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|   13/07/07  | 
      
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| Crisis de identidad | ||
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         Por Hugo Sirio 
 Sobre la representividad no hace falta abundar sobre el abismo que hay entre los ciudadanos y las burocracias partidistas. Es enorme. Una franja importante de los ciudadanos no se siente representado por ninguno de ellos. Sobre agregar intereses algo hemos avanzado, pero los partidos siguen defendiendo clientelas e intereses específicos de manera poco disimulada. Actúan en muchos casos como facciones (su motor, son sus intereses propios) y no como partidos (que ensamblan los intereses propios con los de la ciudadanía). En educación política tampoco hay mucho para decir. Su 
          trabajo teórico más importante es la redacción 
          de lemas y estribillos, su sistematización conceptual más 
          acabada son campañas de promoción o desprestigio, y sus 
          reflexiones más sofisticadas Seamos francos: el problema es serio y ninguna de las dos grandes fuerzas 
          políticas parece darse cuenta de ello. La razón de esta 
          evasión me parece está arraigada en la crisis de identidad 
          que tienen los dos grandes partidos. La UCR de nuestros días, En el ¿PJ o Frente para la Victoria? las cosas parecen más graves, no tanto por su despegue de la realidad, sino por la gravitación que sus acciones tienen en la vida nacional. A pesar de ser el partido que gobernó el país desde 1989 a 1999 y del 2001 a la fecha (16 años de los 25 de la presente etapa democrática), sigue actuando como un partido provinciano en el que las pequeñas infamias desde Santa Cruz, La Rioja, Misiones, Tucumán, La Rioja, Córdoba, Santa Fe entre otras, pueden más que una vocación nacional más fuerte. El PRO es un partido nuevo dominado por viejos políticos. Algo 
          así como un cuerpo adolescente que vive preso en el cuerpo de 
          su abuelo que se quedó en el reventón del 75 y en el mejor 
          de los casos del 83. Es un partido acotado en lo que a ideas se Si hubiese psicólogos de partidos, una buena inversión sería pagar una terapia completa a los tres. El Freud de la política podría ayudar al viejito borracho de viagra a entender su papel, al provinciano a recordarle que debe gobernar el país y dejar las disputas de familia, y al adolescente Mauricio Macri recordarle que no puede estar jugando al opositor y sentarse al mismo tiempo con los viejos gobernantes provinciales. Hugo Sirio Escobar - Buenos Aires - Argentina 
 
 
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