muy bien,
tiene un cargo ejecutivo en una compañía importante, y
como obra social OSDE, que tiene muy buena reputación. Pero hete
aquí que este compañero quería analizarse porque
sueña recurrentemente con las escenas que vivió en las
islas, y se encontró con que OSDE le cubre un número limitado
de sesiones. Y eso sin contar con que difícilmente las prepagas
y las obras sociales tengan en sus planteles los profesionales adecuados.
Los norteamericanos hablan de un 'shock postraumático' y tienen
profesionales especializados en eso, que dudo muchísimo que sea
una categoría científica. Sus supuestos no están
para nada probados. Hay argentinos que quieren importar esos conceptos,
los de de un país imperial donde el hombre es apenas un insumo
más de la maquinaria de guerra. Nuestro camino es otro: configurar
un pequeño equipo especializado y multidisciplinario integrado
por psicólogos, psiquiatras y médicos con experiencia
y doctrina en el tratamiento de los ex combatientes argentinos".
Sintetiza Trejo: "Pedimos muy poco, algo irrelevante en lo cuantitativo,
para dar una respuesta cualitativa importante".
SOLILOQUIO DEL NINGUNEADO
"A veces, una palmadita en la espalda ayuda", dice Ferrari.
"Recibimos tantos palos, que a veces el menor reconocimiento nos
reconforta", agregó, en referencia al buen trato recibido
en el Hospital Pirovano. Trejo lo secunda e inicia un sentido monólogo:
"Fuimos objeto de maltrato y abandono durante años, y si
logramos revertirlo parcialmente fue con nuestra lucha. Nadie nos regaló
nada. Respecto a la salud, no se trata de que tengamos que tener una
atención diferente a la de cualquier ciudadano, se trata de atender
que sufrimos aquel maltrato, se trata de repararlo dentro de lo humanamente
posible, y fue para eso que se sancionó la ley. Una ley que hasta
ahora no se cumple. Cuando vamos a los barrios con una muestra o una
charla, cualquier cosa referida a Malvinas, el pueblo nos recibe con
inmenso cariño y mucho respeto. Y cuando comparás esa
recepción con el trato que te dispensa la clase dirigente, te
querés morir. Porque hay una diferencia, un divorcio… Pareciera
que la clase dirigente tiene una negación respecto a lo que sucedió
en las Malvinas. Que acostumbra a barrer el tema debajo de la alfombra.
Todavía no tuvimos el reconocimiento que si tuvieron, por ejemplo,
los desaparecidos. No hubo un reconocimiento real. Como no sabían
qué hacer, dijeron 'dénles guita y nos sacamos el problema
de encima'. No se quiere ver que el problema de Malvinas es un problema
de la Argentina, que el problema de que hubo una guerra es de toda la
Argentina, que no nos ocurrió a nosotros nada más. Que
te ocurrió a vos también, que nos ocurrió a todos
los argentinos. A ella, por ejemplo (señala a una mujer joven,
enfundada en estrechos vaqueros, que acaba de entrar) que es sobrina
del maestro Julio Cao, caído en Malvinas. Los políticos
siguen barriendo debajo de la alfombra. Tienen miedo. Por eso la respuesta
de Macri. Ese 'cualquier polaco' que nos humilla. Y que lo único
que revela es que aprendió que no es políticamente correcto
decir 'bolitas' o 'paraguas', que es lo que seguramente pensó".
"Nosotros fuimos a pelear por la Argentina, no por Galtieri. Y
los políticos no pueden hacer esa separación. Y es esa
forma que tienen de taparlo todo, de barrer debajo de la alfombra, es
esa costumbre, precisamente, la que afectó la salud de los ex
combatientes. La salud no se afectó tanto por los setenta y cuatro
días de exposición al fuego, pues la nuestra fue, al fin
y al cabo, una guerra corta. La salud mental de los combatientes se
afectó, sobre todo, en la posguerra. Quizá, si hubiéramos
tenido atención al toque".
"La cosa es que tenemos más suicidados que caídos
en combate. Es raro el mes en el que no hay algún suicidio",
apostilló Villagra.
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