Publicamos la versión
textual registrado durante 15 horas en el recinto del Senado.
(FUENTE: Parlamentario.com).- Sr. Presidente (Pampuro). – Obra
sobre las bancas el plan de labor aprobado en la reunión delabor
parlamentaria celebrada ayer.En consideración.Si no se hace uso
de la palabra, se va a votar.– Se practica la votación.Sr.
Presidente (Pampuro). – Aprobado.
CUESTIONES DE PRIVILEGIO DE LA SEÑORA SENADORA NEGRE DE ALONSO
Sra. Negre de Alonso. – Pido la palabra antes de la consideración
del dictamen, para plantear una cuestión de privilegio.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora
senadora Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Quiero plantear una cuestión de
privilegio en contra suyo, señor presidente, en su carácter
de presidente provisional, y en contra del señor secretario parlamentario,
doctor Estrada.
El día 6 de julio, tal como había sido acordado en la
reunión de labor parlamentaria y en función del compromiso
asumido por los miembros de la comisión, nos reunimos en la Comisión
de Legislación General, donde se emitieron tres dictámenes:
uno en mayoría sobre el proyecto de ley de matrimonio gay; otro
en minoría sobre el proyecto de ley de matrimonio gay; y un tercero,
también en mayoría, sobre proyecto de ley de unión
civil.
El proyecto de ley enviado en revisión por la Cámara de
Diputados tuvo habilitación parlamentaria en el Senado el 19
de mayo, el mismo día que ingresó el proyecto de ley sobreunión
civil presentado por la señora senadora Bortolozzi de Bogado;
es decir que esos dosproyectos ingresaron juntos, el mismo día,
para su tratamiento en esta Cámara.
Yo estaba en conocimiento –porque así se me había
informado– de que la señorasenadora Fellner iba a reemplazar
al señor senador Mansilla en la Comisión de Legislación
General. Esperé que se me notificara de la resolución
pertinente –que, según me dijeron, estaba por salir–,
para que ella pudiera suscribir el dictamen en minoría y, también,
esperé alos senadores Cano y Roldán, que no habían
llegado aún por atrasos en los vuelos de susaviones. Y la Secretaria
de la Comisión se dirigió luego a la Mesa de Entradas
del Senado,que está ubicada en el octavo piso de la ex Caja de
Ahorros, y alrededor de las 20, 20 y 15 ó20 y 30, cuando yo me
estaba retirando para asistir a un programa de televisión a la
que habíasido invitada, me informaron que el empleado de la Mesa
de Entradas no recibía el dictamenpor orden del secretario parlamentario,
cuya designación, oportunamente, nosotros votamosen contra, porque
en ocasión de tratarse la ley de medios había agregado
la fe de erratas sinque pasara por este Cuerpo y no porque el oficialismo
no tuviera derecho a nombrarlo.
Por lo tanto, me constituí en el octavo piso y, allí,
el empleado me dijo: “simplemente, señora senadora, no
le recibo nada, porque me dio orden el doctor Estrada de que no se lo
reciba”. Un avasallamiento, un acto irrespetuoso, una violación
de las normas más elementales de trámite y de procedimiento.
No sé si estaría de acuerdo o no, ni lo que iba a pasar
después, pero lo que no puede hacer un empleado, por orden del
secretario parlamentario, ni tampoco el secretario parlamentario, es
decidir que un expediente firmado por nueve senadores no ingrese al
Cuerpo. Él decidió eso: o sea, que lo rompiéramos,
que lo usáramos para algo, para llenar elcesto de papeles.
Entonces, yo les dije que no me movía de allí y que me
iba a quedar a dormir. Tuve que mandar a buscar a un escribano, llamé
al prosecretario y, también, me comuniqué por teléfono
con la Presidencia del Cuerpo; incluso, había pensado llamar
a la prensa, porque me iba a quedar a dormir allí.
Nunca he visto una cosa igual. Yo soy abogada y, como tal, si voy a
los Tribunales y presento un escrito, si es improcedente, luego se provee
como corresponde. Lo mismo pasa cuando uno va a la Casa de Gobierno:
se recibe y después se provee como corresponde.
¿Desde cuándo el señor de Mesa de Entradas decide
que a los senadores no les recibe los papeles? Pero no era la senadora
Negre de Alonso; era la Comisión de Legislación
General del Honorable Senado de la Nación Argentina, con la firma
de nueve senadores elegidos por la voluntad popular de sus provincias.
Parece que para el doctor Estrada no teníamos legitimación
suficiente.
Por supuesto, lo llamé al doctor Estrada, que hablaba por teléfono
con el empleado y que le decía: “no le reciba; no le reciba”;
“no es procedente; no se lo voy a recibir”. Finalmente,
lo recibió. Por supuesto, perdí el programa de televisión.
Estuve más de una hora en la Mesa de Entradas, en un cuartito
de dos por dos. A medida que iban pasando asesores, que se acercaban
para ver qué pasaba, yo esperaba que me firmaran la copia. Porque
la verdad es que, en el Senado de la Nación, no había
garantías para que las palabras que me decían –“váyase
tranquila, que se lo voy a recibir”– se cumplieran.
Esto, con relación al doctor Estrada, que no fue todo. La verdad
es que yo ya estoy cansada de tanto avasallamiento. Con respecto a mí,
no es la primera vez, porque en otra oportunidad, en un dictamen que
yo había firmado en disidencia, me estaban sacando con la mayoría.
Es demasiada casualidad tantos errores juntos.
DE LA SEÑORA SENADORA NEGRE DE ALONSO
Posteriormente, señor presidente, a las cuatro, cinco o seis
de la tarde –no recuerdo bien, fue un poco antes de la reunión
de labor parlamentaria de ayer–, recibo una notificación,
como presidenta de la Comisión, en donde usted me invalidó,
nos invalidó, invalidó el dictamen de la Comisión
de Legislación General. Es una verdadera ilegalidad lo que usted
ha hecho. Acá, en este ámbito, en la casa de la democracia,
que usted no le dé a los integrantes de la Comisión de
Legislación General ni siquiera notificación de lo que
el senador Pichetto había presentado, es un avasallamiento a
las garantías constitucionales mínimas, que se les dan
a cualquier homicida, a cualquier inculpado penalmente.
Pues usted, señor presidente, decidió que los senadores
somos NN –todo viene por la misma línea- y no nos aceptan
el dictamen por Mesa de Entradas. ¡Y para usted se ve que somos
inexistentes! Pero yo estoy acá, señor presidente, y me
eligió el pueblo de San Luis, por la mayoría. ¡Y
usted me va a respetar como senadora; al igual que a los nueve senadores
de la comisión!
Ni siquiera se nos dio traslado. Por supuesto, el senador Pichetto tenía
derecho, él puede peticionar, impugnar, como todos. Lo que usted
no puede hacer, señor presidente, es violar las normas del debido
proceso legal, el derecho de defensa de nueve senadores de la Nación,
constituidos con quórum, en un dictamen que es un instrumento
público. Usted no tiene facultades reglamentarias para anular
ese dictamen. Le hubieran hecho una revisión preliminar de mérito,
como corresponde. Y la hicieron, porque lo publicaron, tiene Orden del
Día, lo que implica una revisión de mérito previa.
Pero aun con Orden del Día se anuló, sin correr traslado
a quienes lo firmamos.
Así empezamos, señor presidente; mejor dicho, así
seguimos. Empezamos con una persona que pusieron –pobre; no tiene
la culpa, pero temblaba– y decía: “tengo orden de
no recibirle nada a usted”. Era a mí que no me iban a recibir.
Esto es una vergüenza, señor presidente: trampas, trampas
y más trampas. Pero esta no es la primera vez, porque usted ya
me hizo otra cosa. Usted, senador Pampuro, cuando el Interbloque Federal
decidió que la senadora Escudero iba en su representación
a la Comisión de Sistemas, Medios de Comunicación y Libertad
de Expresión -cuando ya se había sancionado la ley de
medios- y presentamos una nota al respecto, resulta que luego aparecí
yo designada, porque se ve que no la querían nombrar a ella.
Presenté una revocatoria; le mandé una renuncia; le dije
que había sido una equivocación. Pero como si nada. En
la reunión próxima, el doctor Estrada me notificó
a mí y no modificaron la integración. Hicieron desaparecer
los papeles y tuve que volver a presentarlos. Es la segunda vez, señor
presidente, que usted me hace esto.
No sé si es personal. Si es personal, no vale de nada. ¿Sabe
a quién se lo hacen? En primer lugar, se le hace a la institución
Senado de la Nación y, en segundo lugar, se le hace al pueblo
de San Luis, que es el que me eligió. Le está faltando
el respeto al pueblo de San Luis; no a Liliana Negre; no a los fueros
de Liliana Negre. Mis fueros no son míos, son los fueros del
mandato que cumplo y los fueros del mandato que ejerzo.
Estoy cansada de sus atropellos. Y le quiero decir con respecto a eso
que usted ha comentado por ahí -o lo mencionó en la reunión
de labor parlamentaria-, en el sentido de que se hizo asesorar, que
se ve que no son muy buenos sus asesores. Ni una norma legal citada
en esa resolución que usted ha dictado.
Señor presidente: le aclaro que dejo planteada la cuestión
de privilegio y que esto lo llevo hasta las últimas consecuencias.
Porque lo que usted ha hecho -violar la Constitución-, en el
cargo que usted tiene... Usted está en la sucesión de
la primera magistratura del país.
Usted no sólo que no tiene derecho sino que no debe realizar
ese tipo de actos; y debe arbitrar los medios, si usted no es abogado,
para que el cuerpo de abogados de esta casa lo asesore debidamente.
Ni un artículo, porque no tiene un artículo que fundamente
la petición que usted ha hecho.
DEL SEÑOR SENADOR PICHETTO
Sr. Pichetto. – Pido la palabra para plantear una cuestión
de privilegio.
Sr. Presidente (Pampuro). - Para una cuestión de privilegio,
tiene la palabra el señor senador
Pichetto.
Sr. Pichetto. – Señor presidente: la primera reflexión,
antes de entrar de lleno en la cuestión de privilegio, es que
habíamos acordado debatir el tema de la impugnación a
posteriori del debate. Pero como se transgredieron las reglas y tuvimos
que escuchar una catilinaria ofensiva hacia su persona, planteo una
cuestión de privilegio a la señora senadora Negre de Alonso
por haber violado la Constitución, en su artículo 81;
por querer cambiar intencionalmente -ahora sí creo que es intencionalmente-
la Cámara de origen de este proyecto, que vino en revisión
de la Cámara de Diputados; por querer modificar el giro de la
comisión; y por violentar el Reglamento y la historia de este
Senado y del Congreso.
La señora senadora es una persona que tiene trayectoria parlamentaria
y sabe perfectamente que este proyecto ha venido en revisión
y que nunca podía haber sido dejado de lado y aprobar un dictamen
para darle sanción como Cámara de origen el Senado, cuando
se trata del mismo tema y de la misma finalidad.
Señor presidente: yo planteo una cuestión de privilegio
para que se evalúe la conducta de la señora senadora en
el ámbito de la Comisión de Asuntos Constitucionales del
Senado.
DEL SEÑOR SENADOR PÉREZ ALSINA
Sr. Presidente (Pampuro). - Tiene la palabra el señor senador
Pérez Alsina.
Sr. Pérez Alsina. – Señor presidente: independientemente
de las cuestiones de privilegio, en cuanto a su formalidad, quiero adherir
a la posición de la señora senadora Negre de Alonso...
Sr. Presidente (Pampuro). - Perdóneme, senador, no quiero interrumpirlo
en el uso de la palabra, pero si tiene una cuestión de privilegio
para plantear...
Sr. Pérez Alsina. – No; yo puedo dar argumentos para adherir
a un tema...
Varios señores senadores. – No, señor senador.
Sr. Presidente (Pampuro). - No se puede, señor senador.
Sr. Pérez Alsina. – Entonces, me obliga a plantear una
cuestión de privilegio. Si esa es la forma, entonces, planteo
una cuestión de privilegio.
No era mi intención, para evitar el debate. Pero si eso es necesario,
para brindar argumentos sobre este tema, entonces, planteo una cuestión
de privilegio, porque esto es grave.
Sr. Presidente (Pampuro). - Para una cuestión de privilegio,
tiene la palabra el señor senador Pérez Alsina.
Sr. Pérez Alsina. – Señor presidente: hoy se considerará
un tema que debería ser tratado en todas sus dimensiones. Es
una cuestión sobre la que ya hablaremos en su momento, pero todos
los senadores que integramos el cuerpo sabemos que no es una ley común,
ya que modifica una institución, sobre la que algunos estarán
de acuerdo y otros no, respecto de la cual la sociedad argentina la
tomó como propia.
Coincido con la señora senadora, señor presidente, en
el sentido de que usted no debería haber firmado una resolución
que no sólo agravia a muchos senadores –entre los cuales
me encuentro- sino también a muchos habitantes de mi provincia
que solicitaban el tratamiento de un proyecto alternativo de unión
civil.
Desde ya que no coincido con los términos de aquella resolución
y tampoco con los del señor senador preopinante, en cuanto a
que se esté hablando del mismo tema. Decir que un matrimonio
y una unión civil son la misma institución creo que es
burlarse de la inteligencia de muchos ciudadanos, independientemente
de que estén a favor o en contra de ella. Además, es burlarse
de la historia de estas dos instituciones o reglamentaciones que hacen
a lo que es la unión de dos personas, sean del mismo sexo o no.
En efecto, son dos instituciones absolutamente diferentes en su naturaleza.
Son dos instituciones que nada tienen que ver entre sí. Y creo
que el señor presidente debiera haber guardado el mínimo
recaudo en trasladar la iniciativa a la Comisión de Legislación
General para tratar el tema.
Pero con la resolución firmada por el señor presidente,
se impidió poner sobre la mesa lo que varios legisladores deseaban
tener como alternativa de tratamiento en el día de hoy. Es decir
que ha hecho una omisión grave, y usted, señor presidente,
debería haber tenido delicadeza, objetividad y prudencia. Debería
haber oído a varios señores senadores, independientemente
de su posición, para no llevar este tema al todo o nada, y en
absoluto respeto de todas las posturas. Todo esto ha sido muy grave.
En todas las audiencias públicas o en la mayoría de ellas,
se solicitó el tratamiento alternativo. Así sucedió
en mi provincia. Muchas instituciones y ciudadanos lo hicieron; y usted
les impide a ellos que hoy en día exista una alternativa sobre
la mesa.
Por estas razones, hago un planteo de este tema y manifiesto mi profunda
indignación en nombre de muchos habitantes de mi provincia y
en el mío propio. Creo que el sitial que usted ocupa, señor
presidente, es el de un país y no el de una parcialidad.
DE LA SEÑORA SENADORA ESCUDERO
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora
senadora Escudero.
Sra. Escudero. – Señor presidente: quiero plantear una
cuestión de privilegio.
El señor senador Pichetto ha faltado a la verdad. Lo acordado
en la reunión de labor parlamentaria fue no plantear previo al
debate cuestiones de procedimiento. Pero de ninguna manera se acordó
no permitir a la señora senadora Negre de Alonso plantear una
cuestión de privilegio por haber sido ofendida como persona,
senadora y presidenta de la Comisión de Legislación General.
Es decir que las cosas hay que decirlas por su nombre.
Y como firmante del dictamen que ha sido anulado por el señor
presidente provisional del Senado, quiero decir que la interpretación
que hizo el señor senador Pichetto no es correcta.
Aquí nos conocemos mucho. Parece que los tramposos creen que
todos son de su misma condición. No es así. La señora
senadora Negre de Alonso jamás hizo trampas. En cada reunión
de comisión, la señora senadora Negre de Alonso puso a
consideración dos proyectos que tenían perfiles diferentes.
El CD de la Cámara de Diputados, plantea matrimonio con modificación
del Código Civil y la creación de una institución
nueva, diferente, que en absoluto es incompatible con la modificación
del Código Civil.
Tanto es así que las cosas eran tan claras que firmamos un dictamen
de rechazo del
CD que venía de la Cámara de Diputados en el convencimiento
y siguiendo lo que había sido perfectamente acordado en cuanto
a que el 14 de julio se ponía en debate: primero, el CD de la
Cámara de Diputados, y en el supuesto de que el CD no alcanzara
los votos necesarios, teníamos un dictamen diferente creando
una institución nueva que no solamente apuntaba a dar una solución
de consenso a una realidad que vemos que hay que solucionar, que es
la ampliación de derechos a las parejas del mismo sexo, sino
que además, al mismo tiempo, dábamos solución a
otros temas por los que veníamos abogando desde hace tanto tiempo,
como la situación de millones de mujeres en la Argentina que
están en uniones de hecho sin ningún tipo de protección.
Cito, señor presidente los siguientes expedientes: 55/10, 1112/09,
1072/09 y 479/09; todos ellos contemplan distintas alternativas en búsqueda
de una solución.
El 50 por ciento de los niños que nacen en la Argentina lo hacen
de mujeres que no están casadas y carecen de toda protección.
Nos parecía que era muy importante aprovechar la oportunidad
para crear una institución nueva y dar solución a tantos
millones de personas sin protección, y avanzar también
en una modificación al Código Penal agravando el homicidio
en caso de que la víctima sea el conviviente, y abarcaba a todos...
Sr. Pichetto. – ¡Tiene que ver con la cuestión de
fondo!
Sra. Escudero. – Estoy planteando la cuestión de privilegio
contra el senador Pichetto, que nos ha tratado de tramposas.
Sr. Pichetto. – De tramposos...
Sra. Escudero. – No es así, senador Pichetto.
Sr. Presidente (Pampuro). – No dialoguen.
Sra. Escudero. – Nosotras nos hemos preocupado, hemos estudiado
y hemos escuchado a miles de personas. Y la senadora Negre de Alonso
ha hecho una tarea titánica; ha recorrido las provincias y ha
escuchado a la sociedad argentina, que quería expresarse.
Señor presidente: es de una total injusticia lo que ha sucedido
aquí y es una injusticia lo que usted hizo, es una ilegalidad,
es inconstitucional –como dijo la senadora Negre–, pero
fundamentalmente aquí quiero demandar el avasallamiento y la
falta de respeto a un procedimiento que fue impecable de parte de la
Comisión de Legislación General.
Sr. Pichetto. – ¡Están agraviando al presidente!
¡Es una infamia lo que están haciendo!
Sr. Presidente (Pampuro). – La senadora Estenssoro me pidió
la palabra para hacer una moción de orden...
Sr. Cimadevilla. – Señor presidente: estoy pidiendo la
palabra desde antes de que la pida la senadora...
Sr. Presidente (Pampuro). – Es para hacer una moción de
orden.
Sr. Cimadevilla. – Pero yo soy miembro integrante de la Comisión...
Sr. Presidente (Pampuro). – Le voy a dar la palabra, pero ahora
me la pidió la senadora
Estenssoro.
Sra. Estenssoro. – Gracias, señor presidente.
Quiero hacer una moción de orden.
Ayer en la reunión de presidentes de bloque acordamos una agenda,
según la cual en primer término íbamos a tratar
la sanción de la Cámara de Diputados –que además
es lo que habíamos acordado para el día de la fecha–,
y en segundo término se iba a tratar la impugnación al
dictamen de unión civil. Entonces, me parece que para ordenar
la sesión debemos cumplir con lo acordado y que el debate respecto
de si es válida o no la impugnación debería hacerse
después, porque de lo contrario no vamos a hacer ni una cosa
ni la otra.
Sr. Fuentes. – Adhiero a la moción de orden.
Sra. Escudero. – Se debe tratar la cuestión de privilegio.
Sr. Cimadevilla. – Tengo pedida la palabra.
Sr. Presidente. – Le doy la palabra al senador Cimadevilla y después
trataremos la moción de la senadora. Además, el senador
Cabanchik también ha pedido hacer uso de la palabra.
Sr. Cimadevilla. – Yo no quisiera aportar elementos a este debate
que puedan diluir su grave responsabilidad en este tema.
No voy a entrar a discutir el tema de fondo sobre si estamos ante identidad
de proyectos o no, eso lo vamos a discutir en su momento y vamos a dar
entonces los argumentos de por qué no hay identidad de proyectos,
pero lo que no es tolerable es que usted, señor presidente, se
convierta en juez de lo dictaminado por la comisión, porque usted
no tiene ninguna facultad ni ninguna atribución. Eso será
materia del pleno.
Yo no voy a discutir ahora; lo discutiré luego -si hay que discutirlo-
si estamos ante proyectos idénticos o no.
Pero lo que es inexcusable es que usted se arrogue las facultades del
cuerpo. Eso es lo grave. Lo otro puede ser materia de interpretación.
Pero esto lo excede. Se trata de un avasallamiento de las instituciones
de este cuerpo; es más, como dijo la senadora, sin siquiera derecho
a defensa.
Si usted quiere, señor presente, ocupe su banca y defienda tamaña
barbaridad, si es capaz de defenderla. Usted ha avasallado los derechos
de todos los senadores en un tema sensible, en un tema que tiene en
vilo a la sociedad argentina, que no es el más importante ni
el que más preocupa, pero sí es una cuestión sensible.
De allí que yo ratifico lo dicho por la senadora Negre de Alonso.
No estamos discutiendo la identidad de los proyectos. Estamos discutiendo
el exceso de sus atribuciones.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Cabanchik.
Sr. Cabanchik. – Señor presidente: como vicepresidente
de la Comisión de Asuntos
Constitucionales, que es la que va a recibir todas las cuestiones de
privilegio planteadas, quisiera que quede en claro cuáles son
las cuestiones de privilegio y sus contenidos.
En lo que dijo la senadora Negre de Alonso yo identifico una segunda
cuestión, ni menor ni subsidiaria: la cuestión de privilegio
presentada en relación al senador Pampuro, pero además
está la cuestión de que una senadora de la Nación
ha sido, por el relato que hizo la senadora Negre de Alonso, maltratada
en la Mesa de Entradas de la Secretaría
Parlamentaria. Ese es un tema que tiene entidad en sí mismo.
Me interesa saber si estamos considerando que va a estar dentro de la
discusión de la cuestión de privilegio planteada en relación
al senador Pampuro o vamos a tener alguna vía sumarial para tratar
ese tema.
Sr. Pichetto. – Presidente, ponga a votación la propuesta.
Sr. Presidente (Pampuro). – Si no hay más cuestiones de
privilegio, que pasarán…
Sra. Negre de Alonso. – Pido la palabra.
Sr. Presidente (Pampuro). – Sí, senadora, tiene la palabra.
Sra. Negre de Alonso. – Simplemente quiero aclarar que para el
fundamento del recurso que he presentado como miembro de la Comisión
tengo una carpeta grande. De manera que en este momento no estoy entrando
al fondo de la cuestión ni estoy violando el Reglamento.
Sólo fundamenté la cuestión de privilegio. Para
lo otro tengo una carpeta grande con las
fundamentaciones que he preparado debidamente.
Sr. Presidente (Pampuro). – Pasamos al planteo de la moción
de orden…
Sr. Morales. – Pasemos al debate del tema, presidente.
Sr. Presidente (Pampuro). – Muy bien.
Sr. Morales. – Que pasen las cuestiones de privilegio a la comisión.
Sr. Presidente (Pampuro). – Las cuestiones de privilegio pasan
a la Comisión de Asuntos Constitucionales.
MATRIMONIO DE PAREJAS CONFORMADAS POR PERSONAS DEL MISMO
SEXO
Sr. Presidente (Pampuro). – Corresponde considerar los dictámenes,
en mayoría y en minoría, de la Comisión de Legislación
General en el proyecto de ley en revisión por el que se modifican
diversos artículos del Código Civil respecto de la inclusión
del matrimonio de parejas conformadas por personas del mismo sexo. (C.D.-13/10).
En consideración en general.
Sr. Pichetto. – ¿Me permite…?
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Pichetto.
Sr. Pichetto. – Señor presidente: es un tema que hace al
funcionamiento de este recinto.
¿Qué es ese cartel que aparece detrás de usted
en las cortinas? ¿Qué sentido tiene?
Quisiera que me lo expliquen. Acá no hay privilegios. Siempre
que hemos venido al debate en el recinto nadie vino con filminas a plantear
los fundamentos.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora
senadora Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Señor presidente: el senador Pichetto
tiene la desgracia de que yo estoy acá como senadora desde hace
varios años, al igual que el senador. Preparé esta presentación
porque hay varios antecedentes en este Senado de presentaciones similares,
sobre todo en este caso cuando no se pueden resumir en diez minutos
cien horas de trabajo en las distintas provincias. Lo hizo el entonces
senador Capitanich, lo hizo en su momento la senadora Seguí,
que pertenecía al bloque del senador Pichetto, con el famoso
tema del Banco
Central. Lo podrá recordar acá el senador Verna.
Dura diez minutos, senador Pichetto.
Sr. Pichetto. – Nosotros estamos dispuestos a autorizarlo.
Sra. Negre de Alonso. – Bueno, entonces, pido autorización.
Sr. Pichetto. – Se decide en el recinto, porque si no cualquiera
mañana viene con cualquier
otra cosa. Ponen banderas…
Sr. Presidente (Pampuro). – En consideración, la autorización
solicitada.
– Se practica la votación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Resulta aprobada.
Sr. Juez. – Pido la palabra…
Sra. Negre de Alonso. – ¿Me da la palabra, entonces, señor
presidente? ¿Empiezo?
Sr. Presidente (Pampuro). – Si usted es la miembro informante,
sí, comenzamos con usted.
Perdón, el senador Juez me había pedido la palabra…
Sr. Juez. – Señor presidente: probablemente le resulte
ingenuo lo que voy a decir, porque nuestra escasa experiencia en el
Parlamento por ahí hace que esta pregunta le parezca estúpida.
Pero como hemos escuchado vanidades personales, le quiero decir que
como integrante y secretario de esa Comisión no sabía
que podía tener acceso a este tipo de medios para fundamentar
el proyecto aprobado por la Cámara de Diputados.
En esto coincido con el senador Pichetto, porque si este recinto es
el que permite, habilita o autoriza la utilización de este tipo
de recursos, que esos recursos estén al alcance de todos. Yo
soy secretario de la Comisión de Legislación General y
me encantaría haber gozado de esos privilegios, o al menos saber
que existen para poder contar con ellos a la hora de fundamentar la
aprobación del proyecto que viene de Diputados. Hablo de tener
las mismas reglas de juego y los mismos instrumentos al alcance de mis
manos, pues no los tuve.
En consecuencia, solicito que por Presidencia se informe a los nuevos
senadores que cuentan con acceso a ese tipo de información por
más que no sean presidentes de comisiones.
Sr. Presidente (Pampuro). – Muy bien.
Tiene la palabra la señora senadora Estenssoro.
Sra. Estenssoro. – Simplemente es para solicitar que se haga algo
con la calefacción. Acá hay un artefacto que debería
brindar calefacción, pero produce aire frío. Los que estamos
de este lado del recinto, en la sesión pasada ya nos empezamos.
Realmente es difícil estar muchas horas acá, con aire
frío, en pleno invierno. Entonces, solicito que lo apaguen.
– Varios señores senadores hablan a la vez.
Sr. Presidente (Pampuro). – La culpa la tengo yo. Écheme
la culpa a mí. (Risas)
Señor senador Pérez Alsina: usted me pidió el uso
de la palabra.
Sr. Pérez Alsina. – Señor presidente: apoyo la moción
para que se autorice lo solicitado.
Y, senador Juez, usted que habla de vanidades personales, creo que no
es el más indicado para eso. Estudie un poco más antes
de no saber qué es lo que se hace hoy.
– Varios señores senadores hablan a la vez.
Sr. Juez. – Señor presidente: seré breve, porque
tengo mucho respeto por las personas grandes.
Senador: no se sienta aludido. El país nos está mirando
y hemos perdido cincuenta minutos mirándonos el “pupo”.
¡Animémonos a discutir lo que la sociedad quiere que discutamos
de una vez por todas! Pensar en nuestras cuestiones personales o individuales,
en el maltrato individual, no es lo que el país nos está
pidiendo como senadores. No me refería a su vanidad. En ese sentido,
si usted se sintió ofendido, le pido disculpas. Pero el país
completo nos está mirando y espera que entremos al fondo de la
discusión, que digamos que “sí” o que “no”
con la autoridad que nuestro conocimiento nos da, y no estar mirándonos
el “pupo” durante cincuenta minutos o ante cuestiones de
privilegio planteadas por asuntos que verdaderamente son secundarios.
Probablemente, mi presencia en este recinto sea tan nueva y tan novedosa
para decir que estas cuestiones se resuelven de otra forma, de otra
manera, pidiendo disculpas, dándose la mano. Realmente, desconocía
el planteo de todas estas cuestiones de privilegio cuando nos sentimos
ofendidos. ¡Hasta falta que se plantee una cuestión de
privilegio porque el aire acondicionado tira aire frío!
Si se sintió ofendido, señor senador, le pido disculpas.
Sr. Pérez Alsina. – Eso es vanidad.
Sr. Juez. – No hablaba de su vanidad, que está claro que
es grande y la protege bien.
Sr. Presidente. – Muy bien. Vamos a comenzar con el tema.
Tiene la palabra la presidenta y miembro informante de la Comisión
de Legislación
General, senadora Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Señor presidente: estoy midiendo
si digo o no digo lo que tengo que decir, pero lo voy a decir.
Ayer aclaré perfectamente en la reunión de labor parlamentaria,
y lo repetí recién, que el 19 de mayo –tengo los
documentos acá y los pueden ver en Intranet– ingresaron
los dos proyectos. Entonces, hubo diecisiete reuniones de la Comisión
de Legislación General, ocho acá y nueve en las provincias.
En todas figuraban los dos proyectos y después se fueron agregando
los otros que los senadores y senadoras fueron presentando.
Como el senador Juez lo dijo ayer, en la reunión de labor parlamentaria
se lo aclaré; anoche lo repitió en la televisión
y ahora vuelve a decir que no tenía conocimiento. Quiero decir
que el senador asistió sólo a dos reuniones, y con la
de Córdoba, tres. Entonces, todo esto era de público conocimiento
para los senadores de la comisión. Me hubiera encantado que participe
pero, si no asistió a las reuniones de comisión, lo lamento.
Lamento tener que decir esto pero el senador Juez anoche lo dijo en
la televisión y ahora lo sigue diciendo.
En primer lugar, quiero agradecer al cuerpo por la decisión de
federalizar el debate, eso fue muy importante. Ustedes saben que son
100 horas y 35 minutos de debate en nueve provincias. Lamentablemente,
el avión de LAN se rompió en Jujuy. Fui a tomar el avión
de LAN a Salta porque me daba la posibilidad de estar más horas
en Jujuy. El avión se rompió y a las tres de la mañana
nos cancelaron el vuelo; a esa hora tuve que despertar al senador Lores
para decirle que no llegaba, por lo que frustró la reunión
en Neuquén. En el libro que les hemos hecho llegar agregamos
la documentación que entregaron los neuquinos y neuquinas, que
lamentablemente no pudo ser presentada en forma oral.
Recorrimos 15.500 kilómetros; iniciamos las reuniones la primera
semana de junio y terminamos, como el cuerpo lo había decidido
y con el compromiso que había asumido, el 6 de julio. Participaron
1087 oradores y fueron, reitero, 100 horas, 35 minutos de debate.
Para no dilatar mi exposición, pensando que ayudaba, resumí
lo acontecido en un pequeño video que, si el personal de Senado
me ayuda, podemos comenzar a ver.
– Se proyecta un video.
– Ocupa la Presidencia el señor vicepresidente 1º
del H. Senado, senador Juan Carlos Marino.
– Una vez finalizada la proyección, dice el:
Sr. Presidente (Marino). – Continúa con el uso de la palabra
la señora senadora Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Señor presidente: en el video que
acabamos de ver no se plasmaron los agradecimientos.
Por eso, en primer lugar quiero agradecer a los señores taquígrafos
de todas las legislaturas provinciales donde nos constituimos, dado
que fueron muchas horas de debate; sobre todo en Salta, con casi quince
horas. Nunca tuvimos menos de ocho o nueve horas de trabajo, y todo
fue cubierto por los taquígrafos provinciales.
También quiero expresar mi agradecimiento a la Dirección
de Imagen del Senado; al
Senado TV, dado que siempre nos acompañó; a la Secretaria
y al resto de la gente de la
Comisión de Legislación General; y especialmente a los
asesores de los senadores en cada provincia, quienes nos dieron la infraestructura
que necesitábamos. Nos facilitaron las inscripciones y nos dieron
toda su ayuda. No tengo los nombres de todos ellos; por eso no los puedo
nombrar, pero fueron muchos. Cada senador aportó su equipo para
hacer realidad esto.
Asimismo, extiendo el agradecimiento a la gente de mi despacho, que
en verdad pusieron todo su esfuerzo para que esto se haga realidad;
a la Secretaría Administrativa del secretario Rins, que puso
todo el esmero para que los señores senadores y señoras
senadoras pudieran tener este material, que he sintetizado pero que
quienes me acompañaron saben que es mucho más. Acá
está sintetizado absolutamente todo, dividido por provincia.
Me imagino que ya todos lo vieron. Los tres primeros tomos se refieren
a Buenos Aires y, después, cada una de las provincias. No solamente
están las versiones taquigráficas sino todo el material
que me entregaron en cada provincia.
Esto se sistematizó desde la comisión, junto con los equipos
de trabajo de mi despacho y con todo el apoyo de la Secretaría
Administrativa, a la que quiero agradecer públicamente porque
teníamos que llegar al día 6 y, por supuesto, queríamos
que antes de hoy todos los senadores tuvieran este material.
Señor presidente: quiero hacer algunas consideraciones…
Sr. Presidente (Marino). – Perdón, senadora: le solicita
una interrupción la senadora
Morandini.
Sra. Negre de Alonso. – Sí; cómo no, senadora.
Sr. Presidente (Marino). – Para una interrupción, tiene
la palabra la senadora Morandini.
Sra. Morandini. – Posiblemente no conozca en profundidad el Reglamento;
posiblemente cometa errores de tipo parlamentario. Entonces, desde ya
les pido disculpas. No lo tomen como pedantería, pero creo que
si hay algo de lo que sé es de información y de televisión.
En la televisión, a diferencia de lo escrito, cuando uno saca
de contexto, le da sentido.
En lo escrito, se saca de contexto y se pierde el sentido.
De modo que lo que hemos visto recién es propaganda, no información.
Es una pena, señora senadora, por todo el trabajo que usted hizo
y sobre el cual no hacía falta hacer propaganda, porque todos
hemos reconocido que usted ha recorrido el país y ha abierto
las audiencias públicas. Pero no podemos saber con qué
criterio de selección se eligió esto cuando son miles
las personas que han pasado por la comisión. Entonces, lo mejor
que nos puede pasar es que nosotros no devaluemos lo que tiene que ser
una información y no una propaganda, porque eso es lo que nos
hace perder la autoridad cuando le reclamamos al oficialismo que una
cosa es publicitar los actos de gobierno, que es la obligación
que tenemos y que es lo que usted ha hecho, porque con todo lo que nos
ha preparado cumplió con la obligación de presidente que
es publicitar y dar información, y otra cosa es hacer propaganda
de lo que uno hace, lo que no tiene que ver con la información.
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra la señora senadora
Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Le agradezco su sugerencia, señora
senadora. No está en mi intención hacer propaganda de
nada, sino simplemente hacer una síntesis. Son cien horas de
grabación que están a disposición de todos. Ayer
fui a ver esto y realmente les puedo asegurar que es impresionante:
la mitad de una pared de una habitación está ocupada por
todas las grabaciones que se hicieron. Pensamos hacer llegar a cada
senador el material que corresponde a sus provincias, porque varios
me lo han pedido. Incluso, algunos me han comentado que a raíz
de esto han conocido a jóvenes de grandes valores, comprometidos
y con compromiso cívico, que participaron de estas jornadas.
Precisamente, eso es lo que quiero rescatar: la fiesta de la democracia.
Con la señora senadora Corregido tuvimos que vivir la primera
experiencia y, realmente, no sabíamos cómo nos iba a ir
en ella. Esa reunión se hizo en el salón de una universidad
al que asistieron 450 personas, no obstante lo cual la gente golpeaba
las puertas de la institución para poder ingresar. Con absoluto
respeto y tranquilidad logramos que esperaran afuera, donde se colocó
un sistema de audio para que pudieran escuchar. A medida que la gente
que estaba adentro iba saliendo porque se cansaba, otras personas iban
ingresando al salón. Fue impresionante esa reunión, que
tuvo la mayor cantidad de asistentes.
Ello hizo que el presidente de la Cámara mandara a contar a la
gente y al comprobar que había 450 personas ordenó cerrar
las puertas. Fue una fiesta de la democracia, un compromiso cívico,
una cosa maravillosa. Los senadores de cada provincia que me acompañaron,
que ayudaron, que organizaron, que contuvieron a la gente y que recogieron
las ponencias, saben la importancia que tuvo esto y cuánto les
agradeció la gente. Nos agradecían por estar allí
y por tener la posibilidad de participar de esas jornadas en forma personal.
Precisamente, a la señora senadora Corregido, que es del interior
del Chaco y no de la capital, la gente le agradecía esto y le
comentaba que era la primera vez que la conocían personalmente,
dado que sólo la habían visto en afiches y por televisión.
Como somos humanos, cabe señalar que puede haber algunas cuestiones
discrecionales en este resumen… Acá, la secretaria de la
comisión me recuerda algo que es cierto: las versiones taquigráficas
de estas reuniones también han sido subidas a la página
web.
En primer lugar, quiero hacer un análisis para determinar para
quién estamos legislando. A tal efecto, voy a citar unas palabras
de una oradora que no fue propuesta por mí: la doctora Zambrano,
quien al abordar esta temática dijo que, en realidad, en el debate
público no se puede descalificar a los interlocutores desde el
punto de vista de dónde se sitúan para participar; ni
tampoco se puede descalificar en una sociedad que está anclada
sobre principios liberales este tipo de propuestas y de abordaje porque
en realidad hace la razón de ser de los actos y a la publicidad
que se da a los actos de gobierno y a los actos legislativos.
Indudablemente estamos legislando para un Estado laico, pero esto no
significa borrar las convicciones que cada uno de los ponentes tuvo
en el momento de hacer públicas sus posiciones. ¿Por qué?
Porque ya sea se hablaba desde la fe, como en algunos casos, o se hablaba
desde otra convicción que también es una fe, como puede
ser el ateísmo o el agnosticismo, todos indudablemente abordaban
la temática en base al interés público que creían
estaba en juego en una ley como ésta.
Consecuentemente, de ninguna manera se puede marginar uno u otro análisis.
Además, por una cuestión que es una realidad, señor
presidente: porque en todas las provincias, inclusive acá, tuvimos
una línea argumental. De hecho, algunos argumentaron a partir
de la fe o de una militancia en distintos cultos y, por la otra parte,
quizás existía la recriminación en el sentido de
que estábamos legislando para un Estado laico. Pero en realidad,
en la historia judeocristiana, esto está sumamente vinculado.
Si nosotros nos queremos olvidar absolutamente de la religión
o mirar desde el positivismo las limitaciones y las regulaciones, veremos
que en casi todos los códigos penales del mundo están
penados el hurto, el homicidio, la violación, los abusos sexuales.
De hecho, si vamos al origen de la religión judeocristiana, los
Diez Mandamientos no hacen ni más ni menos que penar: no robarás,
no cometerás adulterio, no violarás, etcétera.
O sea que por más que queramos separarlos llega un momento en
que por nuestra misma historia y nuestra misma tradición tienen
un argumento en común.
En consecuencia, el pasaporte al debate es la razonabilidad intrínseca
de los argumentos. No en nombre del liberalismo podemos destruir las
propias libertades sino que, desde las convicciones de cada uno, en
el ámbito público debemos verter nuestros argumentos inteligibles
al hombre común para que los comprenda y para que la comunidad
en su conjunto pueda caminar hacia la construcción del bien común.
Señor presidente: todos los derechos no son marginables de una
coacción. El derecho positivo necesariamente tiene una coacción,
y esa coacción es la sanción para la ruptura de la norma.
Por eso, tampoco el análisis podemos hacerlo marginados de la
coacción.
¿Qué es lo que hemos advertido? La senadora me dijo que
era propaganda, pero en realidad yo traté de plasmar lo que desde
mi interior –qué es subjetivo y qué es discrecional
porque sí, soy subjetiva– me dejó todo esto. De
hecho, creo que a todos los que participamos nos dejó lo mismo.
Lo traté de resumir. A lo mejor no soy especialista como la senadora
y la verdad es que lo hice con la gente del Senado, que fueron las personas
que trabajaron tanto a efectos de sintetizar estas más de cien
horas.
Ahora bien; lo que yo quise sintetizar en primer lugar es que hay situaciones
de angustia; hay dolores; hay inequidades; hay desigualdades; hay situaciones
para solucionar.
Entonces, ¿qué hice? Mi voluntad fue plasmarlo, transmitirlo,
porque una cosa era escuchar, y otra distinta leer esos libros que preparamos
entre todos. Entonces, me dije "tengo que trasmitir este dolor
de alguna forma", porque hay una realidad hoy, en la República
Argentina, con la que convivimos y a la cual debemos encontrarle una
solución; no podemos negarla.
Me gustó el comentario de esa señora que dijo "soy
una mamá diferente". Y me sucedió otra cosa en Catamarca.
Cuando llegué a esa provincia era un mundo de gente; la senadora
Monllau me entregó la lista y dije "invito a pasar al señor...",
y a través del micrófono me dice una persona "¿puede
rectificar lo de 'señor'?". Me doy vuelta, y era una señora.
Le pedí disculpas públicamente, y después me acerqué,
me disculpé en forma privada, y le dije que no la había
querido ofender y que no sabía quién era. Esa persona
me comentó que tenía cuerpo de mujer, pero voz de hombre.
Por una parte, eso era lo que había querido traslucir. Es decir,
que hay dolores, situaciones de injusticia, y que tenemos que avanzar
en brindar soluciones al respecto ya que hay una laguna normativa, como
en el caso que acabo de relatar.
Señor presidente: hay una laguna normativa importante. Pero también
hay una consecuencia, un reclamo casi unánime a lo largo y ancho
del país, el cual pudimos recoger y al que hay que sumarle los
testimonios que nos mandaron. Es más, hoy, cuando llegué
al Senado, me encontré con un profesor de Salta -no me acuerdo
su apellido en este momento-, quien me entregó un libro que aborda
esta temática y me dijo "Senadora: vine porque lo que expuse
en Salta estaba en la imprenta. Acá está el libro terminado
para que lo tenga presente, y si no lo puede leer hoy, para que lo lea
después".
Entonces, hay una realidad que debe atenderse, hay injusticias, y situaciones
que no
únicamente se limitan a la convivencia entre las personas del
mismo sexo. Para explicar esta cuestión me remitiré a
un testimonio del doctor Marcos Córdoba -quien creo que fue propuesto
por el oficialismo-, que es titular de la cátedra de Derecho
de Familia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Él expresa: La familia hoy no se constituye sobre la base del
matrimonio, porque existe el reconocimiento de muy diversas formas de
familia, y motivada de muy diversas maneras.
Asimismo, el doctor habla de distintos tipos de convivencia: Considero
que es un deber, hoy, que nos dediquemos al derecho de pensar en la
asistencia de las generalidades, y dentro de esas generalidades, con
abstracción de lo que motiva las uniones, porque esa es una cuestión
de criterio reservada a la conciencia de las personas. Si esas uniones
que están motivadas en una atracción sexual, están
motivadas en una necesidad de asistencia y de compartir, además,
lo económico, lo que cuenta es ajeno al derecho que hoy tenemos.
Por lo tanto, ese tema también fue planteado y lo escuchamos
en el interior del país, o sea, la necesidad de que ingresemos
en un pacto de convivencia. Inclusive, el doctor Córdoba dice
claramente que no está de acuerdo con el pacto civil francés,
y que sí lo está en que tiene que haber una legislación
mucho más amplia que entienda y proteja a todos los tipos de
convivencia, como, por ejemplo, la hija de crianza; los dos hermanos,
uno viudo y el otro de pocos recursos, uno de los cuales acoge a su
hermano, luego éste se muere y los herederos lo mandan al geriátrico;
o el de la hija de crianza a la que se manda al asilo cuando fallece
el matrimonio que la acogió y cuidó; o el de la sobrina
con su tía. O sea, son todas situaciones que se han ido planteando
y que hoy no tienen ningún tipo de acogida en el derecho argentino.
¿Qué sucede con el proyecto CD.-13/10 en consideración?
Esa iniciativa se trató en dos días. Hubo una reunión
y a la siguiente se elaboró el dictamen. En el caso del Senado,
hubo cien horas de debate y no se ha logrado agotarlo. ¿Por qué
digo esto? Porque varios señores senadores me han dicho que le
agregarían diversas cuestiones al proyecto que finalmente fuera
invalidado por el senador Pampuro. O sea que cien horas de debate no
fueron suficientes para madurar un proyecto de dictamen.
¿Por qué no estamos de acuerdo con el proyecto sancionado
por la Cámara de
Diputados? Para fundamentar esto, me quiero remitir a lo que dijo la
doctora Medina. La doctora Medina dijo –lo vieron en la grabación
y consta en la versión taquigráfica– que tenía
el honor de pertenecer a la Comunidad Homosexual Argentina. Dijo que
era asesora a pesar de ser heterosexual. Luego de esa declaración,
quiero decir que la CHA me pidió una audiencia y en la reunión
con ellos me dijeron que iban a entregar una declaración. En
efecto, la recibimos en la siguiente reunión de la Comisión
de Legislación General donde dejaban en claro que la Comunidad
Homosexual Argentina apoyaba el proyecto sancionado por la Cámara
de Diputados.
¿Por qué me gusta tomar lo dicho por la doctora Medina?
Porque no comparto muchas de las cosas que ella plantea. Por ejemplo,
plantea la igualdad entre el matrimonio heterosexual y homosexual, redefinición
sobre la cual en lo personal no estoy de cuerdo. No obstante, la considero
una autoridad calificada, y no sólo jurídicamente por
su trayectoria, sino porque es autora de varios libros –es la
autora de la iniciativa de unión civil de la Ciudad de Buenos
Aires– y de varios proyectos en el extranjero. Además,
como su pensamiento no concuerda con el mío, la valoro más
a la hora de considerar la crítica que realiza. Ella dice que
está absolutamente de acuerdo con la unificación, pero
no está de acuerdo con el proyecto sancionado por la Cámara
de Diputados. Para ello, da tres o cuatro argumentos muy contundentes.
El primero de ellos es que viola los derechos de las mujeres. ¿Qué
dice respecto a esto? Dice que tantos años que se ha luchado
para incorporar el “la” y por la Convención en contra
de la discriminación de los derechos de la mujer y resulta ser
que ahora, a través de un buscador, todo ese plexo normativo
se ha transformado en un lenguaje neutro. Desapareció mamá,
desapareció mujer, desapareció abuela y desapareció
bisabuela. Ella dice que si se ha peleado en contra del lenguaje neutro,
hoy no puede ser que los derechos de las personas del mismo sexo –que
comparto, dice– sea a costa de los derechos de las mujeres.
Cuando estábamos en la provincia de Tucumán ya había
tenido oportunidad de escucharla. Pero les quiero aclarar a todos, especialmente
a la senadora Morandini, que quise volcar a todas las personas, inclusive,
a las del INADI, que participó con la representación local
y nacional. También a la Federación Argentina de Lesbianas,
Gays. Bisexuales y Transexuales. Veo que se encuentra la senadora Corregido,
representante de la primera provincia a la que viajamos. Recuerdo que
ella me dijo que tenían intenciones de participar y lo que le
contesté fue que primero le debía dar lugar a los chaqueños
que quisieran hacerlo y me contestó que, en realidad, se trataba
de una federación nacional, y efectivamente los incorporamos
en Chaco y ellos se hicieron presentes en todas las provincias. Asistió
todo el INADI local y todo el INADI nacional. Es más, el INADI
inscribía y después me mandaba las inscripciones a mi
despacho.
Sr. Presidente (Marino). – Senadora...
Sra. Negre de Alonso. – Me tiene que dejar un poco más,
porque...
Sr. Presidente (Marino). – Quiero decirle que se está cumpliendo
su tiempo...
Sra. Negre de Alonso. – Sí, ya sé, pero acordamos
que debía tener tiempo para hacer referencia a todo esto.
Sr. Presidente (Marino). – Bueno, pero yo me adapto a los 40 minutos.
Sra. Negre de Alonso. – Sí, presidente. Gracias por avisarme.
Le quiero decir que cuando fuimos a Tucumán –y yo ya había
escuchado esto– la delegada del INADI en Tucumán, que es
la señora Teresa Ivankov, dijo que ella era nueva, que había
asumido hacía cuatro meses en la delegación a partir de
la Presidencia del señor Morgado, y permítame leer esta
parte en la que se refirió a mí: “La senadora empezó
con un lenguaje género sensitivo...
Sr. Presidente (Marino). – Perdón, senadora. Le solicita
una interrupción la señora senadora por la provincia del
Chaco.
Sra. Negre de Alonso. – Sí, cómo no.
Sra. Corregido. – Puedo esperar a que termine de leer; no hay
problema.
Sra. Negre de Alonso. – Bueno, termino de leer entonces.
Mire si es importante el lenguaje, porque escuche lo que dijo la representante
del
INADI en Tucumán: “La senadora empezó con un lenguaje
género sensitivo que me enorgullece, como que hoy por hoy todos
los diputados, legisladores, senadores y senadoras, lo están
usando. Y este lenguaje género sensitivo nos permite ver, visibilizar,
lo que antes no se visibilizaba. ¿Por qué? Porque lo que
no se nombra en la palabra se desconoce y no existe, y nos permite a
las mujeres hoy por hoy tener una igualdad de condiciones o casi tenerla
en muchas cuestiones en materia laboral, civil, social y económica.”
¿Por qué cito esto? Porque esto es lo que dice la señora
Medina: que el lenguaje que le impone la Cámara de Diputados,
que saca la palabra “mujer”, pone la palabra “padre”,
invisibiliza el lenguaje de la mujer y que eso es un retroceso.
O sea que la delegada del INADI, que es el instituto en contra de la
discriminación local en Tucumán, que tiene especialistas
en estos temas –en todos lados hubo un nivel importantísimo
del INADI–, resalta que no utilicemos un lenguaje neutro; y el
proyecto de la Cámara de Diputados, como lo hicieron a través
de un buscador –porque está reconocido por todos que pusieron
el buscador y transformaron “mujer” en “padres”–
utiliza un lenguaje neutro. Esa es la primera cuestión. La segunda
cuestión es lo referido a la patria potestad, al parentesco.
Fíjese, presidente, que el proyecto de la Cámara de Diputados
establece sólo una línea de parentesco: la parental masculina,
porque en el proyecto ha desaparecido la parental femenina. Además,
han desaparecido los hermanos de doble vínculo, porque hasta
ahora los hermanos de doble vínculo son los que tienen un padre
y una madre en común. Tienen derechos alimentarios y derechos
específicos. Hermanos de vínculo simple son los hijos
de un segundo matrimonio que no tienen un padre y una madre en común.
Esto desapareció. ¿Cómo puede ser que los hermanos
de doble vínculo tienen el padre en común y los de simple
vínculo no? Entonces, hay una discriminación a los hermanos
de doble vínculo.
¿Y qué pasa con el nombre? Por ejemplo, en el caso de
la patria potestad el Código
Civil dice que en caso de desacuerdo entre el padre y la madre el juez
resolverá, y en el proyecto dice “en caso de desacuerdo
de los padres”. Desaparece la referencia a la adre.
Pero fíjese qué pasa con el apellido, señor presidente.
Cuando son uniones del mismo sexo, por ejemplo de mujer con mujer, cualquiera
de las dos elige el apellido que va a tener primero. Yo no puedo elegir...
Bueno, yo ya estoy casada, pero mi hija que se está por casar
dentro de poco no podría dar a sus hijos el apellido de ella
antes que el del marido. Hubo varios proyectos de ley al respecto pero
nunca lograron sancionarse.
Entonces, nuestros hijos o nuestros nietos de heterosexuales siempre
llevan el apellido del hombre. En cambio, en el caso de personas del
mismo sexo eligen el apellido que va primero; puntualmente en el caso
de las mujeres eligen cuál es el primer apellido que se pone.
Por ejemplo, en el caso de la tenencia de hijos menores de cinco años,
el proyecto discrimina a los hombres porque en el caso de los chicos
menores de cinco años en la unión heterosexual la tenencia
le corresponde a la mujer. En cambio en los del mismo sexo le corresponde
a aquel que se decida.
Lo más grave es no reformar el régimen de presunción
de paternidad y de maternidad en base a la diferenciación sexual.
No hay una modificación del régimen de paternidad.
Comentaba la doctora Medina aquí en el Senado –y aclaro
que siempre me refiero a la doctora Medina, a quien considero una verdadera
autoridad en el tema– que en los países en los que se legisló
este tema, primero se legisló todo lo referente a la paternidad,
porque acá hay tres padres o tres madres o dos padres y una madre
o dos madres y un padre. Entonces, primero se deben regular todas las
acciones referentes a la paternidad y a la maternidad, que hoy nuestro
Código Civil las sigue recepcionando. O sea, no ha sido acogido
en esta reforma a tono con la igualdad de matrimonio.
Sr. Presidente (Marino). – Señor senadora: la senadora
Corregido le solicita una interrupción.
Sra. Negre de Alonso. – Sí, cómo no.
Sr. Presidente (Marino). – Para una interrupción, tiene
la palabra la señora senadora Corregido.
Sra. Corregido.- Como la senadora hizo alusión al debate en la
provincia del Chacho y a mí persona en particular, quiero hacer
unas aclaraciones. Primero que nada, adhiero a lo que dijo la senadora
Morandini en relación con la propaganda. Al respecto quiero señalar
que en el video se muestra a la diputada Ávila, que vino por
la provincia del Chacho y se arrogó la representación
de la provincia del Chaco.
Dijo –está en la versión taquigráfica- que
la provincia del Chaco no estaba de acuerdo con esta ley de matrimonio
igualitario, y nombró al bloque Frente de Todos y al bloque Chaco
Merece más. Pero después los diputados de la provincia
del Chaco en un acto solemne me dieron las siete resoluciones que los
representantes de la provincia aprobaron a favor de la ley de matrimonio
igualitario y de la adopción, cuyos originales acerqué
a la Comisión de Legislación General, copia de los cuales
fueron distribuidas a todos los senadores de esta Cámara. Lo
quiero dejar aclarado porque justamente en el video aparece esta diputada
que se arrogó la representación de la provincia sin tenerla
y mintió. La verdad que en este tema en el que está tan
mezclada la religión mentir sí es pecado.
Por otro lado, desmiento que yo haya dicho que a mí me conocen
por los afiches.
Creo que de los tres senadores por la provincia del Chaco soy la única
que está aquí por internas abiertas, que se hicieron en
el Partido Justicialista. Ganamos con el gobernador
Capitanich las internas. Recorrí la provincia a lo largo y ancho
un montón de veces. Después ganamos las elecciones generales
con el 48 por ciento de los votos y yendo en la boleta con distinta
denominación a la de la presidenta. En efecto, la presidenta
Cristina Fernández iba con el Frente para la Victoria, y el senador
Biancalani y yo íbamos con la consigna Chaco Merece Más.
Además, hace quince años que vivo en Resistencia. Soy
del Chaco. Resistencia es la
Capital. Soy de la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña.
He trabajado treinta años como docente y militado en el Partido
Justicialista. Además estoy adherida al movimiento Norte Grande,
cuando todavía el proyecto “Kirchner Presidente”
era un sueño para 2007. Por lo tanto, no acepto que se diga que
se me conoce solamente por los afiches.
Sr. Presidente (Marino). – Señora senadora Negre de Alonso:
le recuerdo que estamos usando…
Sra. Negre de Alonso. – Tengo cuarenta minutos. Me puso veinte
nada más…
Sr. Presidente (Marino). – No, llevamos más de cincuenta,
senadora.
Sra. Negre de Alonso. – Ya termino, señor presidente.
Le pido disculpas, senadora, pero se lo quise decir como un elogio,
porque elogiaron la cantidad de horas que usted estuvo. A mí
se me acercó un grupo de personas a decirme que había
tenido la oportunidad de estar con usted por primera vez, porque nunca
antes habían estado con usted personalmente. Pero eso no es en
desmedro suyo, al contrario. Lo quise decir como un elogio. Si usted
lo tomó como una ofensa, me habré expresado mal. Los diez
pecados capitales de la ley: Introducir el matrimonio homosexual en
un sistema jurídico pensado para un matrimonio heterosexual.
Aclaro que siempre estoy
referenciando a la doctora Medina. Pretender dar iguales efectos a uniones
que son diferentes y cuya diversidad es la base del matrimonio argentino,
sin modificar el resto de la ley. Equiparar los efectos de las uniones
utilizando un lenguaje neutro.
Determinar que son hermanos bilaterales los que proceden del mismo padre,
dejando de lado la tradicional definición según la cual
son hermanos bilaterales los que proceden del mismo padre y madre, sin
advertir que los hermanos bilaterales no pueden proceder del mismo padre
porque dos hombres en conjunto no pueden concebir.
Establecer el parentesco colateral sólo por línea paterna,
a partir de los abuelos y bisabuelos, haciendo desaparecer inexplicablemente
las relaciones con las abuelas y las bisabuelas. Dar en lo relativo
al apellido de casadas mejores derechos a las mujeres que deciden formar
parejas homosexuales que a aquellas que se casan con un hombre, porque
las primeras pueden optar por el apellido de la familia, mientras que
las segundas, o sea las heterosexuales, no.
Otorgar un régimen más beneficioso para las lesbianas
que para las mujeres que contraigan nupcias heterosexuales respecto
del apellido de los hijos, porque las lesbianas pueden dar el primer
apellido a sus hijos, mientras que los hijos menores unidos en matrimonio
heterosexual llevan siempre el apellido paterno.
Establecer un sistema más beneficioso a los hombres unidos en
matrimonio homosexual que a quienes se casan con una mujer en lo que
respecta a la tenencia de los hijos menores de cinco años.
No reformar el régimen de presunciones de paternidad y de maternidad
que se estructura en base a la diferencia sexual, a diferencia de todas
las legislaciones del mundo que no aplican iguales efectos a los matrimonios
hetero que a los homosexuales.
Dar mejores derechos sucesorios a los matrimonios de lesbianas y homosexuales
que a los matrimonios heterosexuales.
Esto está escrito y fue dicho acá por la doctora que ha
sido asesora de la CHA.
En ese sentido, escuché que se citó mucho a Rodríguez
Zapatero y también se habló – y esto ya no lo voy
a leer, porque no haré a tiempo– sobre la ley española.
Sin embargo, sabido es que el Consejo del Poder Judicial Español,
por la Ley Orgánica española, tiene derecho a hacer dictámenes
sobre los anteproyectos de leyes. Y el dictamen que se elaboró
con respecto a la ley española fue categórico al decir
que es un error en el discurso considerar a la homosexualidad como una
identidad, como un estado de la persona, cuando es una orientación
subjetiva del deseo sexual. Entonces, el Consejo del Poder Judicial
español dice que pretender dividir a los humanos en dos categorías,
hetero y homosexuales, es una construcción ideológica.
El matrimonio no es un objeto neutro, deseable independientemente de
lo que se desea que sea.
Me remito a toda esta documentación que está a disposición
en la Comisión.
Ahora bien, todo este tema de la discriminación me parece que
ha tenido un punto importante el 24 de junio –nosotros lo conocimos
el 25 de junio– con la sentencia que dictó el Tribunal
de Derechos Humanos de Europa, con sede en Luxemburgo. Dicho Tribunal
dijo que, desde el punto de vista integral, observa que el artículo
12 no excluye el matrimonio entre dos hombres o dos mujeres. Me refiero
al artículo 12 del Convenio Europeo para la protección
de Derechos Humanos, que es igual a la Convención Americana de
Derechos
Humanos. Sin embargo, advierte que es una interpretación integradora
de toda la Convención y no puede admitirse ya que el único
artículo que habla del derecho del hombre y de la mujer es el
referido al matrimonio. Por el contrario, todos los artículos
sustantivos de la Convención conceden los derechos y libertades
a todos o afirma que nadie puede ser sometido a cierto tipo de tratamiento
prohibido.
Es largo y hay comentarios importantes que ya se han publicado sobre
este fallo. Lo importantes es que dice que un país no discrimina
sobre la base de la Convención Europea de Derechos Humanos cuando
no equipara el matrimonio heterosexual con el homosexual, siempre y
cuando se le de regulación normativa al otro tipo de uniones.
¿Cuál es la situación internacional? Nueve países
en el mundo tienen matrimonio homosexual, siete de los Estados Unidos
de América y un estado de México. En Europa son los Países
Bajos, Bélgica, España, Noruega, Suecia, Portugal e Islandia;
en América del Norte, Canadá; y en África, Sudáfrica.
Además, el matrimonio es legal en seis jurisdicciones de los
Estados Unidos de América, Massachusetts, Connecticut, Iowa,
Vermont, New Hampshire y Washington, y en una jurisdicción de
México. En total, nueve países tienen matrimonio homosexual
y 20 países tienen unión civil.
¿Qué es lo que más me preocupa? Me preocupa y mucho
–me preocupa y mucho, y con esto voy terminando– que el
proyecto que viene de la Cámara de Diputados no ha abordado integralmente
una reforma del nivel que se quiere hacer. Por ejemplo, como dije antes,
las acciones de filiación no han sido modificadas. No me preocupa
que las personas homosexuales, si se quieran casar, se casen, sino el
efecto sobre terceros. Me reocupa qué vamos a hacer con la educación
sexual, porque a partir de este proyecto de ley la sexualidad se construye.
Reitero, por eso promoví el proyecto de unión civil porque
quiero que se le den absolutamente todos los derechos. En ese sentido,
el proyecto que habíamos propuesto, que es mejorable, reconocía
casi el 99 por ciento de los derechos.
Lo que no comparto es este manual que empieza a repartir ahora el Ministerio
de
Educación de la Nación y que se llama “Educación
Afectivo-Sexual en la Educación
Primaria”. No lo comparto. El manual señala que los objetivos
son conocer el cuerpo y tomar conciencia del crecimiento del mismo reconociendo
diferencias con el otro sexo y con las personas adultas desarrollando
hábitos de bienestar corporal, asumiendo el cuerpo como fuente
de sensaciones, comunicación y placer como una identidad sexual
libre de elementos de género discriminatoria. Esto no lo comparto,
señor presidente.
Mi mayor preocupación es el impacto que va a tener sobre la educación.
En el manual figura un niño y una niña desnudos y cositos
para ir aplicándoles en cada uno, depende de cómo uno
quiere construir el sexo, la construcción sexual. Acá
dice: Debemos cuestionar las características consideradas culturalmente
como propias de uno u otro sexo... Cuestionar.
Esto está preparado para los chicos del primario. Cuestionar
las características consideradas culturalmente como propias de
uno u otro sexo, cuidando no reforzarlas y desarrollando actividades
de compensación que contribuyan a eliminar estas actitudes y
comportamientos discriminatorios, favoreciendo con ello la asunción
positiva de la identidad sexual.
Acá está eso que estaba mostrando: figuras con las partes
del cuerpo. Entonces, las van llenando los chicos, depende de lo que
quieran ser: hombre o mujer, nena o varón. Esto es lo que más
me preocupa de este proyecto de ley: qué va a ser la educación
sexual a partir de ahora. Porque ahora no hay una sola sexualidad. Ahora
vamos a tener que enseñarles también a nuestros niños
qué es el lesbianismo, qué es gay, qué es bisexual,
qué es transexual. Les vamos a tener que enseñar eso a
los niños. Ya no les vamos a enseñar únicamente
hombre y mujer. No cómo nacemos hombre y mujer sino que les vamos
a enseñar, a partir de esta ley y de lo que está en este
manual del Ministerio de Educación, que el sexo es una construcción
cultural.
Culmino, presidente, diciendo... No, no doy más interrupciones...
Sr. Presidente (Marino). – Le sugiero que redondee, porque superamos
los sesenta minutos.
Sra. Negre de Alonso. – Sí, pero me parece, presidente,
que habíamos dicho que el miembro informante iba a tener más
minutos, y además es tan importante esta ley que me encantaría
que todos...
Sr. Presidente (Marino). – Me acaba de decir el secretario parlamentario
que se convino cuarenta minutos, después diez por cada orador.
Para ser igualitarios, a la senadora Fellner también le voy a
dar el mismo tiempo que le he dado a usted.
Adelante.
Sra. Negre de Alonso. – Señor presidente: concluyo con
esto. Nosotros, en el proyecto que habíamos elaborado y que ha
sido inhabilitado por el senador Pampuro, habíamos modificado
la Ley de Jubilaciones y Pensiones para el derecho a pensión,
asignaciones familiares, obras sociales, el bien de familia –para
protección del bien de familia–; la modificación
de la Ley de Locaciones Urbanas para modificar las locaciones; la Ley
de Salud Pública para el consentimiento informado, para la historia
clínica; la legitimación procesal, para reclamar por daños
y perjuicios; modificábamos la Ley de Migraciones para que los
unidos civilmente se consideraran residentes permanentes como los argentinos.
Habíamos incorporado el régimen patrimonial de las convenciones
patrimoniales y la prestación compensatoria, en un proyecto que
–creo, presidente– lo hubiéramos podido sacar, en
esta etapa, a lo mejor por unanimidad, contemplando el 99,99 por ciento
de los derechos y podríamos haber ido trabajando sobre dos cosas
que habían quedado pendientes. Es decir, los pactos de solidaridad,
que era lo que yo sostenía, y la modificación integral
de la Ley de Adopción que sostenían varios señores
senadores y senadoras que no pudimos llegar a un acuerdo para ese dictamen.
Por todo eso, presidente, es que hemos dictaminado en contra del proyecto
de la
Cámara de Diputados, hemos trabajado por un proyecto de consenso
de unión civil y vamos a votar en contra del proyecto que viene
de reforma del Código Civil de la Cámara de
Diputados.
Sr. Presidente (Marino). – Senadora Fellner: le doy la palabra
y le aseguro que voy a contemplar los sesenta minutos que habló
la senadora.
Sra. Fellner. – A mí el presidente de bloque me había
dicho que eran cuarenta minutos como máximo. Yo voy a ser respetuosa
del tiempo que se había convenido en la reunión...
Sr. Presidente (Marino). – Perdón, el senador Pichetto
le solicita una interrupción.
Sr. Pichetto. – Cuando tengamos número quisiera que votemos
el cierre de la lista de oradores de acuerdo a lo que acaba de hacer
el secretario parlamentario.
Sr. Presidente (Marino). – Si los senadores que están de
pie se sientan podemos llegar a tener quórum para poder votar.
Sr. Pichetto. – Por eso, cuando haya quórum...
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra la señora senadora
Fellner.
Cuando tengamos quórum, procederemos a votar el cierre de la
lista de oradores.
Sra. Fellner. – Señor presidente: en principio, voy a utilizar
los cuarenta minutos para exponer que me corresponden. Pero si me sobrara
algo de tiempo y a usted le parece, los veinte minutos restantes se
podrían repartir entre los colegas de mi bloque, porque al fin
y al cabo, hablo en nombre de mi bloque.
La verdad es que la senadora Negre de Alonso usó algo que a todos
nos resultó llamativo, es decir, a alguien de la comunidad homosexual
en contra del proyecto que viene aprobado de la Cámara de Diputados,
cuando todos pensábamos que debía ser justamente al revés.
Sin embargo, uno estudió y comenzó a analizar las distintas
contestaciones, y todos hemos tenido acceso a las veinte carillas en
las que la diputada Vilma Ibarra aclaró aquellas cosas que dijo
la senadora Negre de Alonso, que a su vez ha manifestado la doctora
Medina.
Sería muy lindo que leyéramos dicho material. Incluso,
cuando ella dice que se desprecia el tema de la mujer, esto llama la
atención. Y si uno empieza a investigar sobre este tema, en realidad
podrá comprobar que se habla de padres en muchas partes del Código
Civil, y no por eso las madres no estamos involucradas en eso, como
por ejemplo en lo vinculado con el cuidado y la manutención de
nuestros hijos. Yo he sido una madre sola, que he criado a mis tres
hijos y cuando en la escuela me decían que había una reunión
de padres, yo me sentía involucrada, yo era parte de esos padres.
Seguramente, en esta larga sesión que hoy vamos a tener, escucharemos
hablar de muchas cosas. Pero, realmente, de lo que vamos hablar, de
la esencia, de lo que finalmente estamos hablando, es de uno de los
derechos fundamentales que todos tenemos como personas, que es el derecho
a la igualdad; del derecho que tenemos como habitantes de este suelo
argentino a la igualdad ante las leyes de este Estado, que por otro
lado es un derecho consagrado en nuestra Constitución, que hemos
ratificado a través de una serie de tratados internacionales.
Ahora bien, antes de entrar de lleno en el dictamen de la Cámara
de Diputados, quiero en nombre de mi bloque agradecer a todas las personas
que han participado en nombre propio o en el de alguna institución
u organización, ya sea con su presencia o con su palabra, de
las distintas audiencias públicas que hemos tenido en este Senado
y en las distintas provincias con relación a este tema.
También a aquellos que, a través de notas, mails, llamados
telefónicos y material de lectura nos han hecho conocer su postura
y sus reflexiones sobre este proyecto, en especial a aquellas que muchas
veces han hablado de la vida y nos han explicado cuál es su percepción
y cómo debería ser vivida la vida, de acuerdo a como ellos
piensan que esta sociedad debería ser. A todas ellas, les envío
mi sincero agradecimiento por su aporte.
– Ocupa la Presidencia el señor presidente provisional
del H. Senado, senador José Juan Bautista Pampuro.
Sra. Fellner. – Dicho esto, quiero pasar directamente al tratamiento
del dictamen que tiene sanción de la Cámara de Diputados
y que es el que hoy nos ocupa realmente.
El proyecto en cuestión propone la reforma de diversos artículos
del Código Civil, con el fin de permitir que personas del mismo
sexo puedan acceder al matrimonio civil con iguales efectos. Es decir,
con iguales derechos y con iguales obligaciones como las tienen hoy
las personas de distinto sexo cuando acceden al matrimonio civil.
Una de las disposiciones centrales de la reforma aprobada por la Cámara
de
Diputados es la modificación del artículo 172 de ese Código
Civil, que establece como requisito para el matrimonio el consentimiento
expresado de hombre y de mujer. En el royecto se reemplazan estas palabras,
“hombre y mujer”, por “contrayente”; y en los
artículos siguientes se reemplazan las palabras “marido
y mujer” por “cónyuges” luego, el dictamen
establece una serie de adecuaciones a todos los otros artículos
del Código Civil que hablan también de hombre o de mujer,
de marido o de mujer, reemplazándolos por la palabra cónyuges.
Y el dictamen que hemos aprobado termina con una cláusula aclaratoria
o, mejor dicho, de interpretación, donde se establece que todo
nuestro ordenamiento jurídico tiene que entenderse en el sentido
de afirmar los mismos derechos y obligaciones, tanto para matrimonios
de personas del mismo sexo como de distinto sexo; siempre refiriéndome
a matrimonio civil, lógicamente. Yo esperaba que esto se explicara,
el por qué no, y que entráramos en otras cuestiones. Pero
esto es lo que viene de la Cámara de Diputados, a lo mejor en
una abreviación muy pequeña, pero es básicamente
esto. Lógicamente esta iniciativa nos invita y nos exige reflexionar
y llevar a la práctica cuestiones básicas en lo que se
refiere a derechos humanos.
Bien ha dicho la senadora Negre de Alonso que esto ha dado margen a
un gran debate que, en el tiempo, ha ido aumentando, día a día,
en intensidad. Se han ido incorporando conceptos nuevos. Algunos sumamente
válidos, algunos de gente que evidentemente había estudiado
con detalle lo que vino de Diputados. Sin embargo, no podemos decir
que todo ha sido así. Hemos visto cuestiones muy parcializadas.
Hemos visto, sentido y escuchado opiniones cargadas de prejuicios, de
estigmas, de falsedades, de hipocresías y de muchos otros argumentos.
También –y con todo el respeto- a mi entender, hemos escuchado
muchos argumentos que tienen más que ver con dogmas de fe que
con lo que realmente estamos tratando, que es la reforma del matrimonio
civil, una institución civil. Estamos modificando leyes civiles
en un Estado laico. Eso es lo que estamos haciendo.
De ninguna forma, de ninguna manera, nosotros, los legisladores, podríamos
estar legislando sobre un matrimonio confesional. De ninguna manera
podríamos introducirnos en eso. Estamos legislando sobre el matrimonio
civil, institución civil para un Estado laico. Eso es lo que
estamos haciendo. Un Estado que es diverso, claro que sí. Y de
acuerdo a cómo respetemos y cómo entendamos esa diversidad,
vamos a evolucionar como sociedad, señor presidente. Es la única
forma.
El matrimonio civil es una construcción. No cabe ninguna duda.
Ha sido modificado a través del tiempo. El matrimonio civil es
una construcción social, cultural y económica en un determinado
tiempo y en un determinado espacio. Y al ser fruto de una construcción
social y cultural tiene un carácter dinámico porque la
base es el hombre, y éste es cambiante social y culturalmente
en el tiempo.
Entonces, el matrimonio civil es un concepto que está al servicio
del hombre. De ninguna manera el hombre puede estar al servicio de un
concepto, como en este caso es el matrimonio civil. Por lo tanto, es
perfectamente admisible su modificación en tanto le resulte beneficioso
a una realidad que ya existe en una sociedad.
Algunos ejemplos muy claros, para ver cómo ha ido cambiando este
concepto de matrimonio adecuándose a la realidad de las distintas
épocas. Antiguamente, los padres arreglaban los matrimonios de
los hijos. Por eso, justamente, el artículo 172 del Código
Civil dice que el matrimonio exige el consentimiento expresado. Hoy
eso resulta una obviedad, pero tiene que ver con esto que estoy diciendo,
que antiguamente los matrimonios se arreglaban entre los padres, con
quiénes se debían casar esos hijos y esas hijas. En algunos
estados era impensable que dos personas de distinta raza se pudiesen
casar y hoy lo estamos viendo. Era impensable que no fuera indisoluble.
Y todo ha ido variando, porque las implicancias y lo que significa ese
matrimonio se ha ido adaptando a realidades distintas de esta misma
sociedad, a situaciones diferentes y, en muchos casos, a derechos que
han sido ganados por esa sociedad. De ninguna forma se puede seguir
con el concepto de que el matrimonio civil es estático. Al revés,
tiene que ser en beneficio de esa sociedad que va cambiando.
La realidad, señor presidente, lo real, lo que vivimos: la homosexualidad
existió desde siempre y existe en nuestra sociedad. Hay un grupo
de personas que elige llevar adelante su proyecto de vida con otra persona
del mismo sexo. Y en este sentido lo que estamos haciendo es legislar
sobre una realidad preexistente.
El principio fundamental y el derecho de que todos somos iguales ante
la ley no pueden ser alterados ni se les pueden poner trabas arbitrarias.
Tenemos que explicar muy bien
y justificar perfectamente por qué estamos diciendo que hay personas
que no pueden tener ese derecho fundamental de igualdad ante la ley.
Y esto nos llevó a preguntarnos –y aquí cabe señalar
que ha sido muy bueno lo que pasó en las audiencias y todo lo
demás– cuáles son los argumentos para privar a un
grupo humano, a un grupo de personas, de ese derecho.
Acá no quiero hablar de minoría porque creo que es más
digno hablar de diversidad. Por qué y con qué justificativo
privamos a un grupo humano de ese derecho fundamental de igualdad ante
las leyes civiles? Hemos escuchado muchos argumentos y permítanme
leer algunos de ellos: se dijo, por ejemplo, que el matrimonio es una
institución natural entre un hombre y una mujer; que el matrimonio
lleva implícito la procreación, algo que no podrían
hacer los homosexuales; se habló muchísimo de la tradición,
y hasta se sostuvo que los homosexuales son promiscuos, infieles e incapaces
de tener vínculos en el tiempo. Frente a ello, yo pregunto: ¿cómo
estamos los heterosexuales? ¿No será que eso depende de
las personas y no de su elección sexual? Aclaro que esta última
es una reflexión personal.
También dijeron que hay que tratar de igual a los iguales y de
diferentes a los diferentes. A la vez –y esto quiero tratarlo
con mucha precaución–, hay quienes sostienen que se desnaturaliza
el concepto de familia: pues bien, más adelante me voy a referir
en particular a este concepto porque es muy caro al sentimiento de absolutamente
todos los argentinos. E, incluso, hasta se ha hablado de guerra santa.
Yo ya dije cuál es mi postura con respecto al matrimonio civil:
en tal sentido sostuve que es una construcción social, económica
y cultural, porque si no fuese así no habría tenido cambios
en el tiempo, porque si es lo natural, tendría que ser armonioso
y previsible y día a día sabemos que esto no es así.
En este tema yo comparto plenamente las palabras de nuestra presidenta
Cristina
Fernández de Kirchner: ella dijo que este tema que estamos debatiendo
hoy en unos años más será visto como una discusión
casi anacrónica porque, en definitiva, lo que hace la ley del
matrimonio igualitario no es obligar a la gente a que se case con las
personas del mismo sexo, sino que simplemente toma en cuenta una realidad
preexistente.
En 1987, cuando durante la presidencia del doctor Raúl Alfonsín
se sancionó la reforma del Código Civil por la que se
admitió el divorcio vincular, seguramente los legisladores que
votaron en aquel momento no atentaron contra la familia, ni crearon
una situación nueva, ni obligaron a la gente a divorciarse, sino
que simplemente tomaron nota de un dato de la realidad, de algo que
ya existía en la sociedad. Pues bien, ese dato era que existían
matrimonios que ya no estaban juntos; o sea, personas que habían
decidido que se había acabado ese matrimonio y sus integrantes
estaban separados de hecho; inclusive, muchos de ellos habían
formado nuevas parejas. Así, con la ley de divorcio vincular
pudieron volver a casarse y formar nuevamente familias, familias distintas,
pero nuevamente familias. En aquella oportunidad quedó demostrado
con el tiempo que no todo el mundo se divorcia, que no corrieron todos
los matrimonios a divorciarse, sino que sólo se divorciaron aquellos
que vivían una realidad especial y quienes después, a
lo mejor, volvieron a contraer matrimonio.
¿Quiere que le diga lo que pienso en verdad, señor presidente?
No creo, realmente no lo creo, que una persona vaya a hacerse homosexual
porque ahora le dicen que está permitido casarse en matrimonio
civil; realmente, no lo creo. No creo que eso sea posible y tampoco
creo que haya una avalancha en los registros civiles de personas homosexuales
que se quieran casar. No lo creo. Lo van a hacer aquellos que lo quieran
hacer. Esa es la realidad. Por otro lado, quiero decir que yo no comparto
la modificación sobre la que se está hablando. Esto no
agravia los derechos de los terceros, la moral y el orden público.
Hay una realidad que no cambia, solamente les estamos dando la posibilidad
de igualdad ante la ley, nada más. Simplemente le estamos dando
derechos a aquellos que los tenían restringidos.
Otro tema es la adopción. Yo mencioné el eje de la realidad
y voy a parar un poquito acá en adopción por algo que
dijo la senadora Negre de Alonso con respecto a la educación.
¿No es mejor enseñarles a nuestros hijos la realidad que
existe en nuestra sociedad?
Lógicamente, cuando se empieza a hablar y se toma un texto y
se dice un pedacito de acá y otro pedacito de allá, se
mezcla absolutamente todo. Cuando se habla de los estereotipos ¿no
se está hablando de que solamente la mujer tiene que estar en
la casa cocinando y atendiendo al señor que se va a trabajar?
Se habla de eso, no de que se puede elegir qué sexo lleva una
persona. De eso se trata cuando se habla de esto en la educación.
Pero vuelvo al tema de la adopción.
En este caso podemos hablar de algo que ya también es una realidad.
Por ejemplo, para adoptar, el Código Civil no exige orientación
sexual, no lo dice en ninguna parte. Por lo tanto, se dan casos de personas
solteras, como sí lo permite la ley, que pueden adoptar. Y fíjense
que algunas de esas personas solteras, algunas, no todas, pueden ser
homosexuales.
Entonces, por ley hoy los solteros homosexuales pueden adoptar. Esa
es la realidad en la que estamos. Lo que sucede es que solamente uno
de ellos, en el caso de una persona soltera homosexual adoptante, después
forme pareja, uno solo de ellos queda anotado como adoptante. Si algo
pasa con esa persona el niño queda desprotegido, aunque junto
a ella haya habido otra persona pareja de esta persona que lo adoptó.
Realmente, en ese sentido, quiero aclarar algo. Se ha hablado muchísimo,
¿quién no puede decir que sí al derecho de un niño
a tener mamá y papá? ¿Cómo que no? Se ha
hablado tanto de esta cruda realidad de chicos que no tienen hogar,
de chicos que están esperando poder ingresar a una familia para
tener amor, contención. ¡Se ha hablado tanto! Pero con
toda crudeza quiero aclarar que aunque no aprobemos este proyecto de
ley, aunque digan que no a la igualdad de derechos de personas de vivir
diferente, los solteros homosexuales van a poder seguir adoptando y
van a poder seguir criando ese hijo. Será el juez, finalmente,
que con todos los instrumentos y elementos de valor que tenga, el que
determinará quién será el adoptante de ese chico,
teniendo en cuenta, desde luego, el interés superior del niño.
Esto sucede hoy y va a seguir sucediendo, exista o no esta ley de matrimonio
civil igualitario. Es la realidad.
Por último, el tema de fertilización asistida, de la que
tanto se ha hablado. No saben con qué alegría escuchaba
yo hoy a la senadora Escudero hablando del 50 por ciento de las madres
solas que crían a sus hijos. Hace tanto tiempo que en este Senado
he presentado un proyecto de ley para aquellas personas que no quieren,
no tienen ganas de ir al matrimonio y quieren tener un respaldo jurídico
que no será igualitario al matrimonio, sino parecido. Este proyecto
nunca se lo trató en esta Cámara. De golpe, ahora, están
todos preocupados por legislar sobre eso. ¡Qué alegría,
señor presidente, que podamos avanzar también en aquellos
temas! Y también en este tema, el de fertilización asistida,
porque ya es usado por muchas parejas y es usado por parejas heterosexuales.
Y muchas veces, en parejas heterosexuales hay hijos que genéticamente
no son iguales a su mamá ni a su papá, porque han sido
engendrados por fertilización asistida. En el peor de los casos,
genéticamente ni igual a papá y a mamá que los
cría. Señores senadores: tenemos que legislar también
en eso porque es una realidad.
Señor presidente: en este proyecto como nunca –y lo hizo
también la senadora Negre de Alonso– se habla desde lo
personal.
"Yo he pasado...", "yo siento que..." es hablar
desde lo personal. Y es lógico que esto suceda, pues es un tema
relacionado con cosas muy profundas, que hacen a la esencia del ser
humano y en las que lo personal, lo de "hombre" o "mujer",
tiene muchísimo que ver. En consecuencia, lo que expresaré
a continuación, lo haré en forma personal: como Liliana
Fellner, senadora por la provincia de Jujuy.
Yo vivo en la provincia de Jujuy, un lugar donde, al parecer, las cosas
suceden muy lentamente. En ese sentido, siempre cuento la misma anécdota:
hace dos o tres años, en la tapa del principal diario de mi provincia,
apareció un título enorme que decía "Llegó
a Jujuy la primera escalera mecánica". Hace un año
y medio que en Jujuy tenemos escalera mecánica. Asimismo, la
jujeña es una sociedad que todavía está discutiendo
si para ocupar cargos legislativos provinciales, las mujeres deben estar
contempladas en una ley de cupos.
Nunca se llevó al recinto un proyecto de ley provincial con respecto
al cupo de la mujer. Esa es mi provincia -y lo digo orgullosamente-,
magníficamente diversa. Y en esa diversidad crecemos.
La senadora Negre de Alonso hizo referencia a las audiencias. Por lo
tanto, yo me referiré a la audiencia que se realizó en
mi provincia. En principio, les agradezco a los jujeños y jujeñas
que se presentaron para exponer en esa audiencia. Sin embargo, también
debo decir algo con respecto a ella, caso contrario no me quedaría
tranquila. La audiencia comenzó un poco tarde porque, en la gobernación,
la senadora Negre de Alonso, el senador Jenefes y yo nos entretuvimos
hablando acerca de algo de lo que todos estamos orgullosos: del Obispado,
es decir, donde vive nuestro monseñor. Verdaderamente, se trata
de una casa preciosa ubicada frente a la Plaza Belgrano. La senadora
Negre de Alonso había estado desayunando, antes de la audiencia,
con el monseñor de mi provincia. Entonces, hablábamos
de la casa, de cosas generales, etcétera, y se nos hizo tarde
para la audiencia. Comenzó tarde la audiencia en mi provincia,
y me acuerdo de los nervios de la senadora Negre de Alonso.
Es cierto que habló mucha gente en contra. Pero una vez finalizada
la audiencia -la tuvimos que dar por culminada muy apurados-, un grupo
de gente me comentó que se había quedado sin hablar. Eran
muchos, y todos entendieron que no había tiempo suficiente. Ante
esa situación, hicimos una nueva reunión -no una audiencia
como la de la Comisión de Legislación General- en una
de las ciudades más grandes del interior de Jujuy; y allí
se siguió hablando del tema.
En ese sentido, le comento a la senadora Negre de Alonso que algún
día habrá que agregar esas expresiones, porque ella vio
sólo una parte de lo que sucede en Jujuy. Nosotros, que caminamos
la provincia, sabemos que hay otra parte de la sociedad; y a esa parte
la pude escuchar en esa ciudad, por fuera de la audiencia de la Comisión
de Legislación General. Por lo tanto, este tema depende de cómo
se lo mire.
Soy católica, apostólica y romana. Soy una mujer heterosexual
y orgullosa madre de tres hijos. Creo firmemente en la familia, pero
también pienso que esa familia va mucho más allá
de una unidad jurídica, social y económica. Adhiero fervientemente
al concepto de familia como primer núcleo de solidaridad dentro
de una sociedad porque, a mi entender, la familia es, ante todo, una
comunidad solidaria de amor, y sobre todo, de comprensión y tolerancia.
Por estos conceptos, y porque creo que, como senadores, tenemos la obligación
de legislar por la igualdad de los que viven y habitan en este territorio
argentino- ante las leyes del Estado nacional- les pido a mis pares
que acompañen el proyecto en consideración.
Sr. Presidente (Pampuro). - En virtud de que ya contamos con el quórum
necesario, podemos considerar el cierre de la lista de oradores.
Por Secretaría se dará lectura de los señores senadores
anotados.
Sr. Prosecretario (Canals). - Juez, Cimadevilla, Rojkes de Alperovich,
Lores, Escudero,
Jenefes, Vera, Viana, Corregido, Bortolozzi de Bogado, Díaz,
Corpacci, Bongiorno,
Guastavino, Parrilli, Meabe, José Martínez, Pérsico,
Banisevich, Cano, Torres, Osuna,
González de Duhalde, Filmus, Cabanchik, Petcoff Naidenoff, Quintela,
Monllau, Fernández,
Higonet, Bermejo, Artaza, Guinle, Mayans, Fuentes, Nikisch, Morandini,
Pérez Alsina,
Calcagno y Maillmann, Basualdo, Castillo, Estenssoro, Romero, Giustiniani,
Sanz,
Rodríguez Saá, Morales y Pichetto.
Sr. Presidente (Pampuro). – En consideración.
Si no se hace uso de la palabra, se va a votar el cierre de la lista
de oradores.
– Se practica la votación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Aprobado. Queda cerrada la lista de
oradores.
Sr. Pichetto. – Hay que reordenarla, pero es esa la lista de oradores.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Juez.
Sr. Juez. – Señor presidente: para arrancar, quiero decir
que no juzgue mi trabajo por los kilómetros recorridos ni por
las millas voladas ni por las horas empleadas, sino que júzguelo
por mis convicciones. Y con esas convicciones es que voy a hablar a
continuación.
Me quedé con una frase relatada por la miembro informante de
la Comisión al contar una anécdota ocurrida en Catamarca,
donde una persona le dijo que tenía cuerpo de mujer, pero voz
de hombre. Y señaló que se arrimó a ella, le dio
sus saludos y le pidió disculpas.
¿Saben qué? Esa persona no necesita ni misericordia ni
disculpas; necesita derechos.
Eso es lo que venimos a discutir esta tarde. Se discuten derechos y
obligaciones de personas que no los tienen. De personas a las que nosotros
hemos invisibilizado, porque las queremos ignorar, porque somos hipócritas
y porque a la mayoría, heterosexuales, nos interesa mirar para
otro lugar. Nos incomodan; somos indiferentes e intolerantes. Hoy se
discute nada más y nada menos que eso. Quiero decir que mis vanidades
nunca las discuto en el recinto parlamentario; y mis honores los defiendo
sólo y como Dios me ha dado la posibilidad de hacerlo. Tengo
una lengua filosa, de manera que si me tira con un salame se lo corto
en fetas con la lengua.
Reitero que me defiendo sólo y, en lo que hace a mis vanidades,
jamás me va a encontrar con un planteo de cuestiones de privilegio.
En honor a la brevedad y a la verdad, de la que juro que no me aparto,
quiero decir que hubo tres reuniones de Comisión. Pero cuando
se planteó el mecanismo de trabajo de la
Comisión y la autorización para recorrer el interior del
país, con buen criterio, la señora presidenta de la Comisión
me preguntó si yo, como secretario, la iba a acompañar.
En esa primera oportunidad, le contesté que mi postura a esta
iniciativa era de acompañamiento absoluto, por respeto a mucha
gente que me quiere y a otros que no tanto. Pero por esa razón
es que no quise tratar de militar a favor, ya que mi voto no iba a cambiar.
Estaba dispuesto a escuchar a todo el mundo, pero no la iba a acompañar
en la recorrida del interior ni en muchas reuniones de la Comisión
por la sencilla razón de que teníamos posturas totalmente
distintas. Me parecía que lo que correspondía era que,
como presidenta de la Comisión, ella llevara las reuniones adelante.
No quería ser un obstáculo, más allá de
que si hay algo a lo que no le tengo asco es al laburo.
Suelo ser un chicanero, pero no lo quiero ser en este momento. La verdad
es que esta semana mi hijo me pedía que lo llevara al cine a
ver “Shrek” y no pude; y lo cierto es que tuve que comerme
un videito pésimo.
Con esto quiero decir que me hubiese gustado tener esa propaganda como
secretario de la Comisión. Es decir, tener todos esos elementos
para contarle todo lo que escuché, toda la diversidad o la otra
parte que también necesitaba ser plasmada. Pero, bueno; no conozco
todo. Deberé ir aprendiendo. Dentro de un año los voy
a pasar por la banquina, pero ya aprenderé todos los mecanismos
y todos los artilugios que, como recién llegado, aún desconozco.
Lo concreto es que esa propaganda, parcial, sesgada, me hubiese gustado
tener la posibilidad de hacerla como secretario de la Comisión.
Es decir, participar de la selección de los testimonios. Vi a
algunos cordobeses expresándose que, francamente, me asustan.
¿Qué hubiese pasado, señor presidente, si para
aquellos que se oponen a la norma no aparecía la milagrosa doctora
Medina? No tenían argumentos. La cogotearon a la Medina y, a
partir de ahí, engancharon justo el argumento, ya que es jodido
decir que no a las minorías; es jodido oponerse a los que piensan
distinto. ¡Ah; sí que cuesta no reconocer derechos a los
que no son parecidos a nosotros! Pero apareció la doctora Medina
y, a partir de allí, comenzaron todos los argumentos jurídicos
legales para sostener la iniquidad, la desigualdad y el viso de juridicidad
a la hipocresía.
Señor presidente: ¿usted escuchó los argumentos
del dictamen de la mayoría para no asignarle derechos a las minorías?
Rápidamente le voy a señalar los títulos.
Viola el derecho de las mujeres, porque desaparece el lenguaje neutro.
¡Pero si de eso se trata! ¡El Estado tiene que ser neutro!
Es el Estado el que tiene que ser neutro.
Voy a mencionar los títulos rápidamente, porque la verdad
es que los argumentos de la doctora Medina no son los míos. Y
voy diciendo para que tome nota, señor presidente, que ninguno
de los argumentos de ella justifican de manera alguna el no asignarles
derechos a estas minorías, porque son todos argumentos colaterales,
subsanables y secundarios.
Por ejemplo, está la cuestión de invisibilizar el nombre
de la mujer; genéricamente se expresa de esta manera. Norma me
decía en el oído con buen criterio que una mujer no deja
de ser mujer porque no se la menciona en el texto legal.
Escuchaba a la miembro informante hablar sobre la discriminación
del hermano de doble vínculo. Repito que todos estos argumentos
de la doctora Medina en contra de esta iniciativa a la que yo adhiero
fervorosamente –y después voy a dar mis motivos–
son subsanables por distintas leyes. ¿O ustedes, señores
senadores, creen que no nos vamos a tener que sentar a discutir nuevamente
un montón de cuestiones colaterales que tienen que ver con esta
iniciativa?
Si la llegáramos a aprobar, requeriría luego de todo un
andamiaje jurídico, porque estamos modificando algunos artículos
del Código Civil. Quienes son abogados saben –y quienes
no lo son deberán saberlo– que cuando uno toca determinados
plexos legales, se deben modificar un montón de cuestiones. ¿O
ustedes creen que no nos vamos a tener que sentar a discutir la ley
de nombres o la posibilidad cierta y concreta de avanzar –si esto
prospera; y Dios y la virgen así lo permitan– en la discusión
de la modificación de una vieja ley de 1948, como es la de adopción.
Vamos a tener que sentarnos a discutir sobre eso. Entonces, no nos rasguemos
las vestiduras y no invalidemos este proyecto de ley, porque puede tener
algunos visos secundarios que luego deberían ser modificados.
Si el criterio hubiese sido verdaderamente entrarle al tema y si tuviéramos
generosidad de espíritu y hubiésemos entendido que este
asunto había que tratarlo, pues bien, tuvimos la oportunidad
de hacerlo en la Comisión de Legislación General e introducir
allí todas las modificaciones al dictamen que venía de
la Cámara de Diputados, a fin de subsanarlo, pero no fue esa
la voluntad. La voluntad fue rechazar este proyecto así como
venía.
Quiero decir esto, porque la verdad tiene que ser dicha. Probablemente
alguien dirá que la verdad es parcial y que esa es la mía,
pero la verdad es esa. Si hubiésemos tenido voluntad jurídica
y política de asignarles derechos a las minorías habríamos
introducido las modificaciones que ahora le asignamos a la doctora Medina
en el texto que venía de la Cámara de Diputados, pero
no lo hicimos.
¿Y por qué no lo hicimos? Porque también había
que decir algunas cuestiones.
Después había que entrar en la cuestión de fondo.
Porque acá nos rasgamos las vestiduras.
Fui a darle la mano a la señora senadora Fellner –es la
primera vez que la saludo–, para felicitarla, porque muchas de
las cosas que ella había dicho eran palabras que me contenían,
porque tienen que ver con el sentido común, con mi pertenencia,
con mis creencias y con mi concepción de la familia. No todos
tal vez hayamos hecho las millas, los kilómetros, y le hayamos
dedicado a este tema las horas que le dedicó la señora
Negre de Alonso, que en honor a la sinceridad debo decir que hizo un
trabajo importante. Pero yo creo que en los últimos cinco metros
que faltaban para la llegada ella derrapó; pero el trabajo fue
importante, laborioso y voluntarioso; lo reconozco. No reconocerlo sería
un acto de miseria; y yo no soy un miserable. Fue un trabajo importante,
reitero. Pero me hubiese gustado que ese trabajo se continuara a la
hora de la firma del dictamen; y a la hora de dicha firma yo sentí
que se podía haber planteado alguna cuestión, que podríamos
haber coronado de mejor manera la posibilidad cierta de un trabajo verdaderamente
extenso y agotador. Y aprovecho la oportunidad para reconocerlo públicamente.
Pero para no irme del tema, debo decir que los argumentos esgrimidos
por quienes quieren rechazar este proyecto son los sostenidos por la
doctora Medina. Por ejemplo, dicen que la tenencia de los hijos menores
de 5 años discrimina a los hombres; y eso se subsana con una
modificación de una ley secundaria. Lo más grave es el
régimen de la paternidad. Y bueno, vamos a tener que legislar
sobre ese tema también.
Se usaron argumentos como el relativo al dictamen del Tribunal de Derechos
Humanos de la Comunidad Europea. He escuchado a algunos senadores opinar
en diferentes medios de comunicación al respecto. Lo que dice
la Comunidad Europa admite muchas interpretaciones distintas. La Comunidad
Europea dice que como Comunidad Europea no puede dictaminar con relación
a esta cuestión. Dice “Es un problema de los estados, resuélvanlo
ustedes; no nos tiren el problema a nosotros“. Está claro
que no discriminan porque no legislaron sobre la materia. ¿Por
qué obran así? No miremos a Europa solamente para ver
cómo festejan los alemanes y holandeses. Europa tiene problemas.
Entonces, los tipos dijeron: “No podemos avanzar, tenemos un problema
hoy, se nos caen los mercados, entonces no vamos a discutir un tema
que puede generar incluso mayores complicaciones”.
No es un argumento válido para que lo utilicemos nosotros y digamos
que como
Europa no discrimina por no mencionarlos, entonces nosotros tampoco
estamos discriminando. Sí estaremos discriminando si no aprobamos
este proyecto de ley. Estamos discriminando y manteniendo en la oscuridad,
en la vergüenza, en la hipocresía, a un sector que requiere
que nosotros nos hagamos cargo de la realidad.
Estos cuarenta y cinco días los he vivido mal. Yo soy un tipo
de familia. Amo a mi familia. Soy un tipo de convicciones religiosas.
Les puede decir mi compañero de fórmula cuando fui candidato,
que soy fanático de la Virgen desde hace diez años, cuando
ella me bendijo dándome la vida de mi hija. Soy fanático
de la Virgen, pero mi condición religiosa no me impide mirar
el tema desde el derecho natural, porque también soy un hombre
de derecho.
En el derecho positivo no he encontrado ningún argumento que
me diga que no puedo asignarle derechos a una minoría que se
lo merece.
También soy un hombre político. Entonces, en estos cuarenta
y cinco días esos tres enanos que llevo dentro, el político,
el religioso y el familiar pugnaban buscando una solución.
Vengo de la provincia más ortodoxa y conservadora, como lo es
Córdoba. Por lo tanto, adoptar la decisión que he tomado
y acompañar con mi voto este proyecto no me resulta indiferente.
Pero no tengo una calculadora en la mano; no vengo a sumar y restar;
no vengo a ver cuánto votos pierdo y cuántos votos gano.
Mi condición de hombre del Derecho me permite decirle a usted,
señor presidente, que en el derecho positivo no hay nada escrito
para que se siga soslayando una realidad que existe. Como lo decía
la señora senadora Fellner, es una realidad que existe aunque
nos tapemos los ojos, aunque rechacemos esta iniciativa.
En este tiempo he escuchado a todo el mundo. He soportado lo que no
aguanté en veinticinco años de militancia política:
agravios, injurias, ofensas, lastimaduras, magullones, al límite
de quebrarme les confieso, porque un tipo que te dice: “Dios te
va a castigar, te vas a quemar en la hoguera del infierno…”
Yo me la banco, yo soy así. Seré el bonsai de la Mole
Moli, pero me la banco. Tengo una hija por la que todos los días
le pido a Dios por su salud.
Entonces, cuando me dicen: “Te va a castigar con tu hija…”
Ay, me quema el cuerpo. ¿Por qué? ¿Y puede ser
cierto? ¿Dios me podrá castigar a mí por asignar
derechos? ¿La virgen me bajará el pulgar por entender
que tengo la obligación de mirar a mis compañeros con
caridad cristiana? ¿A qué Cristo le rezo yo? El Cristo
al que le rezo yo tiene un corazón inmenso.
Todas las apelaciones que he encontrado, para buscar excusas, tienen
su único origen en el derecho natural y en alguna reivindicación
de algún párrafo bíblico. Al respecto debo decir
que ni en la Biblia he encontrado un párrafo en el que Cristo
se enojara con los homosexuales. Se enculaba con los fariseos, con los
mentirosos, con los tramposos, con los recaudadores de impuestos, pero
no discriminaba. No he encontrada nada.
Perdóneme, señor presidente, porque la verdad es que había
preparado el tema, lo había estudiado. La verdad, como dijo la
señora senadora Fellner, es nada más que una modificación
del Código Civil de una institución laica, en un país
laico.
Sea cual fuere el resultado, yo voy a votar para que este proyecto de
ley sea aprobado como viene de la Cámara de Diputados. No voy
a dejar de tener la familia maravillosa que tengo, no voy a dejar –como
decía la senadora- de ser heterosexual, no voy a dejar de ser
cristiano, fanático de la virgen. Voy a seguir siendo el mismo
tipo. Nadie se hace homosexual porque haya una ley. ¡La ley no
obliga a ser heterosexual ni homosexual! ¡La ley reconoce derechos
y obligaciones que tenemos! ¡Y tenemos la obligación de
mirar a esas minorías que reclaman no ser más discriminadas!
¡No podemos ser indiferentes, señor presidente! ¡No
podemos mirar para el costado! Yo respeto a todos, incluso a los que
tienen convicciones tan fuertes desde el punto de vista religioso que
no les permiten ni siquiera correr el velo y poder mirar la realidad.
Los respeto y los entiendo; no los acompaño, pero los respeto.
Sin embargo, nuestra condición de senadores de la Nación
nos obliga a entrarle a un tema que incomoda, que irrita y que fastidia.
En estos días se han discutido muchas cosas: el criterio de oportunidad,
la picardía del gobierno, la agenda de temas, la pelea, la guerra
y la disputa. ¡Pareciera que quienes queremos aprobar esta cuestión
militáramos en el oficialismo! Pero este es un tema que excede
largamente nuestras convicciones políticas; es un tema que tiene
que ver con las convicciones personales. Y mis convicciones me permiten
decir que sinceramente entiendo esta cuestión como cristiano,
como hombre de Derecho y como hombre político que pretende gobernar
su provincia.
Ayer un puñado de amigos que vinieron de Córdoba me decían,
desesperados:
“Podemos perder la elección, Juez”. Si yo para ser
gobernador tengo que hacer algo que lastime, que hiera, que me convierta
en un hipócrita –lo que critico–, que me convierta
en un mentiroso o en un falaz, prefiero no serlo nunca. Sé lo
que arriesgo, sé lo que pongo en juego.
Nos costó horrores construir el sueño que hemos construido
en nuestra provincia, tan complicada; una cuña que nos permite
estar parados donde hoy nos encontramos. Pero ¿sabe una cosa,
señor presidente? No estoy dispuesto a eso. Nunca lo hice. Llegué
hasta acá, a este Senado –que por ahí me queda grande–
producto de mis convicciones. No estoy dispuesto a ello. Y mis convicciones
me dicen que a este proyecto que viene de la Cámara de Diputados,
nosotros, los senadores, pensemos como pensemos, tengamos la concepción
de la familia que tengamos y la religión y el credo que hayamos
adoptado, necesita ser aprobado.
Hay una parte de la sociedad que podrá ser minoritaria, pero
nos está mirando y necesita derechos y obligaciones. No necesita
misericordia, saludos ni besos. Necesita que la respetemos con la ley.
Por eso, voy a sugerir a nuestros compañeros del cuerpo que a
la hora de aprobar este tema, votemos el proyecto que viene de la Cámara
de Diputados.
Sr. Presidente (Pampuro).– Tiene la palabra el señor senador
Cimadevilla.
Sr. Cimadevilla. – Señor presidente: antes de entrar de
lleno a la consideración de este dictamen, en virtud del tema
que se trata y por la sensibilidad que tiene, quisiera hacer algunas
consideraciones previas y marcar la discusión en lo que verdaderamente
estamos tratando de sancionar.
En primer lugar, hoy no votaremos como representantes de la Unión
Cívica Radical.
Ninguno lo hará en nombre de la representación partidaria
que ostenta, sino que lo hará en forma individual, lo cual nos
lleva a ser aún más responsables en la decisión
que tomemos.
Digo esto porque, seguramente, todos nos preguntaremos qué derecho
tiene cada uno, de acuerdo con sus propias convicciones, a imponer que
los demás vivan como uno piensa que se debe vivir. Y esto nos
obliga a ser muy mesurados en nuestro razonamiento.
No tengo ninguna duda de que si en este recinto hoy se estuviera discutiendo
la defensa de nuestro patrimonio energético o la independencia
de los poderes de la República, para mí sería muy
fácil participar de este debate y expresar mi voto por la trayectoria
y por la historia que tiene el radicalismo en estos temas. Pero hoy
no estamos discutiendo esto.
Entonces, existe la duda de equivocarnos. Resolvemos por nosotros. En
consecuencia, no quisiera –por lo menos, en mi caso– que
si yo me equivoco, esta equivocación se le impute a la Unión
Cívica Radical. Como radical y hombre perteneciente a un partido
que tiene toda una trayectoria en la defensa de derechos, de garantías
y de no discriminación, no quisiera tampoco ni discriminar ni
violentar ningún derecho. Hoy, los hombres del radicalismo vamos
a votar divididos.
La pregunta que cabría hacerse es: si no violo ningún
derecho, ni violento ninguna garantía, ni cometo ninguna discriminación,
¿la cometen acaso los hombres de mi partido que no van a votar
de la misma manera que voto yo? Seguramente que no, porque todos los
hombres de mi partido –yo los conozco– vamos a estar votando
con la más íntima convicción de que cada uno de
nuestros votos afianza algún derecho, evita alguna desigualdad
o logra alguna conquista. Todos vamos a estar imbuidos de este pensamiento.
Como este tema no está en nuestra plataforma partidaria ni ha
sido, al menos en muchos casos, ningún compromiso electoral,
traté de buscar el fundamento de mi voto en lo que es nuestro
credo, en nuestra profesión de fe doctrinaria. Allí dice:
Por eso el radicalismo no se divide según las parcialidades de
clases, de razas ni de oficios, sino que atiende al hombre como hombre,
con dignidad como ser sagrado. Por eso, para el radicalismo, los fines
son inalterables; así como pueden ser variables los medios, porque
son instrumentos, y variables son las condiciones sociales de la realización
nacional.
Estoy seguro de que todos los hombres de mi partido, imbuidos de este
pensamiento, amos a estar más allá de la diversidad de
nuestro voto, tratando de lograr la realización
plena del hombre. También me gustaría ubicar este debate
en lo que debería ser. Aquí se ha dicho que se ha escuchado
mucho, pero me parece que algunos han entendido muy poco.
Lamentablemente, este debate, que es un tema que debería unirnos
y no diferenciarnos, se da en un clima político que no puedo
dejar de analizar, donde la propia presidenta de la República
y su marido también utilizan este asunto para crispar y dividir
a la sociedad.
Pareciera ser que si uno comparte su criterio está bien y los
que estamos del otro lado somos unos demonios. Esta lógica kirchnerista
ha tenido recién un fiel exponente –lo ha hecho mejor que
cualquier senador del Frente para la Victoria– que ha sido el
señor senador Juez.
Aquí, se parte de la concepción de que, si no comparten
mi criterio, los demás negamos derechos. Aquí nadie está
negando ningún derecho, no he escuchado a un solo senador que
no haya dicho que existe una realidad, que los homosexuales existen,
que conviven y que eso genera relaciones. ¿Dónde está
la discusión? No la lleven a un terreno falso, en el sentido
de que algunos queremos reglamentar esto y otros están negándoles
derecho a los homosexuales. Estamos viendo qué ubicación
les damos en el marco jurídico argentino. Eso es lo que estamos
discutiendo; lo demás es fundamentalismo puro. Yo no quiero caer
en esa lógica de la descalificación; prefiero analizar
este tema desde la racionalidad, desde la búsqueda de consensos
y desde la necesidad que tenemos como legisladores de abordar una temática
con seriedad y sin fundamentalismos.
Durante todo este tiempo, he escuchado referirse y hacer chicle a la
Constitución, a las leyes, a los tratados y hasta a la propia
Biblia. En la Constitución Nacional, en los tratados internacionales
y en la palabra de Dios se está a favor y en contra del matrimonio
gay en función de quien los utiliza. Honestamente, no creo que
los constituyentes de 1853, quienes escribieron la Biblia, ni los que
suscribieron tratados internacionales hayan estado pensando puntualmente
en este tema cuando los redactaron, porque se trata de marcos referenciales.
Desde mi modesto entender, se han confundido conceptos con instituciones;
se han mezclado cuestiones sentimentales. A mis padres los hubiese querido
de la misma manera que los quise, así no hubiese nacido dentro
de un matrimonio constituido civilmente. Si alguno de mis hermanos hubiese
sido homosexual, lo hubiese querido exactamente igual.
Se ha mezclado a Dios, se han mezclado los sentimientos. Hasta los que
niegan a
Dios, convengamos que, alguna vez, una gauchada le piden. Hay cuestiones
que tienen que ver con los cultos religiosos que están en...
Sr. Pichetto. – ¿Me concede una interrupción, señor
senador.
Sr. Cimadevilla. – Con todo gusto.
Sr. Presidente (Pampuro). – Para una interrupción, tiene
la palabra el señor senador Pichetto.
Sr. Pichetto. – Con mucho respeto, señor senador, la verdad
es que nadie ha metido a Dios en este debate; han sido sectores de la
Iglesia, que más que de Dios hablaron del demonio. Ha sido muy
reciente la palabra de monseñor Bergoglio referida a la injerencia
del demonio.
Me parece que cabía esta aclaración. Desde el espacio
político, parlamentario, la discusión no fue teológica.
Sr. Cimadevilla. – El senador va a coincidir conmigo en que este
debate se trasladó al centro de la sociedad; ella ha opinado
y este tema ha estado presente. Lamento igual que usted las declaraciones
del cardenal Bergoglio. No las comparto. Soy católico, pero no
las comparto; y en esto coincidimos, señor senador.
También es cierto –aquí lo decía la señora
senadora Negre de Alonso– que cuando
Moisés subió al Monte Sinaí, entre los Diez Mandamientos,
bajó un mandamiento que dice:
“No matar” y otro que dice “No robar”, que hoy
son delitos en el Código Penal; y a ninguno de nosotros se nos
ocurriría decir que el Código Penal es un código
teocrático.
Es decir, convengamos que muchos de los conceptos de las religiones,
hoy, están volcados al Derecho positivo. Una de las preguntas
que nos hacemos –al menos, yo– es si en función de
la diversidad de sexo, se puede legislar o no. O si se pueden contemplar
situaciones distintas que generan, precisamente, esta diferencia.
Hay un sinnúmero de leyes que se han dictado en función
de la diversidad de sexo y que a ninguno de nosotros se le ocurriría
derogar. Por ejemplo, los permisos por lactancia, las licencias por
enfermedad, la violación únicamente la puede cometer un
hombre, los regímenes jubilatorios con distintas edades.
No creo que aquí estemos discriminando, porque algunos, en estos
temas, van a hablar de discriminación. Yo tengo otro concepto
de discriminación. Creo que la peor discriminación en
la que podemos caer es en la soberbia de creer que tenemos la más
absoluta de las verdades. Yo no vengo aquí a decir que tengo
la verdad absoluta: vengo a dar opinión sobre un proyecto de
ley que no comparto. Pero no lo comparto por cómo está
reglamentado; no es que no lo comparta por el tema que aborda, que es
el de establecer un régimen que contemple este tipo de situaciones,
ya que a ese respecto estamos de acuerdo y aquí nadie lo ha negado.
El señor senador Juez habló como si nuestro dictamen pudiera
ser entendido en el sentido de la negación de derechos; y no
es así. Hemos firmado un proyecto alternativo que entendemos
que mejora la preocupación que tienen los senadores, y tenemos
todo el derecho del mundo a presentarlo, a defenderlo y a creer que
es mejor. Pero no por eso voy a descalificar a quienes voten distinto
de mí, porque esta es la peor de las discriminaciones. De allí
entonces que, lamentablemente, éste, que es un tema importante
para cualquier sociedad, en el contexto político que lo vamos
a discutir –probablemente, se defina por tres o cuatro votos en
un sentido u otro–, nos está marcando la peor de las equivocaciones
que vamos a cometer como cuerpo legislativo. Porque si hoy, aquí,
no hemos sido capaces de consensuar un texto, si es que todos entendemos
que nuestras intenciones están orientadas en el mismo camino,
esto muestra, lamentablemente, nuestro fracaso. Reitero, es lamentable
que un tema tan serio, tan importante y tan trascendente hoy se dirima
por uno o dos votos.
Para terminar, creo que este debate, hoy no se va a agotar. Creo que
la comunidad gay ha tenido una actitud militante para destacar. Ha logrado
introducir este tema y que tenga tratamiento parlamentario.
Seguramente, como todas las instituciones jurídicas de nuestro
país, esto sufrirá cambios y evolucionará. Espero
que en el buen sentido, y que el día que tengamos que volver
a abordar este tipo de cuestiones, sea en la Argentina de la convivencia
y de los consensos, no en la Argentina de la crispación y de
la descalificación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora
senadora Rojkes de Alperovich.
Sra. Rojkes de Alperovich. – Señor presidente: el debate
parlamentario acerca del matrimonio de personas del mismo sexo y la
posibilidad que ellas tienen de adoptar hijos ha movilizado positivamente
a la opinión pública en torno de esta cuestión,
que no sólo replantea el modelo de familia sino, fundamentalmente,
el principio de la igualdad ante la ley. Y esto es lo que hemos venido
a defender: la inclusión a nuestra vida social, a nuestro sistema
jurídico y democrático, de una minoría injustamente
segregada.
El punto de partida de una sociedad democrática es que todas
las personas, por el simple hecho de serlo, sean titulares de los mismos
derechos. Las parejas entre personas del mismo sexo existen y, según
nuestra literatura, el arte y la investigación social e histórica,
existieron siempre. Claro que en nuestro país, como en otros,
estas parejas han debido vivir escondidas, muchas veces perseguidas,
pero siempre sin derechos.
En un fallo que autoriza a celebrar una boda entre dos varones, el juez
expresó que convalidar el matrimonio entre personas del mismo
sexo no viene a crear una realidad, sino a recrearla. Formar una familia
y ejercer las potestades que de esta surgen es un derecho que proviene
expresamente de la Constitución argentina y de todos los tratados
sobre derechos humanos que tienen jerarquía constitucional. La
consagración de los derechos en las constituciones y en los tratados
sobre derechos humanos es el producto del dolor sufrido e infligido;
ninguno ha sido una graciosa concesión. Cuando no se tienen claros
estos principios, se corre el riesgo de terminar en actos de discriminación,
en violencia, en racismo o en exterminio.
El mundo vio morir a millones de personas en sus largas guerras y en
los campos de concentración por sostener algún tipo de
supremacía natural, cultural, religiosa o racial. No hace falta
consultar a los libros de historia ni buscar demasiado lejos para poder
comprobar estos hechos.
Me refiero a la aplicación del discurso jurídico que justifica
y minimiza racionalmente los efectos del dolor. Por eso, es un retroceso
inadmisible sostener el argumento de
“separados pero iguales”, que justificó la segregación
racial en Estados Unidos; o el de la supuesta diferencia natural, que
privó del voto a la mujer; o el de plebiscitar los derechos,
que derivaron en las leyes del exterminio judío. Señor
residente: los derechos humanos, la igualdad civil y la justicia social
son principios fundamentales, no susceptibles de ser plebiscitados.
Lo cierto es que, hoy, tenemos un sector del pueblo que está
luchando para que se le reconozca la igualdad ante la ley, y otros que
se oponen, apelando a todo tipo de razonamiento moral, ético
y –diría– fanáticamente religioso, a juzgar
por lo que hemos visto y oído en estos días.
No es casual que quienes hoy se oponen a esta iniciativa sean los mismos
que se opusieron en otros tiempos al matrimonio civil, al voto femenino,
al divorcio, a las campañas de prevención del VIH y a
la prevención de embarazos no deseados.
El matrimonio, a lo largo de la historia, ha sufrido muchísimas
transformaciones; hasta estuvo prohibido muchas veces para algunos sectores
sociales, como el caso de los esclavos que no podían casarse
porque no eran libres; el de los negros que no podían hacerlo
con los blancos; o el de los comediantes en la antigüedad, porque
no se los consideraba serios.
Señor presidente: la homosexualidad no es el problema. La cuestión
que nos convoca hoy es la discriminación. Y lo que debemos superar
son los miedos y tendencias a ver en el otro una amenaza.
Si hablamos de igualdad formal ante la ley, una casi igualdad no es
igualdad. No hay razones para dosificar los derechos de la población
con instituciones tales como la unión
civil. Como sostiene el abogado penalista Gil Lavedra, el argumento
del “Te doy un poco, pero no todo” es claramente discriminatorio.
Si te doy un poco, ¿cuál es la razón por la que
no te doy todo?
La unión civil que algunos proponen recuerda a otro tipo de instituciones
jurídicas y a doctrinas superadas en materia de igualdad. En
el documento va a decir “unido civilmente”, es decir que
se le está colocando una estrella amarilla, estigmatizando y
exteriorizando un dato de la vida personal, protegida por la ley, como
lo es también el origen étnico, la orientación
y afiliación política, la religión o información
referente a la salud. Esto, sin lugar a dudas, nos hace recordar demasiado
a las listas rosas de la Alemania nazi.
El proyecto de unión civil consagra definitivamente familias
de clase A y familias de clase B. En una sociedad que se dice democrática,
es, por lo menos, un acto de intolerancia que una mayoría, supuestamente
normal y sana, segregue a una minoría que ha sido, por años,
negada y humillada.
Lo cierto es que estamos reconociendo una realidad. No estamos obligando
a nadie.
Sólo intentamos normar lo que ya existe. Cualquier modificación
a la estructura familiar patriarcal siempre fue acusada de atentar contra
la supervivencia de la familia humana. Esto ya lo vivimos cuando se
legalizó el divorcio y, mucho antes, cuando se legisló
sobre el matrimonio civil a fines del Siglo XIX.
Señalan los registros del debate del proyecto de ley de matrimonio
civil que el senador Pizarro había profetizado la desaparición
de la especie de la superficie de la Tierra al expresar que, perdida
la santidad del matrimonio, perdida toda influencia moral en la familia
y reducido el vínculo de unión en ella al vínculo
de la fuerza política, todas las relaciones de familia se relajan;
la autoridad paterna se viene al suelo; el amor conyugal se substituye
por el interés; la dignidad de la mujer se abate; la insubordinación
de los hijos es su consecuencia; el cariño filial desaparece
y la familia deja de existir. Del Diario de Sesiones de la Cámara
de
Senadores, 43ª reunión, 41ª sesión ordinaria,
del 4 de septiembre de 1888, páginas 363 y 367.
Señor presidente: con respecto al tema del ejercicio de la paternidad
y de la maternidad por parte de las parejas del mismo sexo, creo que
lo más importante es hacer una distinción entre lo que
significa ser progenitores y ser papá o mamá. Progenitores
son quienes engendran biológicamente y aportan el óvulo
y el espermatozoide para dar origen al embrión.
Madres y padres son quienes asumen el rol activo en la tarea de educar,
nutrir y guiar. O como se suele decir, en el sentido de que tienen una
sola mamá que los ama más que diez mamás y papás
juntos; o que tienen una buena mamá, un tío papá
o personas que los aman y que, quizá, no sean mamá y papá,
pero los quieren y los cuidan y, por lo tanto, son su familia. Todos
los que tenemos hijos sabemos que, en una escuela, hay muchas maneras
de discriminar. En nuestro país, no es raro que un niño
boliviano o paraguayo sea discriminado, como lo puede ser el que tiene
una actitud especial: sobrepeso, anteojos o lo que sea. Pero ahí
estamos los adultos para orientar y contener.
Numerosos estudios de psiquiatras y psicólogos avalan que padres
gay y lesbianas tienen tanta probabilidad como padres heterosexuales
de proporcionar ambientes sanos y protectores para sus hijos. Por una
cuestión de tiempo, sólo voy a citar uno de ellos: el
informe que, en 2002, realizó el Colegio Oficial de Psicólogos
de Madrid juntamente con la Universidad de Sevilla. Allí, se
sostiene que el respeto a los demás y la tolerancia es uno de
los valores centrales de la educación en estas familias homoparentales,
caracterizadas, además, por niveles altos de afecto y de comunicación
y niveles generalmente bajos de conflicto.
Señor presidente: la vida a veces es difícil, pero la
mayoría de las veces somos nosotros los que la hacemos más
complicada. Esto es lo que le ha venido sucediendo a estas personas,
que sólo por ser diferentes han sido castigadas, marginadas y
sometidas a la vergüenza. Y en el caso del interior, donde los
prejuicios son aún mayores, se las condena al peor de los castigos,
que significa no poder vivir en sus provincias; es decir, viven el destierro,
que era el peor de los castigos que se daba en la antigüedad.
El matrimonio tiene que ver, como lo decía la señora senadora
Fellner, con un compromiso público de amor entre dos personas
libres; y negar el derecho a casarse a dos personas que viven bajo leyes
civiles en una República laica es una violación a la dignidad
humana.
Pero lo cierto es que, después de haber escuchado a todos, yo
no encuentro ninguna razón justa y atendible para que los heterosexuales
podamos gozar de mayores derechos que los homosexuales. Y si me tengo
que equivocar, espero que ello sea por ampliar los derechos y no por
restringirlos, razón por la cual, definitivamente, apruebo este
proyecto.
Ser madre o padre no es solamente un hecho biológico como ser
progenitor, sino un proyecto de vida originado en el deseo y en el compromiso.
Actualmente, una porción considerable de la población
homosexual ya tiene hijos. Por ende, la demanda de igualdad, más
que la posibilidad de tener hijos, implica que estos nenes y nenas que
ya existen tengan los mismos derechos que el resto de los niños
y niñas de mi país.
En cuanto a la adopción, cabe señalar que la ley argentina
permite que cualquier persona pueda adoptar sin discriminar su sexo
ni su orientación sexual. Han podido hacerlo hombres y mujeres
solteros. Entonces, si una persona individualmente lo puede hacer y
generar un vínculo de familia entre adoptante y adoptado, ¿qué
impediría que lo haga una pareja homoparental?
No se puede plantear como justificativo que un niño o una niña
puedan sufrir a futuro porque la sociedad es discriminatoria. Eso es
una insensatez. No dejaron de tener hijos ni los negros ni los judíos
en las sociedades donde existen prejuicios hacia ellos porque sus hijos
fueran a sufrir. Este argumento está asociado al ideal de raza
pura. El problema es de la sociedad que discrimina y no de la persona
discriminada. La experiencia en investigaciones sobre la cuestión
de los niños a cargo de gays y lesbianas realizadas por el CONICET
indica que no suelen tener dificultades en explicar a sus compañeros
que tienen dos padres o dos madres.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la senadora Bongiorno.
Sra. Bongiorno. – Señor presidente: hoy nos encontramos
ante un tema en el cual todo el Senado se ha sentido comprometido ante
distintas argumentaciones, algunas con vibrante pasión dentro
de la sociedad. Esto nos ha llevado –particularmente en mi caso–
a tratar de conciliar dos posiciones que desde un principio se vieron
como antagónicas. Son dos
posiciones que me merecen el mayor respeto hacia aquellos que, con fundamento,
defienden sus derechos, y defienden con justicia que nosotros reconozcamos
esos derechos.
Pero también me he hecho eco de aquellas personas que consideran
que el matrimonio es un sacramento y es, en su concepción, celebrado
entre una mujer y un hombre. También ha sido definido así
por el derecho internacional y receptado en nuestro Código y
en nuestra
Constitución. Ante tal duda o ante tal diversidad de opiniones
se ha llegado hasta los extremos más inverosímiles recordándome
aquella parte de la historia tan negra en la cual la cúpula eclesiástica
participaba de lo más oscuro de esa historia, recordándome
a Torquemada y a la Inquisición. Otra vez se ha venido a proponer
la rispidez y la rigidez entre la sociedad argentina.
Desgraciadamente, una religión que uno piensa que debe ser acorde
a la contención y a la integración últimamente
no ha hecho más que alentar el antagonismo y las posiciones cada
vez más enfrentadas. Mi mayor respeto a esos curas, a esos párrocos
que se bajan del cáliz de oro, de sus vestimentas de seda, recorren
el país, alternan con la gente y viven sus mismas preocupaciones.
No creo en eso de hablar de la pobreza desde una heladera llena y desde
una confortable cama cuando hay tanto para poder dar.
También mi mayor respeto a los pastores evangélicos, que
son aquellos que también se acercan cada vez más a la
gente, que en las provincias vemos sufriendo necesidades ycoexistiendo
con nosotros los políticos. Ante esto, sólo quiero hacer
este llamado de atención a la cúpula eclesiástica,
a monseñores, arzobispos que, en lugar de conciliar, nos enfrentan
en situaciones cada vez más duras.
Por otro lado, dentro de la Comisión de Legislación General
firmé el dictamen de rechazo al proyecto porque teníamos
una alternativa, un instrumento intermedio, un instrumento que nos permitía
conciliar, pero no solamente a las parejas homosexuales sino también
a parejas heterosexuales que viven en concubinato. Se trata de reivindicaciones
que hace muchísimo tiempo nos vienen pidiendo. También
tienen derecho a una pensión y a la herencia.
No estoy de acuerdo con relación al tema de la adopción.
Yo pensé que estos dos institutos debían ser tratados
por separado, porque en un caso porque nos estamos dirigiendo a personas
mayores de edad con una libre elección y en el otro, existe un
bien que hay que proteger, que son los niños.
Esto me ha puesto frente a una disyuntiva, al no poder realmente contar
con este tercer instrumento que, con todo derecho, ha sido impugnado
dado que así se lo puede hacer debido a los reglamentos y a la
legislación.
Firmé también el proyecto de la unión civil porque
creí que podíamos conciliar estas posiciones tan antagónicas
de respeto hacia aquellos creyentes del sacramento, repito, y también
con la firme convicción de que las parejas del mismo sexo debían
tener reconocidos los derechos que le correspondían y que ya
de hecho la Justicia les está reconociendo.
Hoy me encuentro ante esta disyuntiva y quiero adelantar mi abstención.
No porque sea tibia y quiera quedar bien con uno y con el otro, sino
porque yo había encontrado en la unión civil una alternativa
que, por el momento, trajera a esta sociedad que hoy se encuentra tan
enfrentada, un instrumento de armonía.
Sé muy bien que surgieron críticas a la unión civil.
Pero ese instituto podría ser modificado en el recinto, cuando
se trataran en particular cada uno de los artículos del proyecto.
Por lo tanto, quiero dejar constancia de que ante la imposibilidad de
separar los dos institutos -el matrimonio y la adopción-, para
tratarlos individualmente y en rofundidad y así llegar a un acuerdo,
y de que después de haber escuchado en las audiencias públicas
concepciones psicológicas y psiquiátricas tan opuestas
unas de otras, que hicieron que a quienes no tenemos un profundo conocimiento
del tema las posturas les parecieran irreconciliables, tomé la
determinación de que el tema de la adopción no fuera tocado
dentro de la denominada "ley de matrimonio gay".
Al no poder tomar una determinación, y en honor a privilegiar
el bien más protegido, que son los menores -que considero que
es lo que más hay que tener en cuenta al momento de la adopción;
es decir, que no se trata de satisfacer un deseo de los adultos, sino
las necesidades de un niño-, reitero que solicitaré autorización
para abstenerme en la votación, porque no he encontrado otra
solución para armonizar estos dos proyectos.
Sr. Presidente (Pampuro). - Tiene la palabra el señor senador
Lores.
Sr. Lores. – Señor presidente: a esta altura del debate,
realmente quisiera tener la máxima inteligencia y sabiduría
posibles para entender las posiciones de los diversos sectores que están
en confrontación ante esta situación, y que han dividido
a la sociedad argentina.
Todos sabemos que en el mundo existe una fragmentación mayor
de gente, que compone diversas minorías y diversos sectores de
la sociedad, y que todos están pujando por encontrar el camino
a la reivindicación de algún derecho, al acceso a cierto
beneficio y al reconocimiento por parte de los distintos sectores de
la sociedad de sus características de raza, socioeconómicas,
etcétera. La fragmentación del mundo es cada vez mayor,
y los reclamos de las minorías que lo componen también
son cada vez mayores.
En cuanto a este tema, debo decir que en mi provincia escuché
muchas de las presentaciones que se hicieron ante la Comisión
de Legislación General, que leí documentos, cartas, etcétera,
que me hicieron llegar de todos los sectores en pugna, y que todas las
posiciones las he abordado, estudiado, leído y considerado con
el mayor de los respetos.
Respeto a todos los sectores. Por lo tanto, lo que expresaré
lo haré en función de mis convicciones más íntimas
y personales, que no estoy seguro de que sean las mejores, las verdaderas,
las legítimas o más importantes. Sin embargo, son mis
convicciones. No parto de ninguna concepción dogmática
o fundamentalista. Si tengo convicciones, ellas son fruto de mi experiencia
de vida, de mi conocimiento previo y, quizás, de mi formación
como médico.
Insisto, de todo lo que me han aportado distintos grupos, personas,
instituciones y demás, y en función de todo eso he sacado
mi propia conclusión.
Sin embargo, creo necesario decir que rechazo todo rasgo de autoritarismo
o intolerancia, sin importar el sector del que provenga. No comparto
que se impongan condiciones a cualquier precio, sino que creo que debemos
entendernos y respetarnos. Por lo tanto, anticipo que cualquiera sea
el resultado que emane de la votación de este Senado la decisión
contará con mi respaldo y apoyo, porque aceptaré plenamente
lo que resuelva la mayoría de este cuerpo, tanto en esta como
en cualquier otra oportunidad.
Creo que hay que rechazar las expresiones descalificadoras provenientes
de quienes piensan de un modo diferente. Pienso que mucho de lo que
se dijo esteriliza la transparencia del debate, y que hay expresiones
que bloquean el entendimiento, que es más necesario que nunca
cuando se tratan cuestiones de esta magnitud y profundidad que afectan
a toda la sociedad argentina; sociedad que nos mira y que espera que
nos expresemos con toda sinceridad y sin ningún tipo de condimento
de utilitarismo político ni mucho menos, lo cual sería
descalificador para cada uno de los senadores que debiera trabajar en
defensa de los intereses del pueblo.
Por eso, me niego a aceptar la dialéctica confrontatoria que
pone, de un lado, a los buenos y, del otro lado, a los malos; de un
lado, a los progresistas y, del otro, a los que están en contra
del progresismo.
No me voy a referir al proyecto sancionado por la Cámara de Diputados
ya que fue analizado exhaustivamente, tanto a favor como en contra,
por personas que saben mucho más que yo por su condición
de abogados y juristas. No obstante, sí quiero analizar algunos
aspectos del proyecto que me hacen pensar que, a veces, actuamos con
demasiada hipocresía u olvidándonos de lo que ha pasado
en ambas cámaras legislativas en los últimos años.
En efecto, me quiero referir a un tema que me parece muy importante.
Quisiera aludir a la fertilización asistida.
La fertilización asistida ha sido abordada, tanto en la Cámara
de Diputados como en la Cámara de Senadores, por una importante
cantidad de proyectos desde hace varios años para que, de una
vez por todas, este avance de la tecnología médica esté
regulado como corresponde y se sepa qué hacer en consecuencia.
Cuando hablamos de discriminación –término utilizado
muchísimo en este debate– quiero decir que hemos sido testigos
y no fuimos capaces de corregir una enorme discriminación de
tipo económico sufrida por las parejas que, con más de
dos años de convivencia y por problemas de fertilidad, no pueden
concebir un hijo.
Todos sabemos que hay técnicas que están al alcance de
la ciencia y que hay muchos centros médicos que cuentan con importantes
éxitos en fertilización asistida. Y me refiero a las técnicas
más habituales, las que demandan el 99,95 por ciento de las parejas
que no pueden tener hijos después de dos o tres años de
vivir como tales. Aludo a la fertilización in vitro y a la inseminación
artificial, que son las prácticas más comunes con las
que se puede lograr el éxito y darle a esas parejas la felicidad
de tener un hijo.
Hoy en día, cada intento de fertilización asistida cuesta
alrededor de veinte mil pesos.
Se calcula que hay un 15 por ciento de parejas en la República
Argentina que no pueden tener un hijo por problemas de fertilidad luego
de dos años de vida en común. De ese universo del 15 por
ciento, se calcula que solamente un 6 por ciento tiene acceso económico
a esos tratamientos.
Si se tiene en cuenta que hay que tener tres o cuatro intentos, a veces
seis o siete, para lograr un resultado positivo, nos damos cuenta de
que una pareja debe disponer de sesenta, setenta, ochenta o cien mil
pesos o más para intentar esta posibilidad. Y nosotros, diría
casi hipócritamente, hemos cajoneado todos los proyectos que
han llegado al Congreso de la
Nación en materia de fertilización asistida. Esto sí
que es discriminación. Es discriminación económica
y hemos mirado para otro lado.
– Ocupa la Presidencia el señor vicepresidente 1° del
H. Senado, senador Juan Carlos Marino.
Sr. Lores. – En consecuencia, creo que habría que ir por
pasos. Si se habla de fertilización asistida dentro del proyecto
que prevé el matrimonio entre personas del mismo sexo, creo que
habría que retroceder un paso y, en primer lugar, legislar en
la materia y, posteriormente, tratar el tema de la unión de parejas
del mismo sexo.
Esto me parece que es muy importante. También hay otro punto
en el que quisiera hacer hincapié. Me refiero a que cada uno
de nosotros tiene convicciones personales. Acá se están
exponiendo con total transparencia, con total honestidad intelectual
e, insisto, sin pretender obtener ningún rédito político
o económico, tal como han dicho el senador Juez y todos los senadores
y senadoras que me precedieron en el uso de la palabra.
Acá estamos hablando y tratando de resolver esta cuestión
en función de nuestras propias convicciones. Pero, además
de eso, nosotros somos representantes de las provincias argentinas –los
diputados son representantes del pueblo y nosotros de las provincias–,
y yo me pregunto lo siguiente: aparte de las personas que se han inscripto
espontáneamente o quehan sido invitados para exponer en todas
las reuniones que ha hecho la Comisión de
Legislación General con tanta dedicación y con tanto éxito
en todas las provincias argentinas,¿cuántos partidos políticos
–que son la expresión democrática de la canalización
de lasvoluntades populares a través del voto– se han expedido
concretamente con respecto a estetema? ¿Cuántos partidos
políticos tienen incorporado en su plataforma electoral el tema
delmatrimonio de personas de idéntico sexo? Siempre miramos para
otro lado. Siempregambeteamos estas cuestiones porque no queremos tener
problemas con la Iglesia o con loshomosexuales o con distintos sectores
que tienen opiniones muy definidas con respecto a estasituación.
Entonces, me parece que eso también es una hipocresía.
Creo que más allá de analizar el proyecto que fue sancionado
en la Cámara de
Diputados, si bien es un poco extemporáneo, creo que previamente
deberíamos conocer através del voto, de las plataformas
electorales, cuál es la opinión de la gente.La gente votará
a aquellos partidos que satisfagan sus necesidades con respecto a sus
creencias o sus ideas en relación a este u otro tema. Eso la
gran mayoría de los partidos políticos no lo ha considerado,
no lo ha tenido en cuenta, y por eso en este momento estamos hablando
en función casi exclusivamente de nuestras convicciones personales.
Insisto en que nosotros tenemos que ir mucho más allá
de eso. Nosotros representamos al pueblo, nosotros representamos a las
provincias y tenemos que ser voceros de esas personas de las cuales
somos mandatarios.
Con respecto al tema de la fertilización asistida también
quiero decir algo. Tenemos un vacío legal que con respecto a
este viejo tema, y si bien se han hecho reuniones en algunas comisiones
y se ha escuchado la opinión de muchos expertos, en definitiva
nunca se resolvió absolutamente nada. ¿Y qué es
lo que está pasando? Lo están resolviendo los jueces.
Este vacío legal que nosotros hemos dejado con respecto a este
tema está siendo abordado y resuelto por los jueces.
Casi a diario leemos en los periódicos sobre fallos de la Justicia
que hacen lugar a recursos de amparo de parejas que tienen la posibilidad
de concebir un hijo a través de las técnicas habituales
y comunes de fertilización asistida y no lo pueden lograr. Ellos
recurren a la Justicia y son los jueces los que obligan al Estado, a
las obras sociales o a las empresas de medicina prepaga a cubrir financieramente,
ya sea total o parcialmente, esas prestaciones de fertilización
asistida.
Esto también es una discriminación, una grosera discriminación
económica de nuestra sociedad.
Aquellos que tienen dinero pueden acceder a estos tratamientos y pueden
lograr tener uno o más hijos a través de estos procedimientos,
pero aquellos que no tienen dinero no lo pueden hacer, y esto mismo
va a ocurrir con las parejas homosexuales.
Quiero decir también que sobre el tema de la homosexualidad creo
que ha habido avances muy grandes en el mundo. Quienes tenemos unas
cuántas décadas de vida sabemos cuál era el desprecio,
la persecución y la subestimación que sufrían los
homosexuales en nuestras comunidades, en nuestros barrios y en nuestras
sociedades. Sufrieron castigos, persecuciones y hasta asesinatos.
Recuerdo que cuando estudiaba medicina había una muy prestigiosa
psiquiatra infantil de avanzada, la doctora Telma Reca, que por aquellos
años decía que la homosexualidad era un peligro. Así
lo definía en su libro “Problemas psicopatológicos
en pediatría”, de la editorial EUDEBA. La doctora Telma
Reca decía que la homosexualidad era un peligro originado por
problemas de familia o de tipo social, que debía ser detectado
a tiempo por los padres para combatirlo debidamente y evitar que esos
niños se convirtieran en homosexuales. No hace tantos años
de estas afirmaciones.
Con relación a esas afirmaciones hubo muchos avances, muchos
reconocimientos.
Nunca se pudieron demostrar esas falsas teorías de que había
rasgos genéticos que caracterizaban la personalidad y las orientaciones
sexuales de los homosexuales. Hubo mucho macaneo en todo esto. Yo creo
que, poco a poco, la sociedad fue admitiendo esta diversidad existente
con relación a los homosexuales, y respetando esa diversidad.
También creo que tenemos que respetar la diversidad de aquellos
que han adoptado el matrimonio heterosexual por razones culturales,
por razones naturales, por creencias, incluso por razones religiosas.
Me parece que también ese es un derecho que tiene que ser respetado.
Considero que el camino de la unión civil significa, a mi modo
de ver, un avance gigantesco en los derechos de los homosexuales, o
en aquellas cuestiones que quieren alcanzan los homosexuales. Lo ha
expresado claramente la doctora Graciela Medina, ersona que asesora
a la comunidad Homosexual Argentina, que evidentemente es una autoridad
en la materia.
En este sentido han avanzado la mayoría de los países
del mundo. Muchísimos países tienen, con distintos matices,
prevista la unión civil o como se la llame. Solamente existen
ocho países en el mundo –si no tengo mal el dato- que han
reconocido el matrimonio homosexual, además de tres o cuatro
estados de los Estados Unidos y el Distrito Federal de
México. No es casual que entre más de 190 países
que integran la comunidad mundial haya solamente ocho en los que está
permitido el matrimonio homosexual.
Sinceramente creo que se han producido avances muy importantes. Los
avances no se logran solamente por ley sino cuando las propias sociedades,
las propias comunidades van conociendo todas estas realidades y van
aceptándolas en el seno de la familia, en el seno de la sociedad
y en las escuelas. Hemos transitado un largo camino desde esa situación
de desprecio, de marginalidad, de segregación.
Es más, en países socialistas, como en la entonces Unión
Soviética, los homosexuales eran castigados, aislados, torturados.
En Cuba ha ocurrido exactamente lo mismo. Hugo casos de personas que
han sido recluidas durante muchos años por ser homosexuales.
Hay un caso paradigmático en Cuba, el de un novelista gay, Reinaldo
Arenas, que fue preso, torturado y finalmente deportado.
De esas situaciones extremas hasta la actualidad creo que la sociedad
en general, y la sociedad argentina en particular ha avanzado un trecho
muy importante. Eso es tanto o más valioso que el reconocimiento
que se está planteando en los términos del proyecto de
ley.
Por esto es que soy partidario de la unión civil. No sé
si en el día de la fecha, como están las cosas, vamos
a poder tratar ese tercer dictamen de la Comisión de Legislación
General.
En función de eso, adhiero al dictamen en mayoría de la
Comisión de Legislación
General. Espero que podamos, por lo menos en lo que respeta a mi posición,
resolver esta cuestión a través de la unión civil.
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra la señora senadora
Escudero.
Sra. Escudero. – Señor presidente: celebro el debate amplio
y participativo que tuvo la
Comisión, porque en cuanto el proyecto fue girado al Senado la
cantidad de mails que ingresaron a mi despacho fue impresionante; y
me di cuenta de que en este tema el ciudadano argentino quería
participar.
Después de escuchar a todos los que participaron en las reuniones
de la Comisión y de esas quince horas en Salta, escuchando a
todo aquel que quiso inscribirse y dar su opinión, me di cuenta
de que la sociedad argentina alcanzó un grado de consenso importante,
que la sociedad argentina reconoce que hay un número importante
de ciudadanos que tienen un problema, que no acceden a derechos y que
tienen derecho a vivir en pareja, a una relación afectiva, a
que esa pareja sea reconocida por el Estado y, consecuentemente, a tener
acceso a derechos y a obligaciones.
Los disensos se daban en cuanto a equiparar al matrimonio y en cuanto
a los niños; es decir, dos disensos importantes. Sin embargo,
en este tratamiento exprés que le dimos no hubo tiempo de abordar
el tema de los niños. No obstante, cuando recibí a la
Comunidad Homosexual Argentina en mi despacho, ellos me dijeron que
ahora querían el matrimonio, pero que me sumara y me comprometiera
con la lucha que sigue, que es la unión civil con adopción.
Entonces, esto me llevó a ver cuál había sido el
proyecto que la Comunidad Homosexual Argentina presentó en este
Senado en 2005, y, en base a eso, elaboramos el proyecto de unión
civil como una vía tentativa de apoyar hoy, con amplia mayoría,
una solución que una extensa mayoría del pueblo argentino
hubiera apoyado.
Esto no fue así. Nuevamente, el oficialismo nos lleva al tratamientos
exprés, al todo o nada, a la división de la sociedad,
como si en eso hubiera algún rédito político. Primero,
fue la lucha contra el campo, después fue la lucha contra Clarín
y ahora parece que es la lucha contra la Iglesia; y los derechos de
los que estamos hablando y los derechos de los niños parece que
a nadie le importan.
¿Por qué no voy a apoyar la sanción de la Cámara
de Diputados? Porque el Código
Civil Argentino ha regulado para su tiempo la institución del
matrimonio como piedra angular de la filiación y del parentesco;
y a partir de esa filiación y de ese parentesco ha otorgado una
cantidad de derechos y de obligaciones. Esa estructuración de
la filiación y del parentesco la hace la ley a partir de una
relación heterosexual. La maternidad se determina por el parto;
la paternidad la determina el matrimonio. El esposo de la madre se presume
que es el padre de la criatura, y a partir de allí están
todas las regulaciones de parentesco.
Esta aprobación de la Cámara de Diputados que piensa forzar
esa estructuración, determinando que el matrimonio tendrá
los mismos requisitos y efectos si es una pareja del mismo sexo, es
sólo una declaración; es declamativa, porque no se ha
hecho una reforma integral. Entonces, si se aprueba la reforma tal como
viene de la Cámara de Diputados, estaremos declamando derechos
pero, en definitiva, no estaremos concediendo los derechos, porque no
se ha hecho una regulación completa; y no vamos a poder avanzar
justamente en los temas conflictivos.
No se ha estudiado exactamente el impacto sobre los niños. Y
creo también que esta decisión apresurada y superficial
de la Cámara de Diputados afecta y avasalla la Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño. ¿Cuáles
son las deficiencias que tiene el proyecto aprobado por la Cámara
de Diputados?
– Murmullos en las galerías.
Sra. Escudero. – Señor presidente: le pido que desaloje
las galerías porque aquí se había convenido que
no tenía que ingresar nadie, y aparentemente en los balcones
hay personas que están interrumpiendo el debate.
Sr. Presidente (Marino). – Continúe, senadora, que ya va
personal a verificar.
Sra. Escudero. – Gracias, señor presidente.
La sanción de la Cámara de Diputados legaliza cuatro discriminaciones.
En primer lugar, discrimina a las mujeres heterosexuales casadas con
los varones porque tenemos que llevar el apellido del esposo mientras
que las mujeres lesbianas eligen cual es el apellido de familia. Esta
es la modificación al artículo 8° de la Ley 18.248,
que corresponde al artículo 38 del CD.-13/10
En segundo lugar, discrimina también a las mujeres heterosexuales
en cuanto al apellido de los hijos. Cuando el matrimonio es de dos personas
heterosexuales, los hijos deben llevar el apellido del esposo mientras
que en el matrimonio entre dos mujeres o dos varones ellos eligen libremente
cual es el apellido de los hijos. Me refiero al artículo 37 del
CD.-13/10, que sustituye al artículo 4° de la Ley 18.248.
También discrimina a los hombres que se casan con mujeres en
cuanto a la preferencia para la tenencia de los hijos menores de cinco
años en caso de separación. Si la pareja es del mismo
sexo el juez elige, si la pareja es heterosexual se prefiere a la madre.
Se trata del artículo 4° del proyecto, que modifica el artículo
206 del Código Civil.
Discrimina también en la adopción porque, cuando los adoptantes
son menores de 30 años, la ley les exige esperar tres años
de casados antes de adoptar, a menos que prueben que no pueden procrear.
Las parejas homosexuales no pueden procrear, por lo tanto no tendrán
necesidad de esperar los tres años. Es decir, aquí beneficia
a las parejas del mismo sexo. El artículo 315 del Código
Civil no es modificado por el proyecto de la Cámara de Diputados.
Vemos entonces que el proyecto de la Cámara de Diputados favorece
claramente a las uniones homosexuales en perjuicio de las uniones heterosexuales.
Además, quedan una cantidad de incongruencias, a algunas de las
cuales ya se han referido, pero me voy a referir a otras.
Según el artículo 242 del Código Civil, la maternidad
la determina el parto, y la paternidad se presume. Quien está
casado con la madre, se presume que es el padre, artículo
243 del Código Civil. Esta modificación parcial crea un
caos filiatorio. Si hay dos mujeres que están casadas y una de
ellas tiene un niño, por el artículo 243 del Código
Civil, se presume que el padre de ese niño es la esposa de la
madre. Así queda, es ridículo.
Si no determinamos eso, ¿en qué situación queda
la cónyuge de la madre con relación a ese hijo? ¿Tiene
alguna relación o no? Podría adoptarlo. En ese caso, podría
ser pero sólo una adopción simple porque ese niño
ya tiene una madre biológica. En el caso de la adopción
simple, la vinculación es solo con la mujer pero no con la familia
de esa madre. Tampoco se resuelve qué sucede con la vocación
hereditaria; no se resuelve si ese hijo va a tener obligación
alimentaria respecto de la cónyuge de la madre. Nada de esto
se resuelve.
Es inexacto decir que el matrimonio entre dos personas del mismo sexo
tiene los mismos efectos que el matrimonio entre personas heterosexuales
porque la relación hombremujer es fértil mientras que
la relación homosexual es estéril. Entonces, como es diferente,
tendría que darle una regulación diferente para poder
decir que estamos reconociendo derechos.
Hay ejemplos de otras incongruencias, como los impedimentos vinculados
con la procreación. Respecto del caso de poder plantear la nulidad
del matrimonio por impotencia del otro cónyugue, ¿cómo
funcionará cuando se casan dos mujeres? El hecho obstativo a
la nulidad del matrimonio, que la esposa hubiere concebido.
Esto es el artículo 220 inciso 1 del Código Civil. Cuando
se casa una persona de menos de dieciocho años puede plantear
la nulidad del matrimonio, excepto –dice el Código
Civil– si la esposa hubiere concebido.
Entonces, la Cámara de Diputados no encuentra mejor manera que
decir: “Excepto que hubieren concebido”. ¿Cómo
pueden concebir dos personas del mismo sexo?
Entonces, si alguien menor de edad se casó y después quiere
plantear la nulidad, no podrá plantear la nulidad si, en el caso
de dos mujeres, una de ellas se embarazó, aunque no pueda tener
ningún vínculo biológico con ese bebé. Otra
inconsistencia de esto que yo llamo “mamarracho jurídico”.
No se exceptúa el régimen de presunciones de paternidad.
Eso ya lo dije.
Pero como no se pueden exceptuar hijos biológicos comunes, se
discrimina a esos hijos que nacerán sin un padre o sin una madre.
Por ejemplo, hijo dado a luz por una mujer casada con otra. La madre
es la que dio a luz. ¿Qué pasa con la cónyuge?
¿Es ajena, lo adoptará?
Se discrimina al hijo y al cónyuge de la madre, no se establecen
exactamente cuáles son los deberes y derechos de esa supuesta
filiación legal. ¿Qué sucederá respecto
del régimen de alimentos, patria potestad, derechos hereditarios,
impedimentos matrimoniales?
¿Excluirá a los herederos forzosos de la cónyuge
de la madre? ¿Podría ese hijo, nacido de esa relación,
iniciar una acción de reconocimiento de la paternidad?
Supongamos el caso de dos mujeres que están casadas; una de ellas
tiene un hijo por
fertilización asistida pero tiene conocimiento de quién
fue el donante. ¿Puede ese hijo pedir el reconocimiento de la
paternidad? No hay nada que lo impida. Pero entonces, si lo hace, estará
después desplazando a esa maternidad-paternidad compartida reconocida
por la ley. Y si no lo hace, si no se le permite iniciar la acción
de reconocimiento de paternidad, se estarían violando los derechos
del niño. Porque la Convención sobre los Derechos del
Niño – y la ley argentina así lo reconoce–
determina que todo niño o niña, toda persona, tiene derecho
a su identidad biológica, a conocer su identidad biológica.
¿O es que acaso la única identidad biológica que
importa en este momento en este
país es la de los hijos de Ernestina Herrera de Noble? ¿Qué
pasa con la identidad biológica de estos niños nacidos
por fertilización asistida?
Crea un régimen legal para niños sin padres –artículo
36 del CD–. Modifica el inciso
c) del artículo 36 de la Ley 26413. Ordena que el Registro Civil
anote el nombre y apellido de la madre y su cónyuge en caso de
hijos de personas del mismo sexo. Es decir, si dos mujeres están
casadas y tienen un hijo, se anota como hijo de las dos mujeres. A ese
niño ya se lo anota sin padre. Hijo sin padre. Y no modifica
el artículo 45 de la misma ley, que establece que no podrán
inscribirse reconocimientos sucesivos de una misma persona por presuntos
progenitores del mismo sexo. Es decir, una vez que el niño ya
ha sido anotado, no podría luego anotarse el nombre de otro progenitor.
Esto es producto del voluntarismo del legislador, que pretende decir
que todo es igual. ¿Cómo se interpretará la obligación
del Ministerio Público de determinar la paternidad del menor
cuando se asienta un menor y no tiene padre? El artículo 255
del
Código Civil ordena notificar al Ministerio Público para
que éste haga las averiguaciones y pueda determinar e iniciar
la acción de paternidad.
Decimos que se vulnera el derecho a la identidad. La doble maternidad
sin paternidad vulnera el derecho a la identidad consagrado –artículo
8º de la Convención y Ley 26061–.
Se cosifica al niño. Se está cosificando al niño;
pasa a ser un objeto cuyos vínculos más importantes –maternidad
y paternidad– están a merced de los derechos subjetivos
de otras personas.
Hay otras deficiencias, señor presidente. ¿Qué
pasaría si hay un matrimonio de dos hombres y uno de ellos pide
licencia por maternidad? ¿Qué pasaría? ¿Qué
ocurre con las acciones de impugnación de paternidad, con los
hermanos bilaterales –a lo que ya se han referido– y con
la desaparición del parentesco por la rama femenina?
Rápidamente, me quiero referir a lo que ocurre en el derecho
comparado. Sobre 192 países reconocidos por las Naciones Unidas,
sólo el 4,7 por ciento acepta el matrimonio de personas del mismo
sexo. Y ocho de ellos –el 4,2 por ciento– incluye la adopción,
porque Portugal acepta el matrimonio, pero sin adopción. A su
vez, dieciocho países –es decir, el 9,4 por ciento–
aceptan la unión civil.
No hay ningún tribunal internacional que haya determinado que
los derechos humanos reconocidos por las distintas convenciones obliguen
a los países a equiparar el matrimonio como institución
a personas del mismo sexo. A lo único que obligan es a reconocer
a las uniones de personas del mismo sexo y a darles derechos y obligaciones.
A eso estamos
obligados en el derecho argentino. Y si miramos un poco más la
legislación comparada, veremos justamente que estos temas sensibles
que surgieron del debate, los niños, son abordados por las distintas
legislaciones; y como bien dijo el senador Lores, los que avanzaron
en el tema del matrimonio, primero regularon la fertilización
asistida.
En cuanto al tema de la adopción, me quiero referir a tres países:
Bélgica, Noruega y
Holanda. Éstos aceptan la adopción, pero dicen –porque
obviamente allí no hay niños para adoptar- que para aceptar
la adopción internacional solo tiene que ser de países
donde esté aceptado el matrimonio entre dos personas del mismo
sexo.
Señor presidente: están buscando países proveedores
de niños. Y la Argentina hará la
punta en América latina.
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra el señor senador
Jenefes.
Sr. Jenefes. – Señor presidente: este proyecto que viene
en revisión de la Cámara de
Diputados y que trata sobre el matrimonio entre personas de un mismo
sexo tiene un alto voltaje de discusión en la opinión
pública. Se han adoptado, ya sea por parte de la Iglesia como
por parte de quienes comparten esta iniciativa, posiciones que considero
que deberían bajar el tono, para tratar de encontrar una solución
a un problema que realmente existe en el mundo y en la República
Argentina, y que debe encontrar una solución legislativa.
– Ocupa la Presidencia el señor vicepresidente del H. Senado,
senador
Juan Carlos Romero.
Sr. Jenefes. – En el caso de este senador de la Nación,
con una fuerte formación católica y con un fuerte compromiso
con este gobierno, me resulta muy difícil estar sentado en esta
banca y votar a favor o en contra de este proyecto, cuando utilizando
el sentido común tendríamos que haber encontrado una solución
legislativa que contemple los derechos de las personas que quieren una
unión civil o un matrimonio y que son del mismo sexo.
Quiero expresar que siento que si voto a favor de este proyecto, tal
cual se han planteado las cosas, estaría votando en contra de
la opinión de la Iglesia Católica. Si voto en contra de
este proyecto, siento que estoy votando en contra de un gobierno al
que pertenezco, de un gobierno en el que creo como la única alternativa
para que esta República Argentina se consolide y salga adelante.
Pero es claro que existen decisiones difíciles de tomar y es
claro, también, que existen dos tipos de leyes: aquellas que
hacen a la institucionalidad y al gobierno de los argentinos, y aquellas
que hacen a la conciencia y a las convicciones personales de cada uno
de nosotros.
Desde ya adelanto que ésta es una decisión que tomo en
base a mis convicciones personales, en base a mi formación familiar.
Y adelanto que voy a votar por el rechazo del proyecto que ha venido
de la Cámara de Diputados.
Comparto una visión que expresara uno de los mayores constitucionalistas
de la
República Argentina, Bidart Campos, en su obra Matrimonio y unión
civil del mismo sexo, publicada en la edición de El Derecho,
en el tomo 164, página 721, cuando dice que no es igual la convivencia
de dos personas de distinto sexo que la unión entre personas
del mismo sexo. Hay una diferencia. Esta diferencia no vale por la ignominia
de lo diferente, sino solamente para identificar lo que ocasiona grandes
desigualdades.
Dicha esta pequeña introducción, voy a dar las razones
por las que rechazo este proyecto venido de la Cámara de Diputados.
En primer lugar, son ocho los países del mundo que han adoptado
este tipo de matrimonio: Sudáfrica, Noruega, Canadá, España,
Bélgica,
Suecia, Portugal, Holanda, sobre casi 190 naciones que existen en el
mundo. En los Estados
Unidos, de los 50 estados que integran la unión, 44 han rechazado
una enmienda constitucional que permita el matrimonio de personas del
mismo sexo; sólo 6 estados lo han aceptado. En América
del Sur no existe ningún país que haya adoptado el sistema
del matrimonio civil entre personas del mismo sexo. Por ello es claro
que, en la legislación comparada, tenemos muy pocos antecedentes.
En segundo lugar, señor presidente, nuestra ley de matrimonio
civil tiene muchísimos años de vigencia, se basa en la
congruencia del Código Civil y tenemos que ser muy cuidadosos
en cualquier modificación que efectuemos a este Código.
Es claro que, en la Cámara de Diputados, este proyecto no tuvo
el debate que tuvo en el Senado de la Nación. Es claro que aquí
ha venido un proyecto que no contempla las graves afectaciones al Código
Civil, al código de Vélez, a un código que ha regido
gran parte de la vida civil, en las instituciones del matrimonio, la
filiación, la sucesión y la adopción.
Señor presidente, creo que el debate lo debemos dar acerca de
si existe afectación al principio de igualdad, si existe afectación
a los tratados internacionales que ha suscripto la República
Argentina y que tienen, de acuerdo con nuestra Constitución,
el mismo valor que la Constitución misma. Y el concepto de igualdad
es muy simple, es decir, frente a situaciones iguales, debemos dar igual
tratamiento. Al respecto, voy a decir que ese principio de igualdad
de nuestra Constitución y los tratados internacionales de ninguna
manera se encuentran violados por nuestra actual ley de matrimonio civil.
La prueba de ello es muy simple: no hay un fallo de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación que haya declarado inconstitucional
el Código Civil en lo que se refiere al matrimonio y a la unión
civil de dos personas del mismo sexo.
El 24 de junio de 2010 la Corte Europea de los Derechos Humanos, en
el caso “Kopf
y Schalk c/ Estado de Austria”, donde una pareja de homosexuales
planteó que se sentían discriminados porque no se les
permitía contraer matrimonio se expidió expresamente,
a través de la mayoría de sus miembros –con diversos
matices, obviamente– señalando que no existía discriminación
alguna, que no se veía afectado el principio de igualdad y que
se debía respetar el derecho de cada uno de los Estados que integran
la Unión Europea para legislar y regular sobre este tema.
Allí es importante contemplar una reflexión que efectúa
esta Corte europea cuando expresa que cuando se firmaron los tratados
internacionales que regulan la igualdad y la no discriminación
no existía en la agenda legislativa de ninguno de esos países
el tema del matrimonio entre personas de un mismo sexo y en aquel momento
–cuando se suscribieron esos tratados– se sostenía
el concepto de que el matrimonio se celebra entre un hombre y una mujer.
Esto vale también para los tratados que ha suscripto la República
Argentina –por ejemplo el de San José de Costa Rica, suscripto
hace muchísimo tiempo–, donde tampoco existía ninguna
legislación en América del Sur que hablara sobre la familia
concebida a través de una unión entre dos hombres o dos
mujeres.
En este sentido, es muy interesante leer algún fallo dictado
por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación. Nos vamos a encontrar con que se manifiesta
que el carácter de generalidad de la ley que deviene del principio
de igualdad no se viola cuando se diferencia en razón de la diversidad
de objeto, de materia o se hace comprensiva a sólo determinados
sujetos por motivos de pluralidad de situaciones que genera la convivencia
social, única ley para todos los hombres en todas las circunstancias.
Es un imposible jurídico y un absurdo jurídico pretender
la igualdad absoluta.
Sr. Presidente (Romero). – Señor senador: le informo que
se ha agotado su tiempo de exposición.
Sr. Jenefes. – Ya que a todos los senadores preopinantes se les
ha permitido extender su tiempo de exposición, yo voy a redondear
mi discurso.
Entiendo que no se está violando el principio de igualdad y que
no se está discriminando.
Sí es imperioso que abordemos lo más pronto posible el
tratamiento de una ley de unión civil que contemple los derechos
de los homosexuales, pero de ninguna manera debemos afectar la institución
del matrimonio que –según mi concepción jurídica
y católica– está fundamentalmente determinada para
el hombre y para la mujer; para una familia con una madre, un padre
y sus hijos.
Atento a que se me ha agotado el tiempo, reitero: voy a votar en forma
negativa en cuanto a aceptar el proyecto que viene de la Cámara
de Diputados.
Hago votos para que despoliticemos este tema, le encontremos una solución,
reconozcamos los derechos que innegablemente debemos reconocer, pero
no dentro de la figura del matrimonio.
Luego voy a pedir autorización para insertar, de modo tal que
pueda precisar en esas inserciones cada una de las incongruencias que
tiene este proyecto que ha venido de la
Cámara de Diputados que afecta la estructura del Código
Civil; que afecta instituciones como el matrimonio, la filiación,
la sucesión, la adopción y otros derechos fundamentales
sobre los cuales tenemos que ser cuidadosos en legislar.
Sr. Presidente (Romero). – Tiene la palabra el señor senador
por Entre Ríos.
Sr. Vera. – Señor presidente: voy a tratar de ser breve.
Acá se ha dicho mucho, particularmente remarcando las razones
o inconvenientes desde el punto de vista técnico-jurídico
que implica el proyecto de ley que estamos abocados a tratar.
Si uno se fija en todas estas cuestiones que se han marcado como defectos
del proyecto sancionado en Diputados debería concluir con cierta
facilidad en que deberíamos haber estado trabajando sobre las
correcciones durante un período mucho más razonable que
el que se le adjudicó al debate en el Senado.
De hecho, uno bien puede pensar que habría sido relativamente
fácil acordar un proyecto de ley que nos dé la tranquilidad
de que el resultado –el texto– fuese un paso al frente y
no lo que nos está pasando hoy, donde muchos no podemos acompañar;
tenemos que rechazar el texto aprobado en Diputados porque es violento,
es grosero, está equivocado en muchos aspectos. Y debemos hacer
esto aun conscientes de que hay razones para legislar sobre estas uniones
que no son las heterosexuales.
¿Por qué esto? Voy a tocar un tema que casi con alguna
recurrencia siempre me convoca. Cuando no se puede hacer lo razonable
pareciera ser que hay otras interferencias.
Las personas –los hombres y las mujeres– tenemos sentido
común y quienes estamos acá, algunos de alta profesionalidad
para legislar, a veces no lo podemos hacer.
Evidentemente a mi juicio, con el respeto que me merece cada persona,
debo decir que nuestro sistema democrático y nuestra división
de poderes están afectados. Porque si no, ¿qué
explicación tiene? ¿Por qué no decirlo sin hacer
de esto una cuestión importante?
Hay legisladores y legisladoras del bloque oficialista para quienes,
a partir de la expresión del presidente del PJ, esto pasó
a ser un tema de alto interés personal o partidario.
Me pregunto por qué no están acá: habrían
sufrido insinuaciones, pedidos u órdenes para no hacerse presentes.
No me voy a extender mucho en esto porque casi siempre refiero a la
debilidad o renguera de nuestro sistema democrático.
Si además le agregara que habría personalidades que se
ven impulsadas a acompañar la aprobación de este proyecto
de ley –más allá de que se logre o no– aun
estando íntimamente en contra, otra vez me sugiere hacer este
comentario. De hecho, lo hago aludiendo a las imperfecciones del sistema
democrático del que tanto hablamos, aludimos o invocamos a cada
rato. De lo contrario, pido disculpas: estaremos equivocados quienes
decimos que este proyecto de ley, que se habría debatido en una
reunión de comisión y luego se aprobó en Diputados
-creo que es una afirmación que no se puede discutir-, que estuvo
tanto tiempo en debate y fue objeto de tanto esfuerzo físico
e intelectual, tendría que ser objeto de perfeccionamiento en
algunos aspectos. En tal sentido, es evidente que aquel tratamiento
fue impulsado nuevamente por otras razones, distintas a la necesidad
de dar derechos a quienes no los tienen en nuestra legislación.
A continuación, me referiré a dos o tres cuestiones acerca
de las cuales no me explayaré mucho por respeto al tiempo de
todos y, además, por el imperativo del Reglamento.
No voy a descubrir, como suelo decir, el "agujero del mate",
pero el argumento basado en la discriminación al sostener que
no es lo mismo el matrimonio que la unión de homosexuales resulta
totalmente falso. Ya se ha dicho aquí y sería impropio
repetirlo. Todos sabemos que se discrimina cuando, ante situaciones
similares, por el orden jurídico se trata a las personas de modo
distinto.
Sin embargo, en este caso hay que hacer un esfuerzo para comprender
la situación. A mí no me alcanza la inteligencia natural
que me ha dado Dios para aceptar que es lo mismo la unión de
heterosexuales que la unión de homosexuales, más allá
de que respeto a esta última y de que su existencia no me causa
ningún problema de violencia. Lo que sucede es que, como legislador,
siento que hay que colocarse por encima de una determinada especulación
o presión.
En ese sentido, alguien dijo "la Iglesia ha presionado". En
mi caso, gracias a Dios, respecto de este tipo de temas no me presiona
nadie. Además, tengo la suerte de integrar un partido que es
bastante democrático. Por lo tanto, estamos en libertad de equivocarnos
o de acertar: pero decidimos nosotros.
En consecuencia, debo decir que es falso el argumento de la discriminación.
Y debo expresar que, además, como legislador nacional me pesa
soslayar el valor que tiene el matrimonio. No puedo tomar con ligereza
que porque aquello que es verdad –que las uniones de homosexuales
existen y van a existir; entonces, hay que legislar respecto de ellas
y reconocerles derechos–, eso nos autorice a nosotros, los legisladores
nacionales, a violentar -si se me permite la expresión- la institución
del matrimonio, que sigo creyendo importante más allá
de las desavenencias y de las observaciones que podamos hacer a esa
vieja institución de miles de años. Me refiero, por supuesto,
a la familia.
Por supuesto, podrán contradecirnos diciéndonos "Pero
la familia ahora, por este nuevo concepto, es una relación amorosa".
No niego esa postura ni que pueda existir. Pero creo que nosotros, como
legisladores, so pretexto de esa necesidad de legislar -porque son personas
que merecen también el mismo trato y consideración por
parte de quienes
legislamos-; so pretexto de legislar sobre esos derechos demos una señal
a la sociedad. Hablo de una sociedad que viene muy golpeada, a la que
no podemos decir que el matrimonio es igual que las otras uniones. Considero
que no sería una buena señal de parte nuestra.
Por último, evidentemente en la Argentina tenemos muchas cosas
en las que nos va mal. Tenemos comportamientos que, lejos de hacernos
presumir que mejoraremos, nos ahondan en el subdesarrollo. Me pregunto,
por qué no tener en cuenta lo que se ha dicho acá.
Se ha avanzado con un sentido progresista, pero no con especulación
alguna. Lo cierto es que para legislar sobre estas uniones hay que ordenar
la otra legislación sobre la que nada se ha dicho. ¿Cómo
es esto de que no nos importa lo que sucederá? ¿Cómo
es esto de que traspolamos una unión -con toda la tradición
que tiene la familia- y a pesar de nuestros códigos, que han
legislado sobre uniones de heterosexuales, le queremos insertar esta
otra unión? Vuelvo a decir, si ustedes me permiten –para
que no queden dudas–, me merece todo el respeto; pero no es lo
mismo. De hecho, esto no puede quedar sin ordenar ni legislar. Creo
que si lo dejamos así hablaría mal de nosotros.
Aspiro a que la norma en consideración no quede sancionada. Pero
como ya hay un gran impulso y se ha avanzado mucho –es bueno no
desperdiciar el tiempo–, sugiero legislar como corresponde en
un tiempo razonable.
Hasta hace unas horas tenía la ilusión de que quienes
decían desde el oficialismo que la norma debiera salir como ellos
querían o, si no, caía todo, que reflexionaran y se dieran
cuenta de que no debiera estar permitido jugar al todo o nada.
Tenemos deberes y desde ya que nos pesa rechazar el texto sancionado
por la Cámara de Diputados, pero de ahí que hablaba de
la ilusión de que se arribara a un debido consenso.
Sr. Presidente (Romero). – Tiene la palabra el señor senador
Viana.
Sr. Viana. – Señor presidente: creo que hoy el Senado afronta
uno de los debates más importantes, por lo menos, en lo que hace
a mi corta carrera como senador.
Un debate en el que está inmersa la sociedad argentina en su
conjunto. Y no es un tema menor. Creo que es un tema de fondo. Algo
que hace a la discusión de la conformación de una sociedad
que tiene muchos años y sobre la cual se ha construido en base
a determinados principios, leyes y derechos que, si bien hoy pueden
verse equivocados o no, tienen su historia.
Estuve seis semanas ausente a raíz de una enfermedad, pero ese
tiempo en reposo me ha permitido ver el escenario de discusión
de este tema tan importante.
He seguido atentamente la labor de la Comisión, a la que felicito
por el trabajo ya que ha buscado abrir el debate en todas las provincias.
Lamentablemente, no tuve la posibilidad de participar de él en
Misiones, pero ha sido sumamente importante ya que se han escuchado
todas las opiniones. Me refiero a la opinión de las provincias,
sobre todo, a la de una alejada como la mía que tiene el derecho
y la necesidad de expresar sus opiniones.
Por otra parte, he escuchado posturas en debates televisivos muy fundamentalistas
y extremos, con los cuales no estoy de acuerdo.
Creo que la sociedad nos mira y espera que un tema de estas características
no divida a la sociedad argentina sobre una opinión concreta
respecto del matrimonio homosexual.
Este es un debate que ya se ha iniciado, pero que tiene su etapa de
maduración.
La Argentina ha sufrido cambios y ha madurado con relación a
determinados temas.
Yo soy un defensor de las leyes que se obtienen por consenso. De aquella
que permite que todos los sectores busquen la mejor salida. Cuando hay
una imposición muy arcada de un sector sobre el otro, quiere
decir que no se ha alcanzado la maduración necesaria en la sociedad,
que rechazará o aprobará ese tema, más allá
de contar con una legislación que vaya en un sentido o en otro.
¿Qué va a ocurrir en la sociedad? La probable discriminación
no podrá ser arreglada por una ley o por un juez. En ese caso,
entran a jugar otros problemas sobre los cuales los legisladores tendremos
que tener mucho cuidado.
En esto radica mi preocupación fundamental. Este tema no cuenta,
evidentemente, con un gran consenso en la sociedad. De lo contrario,
no estaría tan dividida y presionada en esta discusión.
Tengo una opinión y la voy a dar desde la convicción personal
de mi formación; desde el lugar que vengo –de mi provincia–;
desde la opinión que tienen los misioneros, en su gran mayoría,
con los cuales he hablado; y desde lo que he escuchado a lo largo de
todos estos días. En tal sentido, debo aclarar que coincido con
una serie de opiniones y disiento abiertamente con otras.
No voy a fundamentar mi voto desde el punto de vista jurídico
ni filosófico porque eso ya lo han hecho acá aquellos
que tienen conocimiento jurídico con mucha más fundamentación
de la que puedo verter yo, que soy ingeniero; pero sí voy a hablar
con la convicción clara de lo que considero que es la sociedad,
de lo que considero que es una familia y, principalmente, teniendo en
cuenta los derechos fundamentales del niño, que es lo primordial
en este tipo de legislación. Digo esto porque los adultos podemos
defender nuestros derechos, pero un niño no; y ahí hay
que tener cuidado en este tema.
Con respecto al matrimonio, yo creo que es una institución que
ha sido la base de constitución de la sociedad –tal como
han dicho acá– y que está pactado entre un hombre
y una mujer porque tiene el objetivo primordial de engendrar niños.
Los niños salen a partir de esa unión. Esa es la institución
y base de una sociedad, donde se forma una familia, una célula
y a partir de ahí se va conformando lo que es una sociedad tal
como la vivimos hoy. ¡A lo mejor mañana exista otra sociedad!
Si no tendremos que ponernos a discutir las bases fundamentales de la
conformación de una sociedad; pero no podemos cambiar por cambiar
una ley y, en vez de “marido y mujer” poner otros términos.
Creo que hay una discusión mucho más de fondo. Entonces,
considero que esto es fundamental.
En cuanto a si estamos afectando el derecho, yo creo que no porque son
cosas diferentes. El matrimonio de homosexuales es diferente al matrimonio
de heterosexuales. Son objetivos claros diferentes que tiene el matrimonio
como concepción de heterosexuales al que puede tener un matrimonio
de homosexuales, a quienes les doy toda la defensa de los derechos de
su condición.
No estamos hablando de los homosexuales solamente ahora porque esta
es una historia vieja. Desde el principio de la humanidad existieron
tendencias sexuales y no vamos
a catalogarlas ahora. Tengo el mayor de los respetos por ellos, pero
hay que legislar para esa situación que es diferente a la situación
de un matrimonio entre un hombre y una mujer, que tiene un objetivo
fundamental.
Hay otro tema, que es el que más me preocupa de todos: el de
la adopción. Se trata de un tema muy sensible, como ninguno.
Ahí estamos hablando de los derechos de un niño.
Estamos hablando de un niño que es fruto de un padre y de una
madre, y que tiene derecho a vivir biológicamente con esos padres.
El Estado viene en un rol posterior en el caso en el que haya orfandad
o alguna limitación por la cual tenga que trasladar a ese niño
en adopción. Para eso hay una legislación y determinados
requisitos.
Lamentablemente yo provengo de una provincia con índices de pobreza
muy altos, pero por la inmigración que hubo nos brindó
la característica de tener chicos muy lindos...
Sr. Gioja. – ¡Con excepción del orador! (Risas.)
Sr. Viana. – Con algunas excepciones como la quien les habla,
dice el senador Gioja; pero bueno, también tenemos derechos.
(Risas.)
Yo he encontrado gente en Misiones, con quienes he tenido discusiones
muy fuertes, que ha ido a buscar un niño rubio, de ojos celestes
y alto. ¿Qué me hablan de amor si han ido a buscar la
mejor criatura a Misiones?
En Misiones hubo estudios de abogados que tenían books de madres
embarazadas para vender sus chicos. Esto es real y fue denunciado. Cuando
fui presidente de bloque en la
Legislatura inicié un juicio político a una magistrada
y la hemos sancionado: la hemos expulsado del Poder Judicial. ¿Sabe
por qué? Porque ella tenía el criterio de que a cualquier
niño pobre se lo teníamos que dar a alguien rico porque
iba a estar mejor. Entonces, ¿dónde cae el Derecho? Cae
en el juez que tiene la interpretación de decir a dónde
va ese chico.
Si nosotros abrimos claramente la posibilidad de opción de una
pareja homosexual, el
niño no tiene el derecho a elegir a sus padres porque ese niño
va a depender de la voluntad política del juez. Entonces, el
día de mañana puede generarse una cuestión con
relación a “por qué yo tengo dos mamás o
dos papás”.
También nos tenemos que preguntar si la sociedad argentina está
en condiciones de que los otros chicos que son hijos de padres heterosexuales
van a aceptar padres homosexuales en estas condiciones. Sabemos la acidez
que tienen los chicos en discriminar y generar ese tipo de acciones.
Esta es la discusión que nos tenemos que dar si queremos hablar
claramente de derechos y garantías, si queremos hablar del derecho
de los niños, que es lo que más me preocupa acá.
Que esto no se transforme, por la pobreza, en un comercio de chicos,
como ocurre lamentablemente en mi provincia, donde van a comprar chicos
porque les sale entre 20.000 y 50.000 pesos. Esto lo digo con conocimiento
de causa y lo he denunciado varias veces.
Entonces, los padres venden a sus hijos por necesidad, con lo cual se
genera una fábrica de hijos para la venta. Entonces, ¿dónde
hablamos del derecho? Yo les pido que vayan a
Misiones y a otras provincias y defiendan el derecho de esos niños
que están ahí.
No dudo de que hay excepciones y que hay parejas que puedan darle al
chico todo el amor. Pero las leyes se hacen para todos, no para un sector
que los considere buenos o malos.
¿Cuál es la gravedad de esta situación que estamos
viviendo? Acentúo fuertemente los derechos del niño. No
nos olvidemos de que ellos no se pueden defender. Vamos a caer en las
manos de un juez que determine a dónde va una criatura.
Escuché acá que se estaban cercenando derechos a una pareja
homosexual en cuanto a la adopción de un niño. Yo también
me pregunto si no le estamos cercenando derechos al niño que
no tiene capacidad de defenderse, que no puede generarse la defensa
necesaria de sus propios derechos para poder tener o no dos papás
o dos mamás.
Esta discusión tiene que derivar en una discusión en la
que se respeten los derechos de los homosexuales como tales, porque
es necesario legislar al respecto, con todos los derechos, pero también
que se contemple que en los procesos de adopción se tengan en
cuenta todas las garantías necesarias de los tratados y demás
derechos constitucionales del niño. Eso no está contemplado
en un proyecto de ley que jurídicamente tiene muchas falencias.
Si estamos hablando de derechos y garantías realmente estamos
transgrediendo el objetivo que se le quiere dar a un tratamiento de
estas características.
Por estos fundamentos y por convicción, porque estoy convencido
de la construcción de una sociedad justa y equilibrada, con la
preservación de los derechos de todos los sectores, pero entendiendo
también que mi derecho termina donde empieza el del otro, creo
que este tema debe ser abordado desde otra óptica y buscar el
consenso necesario.
Por lo tanto, manifiesto claramente el rechazo al dictamen que vino
de la Cámara de
Diputados y mi voto afirmativo al dictamen en mayoría de la Comisión
de Legislación
General.
Sr. Presidente (Romero). – Tiene la palabra la señora senadora
Corregido.
Sra. Corregido. – Señor presidente: antes que nada quiero
aclarar que los niños rubios de ojos azules no son los mejores
ni los más lindos. Todos los niños son hermosos y todos
los niños merecen ser protegidos del tráfico de niños
en todas las regiones del país.
Me quedé consternada con lo que oí, porque se trata de
delitos, y en realidad lo que el senador Viana acaba de describir es
que los controles no están funcionando como debieran para proteger
a esa infancia de un negocio realmente terrible.
Estoy a favor de la ley de matrimonio igualitario porque me parece que
desde el
Congreso tenemos que ponernos a la altura de las circunstancias. Debemos
legislar para todos y todas teniendo en cuenta que este es un país
laico; que los preceptos religiosos están fuera de discusión…
En verdad, me quedé consternada con lo que acabo de escuchar.
No puedo ni siquiera hilar el argumento.
Tengo que decir que como representante de mi provincia cuento con el
respaldo de la decisión de la Cámara de Diputados, en
los proyectos de los diputados Bolatti, del Frente
Grande; del diputado Carlos Martínez, de Libres del Sur; del
diputado Acosta, del partido radical. Ellos han propuesto estos siete
proyectos de resolución a favor del matrimonio y de la adopción
de los hijos.
Con respecto a la cuestión…
Sr. Nikisch. – Pido la palabra para una interrupción.
Sr. Presidente (Romero). – Señora senadora, el señor
senador Nikisch le solicita una interrupción. ¿Se la concede?
Sra. Corregido. – Sí, señor presidente.
Sr. Presidente (Romero). – Para una interrupción, tiene
la palabra el señor senador Nikisch.
Sr. Nikisch. – Simplemente, quiero aclarar que el diputado Raúl
Acosta no pertenece a laUnión Cívica Radical sino al Partido
de la Concertación.
Sra. Corregido. – Tiene razón, señor senador Nikisch.
Sr. Presidente (Romero). – Continúa en uso de la palabra
la señora senadora Corregido.
Sra. Corregido. – La Cámara de Diputados de la provincia
del Chaco ha dado el consentimiento a la aprobación de la ley
de matrimonio igualitario y a la ley de adopción.
Con relación a la cuestión de la adopción, quiero
decir que me parece que en este tema se ha puesto a los niños
en medio del debate con la intencionalidad de generar miedo y pánico
moral; como si los niños, con la aprobación de esta ley
de matrimonio gualitario, pasaran a estar expuestos a cualquier maltrato,
como si las personas homosexuales fueran anormales, perversas, abusadoras.
En verdad, considero que todas esas son afirmaciones falsas e injustas,
que violentan la buena voluntad de todos los argentinos que hemos escuchado
este debate. Creo que debemos tener mucho cuidado en no caer en estas
divisiones tan terribles, con estos discursos tan vacíos de comprensión,
de tolerancia y de afecto.
Ahora bien, quiero hacer un reconocimiento a quienes en la provincia
del Chaco pusieron el corazón y el cuerpo para defender esta
ley de inclusión para todos y todas. No quiero dejar de mencionar
a Nancy Sotelo, una luchadora por los derechos civiles y sociales; al
escribano Cristian Rolón Motter; al profesor Szabo; al pastor
luterano Gleim; al ingenieroMaidana, al periodista español Paco
y especialmente a Úrsula Sabarese, que tuvieron el coraje, la
honestidad y la tolerancia necesarias para exponer en la audiencia que
se hizo en el Chaco.
Por otra parte, deseo hacer un razonamiento con relación a la
cuestión de la pertenencia política, a si en este debate
no debemos tener en cuenta la doctrina de los partidos políticos
a los que cada uno de nosotros pertenece. Efectivamente, nosotros estamos
sentados aquí porque en algún momento adherimos a un partido
político, hicimos campañas, fuimos a elecciones internas
y nos eligieron; y estamos representando no sólo a un partido,
sino también a nuestras provincias.
Como peronista que soy, cada vez que debemos considerar estos temas
yo trato de abrevar en la doctrina y recordar en nuestra historia peronista
las cosas que nos han fortalecido y que nos han hecho ser lo que somos.
Por ello, cuando hablamos de matrimonio, de exclusiones y de discriminaciones
–que de esto se trata– pienso en Eva Perón, quien
verdaderamente ha sido un ejemplo claro de la discriminación
de la sociedad por ser pobre y por ser hija natural, pues en aquellas
épocas los hijos naturales no tenían derechos.
La verdad, si hay alguna institución que dignificó a Eva
fue el matrimonio con Juan
Domingo Perón. Fue un acto de amor de Perón, porque es
el amor el que vence los prejuicios, el que tira vallas y el que permite
acercamientos; y fue ese amor de Perón a Evita el que permitió
que se pudieran casar a pesar de que Evita era una excluida por pobre,
por hija natural y además por mujer, porque las mujeres tampoco
teníamos derechos en aquel momento. Además era actriz:
hoy también se dijo que las actrices eran desvalorizadas moralmente.
Para Perón, coronel del Ejército, quizás Evita
no era la mejor mujer para casarse, quizá no era la que cumplía
con los requisitos sociales para el matrimonio. Sin embargo, el amor
de Perón dignificó a Evita y por eso se casaron. Así
le dio todos los derechos y toda ladignidad. Y eso es el matrimonio.
– Ocupa la presidencia el presidente provisional del H. Senado,
don
José J. B. Pampuro.
Sra. Corregido. – Lo que tenemos que decir aquí que hay
montones de familias, montones de parejas, montones de mujeres que se
quieren entre si, de hombres que se quieren entre si, que también
quieren vivir amparados bajo la dignidad del instituto que se llama
“matrimonio”. No me parece que nosotros tengamos ningún
derecho, desde ninguna moral dominante, a prohibir que los demás
vivan como quieren vivir.
Por último, como no soy abogada, quiero leer uno de todos los
argumentos de los constitucionalistas que he leído. Este lo elegí
porque me parece excepcionalmente claro y contundente. Dice así:
“Sustancialmente se trata de razones de índole jurídica.
Creo que el artículo 172 del Código Civil, que data del
siglo XIX, al excluir a las personas de un mismo sexo de la posibilidad
de contraer matrimonio plantea una discriminación inadmisible,
porque lo hace sobre la base de la orientación sexual de las
personas; y me gustaría fundar este punto. La jurisprudencia
de la Corte norteamericana, que ha sido receptada también por
la Corte argentina, crea la llamada “categoría sospechosa”.
Esto significa que cuando el legislador hace una distinción basada
en razones de raza, género o alguna otra cuestión relativa
a minorías, está configurando una categoría sospechosa
que goza de la presunción de inconstitucionalidad. Por lo tanto,
para justificar la validez de la distinción y sostener una necesidad
social imperiosa, nuestra Corte dice que es necesaria una justificación
racional entre el fin que busca el Estado y el medio que se utiliza.
Pues bien: la orientación sexual de las personas es una categoría
sospechosa. Este es el criterio del Tribunal Europeo de Derechos Humanos
a partir del caso Karner, y también del Comité de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas, y el que a su vez han establecido las
Cortes constitucionales de Sudáfrica, Canadá y Bélgica,
porque se establece una distinción desventajosa para una determinada
minoría. Yo no encuentro ninguna razón imperiosa ni atendible
para que los heterosexuales podamos gozar de mayores derechos que los
homosexuales.” Esto lo dijo en la Cámara de Diputados el
diputado y constitucionalista Gil Lavedra.
Por último, como católica que soy, quiero reconocer la
actitud cristiana de los sacerdotes de Córdoba, Quilmes y Mendoza
que, con todo coraje y convicción, han defendido el Evangelio
y la libertad de pensamiento. Han pensado, como Jesús enseñó,
que el Evangelio nos hace libres y que el amor es lo único que
importa.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora
senadora Bortolozzi.
Sra. Bortolozzi de Bogado. – Señor presidente: voy a hacer
consideraciones de tipo político.
Hemos sido arrastrados setenta y dos políticos grandes, algunos
viejos...
Sr. Mayans. – ¡Otros no tanto!
Sra. Bortolozzi de Bogado. – Así es: como dice José
Mayans también ... en torno de este tren de herir a la sociedad
y de distraerla de los problemas fundamentales.
Hemos dividido a todas las iglesias. Hemos seguido como tontos una política
de distracción. Yo no voy a votar lo que viene de Diputados porque
es eso: una política de distracción. ¡Y voy a denunciar
acá que aquí se violaron los fueros de dos señoras
senadoras que,
en vez de ponerlas en un calabozo –como hacían los monarcas
de las monarquías
parlamentarias–, fueron metidas en un avión presidencial!
Así que se violaron los fueros parlamentarios. Todos nosotros
sabemos que los fueros parlamentarios están para que no nos metan
presos en un calabozo cuando venimos a votar. Pero ahora, en vez de
calabozo, es el avión presidencial.
Hay un vicio de la voluntad: sí relativo, sí moral. No
físico, pero sí moral. Porque es difícil para una
legisladora del oficialismo decir “no” a la jefa del Estado.
De todas maneras, advierto que vamos a tener otras prosecuciones mundialísticas
de esta misma especie. Espero que los setenta y dos que estamos acá
–algunos muy viejos y muycascoteados– no nos prendamos de
nuevo.
Va a venir el tema del aborto. Yo tengo muchos proyectos de aborto,
pero no quiero que se trate “aborto” en un partido Boca–River,
ni contra Bergoglio, ni contra los curas: quiero que se aborde el tema
del aborto por la mujer.
Va a venir el tema de sacar ciertos poderes a la Iglesia Católica.
No el artículo 2º de la
Constitución porque está en la Carta Magna; pero sí
hay incluso un proyecto mío en elsentido de sacarla del Código
Civil como persona jurídica de Derecho Público no estatal.
¡No estoy de acuerdo con que se utilicen esos medios bastardos
para humillar al
Congreso, para dividir a la sociedad, para hacer sangrar a la gente!
No me refiero a los curasni a la curia de obispos, que gana muy bien
a costilla de todos nosotros y al artículo 2º de la
Constitución –cuando digo “de todos nosotros”
me refiero al pueblo–, sino herir el inocentesentimiento religioso
de la gente; que yo no lo tengo, desgraciadamente, pero lo respeto.
¡Lo respeto!
¡Estamos siendo cómplices de la herida que le estamos haciendo
a la sociedad! Esa es mi advertencia y les imploro, por favor, que no
seamos arreados de nuevo como esta vez.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la senadora Díaz.
¿Solicita una interrupción, senadora Parrilli?
Sra. Parrilli. – Podría haberle pedido una interrupción
a la senadora Díaz, pero está sentada aquí al lado
mío y no quería interrumpir a la senadora preopinante.
En primer lugar, quiero decir que no soy una senadora tan vieja –estoy
en la mitad– y que de ninguna manera soy cómplice de ninguna
presión que se esté haciendo en este sentido.
Aquí no hay dos senadoras que fueron engañadas sino invitadas
a acompañar a la presidenta y estaban en todo su derecho de decir
que sí o que no. Seguramente, habrán ido porque van a
traer cosas muy importantes también para sus provincias.
Creo que éste es un tema que sí genera división,
pero que hay que afrontarlo.
Perón decía que la única verdad es la realidad,
y la realidad es que hay jueces que ya han estado fallando a favor de
estas uniones de matrimonios de gays o de lesbianas.
Entonces, creo que el Congreso debe expedirse, y que es muy sano lo
que hoy está pasando en esta casa.
Seguramente, está todo bastante mezclado y habrá que esperar
que las aguas se calmen. La verdad que también hemos escuchado
algunos argumentos que realmente nos dejan absortos y sin capacidad
de reacción en el momento: por ejemplo, cuando se plantea qué
va a decir el niño adoptado que no pudo elegir que sus padres
fuera heterosexuales u homosexuales. Sin embargo, yo pregunto qué
podrían decir aquellos niños que son violados, maltratados
y ultrajados por padres heterosexuales.
Señor presidente: creo que este 14 de julio es un día
para que hablemos de muchas cosas y dejemos la hipocresía de
lado. No juzguemos con la misma vara a todos. Quiero dejar también
muy en claro que, como integrante del oficialismo, no he sido llevada
ni fui cómplice de ninguna de estas acciones. Así que
espero que sigamos en este clima maduro de discusión que hemos
llevado hasta este momento.
Sr. Presidente (Pampuro). – Ahora sí, tiene la palabra
la señora senadora Díaz.
Sra. Díaz. – Señor presidente: en primer lugar,
quiero decir que si vamos a rehuir el debate para que no haya tensión
o conflictos debemos cancelar la vida democrática porque de esto
se trata la democracia: de la tensión que surge de las diferentes
ideas. Luego jugarán las distintas relaciones de fuerzas para
que las mismas se diriman.
Todo lo que no cambia se estanca y muere. Afortunadamente, en estos
meses se ha librado una batalla ideológica que vino a conmover
las viejas estructuras de lo que se pensaba sobre el matrimonio, la
familia, la crianza.
Nadie puede negar a esta altura del debate que voló en mil pedazos
el sentido común sobre estas categorías humanas. Aun quienes
se aferran al orden establecido a cualquier costo no pueden ocultar
que lo diverso existe porque nos estalló en la cara. Y esto,
que ya de por sí constituye una victoria, es fruto de la lucha
de miles que se han organizado para avanzar sobre el oscurantismo, para
romper el techo del prejuicio.
Tampoco es obra del azar que hoy muchas senadoras puedan votar en este
recinto. Se lo debemos a las luchadoras feministas que durante la historia
de la humanidad han dejado sus vidas para que las mujeres votemos, compremos
al contado, ocupemos una banca.
Fueron combatidos durante siglos estos mismos argumentos que hoy se
escuchan contra el matrimonio igualitario, aplicado al género
femenino. El mero hecho de nacer mujer condenaba a un recorte de derechos
motivado por los cromosomas XX. Gracias al coraje del cambio hoy esto
nos resulta absurdo y arbitrario.
Como planteó el activista Pedro Zerolo, en la valentía
está el secreto de la libertad y de la igualdad.
Los avances sociales son imparables y desde Tierra del Fuego hemos acompañado
desde el principio esta lucha digna, tenaz e inteligente por la igualdad.
No está hoy en juego el poder económico que siempre enreda
las manos estatales.
¿Por qué, entonces, tanta inquietud con este proyecto
que modifica el Código Civil? Se trata de universalizar el derecho
a la obra social para los cónyuges; establecer un régimen
patrimonial; la protección de la seguridad social y de la infancia;
beneficios laborales, información y acompañamiento médico
y régimen de alimentos, entre otras necesidades básicas
de la familia humana.
Las leyes suelen ir detrás de los cambios. La discriminación
histórica de las minorías sexuales se corresponde con
esta ausencia y falta de reconocimiento en la legislación. De
aprobarse esta modificación, se podrá correr el umbral
de lo imaginable para generaciones nuevas que, al no ser heterosexuales,
siempre habían descartado la posibilidad de formar una familia
al amparo de lo permitido. No nos han votado para legislar únicamente
para heterosexuales. ¿Cómo es posible, entonces, discriminar
quién queda bajo la tutela estatal y quién no?
Estos avances en discusión hoy, tan intrínsecos de nuestra
concepción ideal de país, universalista, igualitaria,
parecen afectar al extremo el orden simbólico. Y en esto, influye
la peligrosidad del deseo ajeno. Como lo expresó una activista
cordobesa, “se oponen al placer, a la anticoncepción, al
aborto, al lesbianismo, a la homosexualidad, al travestismo, a la transgeneridad,
a la autonomía personal, a la diversidad humana, a la libertad
de expresión.
Fomentan la discriminación, la agresión que pesa sobre
lesbianas, travestis, transgéneros, transexuales, gays y que
muchas veces nos cuesta la vida. No hay libertad posible cuando el Estado
y los sectores de poder controlan aspectos tan elementales de las personas”.
No siempre fue así. En las sociedades originarias, no existía
el tabú del sexo, ni la homosexualidad era castigada tal como
sucedió luego en el mundo occidental. La española Casilda
Rodrigáñez explica cómo se establece que la única
sexualidad humana es coital y adulta, y que está vinculada a
la dominación del hombre sobre la mujer, y de ambos sobre las
criaturas. De hecho, se desvirtúa el concepto de sexualidad al
identificarla con genitalidad y/o, en menor medida ya, con la reproducción.
Como lo dijo Lawrence, el sexo no es más que tacto, el más
íntimo de todos los tactos. Y el tacto es ternura. El escritor
hablaba del coraje de la propia ternura cuando hoy se discute si un
grupo humano queda fuera, expulsado de la protección, de la legalidad,
lo que es, en cierta medida, una forma de la muerte.
Incluso, antes del capitalismo, existía el patriarcado definido,
por el instructivo antidiscriminación elaborado por el Area Queer
de la Universidad de Buenos Aires y otras organizaciones, como la ideología
que supone la continuación del poder del padre en la distribución
de roles sociales en el matrimonio y en la sociedad a partir de la desigualdad
de géneros; tiene una raíz económica que naturaliza
modos específicos de explotación y opresión. El
patriarcado resolvió la necesidad masculina de asegurar la descendencia
propia para resguardar el patrimonio económico y, de allí,
como garantía de fidelidad, surgió la salida práctica
del matrimonio, sin que a nadie se le ocurriera vincularlo con el paradigma
del amor romántico que sobrevendría años después.
Y todavía existen quienes se escudan detrás de la naturaleza
para justificar por qué se niega un paraguas de derechos a un
sector de la población en función de sus elecciones íntimas.
Hoy se nos propone una idea superadora de matrimonio que, al modificarlo,
también lo reivindica.
Hace 122 años, con la instauración del matrimonio civil,
en clara búsqueda de la inclusión de las minorías,
la Iglesia utilizó los mismos argumentos que en este momento,
tomando a la medida como el fin de la familia en contra del orden natural
con resultados funestos en la sociedad. No debería estar en discusión
lo religioso. Pero es válido recordar que existe en la Argentina
una división explícita entre Iglesia y Estado.
Si bien el artículo 2° de nuestra Constitución Nacional
reconoce el culto católico, apostólico y romano, no se
trata de una religión de estado y no todos deben profesarla.
No hay ningún tipo de unión moral entre el estado constitucional
de derecho y la religión católica que permita trasladar
los contenidos de dicha religión a la sociedad civil en términos
de regulación de derechos, sostuvo el doctor Andrés Gil
Domínguez en este palacio en la Comisión de Legislación
General.
Si la propia iglesia niega el matrimonio civil, ¿cómo
es que se puede desconocer una categoría y, a la vez, pretender
influir en ella? No mencionar esto sería obviar un elemento central
de la puja que se produce en esta jornada, siendo que la Iglesia Católica
no ocupa hoy una banca explícitamente, pero vaya si está
pesando en este recinto. Y bienvenida sea la discusión, porque
no son los fieles los que frenan los avances sociales: los y las creyentes
caminan un paso delante de la jerarquía, que se distancia de
la realidad cultural de nuestro pueblo. Como lo expresa una encuesta
del CONICET, nueve de cada diez personas en la
Argentina cree en Dios y la mayoría de ellas apoyan el divorcio
vincular, el aborto legal, la educación sexual, la existencia
de sacerdotisas y otras cuestiones que interpelan al mundo autorizado.
Incluso, varios sacerdotes han reivindicado que para Jesús, el
reino de misericordia, justicia e inclusión de los desplazados
de su pueblo estaba por encima de toda otra concepción y valores
culturales de su tiempo –la familia incluida– y se han preguntado
cómo podríamos considerarnos discípulos de Jesús
sin conmovernos con entrañas de misericordia ante los hermanos
y hermanas excluidos del camino de la vida y la igualdad ante la ley.
¿Podemos seguir de largo sin detenernos a escuchar lo que Dios
nos está queriendo decir a través de tantos y tantas que
se sienten explotados y deprimidos bajo un sistema discriminatorio?
Hoy existe una clara invitación a la convivencia con la diversidad,
con todos los colores del arco iris. Como expresa Diana Bellesi, decir
es un acto potente, crea o destruye mundos. Y no son estas unas palabras
hilvanadas para la ocasión. Nacen del profundo respeto por el
espíritu de lucha compartida con quienes han sufrido y aún
hoy sufren humillaciones, muerte, odio y silencio sobre sus vidas. Hoy
podemos descorrer los velos del miedo y de la ignorancia y permitir
que la realidad se imponga, que todas las familias cambien y mejoren.
Confío en que será este el día en la que podamos
crear un país un poco más justo.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora
senadora Corpacci.
Sra. Corpacci. – Señor presidente: en primer lugar, me
parece que es justo hacer un reconocimiento a la Comisión de
Legislación General, que ha recorrido el país para escuchar
todas las opiniones, tanto a favor como en contra de la aprobación
de este proyecto de ley. Quiero hacer también un reconocimiento
especial a aquellos grupos minoritarios que, haciendo un esfuerzo, fueron
capaces de salir a poner la cara y el pecho para defender lo que ellos
consideran un derecho que no les debe ser cercenado. A la vez, quiero
hacer hincapié fundamentalmente en los grupos minoritarios de
mi provincia, que es netamente católica y donde la marginación,
el ocultamiento y la negación de los grupos de gay y de lesbianas
son tremendos.
Se ha dicho acá que algunos estarán votando en contra
de sus convicciones, pero yo creo que eso no será así.
Creo que todos estamos poniendo sobre la mesa nuestras más profundas
convicciones y que, por eso, debemos ser respetados. Y sea cual sea
el resultado de esta votación final, que todos podamos seguir
en nuestras provincias recorriéndolas tranquilamente, que no
seamos sometidos a escraches, que no seamos discriminados por pensar
de una u otra manera.
No quiero dejar pasar el comentario de que, en nuestra provincia, el
señor obispo nos ha llamado, hemos conversado con él y,
si bien no le hemos expresado claramente cuál iba a ser la decisión
de nuestro voto, se nos ha tratado con respecto. Por supuesto que se
trató de inculcarnos las ideas de la Iglesia Católica,
pero siempre se lo hizo con respecto.
Hoy se está debatiendo un proyecto de ley que fue sancionado
en la Cámara de
Diputados y que lo que hace es extender la regulación del matrimonio
civil. Considero importante hacer hincapié en esto de “civil”,
porque no estamos regulando sobre un principio religioso, materia que,
por supuesto, no corresponde al Congreso y nunca se nos ocurriría
intervenir; queda en la conciencia, en la elección religiosa
de cada uno. Lo que hoy estamos haciendo es, simplemente, extender un
derecho como es el matrimonio civil para aquellas personas que quieren
ejercerlo, independientemente de su condición u orientación
sexual.
También escuché decir que no es un tema prioritario en
el interés de los argentinos.
La verdad es que, probablemente, para mí, heterosexual, que puedo
acceder a esos derechos, no sea prioritario. Sin embargo, para los grupos
minoritarios que hace años luchan por este derecho, sí
es prioritario. Además, lo cierto es que, desde hace algún
tiempo, algunos jueces están autorizando los matrimonios que
son una realidad en nuestro país, y estamos delegando de esa
manera una facultad que es del Poder Legislativo en el Poder Judicial.
Por eso, sí creo que es importante que hoy tratemos este proyecto
de ley.
Yo he escuchado, como seguramente lo han hecho todos los legisladores
aquí presentes, voces a favor y voces en contra. Entre las voces
que se oponen a este proyecto, escuché decir “unión
civil sí, matrimonio no”, dándole la oportunidad
de algo que dicen los equipara a los heterosexuales.
En mi concepción, nos equipararía si tanto los homosexuales
como los heterosexuales pudieran optar por la opción de qué
quieren, si quieren el matrimonio o quieren la unión civil, proyecto
que se ha intentado tratar varias veces y nunca ha prosperado y que
es una asignatura pendiente para este país.
Cuando dicen “matrimonio no”, se refieren a que el matrimonio
siempre fue entre un hombre y una mujer con un único fin: el
de concebir. La verdad es que si nos quedamos en que siempre fue y,
por lo tanto, siempre debe ser así, quedaríamos detenidos
en la historia, y hoy las mujeres estaríamos siendo consideradas
incapaces, como estaba en el Código Civil de Vélez Sarsfield
y, además, nuestros padres decidirían con quién
nos casamos y no tendríamos más derechos que aquellos
que nos quisiera conceder nuestro marido o nuestro padre, en caso de
ser solteras. Tampoco podríamos votar, y la verdad es que siempre
que uno intenta cambiar algo sale la teoría del caos, de lo terrible
que va a ser el cambio; y no es porque sí, es porque todo cambio
siempre genera cierta tensión, y no está mal. Hoy nos
parece natural que un negro se case con un blanco o que un judío
se case con un ario. Sin embargo, y aun luego de haberse legislado la
situación, pasó mucho tiempo para que la sociedad aceptara
que eso es normal.
También, se dice que no es natural la unión entre dos
hombres o entre dos mujeres.
Verdaderamente, creo que natural es lo que uno es. Y en aras de esa
naturalidad, se obligó a las personas que prefieren a otra del
mismo sexo a mentir y a ocultarse y, muchas veces, fueron castigadas
hasta por su propia familia, sometidas a tratamiento psicológico
o marginadas, solamente porque no podían ser normales dentro
de la normalidad de los, entre comillas, normales heterosexuales.
Por lo tanto, no me parece anormal desde el momento en que la Organización
Mundial de la Salud considera que la homosexualidad no es una enfermedad.
En consecuencia, los homosexuales no son anormales, son sanos y, por
consiguiente, no son insanos. Y en virtud de ese principio, tienen los
mismos derechos que cualquier otro ciudadano argentino, entre los cuales
se encuentra el del matrimonio. ¿Por qué los heterosexuales
pueden gozar del matrimonio y los homosexuales no?
También se hizo hincapié, creo que tratando de desviar
el eje de la cuestión, que es reconocer un derecho civil -como
es el matrimonio- que les es negado a los homsexuales, en la protección
de los menores. En ese sentido, se dice que todo niño tiene derecho
a un padre y a una madre. Verdaderamente, yo también aspiro,
deseo y sueño que todos los niños de mi país y
los del resto del mundo tengan un padre y una madre. Pero si vamos a
un estricto sentido de justicia, con ese criterio, no podría
una mujer sola adoptar un niño, al igual que un hombre solo.
Sin embargo, lo hacen.
El concepto de familia ha ido cambiando a lo largo del tiempo, y está
bien que así sea.
La senadora Fellner decía hace un rato que ella es el sostén
de su familia; o sea que habló de una familia monoparental. Yo
tengo una familia ensamblada, seguramente, como muchos de ustedes; y
otros tendrán una familia que se constituyó hace veinte
años y cuyos padre y madre tendrán la dicha de seguir
viviendo juntos. Pero cuando uno lleva a los chicos a la escuela, se
da cuenta de la realidad: que actualmente esas familias son las menos.
Asumir que la homosexualidad es una perversión, o que los homosexuales
son violentos o violadores y que, por lo tanto, constituyen un mal ejemplo
para nuestros niños, y que los niños estarían sometidos
a la condición de tener que aceptar un padre que no eligieron
es una falacia. Hay que considerar que cualquier niño que es
adoptado o que nace en un hogar, es adoptado o nace en el hogar que
le tocó. Ningún niño elige dónde nacer ni
quién lo adoptará, sino que somos los mayores los que
decidimos qué hogar le tocará, y somos los mayores los
que adoptamos al niño. Por lo tanto, creo que no hay que hacer
tanta polémica.
Aquí no estamos quitándole derechos a nadie, sino otorgándoles
derechos a los que no los tienen. Es un derecho que no cercena la libertad
de nadie, sino que, al contrario, le da libertad al que no la tiene.
Por ese motivo, yo adheriré al proyecto de ley que permite el
matrimonio entre personas del mismo sexo.
Para finalizar, quiero expresar que soy católica, que envío
a mi hija a un colegio católico y que espero -aspiro- que pueda
seguir concurriendo a ese mismo instituto; y que porque soy católica
y cristiana, adhiero profundamente a la fe religiosa y a los principios
fundamentales que, para mí, tiene el cristianismo, que son la
tolerancia, el amor al prójimo, la solidaridad y la protección
al desvalido.
Se ha dicho, también, que hay otra serie de iniciativas que son
importantes. Adhiero a eso. La tenencia compartida, la unión
civil, la situación de los hijos extramatrimoniales y la fertilización
asistida deben ser tratadas. Pero el hecho de que no se hayan tratado
no quiere decir que sea un impedimento para tratar y aprobar la iniciativa
que permite la unión entre personas del mismo sexo.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Basualdo.
Sr. Basualdo. – Señor presidente: como lo han hecho todos
los senadores preopinantes, quiero felicitar a la Comisión de
Legislación General, a los secretarios y a la gente de prensa
del Senado, que ha hecho grandes sacrificios para televisar todas las
reuniones.
Ver y escuchar las diferentes opiniones nos ha servido mucho, tanto
las que han sido a favor como las que estuvieron en contra. Realmente,
lo que hemos aprendido en estos cuarenta y cinco días nos ha
sido de gran ayuda. He tenido la oportunidad de leer varias versiones
taquigráficas, y esto me ha permitido abrir los ojos respecto
de ambas posturas.
¿Qué pretendo decir como resumen de todo lo que he visto
y leído sobre el tema? Al hablar del matrimonio, una de las cosas
fundamentales vinculadas con él es la posibilidad de la procreación.
Hoy, se habla de matrimonios teóricamente del mismo sexo, que
no van a poder procrear. Es decir que se trata de algo totalmente diferente.
Y las cosas diferentes hay que tratarlas diferente. Si se quiere tratar
igual lo que es diferente, se discrimina.
Sí reconozco que hay que legislar sobre diversos temas como lo
hereditario, lo impositivo, la cobertura médica, etcétera.
Lo podremos llamar unión civil, convivencia o cualquier otro
nombre, pero el matrimonio es algo diferente. Y no se puede hoy decir
que todo es lo mismo. Si así fuera, mañana, van a venir
los musulmanes a decir que la religión les permite casarse con
cinco mujeres y, si no pueden hacerlo, se los estará discriminando.
Entonces, los vamos a incluir dentro del matrimonio. Y en igual sentido,
mañana vendrá una mujer que dirá que quiere casarse
con cuatro hombres y, si no se le permite, dirá que se la discrimina,
porque hay hombres a los que se los deja casarse con cinco mujeres.
También eso se va a colocar dentro del matrimonio. Pero el matrimonio
es algo diferente. Es para procrear esencialmente. En el caso en consideración,
no pueden procrear. Entonces, es diferente. Y debe ser tratado en forma
diferente.
Una persona con capacidades diferentes tiene que utilizar una rampa.
Pero si se considera que todos necesitan una rampa, a la otra persona
no le sirve. Y si no se le da una rampa a nadie, tampoco sirve a los
que tienen capacidades diferentes.
Muchos de los senadores son abogados. Pero si ustedes se quieren inscribir
en el
Consejo de Ciencias Económicas, no lo pueden hacer porque no
son profesionales en ciencias económicas. Deben estar dentro
del foro de abogados porque son distintos. Eso no es discriminación
para nadie.
Trabajemos sobre una norma que prevea la unión civil o la convivencia,
pero no hablemos de matrimonio porque es algo diferente.
Si se quiere algo igual para todos, se va a discriminar. Y si se quiere
ampliar el matrimonio para que sea para cualquier cosa, no le va a servir
absolutamente a nadie.
Hay varios proyectos presentados y si, por equis motivos, no se puede
aprobar ninguno, dejemos expresado nuestro compromiso para trabajar
en lo que hace a las cuestiones hereditarias, impositivas y todos aquellos
beneficios de los que gozan los demás, salvo en lo que hace al
matrimonio y a la adopción porque, en este último caso,
un hombre solo o una mujer sola pueden adoptar.
Reitero: trabajemos sobre el tema jurídico a efectos de darles
esos derechos.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Guastavino.
Sr. Guastavino. – Señor presidente: voy a ser muy breve,
atento a la cantidad de oradores que todavía tienen que hacer
uso de la palabra, por lo cual le pido permiso para insertar mi discurso
y, además, porque me he sentido absolutamente representado en
las exposiciones que han hecho algunos de mis pares defendiendo el proyecto
que yo también, obviamente, voy a apoyar, que es el de matrimonio
civil para personas del mismo sexo y que fue sancionado en la Cámara
de Diputados. Quería hacer uso de la palabra, fundamentalmente,
para adelantar mi voto positivo a dicho proyecto.
Decía que hubo senadores que han hecho uso de la palabra por
los cuales me sentí representado, sobre todo, la miembro informante
del proyecto: la senadora Fellner, por Jujuy, y el senador por Córdoba;
pero, en realidad, también me he sentido representado por otros
senadores que han dado fundamentos y argumentos que son absolutamente
compartidos.
No quiero ser repetitivo. Simplemente, voy decir que estoy absolutamente
convencido de apoyar este proyecto de ley sustentado en convicciones
muy fuertes que tienen que ver con razones humanitarias, ideológicas,
jurídicas y constitucionales.
En lo que quiero hacer más hincapié –aunque repito
que voy a ser breve– es en las razones humanitarias, en el sentido
de que cuesta mucho creer que se encuentren argumentos para no reconocer
una realidad que es tangible, que es palpable; una realidad que vemos
todos los días, que la venimos viendo desde hace mucho tiempo
y que, por distintas razones, ya sea por formación, por origen
o por prejuicios de todo tipo, hicimos la visita al costado.
Me parece muy difícil no darnos cuenta de que hay un sector de
la sociedad –como algunos dicen, una minoría– que
está clamando por derechos; que está clamando por igualdad;
que por mucho tiempo ha sido invisible y discriminada, y sigue siendo
discriminada; que por mucho tiempo necesitó ocultarse para no
sufrir el dolor, la opresión, el agravio, la falta de respeto,
la falta de consideración y la falta de comprensión.
A mí me parece que cuando se trata de reconocer derechos, hay
que reconocerlos en plenitud y no hay que encontrar ni atajos ni salidas
intermedias: o se los reconoce o no se los reconoce. Y, en este sentido,
para uno que forma parte de una generación que, inclusive, tiene
origen cristiano; para uno que hizo la opción por el peronismo
desde el cristianismo; para uno que forma parte de la década
del 70 y siempre luchó en contra de las desigualdades, esta que
estamos viviendo hoy es una desigualdad manifiesta ante la ley. Eso
está claro y concreto, y creo que, en esto, todos hemos coincidido.
Entonces, me parece que, en este sentido, no hay que darle demasiadas
vueltas a las cosas: se los tenemos que reconocer en plenitud. Por eso,
mi voto será absolutamente afirmativo al proyecto de ley que
le reconoce en plenitud los derechos a este sector que los viene reclamando.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora
senadora Meabe.
Sra. Meabe. – Señor presidente: trataré de ser muy
breve porque comparto muchas de las apreciaciones vertidas ya por los
señores senadores y, a mérito de no ser repetitiva, evitaré
reiterarlas.
De todas maneras, quiero hacer una mención especial y un agradecimiento
especial a
la Comisión de Legislación General, a la senadora Negre
de Alonso, porque sé el sacrificio que le ha costado recorrer
varias provincias. Lamentablemente, por falta de tiempo no ha podido
ir a otras que, también, quisieron estar presentes en esta ronda
de conversaciones.
Soy senadora de la Nación, representante de la provincia de Corrientes.
Mi vida política allí es lo suficientemente larga como
para que todos o la gran mayoría de mis comprovincianos me conozcan
y sepan cuáles son mis creencias y cuáles son mis valores.
En todos y cada uno de los discursos que he pronunciado a lo largo de
toda mi carrera
y, fundamentalmente, el año pasado, cuando hube de presentarme
en elecciones para acceder a esta banca de senadora, siempre he invocado
a Dios y a la providencia divina, que son quienes me indican el camino
a seguir.
En consecuencia, creo en la existencia de un orden natural, orden éste
que he podido palpar a lo largo de años que he vivido en el campo,
en contacto permanente con la naturaleza, que es la que me mostró
día a día y me consustanció con ella para hacerme
ver las cosas que Dios puso en nuestro camino y de qué formas.
Ese orden natural, me indica que no todo es lo mismo. Existen diferencias
entre un
macho y una hembra. Lo digo así porque soy campiniña,
me crié en el campo, y siempre he mirado las cosas de esa manera.
Un macho y una hembra, que se traduce en la sociedad ciudadana como
un hombre y una mujer o un varón y una mujer, y que la familia
entendida como célula básica de la sociedad, que a pesar
de todos los pesares, todavía subsiste en nuestros días,
es la unión de un hombre y una mujer que tienen una idea común,
un deseo común y un proyecto común, que es la procreación
de la especie, y que lógicamente se completa con la llegada de
los hijos.
Yo tengo maternidad responsable. Soy madre, soy abuela y, fundamentalmente,
tengo
el suficiente cariño como para prohijar a muchísimos chicos,
madres y también familias
enteras, porque entiendo que es una de las vocaciones políticas
que debemos tener los que transitamos estos caminos: compartir, prohijar
y expandir lo que nosotros tenemos para que también los otros
puedan absorber.
Quiero decir, también, que he estado en muchas de las audiencias
públicas, como la
que se realizó en mi provincia, en la capital de Corrientes,
en las que he escuchado muchas historias, testimonios personales con
los cuales me he consustanciado, viendo sobre todo el sufrimiento que
conllevan muchas de las situaciones de las que se dieron testimonio
en estas audiencias de muchos gays y muchas lesbianas.
Sin embargo, creo que, como legisladores, debemos legislar no para casos
individuales sino teniendo en vista el interés general de la
Nación. Debemos dejar de lado fundamentaciones particulares y
afectivas y mirar el bien común. Con ello, no considero que se
esté discriminando, ya que la igualdad de derechos no significa
unificación o uniformidad de derechos. No se puede igualar aquello
que no es igual. No se puede igualar, señor presidente, lo que
no es igual.
Además, esta supuesta igualación traería aparejada
la afectación de derechos a terceros. Al posibilitar la adopción
de menores a parejas del mismo sexo, ¿no estaremos afectando
los derechos de los niños? Los niños sí tienen
derechos a ser criados por un hombre y una mujer, y formar así
su personalidad en la diversidad que ello trae aparejado. Hombres que
cumplen su función de padres y forman a sus hijos; mujeres que
cumplen su función de madres y educan a sus hijos. Son dos cosas
distintas. El padre forma, la madre educa. No sé si todos los
padres y todas las madres saben apreciar la diferencia.
De todas maneras, y para cumplir con lo que adelanté, tratando
de ser lo más breve posible, quiero decir que la gran mayoría
del pueblo de mi provincia se ha manifestado en contra de este proyecto
de ley que ha venido de la Cámara de Diputados. Y estoy convencida
de que la misma realidad se presenta a lo largo y a lo ancho de todo
el país.
Por eso, señor presidente, desde una visión teológica,
antropológica, jurídica y cultural adelanto mi voto en
contra de la aprobación de este proyecto de ley.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Alfredo Martínez.
Sr. Martínez (A.A.). – Señor presidente: lo primero
que a uno se le viene a la cabeza en un día como el de hoy son
tres palabras: igualdad, libertad y fraternidad. Muchos años
atrás, una revolución muy importante fue la que llevó
a que estos tres conceptos comenzaran a tener el tratamiento en la sociedad
para los sectores populares y no sólo para la aristocracia. Por
ello, creo que es un buen día para tratar este asunto en consideración.
Cuando uno analiza y se basa en lo vinculado con el orden natural, cabe
destacar que
hubo muchos momentos en los cuales la sociedad tuvo determinado tipo
de restricciones que luego fueron superándose, como la inclusión
de la mujer en el sistema activo de la vida política a través
del derecho al voto, de elegir su propio destino, de estudiar. Sin duda,
fueron luchas muy duras respecto de la cuestión de género.
De la misma manera, hubo muchos grupos minoritarios que también
debieron llevar adelante grandes luchas para llegar a obtener la igualdad.
Una de ellas fue, por ejemplo, contra el Apartheid. En efecto, hubo
una serie de procesos que por distinciones de sexo, color u origen no
se equiparaban los derechos de unos y de otros.
Ahora bien, quiero rescatar el trabajo realizado por la Comisión.
Sin ser miembro de ella, recibí en forma permanente –y
debo agradecérselo a su presidenta– cada una de las versiones
taquigráficas que se fueron recogiendo no sólo aquí,
sino también en las reuniones realizadas en el interior. Debo
decirle a la senadora, con honestidad, que no pude leerlo todo; eso
se lo puedo asegurar. En los largos viajes que tengo a mi provincia,
especialmente, en las esperas hasta que Aerolíneas me sube al
avión, son tres o cuatro horas en las que siempre he llevado
alguno de estos borradores para poder ir avanzando.
Quiero rescatar esto, sabiendo inclusive desde el primer momento cuál
era la posición de la senadora, que nunca lo ocultó. Eso
es saludable que así sea. Ella tuvo la amplitud de convocar y
dejar participar a gente que pensaba absolutamente distinto y eso es
digno de destacar.
Sostener la existencia de una ley moral natural supone, de alguna manera,
colonizar todas las culturas del pensamiento occidental. Este es un
concepto que, por lo menos, yo lo tengo muy arraigado. Estoy convencido
de que cualquiera tiene derecho de pensar que una ley natural existe
y que regula su moral, su comportamiento tanto individual como familiar,
inclusive, en el tema del matrimonio. Sin embargo, considero que eso
está reservado a los ámbitos confesionales, no así
al ámbito civil, que es el que nos atañe como legisladores
y respecto del cual debemos superar las visiones particulares que tengamos
para poder avanzar en ese sentido.
Cuando uno ve cómo ha ido avanzando la sociedad, cómo
el concepto de familia ha ido cambiando, si uno se retrotrae a determinados
momentos, ve que el concepto de familia
no tiene tantos años. Inclusive, las familias, antes, se constituían
no con el onsentimiento de ambas partes, sino que se lo hacía
hasta por conveniencias comerciales o patrimoniales. Hubo épocas
en las cuales los hijos no eran criados por los padres. Por ejemplo,
en Latinoamérica, es conocido, a través de la historia,
el caso de aquellas indias o negras que fueron amas de pecho Después,
hubo una teoría que decía que eso les transmitía
a los chicos algunos genes que no eran saludables y por eso dejaron
de hacerlo. Fueron cuestiones culturales las que modificaron el concepto
de la familia y de cómo criar a los hijos. Y esto es lo que,
hoy, también estamos viviendo.
Por otro lado, no estamos discutiendo si otras formas de vida familiar
y afectiva son posibles. Existen y las tenemos adelante de nosotros,
son realidades. Convalidar el matrimonio entre personas de igual sexo,
en definitiva, blanquea una situación existente. No es que con
este proyecto de ley estemos incentivando o generando la posibilidad
de que eso ocurra.
Recuerdo lo que fue el debate de la ley de divorcio; fue un debate que
también tuvo características parecidas a éstas,
en donde las confesiones intervinieron fuertemente; recuerdo la oposición
que había en ese momento por parte de éstas. Esa avalancha
de divorcios que se esperaba, que iba a atestar los registros civiles,
no ocurrió. Lo que hizo fue blanquear una situación de
hecho, de aquellos que pudieron regularizar una situación y convivir
de la manera que habían reconocido y entendido.
Cuando planteamos el tema de los hijos e hijas, de cómo es el
mecanismo de la adopción, de cómo puede o no influir en
una persona, la senadora, que no está aquí en estos momentos,
clarificó muy bien que no son los chicos los que eligen, sino
que la responsabilidad es de los mayores con respecto no solamente al
tema de la adopción, sino también a la procreación,
a cada una de las cosas que estamos llevando adelante.
Existen hoy situaciones, respecto de las cuales hemos escuchado algún
testimonio, donde parejas heterosexuales se separan y luego, por esas
cosas de la vida, alguno de los miembros decide llevar una vida homosexual.
Tienen sus hijos, tienen que criarlos y lo hacen en función de
esta nueva realidad, de esta nueva forma de familia que han llevado
adelante.
El 30 por ciento de las familias que hoy tenemos en el país están
encabezadas por mujeres, son familias monoparentales –como se
denominan hoy–. La mujer sola, con sus hijos, llevando adelante
esa responsabilidad, y cuando tiene un hijo varón no significa
que este hijo será homosexual; si lo trata como a un hombre va
a criarse como un hombre, si tiene referencias en la sociedad de lo
que es la imagen masculina y femenina. Eso lo ve en forma permanente.
Además, cuando uno analiza que el 97 por ciento de homosexuales
–gays, lesbianas,
etcétera– provienen de matrimonios heterosexuales, con
ese criterio, deberíamos prohibir el matrimonio entre heterosexuales
para que no ocurran estas cosas.
Realmente, creo que en esto se trata de una cuestión de decisiones,
de elecciones que
tienen que ver con igualdad, libertad y fraternidad –lo que decíamos
antes–. Creo que tienen que tener los mismos derechos. Y cuando
uno habla de los mismos derechos, en esto no comparto la idea de que
haya dos institutos. Desde la parte civil estoy hablando. El de las
confesiones va por otro lado, no es un tema que hoy esté en debate.
Creo que tener igualdad de derechos significa tener el mismo instituto.
Es decir, si
existe el matrimonio debe ser para hétero y para homosexuales,
y si tenemos que hablar de otra figura, de otro instituto, pues tendríamos
que estar pensando en derogar del Código Civil la figura del
matrimonio. Es decir, tiene que haber un solo instituto, de acuerdo
con la concepción que uno tiene. Por supuesto, respeto a aquellos
que tienen otra posición. Esto lo hemos visto.
Por otra parte, rescato también las palabras que decía
el senador Cimadevilla, cuando en nuestros bloques se dieron debates
interesantes, intensos con respecto a este tema, porque hay distintas
posiciones. Lo bueno de esto es que pudimos avanzar en el respeto del
que piensa distinto; en que hay momentos en que se plantean cuestiones
que no tienen que ver con la política partidaria sino con otras
cosas, como lo denominamos a veces, con cuestiones de conciencia.
Yo pienso que esto tiene mucho que ver con los derechos humanos. Lo
que tenemos que hacer hoy es legislar para una minoría. Cuando
uno legisla para una minoría, lo debe hacer sabiendo y siendo
consciente de que habrá una mayoría que puede no estar
de acuerdo.
Pero creo que tenemos la obligación, como legisladores, de poder
dar los mismos derechos.
Para igualar, hay que igualar en positivo, hacia arriba; nunca igualar
para abajo.
Esa es una de las razones más importantes que, en mi caso personal,
me llevaron a identificarme con este proyecto y a avanzar, independientemente
de que, después, en el tratamiento en particular –esto
lo hará el senador Morales– hay cuatro o cinco artículos
en los cuales vamos a proponer algunas modificaciones. Pero que no van
a la esencia y al corazón del proyecto sino que, en definitiva,
pensamos que es una manera de emprolijarlo, de acuerdo con nuestro criterio.
Cuando uno legisla en este sentido, no puede avanzar diciendo: “Bueno,
te doy algo para que vos puedas ir avanzando”. Cuando uno trata
de igualar derechos, debe ser en su totalidad, porque hacerlo en forma
parcial, en definitiva, no es hacerlo. Creo que esto es así.
Tomando las palabras y lo que dijo en su momento el diputado Ricardo
Gil Lavedra, él expresó que una de las cosas más
importantes que hace este proyecto es realizar una clara interpretación
del artículo 19 de nuestra Constitución nacional, que
es el que habla del concepto de la autonomía, autonomía
para buscar la diversidad en preferencias, valores, principios e ideas,
y no en la uniformidad. Creo que lo más importante en lo que
estamos avanzando nosotros es en eso.
Hemos escuchado fundamentalismos que no ayudan absolutamente a nada,
porque lo importante es poder debatir sobre lo que es el fondo de la
cuestión. Creo que en esto todos debemos hacer el esfuerzo para
no caer en esos fundamentalismos.
Yo soy un hombre católico, no practicante, pero cristiano. Me
he casado y tengo hijos que están bautizados. Sin embargo, me
he sentido avergonzado de las palabras de quien tendría que ser
mi pastor, o sea, monseñor Bergoglio. Me parece que plantear
que la envidia del demonio es la que quiere destruir a Dios y la que
está dentro de este proyecto de ley, no corresponde a lo que
tendría que ser un evangelizador. De la misma manera, he escuchado
desde el otro sector posiciones también fundamentalistas, que
considero que no ayudan para poder debatir esta cuestión.
Así que, intentando estar desprejuiciado de todo lo que es una
cultura, que también la tengo –sin ningún tipo de
dudas–, creo que este es un paso muy grande en la igualación
de derechos para un sector de minoría, que en nuestro país
estaba requiriendo este tipo de legislación. Me parece que, de
esta manera, vamos a establecer un avance al votar a favor del derecho
a ser diferente que pueden tener los otros. Realmente, me parece que
este es un paso muy importante que podemos dar en un sistema democrático.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Pérsico.
Sr. Pérsico. – Señor presidente: me voy a expresar
para adelantar mi voto en contra de la sanción que viene en revisión
de la Cámara de Diputados con relación al matrimonio entre
personas del mismo sexo.
Luego de escuchar muchos discursos, quiero compartir la exposición
del señor senador Jenefes, porque me siento bastante identificado
con lo que él ha expresado.
Estoy de acuerdo con las minorías, con su cultura, con sus hábitos,
con su forma de ser y de pensar. También estoy de acuerdo en
la no discriminación, que consiste en aceptar la diversidad.
Pero también estoy de acuerdo en que el matrimonio es una institución
de nuestra
República que siempre, desde la Constitución, el Código
Civil y las leyes internacionales, ha respetado la heterosexualidad,
o sea, al hombre y a la mujer, como base fundamental de lasociedad.
Esto no implica –y me parece mal que se así se entienda–
que uno discrimine. Las uniones del matrimonio son diferentes a las
del mismo sexo; y debe ser aclarado de esa forma.
Quiero aprovechar esta exposición, también, para aclarar
varias cosas. En estos días, se ha señalado en los medios
–yo lo he escuchado– que uno no tenía clara la posición.
Sin embargo, desde el primer momento, yo he hablado con distintos sectores
del pueblo de San Luis, al cual represento –en su gran mayoría,
respeta el matrimonio como la diversidad del hombre y la mujer–,
y me he manifestado respetando esa posición. Lo he dicho en todos
los medios. Jamás he dicho nada en contrario. Por eso me sorprendió
cuando vi algunas publicaciones en medios nacionales. Pero no me voy
a poner en contra de éstos ni a discutir al respecto.
Y tampoco hubo presiones. Creo que todos los bloques han actuado con
madurez y otorgando libertad a cada senador para que exprese sus sentimientos,
sus pensamientos y los de su pueblo, a fin de que cada uno vote de acuerdo
con sus ideales. Es muy importante dejar esto aclarado, porque he escuchado
muchas cosas que no son ciertas. Creo que a nadie de aquí lo
han obligado a subirse a un avión ni a nada. Aquí hubo
libertad de expresión.
Por eso, hice mías las palabras del señor senador Jenefes,
porque también me siento bastante incómodo votando un
pensamiento distinto del de la mayoría de mis compañeros
de bloque. Entiendo su postura y espero que ellos comprendan la mía.
Creo que ambas posiciones están muy cerca y, tal vez, un diálogo
o un debate podrían permitir, en el futuro, solucionar con una
ley este tema.
Considero que ha sido muy positivo debatir este asunto, dado que las
personas que tienen unión en el mismo sexo deben tener la posibilidad
de avanzar sobre una norma que las ampare. Han logrado establecer un
debate en la sociedad argentina que siempre fue muy difícil,
por problemas culturales e históricos, pero se ha avanzado bastante.
Por eso expreso todo mi respeto hacia esos sectores.
Pero también, creo –y son mis convicciones familiares,
de mi crianza y también
educativas– que la familia está formada, por naturaleza,
por un hombre y una mujer. La familia está basada en la reproducción
de sus hijos. Y creo que nosotros, como legisladores, debemos respetar
fuertemente esa cuestión de Estado, en el sentido de reafirmarla.
También respetar todo lo demás, pero no podemos dejar
de lado muchas cosas.
Uno ya no tiene miedo, como político, de escuchar cosas –como
decía– extremistas o fundamentalistas. Pero me parece que
no son buenas para estos debates. He escuchado de familias violadoras,
etcétera, y la verdad es que, en la realidad, hay de todo. En
la diversidad, hay de todo.
Yo creo que quienes legislamos tenemos que hacer normas para que el
ser humano, que es un ser imperfecto, pueda mejorar, cambiar y tener
una mejor calidad de vida. Es lamentable que un matrimonio heterosexual
abandone a sus hijos o que los niños, a veces, no sean respetados
en sus derechos. Pero nosotros, como políticos, tenemos que batallar
para que esa realidad mejore y que nuestros niños crezcan con
la posibilidad de vivir mejor.
Hay una cuestión que no hace a esta norma –yo no sabía
si instalarla o no–, como es la adopción, pero creo que
está relacionada con la posibilidad de que se apruebe esta iniciativa.
Y desde mi punto de vista –lo quiero dejar claro, acá-,
la familia, el padre y la madre son generalmente quienes dan la mejor
contención a los niños, quienes necesitan de las figuras
parentales para identificarse.
Pero, más allá de eso, según la experiencia que
uno ha tenido con sus padres, abuelos, con sus hijos, esa simbiosis,
ese afecto que se establece entre la madre y su hijo al amamantarlo,
al criarlo, al haberlo tenido nueve meses en su vientre –es algo
que los hombres no podemos sentir–, hace que no haya igualdad
en algunas cosas. Son diferentes y las tenemos que tratar así,
sin faltarle el respeto a nadie. Creo que esas cosas hay que profundizarlas.
Hay que tratar de que todos tengan las mismas posibilidades.
Hay muchas madres solteras, muchas separadas; y yo digo que para separase,
hay que tener mucha madurez, responsabilidad, igual que para otros temas.
Pero sabemos que hay una realidad en el país. Por ahí,
no son el mejor mecanismo de contención social de los niños
y jóvenes; y eso se puede ver después, en la realidad
que vivimos.
Por lo expuesto, quiero expresar mi respeto y las disculpas que puedan
merecer los
compañeros de bloque, que han visto que no los acompaño.
Creo que es la primera vez que procedo de este modo. Pero lo hago por
mis convicciones, por acompañar a la gran mayoría del
pueblo de San Luis, que me ha expresado su posición. También
les digo que respeto su postura y que sería muy positivo que,
en un futuro, superemos esto.
Creo que esto implica un cambio cultural que no se puede hacer en un
mes o en un año. Es un cambio cultural que necesita de nosotros
un tiempo de maduración. De todos modos, pienso que el debate
se ha dado; se ha llevado a todo el país por parte de la Comisión
y se ha puesto en la primera página de todos los medios, más
allá de que algunos han sido fundamentalistas y me han hecho
sentir mal, porque yo digo que, en democracia, tenemos que saber pensar
diferente. Y cuando alguien piensa diferente, creo que antes de demonizarlo
o asegurar que no es bueno, tenemos que encontrar algún término
medio.
No sé cuál será el resultado hoy, pero yo estoy
expresando mi posición, el deseo de poder armar una iniciativa
que contenga y otorgue los derechos que se merecen los matrimonios de
personas del mismo sexo. Pero también, estoy manifestando la
diferencia entre estos y los matrimonios entre personas que no son del
mismo sexo. Me parecen dos cosas totalmente distintas.
Eso no implica que uno no les quiera dar afecto; a mí, inclusive,
me tocó convivir con ellos; tener amigos con parejas homosexuales,
que me parecen brillantes; conocer que hay cosas buenas y malas en los
dos sistemas.
Pero la Constitución y los tratados internacionales de Derechos
Humanos dicen que la familia es la unión del esposo y de la esposa,
de la mujer y del hombre; es la base social fundamental y, sin discriminar
a nadie, habría que tomarla como núcleo de nuestro Estado,
tal como ha sido hasta ahora en la Argentina. Desde esa posición,
y respetando las contrarias, pidiendo disculpas al gobierno nacional
por no estar de acuerdo en este tema, voy a votar en contra del proyecto
que viene de la Cámara de Diputados.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el senador Banicevich.
Sr. Banicevich. – Señor presidente: a veces, los momentos
históricos llegan de una forma imposible de detener. Y este es
el caso del matrimonio igualitario, señor presidente. No podemos
detener lo que a gritos se ha impuesto; la igualdad de oportunidades
en las uniones de pareja en la Argentina no pueden ser esquivadas por
más tiempo en su tratamiento.
Varios sectores de la sociedad de nuestro país han sufrido durante
años discriminaciones que estaban basadas en el prejuicio, en
el concepto colonial de supremacía, en el desconocimiento de
los derechos de las minorías, simplemente porque eran minorías.
Y nosotros, como peronistas, podemos decir que fuimos víctimas
de este concepto de discriminación. Al comienzo de nuestra vida
política, fuimos los cabezas negras; luego, fuimos tildados de
patoteros, vagos y no sé qué más. Posteriormente,
a algunos inocentes los tildaron como culpables diciendo que “algo
habrán hecho” y pagaron con su vidas y con sus desapariciones.
Y así fuimos transcurriendo nuestra vida como movimiento organizado,
siendo discriminados por los sectores poderosos de la Argentina, aquellos
que se jactaban de “pertenecer”, como si solamente un sector
tuviera pertenencia a un todo.
Nos castigaron, nos separaron, nos encarcelaron por pensar distinto.
Nos menoscabaron, nos prohibieron por las dudas. No podemos olvidar
nuestros orígenes. No podemos olvidar, no debemos olvidar, que
cuando nos discriminaron, nos negaron nuestros derechos. No podemos
avanzar en la misma línea de aquellos que nos quitaron la posibilidad
de ser iguales a todos. Porque todos somos iguales, aunque a algunos
les duela o les cueste admitirlo.
Y hoy, estamos en una situación que nos obliga a ejercer la memoria.
Millones de argentinos y argentinas están reclamando un derecho
que no tienen: el derecho a amarse legalmente. Y ese derecho al amor
legal debe ser cubierto por las figuras que la ley tiene para todos
los que hasta ahora pueden amarse de esa forma. Y no importa el sexo
de quienes se aman, porque el amor nos iguala, el amor nos debe unir,
no desunir.
El proyecto de ley que estamos tratando y que llega en revisión
de la Cámara de Diputados tiene la posibilidad de unirnos. No
importa cuál sea nuestra elección sexual, simplemente
porque la elección sexual es individual, es personal. Lo que
sí nos debe importar es el concepto de la igualdad ante la ley.
Y ejerciendo la memoria a la que aludí en un principio, debemos
unirnos y no separarnos. Por eso, ante la posibilidad de reparar derechos
postergados, como hombre de la democracia, como peronista, no puedo
hacer otra cosa que apoyar el proyecto de ley en revisión, que
hace que todos seamos iguales.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Cano.
Sr. Cano. – Señor presidente: en primer lugar, quiero decir
que, en todo este tiempo, he podido encontrar que, más allá
de las posiciones con respecto al tema que hoy se está tratando,
hay una coincidencia absoluta en que nuestro ordenamiento jurídico
no puede desconocer, bajo ningún punto de vista, que existen
uniones de hecho de parejas homosexuales.
Y creo que es importante resaltar eso, porque está enmarcando
la convicción que tenemos quienes pensamos en la alternativa
distinta de que, efectivamente, el Estado tiene que garantizar derechos.
Esa es una primera reflexión que me parece importante destacar,
para que no caigamos en la demonización, ni de un lado ni del
otro, de quienes tienen una mirada diferente con respecto a este tema.
En segundo lugar, quiero hacer referencia a algo que a mí me
parece que debería ser un hecho a imitar, cual es que este Senado
se ha impuesto las fechas del 6 y 14 de julio para emitir dictamen y
para debatir este tema que, con toda honestidad, digo que no creo que
sea el asunto central de debate en la Argentina. Creo sí que
es un tema importante que afecta a un sector y hay que darle el tratamiento
que se merece, pero observo que, desde sectores del oficialismo, puntualmente,
desde el matrimonio Kirchner, este tema no se milita desde la convicción;
y digo esto porque se ha tenido una mayoría absoluta prácticamente
durante seis años en ambas Cámaras, se han propiciado
normas que han avanzado sobre las autonomías provinciales, han
propiciado normas que han quitado facultades al Congreso de la Nación,
pero jamás han avanzado en una iniciativa de esta naturaleza,
que si lo hubiesen hecho desde la convicción, seguramente, esto
ya sería ley.
Por otro lado, cuando se habla del progresismo, de la libertad de conciencia
y de las individualidades, me parece que hay hechos que nosotros no
podemos soslayar o pasar por alto.
Hay una situación que me moviliza y que, reitero, no puedo pasar
por alto: un senador de mi provincia, que era vicepresidente de la Comisión
de Legislación General, tuvo que renunciar a esa Comisión
por no firmar el dictamen que el oficialismo propiciaba. Por lo tanto,
considero que no se puede plantear el progresismo, la libertad, la igualdad
cuando un senador tiene que renunciar a una Comisión por no estar
de acuerdo con el dictamen que propicia la mayoría del bloque
oficialista. Es un hecho grave que los senadores tengamos que renunciar
a las comisiones por nuestras posiciones en virtud de casi más
de veinticinco años de democracia en la Argentina.
Es importante remarcar esto, porque la Comisión de Legislación
General ha escuchado las diferentes opiniones de los representantes
de las provincias de la Argentina con tolerancia y con respecto. La
verdad es que en la audiencia en donde me tocó participar, he
visto mucha tolerancia y mucho respeto, tanto para los que pensaban
de una manera como para los que lo hacían de otra.
Pero todo ese trabajo que hizo la Comisión de Legislación
General diría que ha sido en vano, porque en esta sesión,
hoy, no se está debatiendo ni está plasmado lo que muchos
sectores de la sociedad argentina aceptan y habían planteado
como una alternativa, que es la unión civil. Me parece que, en
primer lugar, el pleno debería haber decidido si se habilitaba
el tratamiento de ese dictamen o no.
Yo no soy de plantear cuestiones de privilegio. En mi provincia, me
tocó batallar contra el oficialismo en una absoluta situación
de desigualdad y nunca lo he hecho, pero tampoco le voy a tolerar al
senador Pichetto que califique de tramposos a quienes han emitido una
opinión en el dictamen de unión civil, que lleva la firma
de nueve senadores, inclusive algunas en disidencia, porque desde el
radicalismo, nosotros íbamos a plantear en el recinto la eliminación
de dos artículos de la iniciativa –24 y 17–, porque
se compatibilizaron cinco proyectos para tener un dictamen en este recinto.
Entonces, uno es ingenuo y firma cualquier cosa o es tramposo; y la
verdad es que yo no me considero tramposo; soy muy frontal y no voy
a permitir que nadie me tilde y me califique por haber expresado mi
opinión al haber firmado un dictamen.
Y esos procedimientos no hablan muy bien de la manera en que llegamos
a este recinto a debatir este tema. Porque los mismos plazos autoimpuestos
por este Senado, también, deberían valer para autoimponerlos
sobre un montón de temas que no se debaten aquí y que
son aquellos que forman parte de la agenda política o de la agenda
de la gente en la Argentina.
Señor presidente: sí estamos de acuerdo en que el ordenamiento
jurídico no puede soslayar derechos, sí estamos de acuerdo
en que hay elementos que desde el análisis nos hacen tener la
absoluta convicción de que no estamos generando ningún
hecho de discriminación. Quien habla ha sido presidente de la
Comisión de Derechos Humanos en la provincia de Tucumán,
y la verdad es que cuando hubo hechos graves de discriminación,
que inclusive tomaron estado público en el ámbito nacional,
no lo vi al INADI ni a ningún militante de estos que hablan de
progresismo y demás, solidarizarse, por ejemplo, con los menores
en conflicto con la ley, que en Tucumán comían en jaulas,
como los animales. Eso lo denuncié públicamente y fue
lo que llevó a cerrar ese instituto.
Por mi posición política, jamás votaré una
norma que genere discriminación, porque me avalan mi militancia
y trayectoria. Cuando uno analiza el tema, observa que en Francia
-la cuna de las libertades-, un país al que muchas veces tomamos
como ejemplo, inclusive quienes militan en organismos de Derechos Humanos,
existe el Pacto Civil de Solidaridad y del Concubinato; y que no se
produce discriminación.
En ese sentido, el senador Juez hizo referencia a un fallo reciente
de la Corte Europea de Derechos Humanos, fuente de inspiración
de muchas asociaciones de derechos de los homosexuales. Al respecto,
basta con retrotraerse a la prensa de aproximadamente tres años
atrás para advertir que siempre militaron por la unión
civil, como, por ejemplo, la Comunidad Homosexual Argentina.
En consecuencia, considero que si hubiésemos tenido la convicción
de no fragmentar ni dividir a la sociedad argentina y de plantear lo
que recién manifestaba el senador Pérsico, en el sentido
de que el Senado estaba dispuesto a aprobar una iniciativa que diera
respuestas y que no vulnerara ni conculcara derechos -que es la que
solicita la Comunidad Homosexual Argentina desde siempre-, sería
absolutamente innecesario el enfrentamiento y la descalificación,
sin importar de dónde provengan. Sin embargo, en éste
como en muchos otros temas, se busca dividir y fragmentar a la sociedad
argentina.
Asimismo, analicé, observé y escuché apreciaciones
de diversa naturaleza en cuanto a que en el interior la gente, mayoritariamente,
está en contra porque son sociedades conservadoras y porque la
Iglesia Católica tiene mucha influencia. Puntualmente, esa cuestión
fue comentada en la audiencia realizada en Tucumán. Sin embargo,
en mi provincia, quien es gobernador por segundo período consecutivo,
no es católico y, a pesar de ello, obtuvo el acompañamiento
de más del 75 por ciento de los tucumanos.
Por ello, ante el planteo de un esquema de conservadores -o trogloditas-
o progresistas, sería bueno que todos nos hagamos cargo de nuestros
errores y analicemos efectivamente cuáles son las banderas del
progresismo, en un país donde hay 14 millones de pobres, donde
basta con hacer una cuadra para ver por la noche cómo la gente
duerme en la calle, donde hay 4 millones de argentinos que tienen un
salario de menos de 900 pesos por mes y donde hay provincias -como las
del NOA y NEA- en las que más del 40 por ciento de su población
vive por debajo de la línea de pobreza.
La respuesta a ese interrogante deberían darla los partidos políticos,
entre los cuales, obviamente, incluyo al mío y asumo que tuvimos
responsabilidades de gobierno. Sin embargo, ni de un sector ni de otro
se supo dar una respuesta.
En consecuencia, sería bueno que discutamos, reitero, qué
significa ser progresista.
Progresista implica generar las condiciones desde el Estado para la
movilidad social; para la igualdad de oportunidades; para que quien
tiene la oportunidad de estudiar en un colegio privado -porque su padre
lo puede pagar- no tenga una calidad educativa diferente en relación
con quien estudia en una escuela pública; para que no haya jubilados
-como en Tucumán- que desde hace cinco años marchan todos
los miércoles en reclamo de la movilidad y la porcentualidad
que les corresponde.
Entonces, debemos hacernos cargo de lo que significa ser progresista,
porque aquí, en nombre del progresismo, se le ha recriminado
a quien no está a favor de aprobar una norma que, lógicamente,
generará acciones de inconstitucionalidad.
Ya se dijo que esta iniciativa tiene errores secundarios. En ese sentido,
cuando se pergeña o se sanciona un proyecto de ley, no debe tener
errores secundarios ni primarios, sino que debe ser una norma que no
genere acciones de inconstitucionalidad.
Sin embargo, claramente, esta iniciativa tiene artículos que
serán cuestionados por inconstitucionales. ¿De qué
manera puede suponerse, en el caso de que se casen dos mujeres, que
tendrán un hijo matrimonial, cuando la primera condición
que se requiere para que exista la especie humana es un óvulo
y un espermatozoide? Además, en cuanto al padre biológico,
el de la identidad es un derecho humano fundamental.
Como dije, algunos artículos de este proyecto son inconstitucionales,
porque generan discriminación hacia el matrimonio heterosexual.
Seguramente que es muy difícil, por más buena voluntad
que se tenga, equiparar a este nuevo instituto todo el ordenamiento
jurídico del Código Civil vinculado con el matrimonio
heterosexual y, en consecuencia, se generarán acciones de inconstitucionalidad,
porque sinceramente no se busca resolver el problema.
Se ha utilizado la militancia de las asociaciones que luchan por la
cuestión de género y de igualdad para dirimir una cuestión
entre el kirchnerismo y la Iglesia a raíz de las posturas públicas
que ésta ha tenido con relación a la situación
nacional. Pelea en la cual el cuerpo no debería estar involucrado.
Puesto en valor, señor presidente, me parece que hay que ser
muy cuidadoso cuando se emiten opiniones con respecto a la gente del
interior y de lo que se vive en las provincias.
Para algunos, aparentemente, es malo tener valores culturales y el concepto
de familia, que es anterior a la religión, o el concepto de las
tradiciones de lo que somos como sociedad. Para algunos, parece que
es malo tener valores religiosos, ser católico o musulmán.
Uno puede compartir o no las posturas, pero no puede calificar que en
la provincia de
Tucumán se hayan movilizado cuarenta y cinco mil personas para
defender valores.
¿Por qué tener una mirada peyorativa con relación
a lo que opina la gente si, de hecho, un país se construye con
la diversidad, no demonizando a quien piensa distinto y entendiendo
que hay valores arraigados en lo que somos como sociedad y que son muy
difíciles de vencer?
Cuando Juez hace referencia al planteo de dos homosexuales que pretendían
casarse en Austria en 2002 y apelan a todas las instancias judiciales
de ese país, que desestimó el pedido, y finalmente van
a la Corte Europea de Derechos Humanos –fuente de inspiración
de todas estas asociaciones–, esta determinó, en un reciente
fallo de hace veinte días, que no existe –creo que al senador
Juez le tradujeron mal el fallo– la obligatoriedad de los Estados
de equiparar el matrimonio heterosexual con el homosexual. No genera
discriminación ni vulneración de derechos lo que tenga
que ver con la vida privada o la familia.
Entonces, hay que decir las cosas como son. Nadie está en contra
de dar derechos a quienes deciden desde el amor conformar una unión
o un vínculo, ya que es una decisión libre que debe ser
respetada por todos. Sin embargo, había soluciones que no iban
a dividir ni a fragmentar a la sociedad argentina, como lamentablemente
ha ocurrido.
Reitero que hay ejemplos como los de Francia, a la que muchas veces
se utiliza como ejemplo para destacar lo que significan las libertades.
Sin embargo, en 1999, ellos sancionaron una ley que avala la unión
civil de personas del mismo sexo.
Tengo militancia y tengo trayectoria en la defensa de las libertades
y no voy a permitir que se califique de retrógrados o de no progresistas
a aquellos que tenemos una mirada distinta con relación a cómo
resolver esta situación. No voy a aceptar que se diga que
se perjudica a una minoría y que el Senado de la Nación
y el poder político le deben dar una respuesta.
Obviamente, hay quienes creemos que la familia, los valores culturales
y la unión de un hombre y una mujer son sustancialmente distintos
a la unión de dos hombres o de dos
mujeres. No quiero calificarlos. No diré si son mejores o son
peores. Son distintos. Pero
cuando hay situaciones diferentes, el ordenamiento jurídico debió
ser otro.
Lamento que en el Senado, en nombre de la libertad, el progresismo y
la democracia,
hoy no se pueda debatir el proyecto de unión civil, que también
reflejaba lo que pensaba un amplio sector de la sociedad argentina.
Y esto no se pudo hacer por un artilugio o una maniobra que, a lo mejor,
es legal o no. Sin embargo, debería haberse discutido en este
recinto.
Reitero que me parece grave que un senador haya tenido que renunciar
a una
Comisión por no firmar el dictamen que propiciaba el oficialismo.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Torres.
Sr. Torres. – Señor presidente: quiero adelantar mi voto
positivo a la sanción de la Cámara de Diputados y anticipar
que voy a solicitar la inserción de mi discurso, dado que no
habrá tiempo para expresar los conceptos que hubiese querido.
Creo que esta discusión en este Senado y en la sociedad argentina
no es el primer debate que se da con estas características. Aristóbulo
del Valle y Derqui fueron quienes defendieron el matrimonio civil a
fines del siglo XIX; en contra, y con argumentos muy parecidos a los
que dan los fundamentalistas, actuaban los senadores Pizarro y Funes.
El mismo debate, y con las mismas amenazas de pecados, incluso con marchas
en Plaza de
Mayo con la virgen María encabezadas por un obispo, fue el que
se dio con el divorcio vincular durante el gobierno de Raúl Alfonsín;
y hoy nos toca hablar del matrimonio de personas de un mismo sexo.
Yo respeto las voluntades y los votos de cada senador o de cada legislador
que le tocó votar en la Cámara de Diputados; lo que no
acepto es la discriminación que se da en muchas partes de la
sociedad y, en algunos casos, la que visiblemente se dio en este recinto.
El eje de mi discurso va a ser, fundamentalmente, tratar de reivindicar
que acá la única diferencia que existe con los gays es
que ellos tienen menos derechos que nosotros. No existe otra diferencia
que sea de una importancia colectiva o que tenga algo que ver exclusivamente
con la vida privada de ellos.
En este sentido, señor presidente, es muy importante saber cómo
se constituyó nuestra historia, conocer la base de la civilización
occidental a través de los filósofos griegos, lo que pasó
en la cultura romana. Platón, Aristóteles y Sócrates
eran homosexuales. Julio César y Adriano, que consolidaron el
Imperio Romano, eran homosexuales; y también Alejandro Magno.
No sé si aquellos que dicen que esto no es un problema político
sino un atentado contra los planes de Dios cuando van al Vaticano y
ven las obras que están en la Capilla
Sixtina saben que fueron hechas por un homosexual, señor presidente.
Justamente, ese pensamiento único, mientras se hacían
estas obras, mientras muchos homosexuales en la historia de la humanidad
enriquecieron las artes, la cultura y la escritura...
Recordemos tantos premios Nobel que fueron dados a reconocidos homosexuales.
Pensemos en los músicos.
¿Qué hubiese pasado si hubiesen tenido éxito las
campañas que tuvieron los regímenes totalitarios que han
exterminado a millones de homosexuales solamente por su preferencia
sexual, o la propia Inquisición, que no solamente se encargó
de perseguir y de exterminar a los homosexuales en Europa sino en todas
las tierras conquistadas en su
momento?
Conocer la historia y saber que Abraham Lincoln era bisexual. Podemos
hablar de
Walt Whitman, de Oscar Wilde, de Luis Cernuda, de Tchaikovsky, el autor
de El cascanueces, de El lago de los cisnes, del Concierto N° 1
para piano; de Lawrence de Arabia; de André Gide; de Vicente
Alexander; de Federico García Lorca; de Thomas Mann; de José
Montero, el primer cura español que reconoció su homosexualidad
abiertamente. En cuanto a lesbianas, puedo mencionar a Sor Juana Inés
de la Cruz; a Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura; a Florence
Nightingale; a Alejandra Pizarnik; a Cristina de Suecia, la reina; a
Chavela Vargas; a Virginia Woolf; a Esther Tusquets; a Cristina Peri;
a Greta Garbo; a Juana de Arco; a Eva Brunne, primera obispa de la religión
oficial de Suecia, que reconoció y asumió su homosexualidad
y pidió que no se hiciera ningún tipo de diferencia con
respecto a sus orientaciones sexuales. Yo creo que es natural, porque
no sólo esta variación sexual se da en los seres humanos…
Me pide una aclaración la señora senadora. La concedo,
pero que tengan en cuenta mi
tiempo.
Sr. Presidente (Pampuro). – Para una interrupción, tiene
la palabra la señora senadora Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Le quería preguntar al senador
cuál es la fuente de información sobre Sor Juana Inés
de la Cruz, porque es la primera vez que lo escucho.
Sr. Torres. – Internet.
Sra. Negre de Alonso. – Ah, Internet, bueno. Gracias.
Sr. Torres. – Y hay muchos más nombres.
Sr. Presidente (Pampuro). – Pare un momentito. (Risas.)
Sr. Torres. – No hay que asustarse.
Por eso decía que es algo natural, porque la misma variación
sexual que se da en los seres humanos se da en el reino vegetal y en
el reino animal. Por eso, con todo respecto lo digo, lo que planteaba
la senadora Meabe no es tan así en los animales con relación
a macho y hembra.
En efecto, según estudios científicos, hay 1.500 especies
que tienen comportamientos homosexuales y en 400 especies se han comprobado
actos homosexuales, desde animales más evolucionados a animales
más primitivos, incluso aves. Hay estudios que indican que hay
un 8 por ciento de homosexuales en majadas de ovejas y carneros. Este
tipo de variación sexual que se da en los seres humanos también
existe en simios, elefantes, bisontes, pingüinos –que tienen
un alto índice de homosexualidad–, leones y en algunas
variedades de hienas.
Incluso, hay una anécdota muy simpática de una experiencia
científica con un par de pingüinos homosexuales. Trataron
de separarlos juntándolos con otras hembras, pero no dio resultado.
Esta pareja de pingüinos, en determinado momento, empezó
a empollar una piedra semejante a un huevo. Los científicos sacaron
la piedra y la cambiaron por un huevo fértil de pingüino.
De ese huevo nació una pingüinita. Este par de pingüinos
homosexuales la criaron hasta que llegó a su edad adulta y se
independizó. Esta variación sexual es una realidad en
los animales. Es natural.
En las plantas, también, se da el mismo caso. Existen plantas
hermafroditas. La mayoría de ellas tienen flores hermafroditas.
Además, existen plantas que se denominan pistilo monoicas, como
en el caso del maíz, que tiene una flor macho y una flor hembra,
que
se fecundan en el penacho, arriba, que es la flor masculina, y después
se forman los granos, que es la flor femenina.
Existen además plantas heterosexuales; plantas machos y plantas
hembras, como por ejemplo el mamón, que para poder fecundarse
y desarrollar el fruto tiene que haber tanta cantidad de plantas hembras
por una planta macho. Naturalidad.
Por lo tanto, la misma variación que se da en los seres humanos
se da en los vegetales
y en los animales. La diferencia es que los animales, en este caso,
no hacen ningún tipo de diferencia, como tampoco lo hicieron
culturas primitivas o civilizaciones muy avanzadas, como los aztecas,
incas, griegos, romanos. No hacían ningún tipo de discriminación
con la práctica de la homosexualidad.
También tengo fundamentos cristianos. Yo soy un cristiano. A
mí me enseñaron que
Dios es amor y que hay dos cosas en las que el hombre nunca se equivoca:
en el amor,
cuando ama, y cuando perdona. Son dos cosas en las que el ser humano
nunca se va a
equivocar. Y en este mundo tan conflictivo, que se condenen las expresiones
de amor, me parece un despropósito. Dicen que hay mucha crispación.
Dentro de poco, creo que por el resfriado de cualquiera, la culpa la
va a tener el matrimonio Kirchner.
En este tema, salvo la excepción del senador Martínez,
que se manifestó con toda su
honestidad, todos los otros, los que generaron la crispación,
eludieron la responsabilidad de decir quiénes estuvieron generando
este tipo de crispación y a quiénes estuvieron acusando
de que acá se está planteando una guerra entre Dios y
el demonio; y quiénes son los demonios y quiénes representan
a Dios.
En esto tenemos que ser claros, señor presidente, porque...
Sr. Presidente (Pampuro). – Por favor, vaya redondeando, señor
senador.
Sr. Torres. – Sí, yo voy a pedir la tolerancia que tuvieron
algunos…
Sr. Presidente (Pampuro). – Usted iba a insertar.
Sr. Torres. – Pero quiero terminar. Voy a finalizar diciendo:
“El amor es sufrido y bondadoso, el amor no es celoso, no se vanagloria,
no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses,
no se siente provocado, no lleva cuenta del daño, no se regocija
por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas
las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta; el
amor nunca falla”. 1ra. Corintios, 13:4-8.
Por eso, señor presidente, creo que también voto contra
la hipocresía social. No hace
mucho tiempo, con todo su derecho, Florencia de la V, una artista, y
un modisto famoso
como Piazza se casaron. Todos los medios de comunicación –revistas
y televisión– cubrieron los casamientos, entre comillas,
de estas personas. Me parece bien; tienen el derecho de hacer lo que
quieran. Lo que sí me parece una hipocresía es que todos
los que hoy están hablando en contra de este tema no criticaron
esos casamientos, por ser personas famosas. Es como si Dios tuviese
el amor para algunas personas que son famosas –una tolerancia–
y para las personas comunes, que quieren vivir plenamente su amor, tuviese
otra concepción.
Planteo lo mismo para lo expresado aquí, cuando la senadora se
asombraba de la educación sexual. Implícitamente, hizo
una discriminación cuando dijo: ahora tenemos que enseñar
también que hay homosexuales, lesbianas, transexuales; ¿cómo
se le va a enseñar a un chico estas cosas? Entonces, yo me pregunto:
no enseñar ¿no es un acto de discriminación?
Sra. Negre de Alonso. – Pido la palabra para una interrupción.
Sr. Presidente (Pampuro). – La senadora Negre de Alonso le pide
una interrupción.
Sr. Torres. – Ya termino.
Sra. Escudero. – Fue aludida.
Sr. Torres. – Bueno, pero que se compute el tiempo.
Sr. Presidente (Pampuro). – Se lo computo.
Para una interrupción, tiene la palabra la señora senadora
Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Quiero hacer una aclaración. No
he discriminado. Creo que estas quince o diecisiete audiencias que hemos
tenido han sido la prueba mayor de que no he discriminado y de que me
he callado la boca cuando me faltaron el respeto y me insultaron porque,
en efecto, me han discriminado a mí por mis creencias religiosas.
Al revés. Yo lo que dije es que el impacto de esta iniciativa
–a mi criterio y en forma
personal– era que, de ahora en más, como de lo que se habla
no es de que nacemos hombre y mujer sino que construimos el sexo, entonces,
deberemos, de aquí en adelante –que no es discriminar,
sino un dato objetivo, pues mostré el manual del Ministerio de
Educación–, enseñar que el sexo se construye y que,
por consiguiente, podemos ser lesbianas, bisexuales, gays u homosexuales,
además de varón o mujer. Antes enseñábamos
que éramos varón o mujer, ahora no. Ese es un dato de
la realidad. No estoy discriminando ni nada. Estoy diciendo lo que dice
el manual, nada más. Por eso quería hacer la aclaración.
No estoy discriminando. Si hay una persona que, muy por el contrario,
no ha discriminado y ha soportado muchas humillaciones he sido yo.
Sr. Torres. – Con respecto a la adopción, señor
presidente, creo que es mucho más
importante la adopción que el matrimonio en sí mismo.
El matrimonio es una decisión que toman dos personas y la adopción
es un acto inconmensurable de amor, donde dos personas deciden transformarse
en padres y darle un contenido de amor a un chico abandonado. Para mí,
eso no tiene valor, porque si hay un chico que puede ser adoptado por
una pareja gay es porque hay una familia heterosexual que ha fallado.
Y si hay preocupación por la adopción es porque hay chicos
en estas situaciones.
– Ocupa la presidencia el señor vicepresidente del H. Senado,
senador
Juan C. Marino.
Sr. Torres. – Personalmente, sin ánimo de ofender a la
Iglesia, porque estuve con el obispo de mi provincia en la Pastoral
Social y se han comportado con una respetuosidad
extraordinaria que debo destacar, entre mandar a un chico huérfano
a una institución como la
Fundación Felices los Niños o darlo a una pareja homosexual,
yo se lo doy a una pareja
homosexual.
Quiero terminar mi discurso con este cierre que dice: Y si quieres una
inscripción para
leerla al alba y a la noche, para el placer o para el dolor, escribe
en la pared de tu casa, en
letras que el sol dore y la luna argente, “Lo que le ocurre a
otros, me ocurre a mí”. Y si
alguien te preguntase qué puede querer decir esa inscripción,
respóndele que quiere decir el
corazón del señor Jesucristo y el cerebro de Shakespeare.
Esto lo escribió Oscar Wilde.
Estas palabras se las quiero dedicar a una amiga personal, casi una
hermana, que se
llama Elvira, que tiene un hijo que es igual que todos nosotros. Ella
ni él tienen la culpa de
que los seres humanos seamos tan fríos para discriminarlo como
lo hemos discriminado a él y
a la gente que tiene otras preferencias sexuales y que trabajan conmigo.
El día que
aprendamos a amar, seguramente que este tipo de discusión va
a ser una cuestión secundaria,
mientras tanto tenemos que aprender a ser mejores seres humanos.
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra la señora senadora
Osuna.
Sra. Osuna. – Señor presidente: en primer lugar, quiero
hacer una ratificación casi necesaria;
estamos dando un debate estrictamente político en el más
cabal sentido de la palabra. Y lo
estamos dando porque estamos cuestionando atribuciones básicas
del estado de Derecho y del
sistema democrático. El debate y el abordaje que aquí
nos anima de ningún modo pretende
llevarnos, al menos esa es la intención de quien habla, a analizar
principios morales o
religiosos. Estamos hablando de derechos, de la responsabilidad del
sistema democrático con
relación a las minorías. Estamos planteándonos
la responsabilidad que tiene la democracia
con esas minorías discriminadas. De eso se trata y ese es el
sentido que nos convoca a
analizar la reforma del Código Civil.
También, quiero plantear cuestiones que, si bien han sido dichas,
considero necesario
enfatizar y ratificar. Por un lado, con relación al matrimonio:
es un contrato entre
particulares; lo fue antes de que la religión lo adoptara y lo
es ahora después de las
modificaciones que tuvo la ley civil que nos rige a los argentinos.
El matrimonio civil es el único que tiene efectos jurídicos;
y por ello, las parejas que
eligen casarse por Iglesia también deciden hacerlo ante los registros
civiles constituidos en
nuestro país. El reclamo que las minorías con identidad
sexual diferente nos han hecho y
vienen realizando en nuestro país son merecedoras de nuestra
atención, y que esa atención no
sea únicamente una consideración bondadosa o una especulación
sino que, efectivamente,
nuestra consideración fructifique en normas que en definitiva
den respuesta a esos reclamos.
Porque los legisladores hoy vamos atrás de las respuestas que
los ciudadanos, además de
reclamarnos a nosotros, han reclamado por distintas vías a la
Justicia y que, en algunos casos,
han conseguido.
Pero también acá se ha planteado que no todos están
en las mismas condiciones. No
todos tienen conocimientos, recursos o accesibilidad para poder disponer
de esa vía de resolución de sus problemas. Aquí
estamos, y somos nosotros los que tenemos que atender
esta cuestión.
Por otra parte, tenemos que hacerlo porque, indudablemente –acá
ha sido dicho, pero
lo quiero enfatizar– hay una situación de absoluta injusticia
y discriminación. Hay una
situación de desigualdad ante la ley, y no hay razones valederas
efectivas para que no demos
una respuesta. Además, no debemos demorar en darla.
Efectivamente, el Senado ha abordado con responsabilidad el tratamiento
de esta
norma y creo que estamos a la puerta. También creo que, en este
paso que vamos a dar, hay
algunas otras cuestiones que indudablemente tendremos que resolver,
y nuevas normas que
harán al sostenimiento de esta propuesta. Pero eso de ningún
modo obsta a que nosotros no
decidamos hoy respaldar el proyecto que estamos considerando.
Se ha planteado en algunos casos que la palabra matrimonio, que viene
de mater, que
significa madre, constituye de algún modo una razón lingüística
o de fundamento de tipo
etimológico que limitaría la posibilidad de que quienes
tienen una identidad homosexual
accedan al matrimonio. Y la verdad es que matrimonio viene de mater,
efectivamente, pero
viene de monium, que significa gravamen, y que definía la mayor
carga que llevaba la mujer,
según la idea de matrimonio que tenían los antiguos.
También se ha planteado que, si nos rigiéramos por la
etimología, lo cierto es que la
institución jurídica del patrimonio alcanzaría
exclusivamente a los varones, porque proviene
de pater. Y así, ad infinitum, podríamos argumentar razones
etimológicas que no hacen más
que justificar lo injustificable.
Cuando planteamos que efectivamente estamos en situación de atender
a las minorías,
estamos frente a un desafío y a una responsabilidad que nos interpela
severamente. Hay
quienes plantearon en algún momento que una posibilidad de resolver
indudablemente un
debate sensible que nuestra comunidad tiene es recurrir a una consulta
popular. Pero cuando
hablamos de derechos, cuando hablamos de inequidades y de injusticias
y de que quienes nos
están reclamando se encuentran en una situación de desigualdad,
estamos vinculando ese
fundamento o esa decisión que debemos tomar con una respuesta
directamente ligada a los
derechos humanos ausentes en el goce de la comunidad que nos reclama.
O de la minoría que
nos reclama.
Yo tengo muy presente que hace algunos años, en oportunidad de
producirse el
aniversario de la matanza de los Padres Palotinos, la propia comunidad
de la parroquia de San
Patricio formuló un material, un documento o un cuadernillo para
que circulara por las
escuelas de esta ciudad y de la provincia de Buenos Aires. Dicho cuadernillo,
en definitiva, lo
que planteaba era que los derechos humanos son universales y que exceden
el ámbito de una
religión determinada. Creo que ese recordatorio es oportuno traerlo
hoy a este recinto.
Por otra parte, quiero preguntar por qué razón –más
bien es una reflexión– muchos de
los que están aquí han planteado –y yo también
lo quiero plantear– que tienen una formación
cristiana, que comulgan con la fe católica y que creen firmemente
en la familia, como bien
describiera al inicio de esta sesión la senadora Fellner. Y me
respondo que, seguramente, esa
afirmación que hacemos los que desde el catolicismo en este recinto
nos planteamos dar una
respuesta positiva al proyecto, lo hacemos desde la convicción
de que si hay una forma
hermosa, comprometida y sincera de responder a los principios de nuestra
fe, es justamente
extendiéndole la mano a los humillados. ¿Y quiénes
más humillados que aquellos que han
sido calificados como desviados, como enfermos, como incorrectos, como
pasibles de
perdón, de mejoras, de correcciones o de educaciones que los
saquen del camino equivocado?
Por eso, si hay una responsabilidad principal que tenemos quienes elegimos
la política
–y que tiene la política como acción humana–
es justamente saldar las injusticias que ocurren en nuestro pueblo;
y eso es lo que en definitiva estamos haciendo al sancionar esta norma.
Y
me siento con la autoridad para dar este paso. Siento que debemos darlo.
Este ámbito tiene
autoridad para dar el debate. Y lo digo porque también he escuchado
algunas voces que han
planteado –lo escuché en mi provincia– cuestionamientos
en esa dirección. Yo apelo, como
política, a que decidamos y no esperemos a dar este paso. Ayer
hemos tenido una
manifestación de un conjunto numeroso de personas –ha sucedido
también en otros lugares–
y de sacerdotes que se han sentido con el derecho, que efectivamente
tienen, de decirnos,
reclamarnos y plantearnos lo que ellos creen.
Eso, además, a mí me da derecho a pedir, desde mi banca,
una reciprocidad para que
se expresen por la situación de Von Wernicke, por la situación
del obispo Storni. ¿Qué
consideran? ¿Qué piensan? ¿Qué posición
tienen a ese respecto? ¿Qué planteos tienen frente
a los fallos que los han condenado? Quiero que lo hagan saber a nuestra
comunidad. Y siento,
señor presidente, que la decisión que tomemos hoy no va
a agotar el tema de las
desigualdades y de las inequidades de la Argentina. Por supuesto que
no. Hay muchísimo que
hacer. Pero también siento que es necesario valorar una realidad
de hombres y de mujeres
que, asumiendo su identidad, nos reclaman que son iguales que nosotros,
nos reclaman que,
en ese sentido, esa igualdad debe manifestarse ante la ley.
Y también quiero tener presentes, además de a todos esos
reconocidos homosexuales
que aportaron a la historia, a la ciencia y a las artes, a los ignotos,
a los que han sufrido, a los
entrerrianos que han tenido que venirse a vivir a Buenos Aires casi
a escondidas por
vergüenza, por no tener soporte que los respalde; a las madres
que han descubierto en sus
hijos, con dolor, la presión cultural que significa el reconocer
una identidad sexual diferente.
Quiero tenerlos presente porque vale la pena.
Ha planteado el senador Jenefes una cuestión con respecto al
Tribunal Europeo de
Derechos Humanos frente a un caso, el de Alan Cobb. En ese sentido,
es importante dejar en
claro la interpretación sobre ese fallo. Ese Tribunal ha decidido
que cada estado legisle sobre
la cuestión, que era expresamente un reclamo por la posibilidad
de acceder a matrimonio por
parte de dos personas homosexuales. El Tribunal ha planteado que el
tema debe ser decidido
por cada estado, pero dejó expresamente sentado que los congresos
de cada país europeo
deben tener legislación compatible con las situaciones, que permitan
a parejas homosexuales
el derecho a gozar de una vida familiar.
Dicho esto, señor presidente, ratifico mi voto positivo.
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra la senadora González
de Duhalde.
Sra. González de Duhalde. – Señor presidente: yo
iba a encarar el tema desde el punto de
vista del orden natural. Ahora, el senador Torres ha desbaratado mi
teoría, después de su
extensa participación.
Mientras nosotros tratamos de hablar de este tema, de ponernos de acuerdo
o no,
afuera, un grupo de mujeres que estaba rezando el Rosario era atacada
con huevos, por la
intolerancia. Estamos en un ámbito de cada vez mayor intolerancia.
No es la primera vez que
este imitador de Maquiavelo que tenemos en el gobierno nos pone en situaciones
extremas en
temas que no son poco importantes; son muy importantes, pero no son
urgentes. Lo mismo
nos pasó con la discusión y la pelea personal del gobierno
con Clarín. Ahora se trata de la
pelea personal del gobierno con la Iglesia. Y la verdad es que yo no
quiero mirar esto desde
el punto de vista religioso, pero creo sinceramente que estamos dejando
de analizar un tema
que es trascendente para la sociedad argentina porque nos apuran, porque
nos han puesto una
fecha determinada para el tratamiento y no han dejado avanzar otras
posibilidades, como
podría haber sido la unión civil. Pero así estamos,
y hoy estamos considerando este tema.
Creemos que podemos legislar de cualquier manera porque verdaderamente
las leyes son construcciones culturales. ¿Por qué no tenemos
aceptada la poligamia? ¿Por qué no
aceptamos el adulterio? Si esto es en son de aceptar, aceptemos todo
lo que venga. Pero no es
así: la ley se asienta en construcciones culturales, que son
las que instalan las mayorías de
cada pueblo, no las minorías. Por eso el adulterio, las relaciones
entre padres e hijos, la
poligamia, no son aceptadas por nuestra sociedad.
Se habló hasta el cansancio de la discriminación. No tenemos
que discriminar. Por
supuesto que no tenemos que discriminar la elección sexual de
un hombre o de una mujer;
por supuesto que no. La homosexualidad es más vieja que el mundo,
pero ahora estamos
hablando de otras cosas. Estamos hablando del matrimonio, que es algo
muy diferente.
En aras de preocuparnos por la discriminación, ¿por qué
no nos preocupamos por toda
la gente que está durmiendo por acá, por los alrededores?
En las puertas de la ex Caja de
Ahorro se encuentra una señora con un niñito, a los que
no he logrado sacar de ahí. Nadie nos
atiende y con estos días de frío están durmiendo
ahí, lo mismo que le pasa a un montón de
personas. Pero eso no importa.
No importa lo que me pasó el lunes en Moreno, donde ante un grupo
de 60 ó 70
mujeres les pedí que levantaran la mano aquellas que no percibían
el ingreso universal por la
niñez. ¡Treinta y dos mujeres levantaron sus manos! ¿El
derecho universal por la niñez? ¡No
importa!
No importa que los jubilados ganen un sueldo de hambre; esos son temas
menores.
Ocupémonos de esto, que es importante y urgente. Porque es importante
para el gobierno
envolvernos o, por lo menos, intentar distraernos de los verdaderos
temas que deben
preocupar a la sociedad. Entonces, en lugar de hacer lo mismo que en
los países serios, donde
se toman dos, tres y hasta cuatro años para debatir estos temas,
lo sacamos a las apuradas,
tratando de que coincida lo más posible con la semana del orgullo
gay. Y aclaro que no tengo
ningún problema con los homosexuales: tengo amigos y familiares
homosexuales y no tengo
problema con ellos. Pero aquí estamos hablando de otra cosa.
Gobernar es fijar prioridades y la prioridad es garantizar los derechos
básicos de los
ciudadanos a comer, a vestirse, a educarse. La señora senadora
Díaz decía que la sociedad
acepta la educación sexual. ¡Chocolate por la noticia!
Ahora bien, lo que no puede aceptar,
porque para eso previamente se debe discutir en la sociedad, que ya
en los libros de
educación de los chicos aparezca lo que aparece, porque eso puede
suceder cuando realmente
la sociedad discutió y aceptó mayoritariamente que eso
es lo que queremos. Porque si no lo
ensamblamos en un proyecto de nación seguimos divagando. Hoy
es el matrimonio
homosexual, mañana es otra cosa, porque no tenemos proyecto de
país y son cientos de horas
las que perdemos acá sin ocuparnos seriamente de los temas de
la gente.
En el Senado se ha votado dictamen mayoritario por el INDEC, por el
82 por ciento
móvil. Vamos avanzando en algunos puntos. Ahora, el gobierno
ha manifestado que el 82 por
ciento no se puede dar; mientras tanto, se roban todo lo que pueden
y la gente sigue sin tener
garantizados sus derechos. El día que la Argentina garantice
todos los derechos humanos
básicos, podremos plantearnos como sociedad los derechos de los
homosexuales.
Yo estaba de acuerdo y hubiera acompañado la unión civil,
de la misma manera que
creo habría que garantizársela a hermanos que conviven
hasta el final de su vida, en donde
uno muere y el otro queda en la calle, por ejemplo, aunque no haya relación
sexual. Pero a los
peronistas que nombraron tanto a Perón y a Evita debo decirles
que si Evita viviera no
tendríamos la cantidad de instituciones que hoy tenemos llenas
de chicos abandonados por
cuestiones sociales, por cuestiones penales; se hubiera enojado ante
esa situación y la hubiera
resuelto.
Entonces, los países que se toman la libertad de declarar el
matrimonio homosexual no tienen chicos para adoptar; nosotros sí.
Y ellos van a venir a llevarse a nuestros chicos.
Cuidado, porque somos responsables de lo que aquí salga, de lo
que aquí suceda a partir de
esta ley. Pero los peronistas…
Sr. Presidente (Marino). – Senadora Duhalde, la senadora Parrilli…
Sra. Duhalde. – No, no le doy interrupción.
A los peronistas quiero decirles que si no lo leyeron, lean El Proyecto
Nacional, lean
el testamento que nos dejó el general Perón para comprender
que por lo menos estamos
faltando a nuestros principios doctrinarios.
Perón decía: …la familia es, en última instancia,
el tránsito espiritual imprescindible
entre lo individual y lo comunitario. Una doble permeabilidad se verifica
entre familia y
comunidad nacional. Por una parte, ésta, la familia, inserta
sus valores e ideales en el seno
familiar. Por otra, la familia, difunde en la comunidad una corriente
de amor que es el
fundamento imprescindible de la justicia social. En el modelo argentino,
dice, el matrimonio
tiene una verdadera misión que no sólo consiste en prolongar
la vida en esta tierra, –que da
por obvio–, sino en proyectarse hacia la comunidad en cuyo seno
se desenvuelve. Esto
implica comprender que como toda misión radicalmente verdadera
supera innecesariamente
el ámbito individual.
Personalmente, creo que, preocupados por los derechos individuales,
estamos cada
vez más autistas como sociedad, estamos enfermos como sociedad.
No nos damos cuenta de
que lo que está enfermo es el cuerpo social y entonces aparecen
todas las manifestaciones: el
hambre, la inseguridad.
Con relación a este tema, y haciendo un paréntesis, le
pido, señor presidente, que
ayude a que salga el proyecto de emergencia en materia de inseguridad
que he presentado el
año pasado.
Esto implica comprender, decía Perón, que como toda misión
radicalmente verdadera
supera incesantemente el ámbito individual para insertar a la
familia argentina en una
dimensión social y espiritual que deberá justificarla
ante la historia de nuestra Patria. Y con la
visión casi profética que lo caracterizaba decía
el 1° de Mayo de 1974 que pese a los embates
de una creciente anarquía de los valores esenciales del hombre
y de la sociedad que parece
brotar en diferentes partes del mundo, la familia seguirá siendo,
en la comunidad nacional,
por la que debemos luchar; el núcleo primario; la célula
social básica cuya integridad debe
ser cuidadosamente resguardada.
Para finalizar, creo que no hemos cumplido con el legado, el testamento
dejado por el
general Perón el 1° de mayo de 1974.
Sr. Presidente (Marino). - Tiene la palabra el señor senador
Guinle.
Sr. Guinle.- Señor presidente: efectuaré unas disquisiciones
previas respecto de un par de
cosas que escuché, las que quiero aclarar porque es de mi conocimiento
que las situaciones
no fueron las mencionadas.
En cuanto a la renuncia que se le pidió a un senador, debo decir
que es una tremenda
mentira. Yo estaba presente en esa reunión de bloque, y puedo
atestiguar que el senador
tucumano ofreció su renuncia porque había adelantado opinión
en contra del proyecto que
venia en revisión de la Cámara de Diputados. Por lo tanto,
hizo lo que normalmente se hace
cuando se integra un bloque.
También, creo necesario aclarar que esta discusión atravesó
a los bloques
transversalmente, y que muchos de mis compañeros votarán
conforme sus creencias y
convicciones, lo que demuestra que no mantenemos una postura uniforme.
En consecuencia, considero que la discusión hay que traerla a
los marcos y ámbitos
adecuados, y no demonizarla desde la política o a través
de algunas cuestiones que ayudan a "vestirla", como si fuera
un debate que realmente excediera el marco de lo que significan la
igualdad de los derechos y los derechos humanos. A veces, en los discursos
esas cosas
quedan muy lindas. A veces, en los debates también queda muy
lindo ser el exégeta de
aquellos que fueron importantes en la historia del país, como,
por ejemplo, el general Perón,
y hacer creer que algunos de nosotros somos menos peronistas porque
no entendemos el
legado de Perón.
Con absoluta sinceridad, pienso que estamos haciendo lo que hay que
hacer, es decir,
otorgar más derechos. Por ello, cuando escucho argumentos basados
en la existencia de
mayorías -no sé cómo las miden-, y en que las mayorías
definen la aprobación de una
iniciativa, me pregunto de qué estamos hablando. ¿De derechos
humanos? ¿Una mayoría
circunstancial puede definir derechos humanos? Los constituyentes de
1994 -y varios
senadores lo hemos sido- incorporaron los tratados de derechos humanos
en la Constitución
no de casualidad. En realidad, lo hicimos porque ese esqueleto de tratados
internacionales
significaba lo inmutable que los convencionales constituyentes le agregaban
a la Carta
Magna, lo que podía interpretarse, por decirlo de alguna manera,
como presupuestos
mínimos de derechos humanos. Porque cuando se habla del Tribunal
Europeo de Derechos
Humanos o de su último fallo, parecería que dicho organismo
y su último fallo impidieran
que las normas internas de un país avancen en una concepción
igualitaria mayor.
Eso es mentira, es falso de todo concepto. ¿Qué es lo
que se pretende? Equiparar la
institución del matrimonio a personas con una orientación
sexual distinta, quienes no pueden
casarse y que, obviamente, tienen un desamparo legal.
¿Qué valor está comprometido en el tema de la igualdad?
¿Cuál es el pasaporte para
el debate? ¿Qué valor está comprometido? La dignidad
está comprometida como valor
esencial en el concepto de la igualdad.
Es la igual dignidad de todos los hombres lo que hace que todos los
hombres seamos
iguales, más allá del credo, sexo y color. Es la dignidad
la que nos hace a todos los hombres
iguales. Iguales ante la ley, como dice el artículo 16 de la
Constitución Nacional. Y no se
puede decir que las personas sean distintas por su condición
sexual.
Cuando se preguntan dónde ponerlas, en realidad, no hay dónde
porque no son una
categoría distinta de personas. Deben ser colocadas con las personas,
con nosotros, son
nuestros hermanos. Algunos pastores se han olvidado en su mensaje de
que aquello que
denominan como “estas personas”, en realidad, son nuestros
hermanos. Y así debe definirse
desde la concepción solidaria de una comunidad que, en realidad,
debe recibir a su diversidad
con los brazos abiertos.
Hace rato que el derecho califica a las personas, no les da categoría
y las tiene
claramente como sujeto propio de legislación. Además,
no se puede discriminar de ninguna
manera por la condición sexual.
Escuchaba con atención los conceptos de familia y de matrimonio.
¿Pero cuáles son
los textos que hacen mención al matrimonio? La Constitución
Nacional solamente habla de
matrimonio en el artículo 20 al hacer referencia a la no discriminación
de los extranjeros.
Habla también de la familia en el artículo 14 bis.
Pero, en realidad, ni en la Constitución ni en los tratados,
que deben ser interpretados
con el principio pro homine, hay alguna razón jurídica
que prohíba avanzar en la
equiparación de derechos para llegar al matrimonio igualitario.
El matrimonio igualitario no va a alterar las creencias religiosas de
nadie. Tampoco
obligará a reconocer a la Iglesia o a los credos un contrato
que corresponde a una institución
civil para un estado laico. Tampoco en esta concepción economicista
sobre la que también se
trae esta polémica del matrimonio entre personas del mismo sexo
hay beneficios y costos. Lo que para algunos es un beneficio, en esto
de igualar a todas las personas; para
otros, es un costo. ¿Pero cuáles son los costos para los
otros? Aparentemente, el perjudicar o
el degradar la supuesta categoría que tiene la condición
matrimonial. No hay otro costo.
En realidad, no hay costo porque no hay perjuicios a terceros. Nadie
se puede sentir
agraviado porque no hay agravio en tanto y en cuanto cada uno abandone
sus prejuicios, que
antepone a la posibilidad de valorar una norma de este tipo.
Voy a hacer una breve referencia histórica.
En realidad nuestro Código Civil de 1869 –y esto es reconocido
por todos– convalidó
el modelo de relaciones familiares del derecho canónico; reconoció
por sobre cualquier forma
de organización familiar a la conformada por el matrimonio religioso
indisoluble, consagró al
varón como jefe de familia, indiscutido y titular exclusivo de
la patria potestad sobre sus
hijos, impuso fuertes restricciones a los derechos civiles de la mujer
y consolidó la diferencia
jurídica entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales. ¿O
no nos acordamos de la manceba,
el hijo natural, la concubina? Todas estas cosas fueron evolucionando
en esta institución
civil, como corresponde a un estado laico.
Y cuando el artículo 14 bis habla de la protección integral
de la familia se está
refiriendo al derecho fundamental que tienen absolutamente todas las
personas a fundar una
familia: homosexuales, heterosexuales; todos tienen derecho a fundar
una familia, y esa es
una protección constitucional que no puede desconocer ningún
orden jurídico
infraconstitucional.
Y, como bien dice la doctora Kemelmajer de Carlucci –y ha sido
dicho aquí, creo que
por la senadora Fellner–, el concepto de matrimonio no es estático,
es dinámico, y no es una
institución natural sino que, por el contrario, es fruto de concepciones
económicas, sociales,
culturales y jurídicas de un momento determinados, y por eso
ha variado a lo largo de la
historia.
La doctora Kemelmajer de Carlucci ha hecho un estudio y voy a pedir
permiso a la
Presidencia para leer un par de párrafos. Se trata de una publicación
hecha en La Ley el 4 de
junio de 2010 a raíz del proyecto sancionado en la Cámara
de Diputados y venido en revisión
al Senado.
Con la claridad que invariablemente esta profesora tiene, le hace cuestionamientos
al
proyecto de la Cámara de Diputados y dice: “Las reflexiones
que se esgrimen a continuación
se enmarcan en un contexto positivo, a favor de la importante reforma
en debate, con el
objeto de colaborar para perfeccionar el texto e interpretar adecuadamente
la legislación
proyectada. De este modo contribuimos a evitar críticas que,
en definitiva, llevan a destruir
una iniciativa legislativa que está en consonancia con la llamada
humanización,
internacionalización o constitucionalización del derecho
de familia y, en particular, con el
artículo 19 de la Constitución Nacional desde una relectura
contemporánea sobre las ideas de
libertad, autonomía y dignidad.” Y lo compara con el decreto
portugués 9/11 del año 2010.
En realidad le hace críticas puntuales, efectivas, algunas coincidentes
con cosas que se
han escuchado acá, y las va marcando con una exactitud propia
de alguien que realmente
tiene una formación académica envidiable. Y termina diciendo,
inclusive cuando habla de la
necesidad de regular la procreación asistida, las deficiencias
que se observan en el régimen
filial, no sólo ahora, las anacrónicas, las que ya trae
el Código Civil. Y así dice que no se
trata, escudándose en argumentos jurídicos, de atentar
contra la importante reforma en debate
sino de exponer algunas consideraciones a modo de aporte. Es más,
consideramos que tener
una idea cabal sobre los posibles problemas interpretativos que podría
despertar la sanción,
tal como reza el texto aprobado por la Cámara de Diputados, evitará
ciertos temores
apocalípticos, amén de servir de herramientas interpretativas
a los jueces…
Sr. Presidente (Marino). – Señor senador…
Sr. Guinle. – Voy a tratar de cerrar, señor presidente.
Si la doctora Kemelmajer de Carlucci hubiese tomado ese dictamen de
unión civil lo
habría destrozado. Si acá se lo calificó de manera
rigurosa, no quiero ni pensar lo que hubiese
dicho la doctora Kemelmajer de Carlucci sobre este dictamen que realmente
alimenta la
discriminación prejuiciosa. Conforme se dijo acá, claramente
discrimina y tiene normas que
son espantosas, como esa norma de objeción de conciencia, que
no sé cómo se puede aplicar
en algún pequeño pueblo donde haya uno o dos funcionarios
y quieran hacer uso de esa
norma.
Tampoco sé cómo se puede aplicar esta categoría
de unión civil que se inscribe o no,
y que terminan siendo cuatro en teoría: heterosexuales que se
inscriben, heterosexuales que
no se inscriben, homosexuales que se inscriben y homosexuales que no
se inscriben. Además,
hay un régimen que regula la fertilidad asistida, la procreación.
¿Cómo la regula? La prohíbe
para el homosexual. O sea, no sólo prohíbe la adopción
sino también la inseminación
artificial. Se ve que es una forma progresiva de regular lo que todos
estamos diciendo que es
un déficit de nuestra legislación.
Realmente este dictamen que se dice que tiende a equiparar derechos
es
discriminador. No soluciona ninguno de los problemas que han sido planteados.
Es un
mamarracho jurídico.
Voy a cerrar mi exposición. Considero que esta sociedad, a partir
del debate y de esta
puesta en agenda, mañana va a ser mejor que hoy. Más allá
del resultado, estoy convencido
de que mañana va a ser mejor que hoy. Va a ser una sociedad más
justa, más igualitaria, con
más tendencia a escuchar a todos, a compartir, menos tendiente
a escuchar agravios u ofensas
que se describen de un lado o del otro. No es bueno sobreactuar porque
esto no pasa ni por
una cuestión religiosa ni por una cuestión de partido
político. Nos excede largamente.
Mi formación cristiana y católica me permite preguntarme
lo siguiente: ¿los papás
heterosexuales que tengan o los que tuvimos hijos homosexuales, pasamos
a ser instrumentos
que atacamos el plan de Dios? ¿Nuestros hijos pasan a atacar
el plan de Dios?
Sr. Presidente (Marino). – Senador Güinle, la senadora Escudero
le solicita una interrupción.
Sr. Guinle. – No voy a dar interrupciones…
Sr. Presidente (Marino). – Lo que le pido…
Sr. Guinle. – …sino que voy a terminar porque usted me está
pidiendo que termine.
Sr. Presidente (Marino). – Sí, porque está pasado
en el tiempo.
Sr. Guinle. – Termino, presidente.
Entonces, me hago esas preguntas desde la concepción que tengo.
Creo que todos estamos convencidos de la necesidad de fundar las relaciones
en el
amor, porque algún otro tipo de relaciones que se han fundado
en el poder invariablemente
terminan, como lo ha mostrado la historia, en el abuso.
Y ahora sí termino con una pequeña cita que tiene el trabajo
de la doctora
Kemelmajer de Carlucci, y que es bueno leerla. “En suma, y como
bien lo ha expresado hace
muchísimo tiempo el novelista francés Víctor Hugo,
no hay nada más poderoso en el mundo
que una idea a la que le ha llegado su tiempo. No hay duda alguna que
la orientación sexual
ha ingresado con fuerza al ordenamiento jurídico, intentando
ahora hacer su entrada por el
lugar más difícil pero elocuente, como lo es la ley que
regula el matrimonio”.
Vamos a ser una sociedad mejor, señor presidente, cualquiera
sea el resultado de esta
decisión.
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra el señor senador
Cabanchik.
Sra. Escudero. – Pido la palabra.
Sr. Presidente (Marino). – La señora senadora Escudero
le solicita una interrupción. ¿Se la
concede?
Sr. Cabanchik. – Sí, señor presidente.
Sr. Presidente (Marino). – Para una interrupción, tiene
la palabra la señora senadora
Escudero.
Sra. Escudero. – Como el senador Guinle hizo referencia a la objeción
de conciencia, quiero
decir que las leyes de Bélgica, Canadá, Sudáfrica,
Noruega y Suecia tienen la objeción de
conciencia, porque así como nos sensibilizamos con el derecho
de las personas también
tenemos que reconocer que hay personas que por sus convicciones religiosas
tendrían
derecho a la objeción de conciencia. Lo que el Estado tiene que
asegurar es que el derecho,
de todos modos, se realice.
Y la negativa a la inseminación artificial y a la adopción
es por lo que dije en mi
discurso: hace falta una regulación completa que determine cuál
va a ser esa filiación.
Sr. Guinle. – Pido la palabra.
Sr. Presidente (Marino). – El señor senador Guinle le solicita
una interrupción. ¿Se la
concede?
Sr. Cabanchik. – Sí, señor presidente.
Sr. Presidente (Marino). – Para una interrupción, tiene
la palabra el señor senador Guinle.
Sr. Guinle. – Es una réplica muy cortita y respetuosa.
Punto uno: cuando se regula como se
lo ha hecho, se regula prohibiendo. Eso no es una regulación,
es una prohibición.
Punto dos: la objeción de conciencia debe hacerse de manera tal
que el Estado pueda
cumplir el fin; y la objeción de conciencia, en general, se reserva
para esos casos y
fundamentalmente se cumple con el interés general, que en este
caso es inscribir o registrar
los actos que han sido ordenados inscribir en el Estado.
Sr. Presidente (Marino). – Ahora sí, tiene la palabra el
señor senador Cabanchik.
Sr. Cabanchik. – Señor presidente: creo que, efectivamente,
estamos ante un debate político
en el sentido más puro de la palabra, porque cuando ni siquiera
están compartidos los
términos mismos del problema sobre el que discutimos, cuando
la formulación misma de la
cuestión sobre la que tenemos que legislar muestra un diferendo,
es decir, cuando incluso
sobre el lenguaje que utilizamos hay una disputa y esa disputa se genera
como en este caso –o
sea, toma la dimensión de un conflicto tan profundo–, creo
que estamos ante un problema
político.
Por eso, debemos tomar una decisión también política,
que naturalmente se trasunta
en una consecuencia jurídica que, a su vez, tiene sus propias
consecuencias.
Con esto también quiero decir que ni la ciencia por sí
misma ni la apelación a las
leyes de la naturaleza, ni los dogmas de fe, ni ninguna otra consideración
naturalizada a
través de las tradiciones ya incorporadas en los sistemas de
creencias de sectores enteros de
nuestra sociedad, pueden resolver un diferendo que, como digo, está
planteado en términos
políticos. Por eso, me voy a permitir formular por mí
mismo lo que considero es el problema
sobre el cual tenemos que legislar; por supuesto, sin la ilusión
de que la formulación del
problema que yo dé sea la formulación para todos. Pero,
como digo, cada uno da, de hecho,
las suyas.
Reducida a sus términos centrales, despojados de toda retórica,
creo que es justo decir
que lo que estamos teniendo que legislar es sobre si la diferencia,
la condición, la inscripción
de los individuos en el orden sexual es relevante para tener derecho
al matrimonio civil.
Por ejemplo, algunos senadores preopinantes han afirmado que la homosexualidad
y
la heterosexualidad son condiciones diferentes y que, entonces, cómo
vamos a tener una
misma legislación para ambas condiciones; pero eso es una petición
de principio. Es decir, no estamos discutiendo la homosexualidad o la
heterosexualidad no entendidas como
categorización de las personas sino como clasificaciones estadísticas
del orden sexual. En
esos términos, obviamente, la diferencia es lo primero que se
reconoce. Hoy no habría
disputa política sobre esta cuestión si no partiéramos
del reconocimiento de ese hecho. No
estamos disputando acerca del hecho de la diferencia, estamos disputando
acerca de su
valoración a los fines de reformar la ley de matrimonio civil
o no. Por lo tanto, creo que
cualquier fundamentación del voto que apele a la reafirmación
de que lo diferente es
diferente, a más de ser una verdad tautológica, no puede
dar fundamento al voto que se
requiere.
Como digo, no pretendo que esto sea una verdad absoluta. Es mi modo
de formular el
problema y eso es parte de la cuestión política planteada.
Está muy claro que la apelación a la
fe se vuelve irrelevante para discutir la ley de matrimonio civil.
Paulatinamente, se ha desarrollado un profundo debate a lo largo de
la feliz discusión
que ha habido en las audiencias públicas. Felicito a la senadora
Liliana Negre de Alonso por
la tarea realizada. Felicito a este Senado y me enorgullece pertenecer
a él por el hecho de que
estamos dando un debate serio.
La comisión ha ido a nueve provincias, además de estar
debatiendo en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. Me parece que la ciudadanía
ha participado, ha tenido la
oportunidad de participar. Hemos estado escuchando todas las voces,
todos los sectores. Por
eso, considero que estamos en condiciones y casi diría que es
nuestro deber, a esta altura,
resolver políticamente el diferendo, que es político.
Es claro que tampoco se puede apelar a leyes de la naturaleza. Además,
es paradójico
que muchas de las apelaciones a las leyes de la naturaleza provengan
de la Iglesia Católica –
esto lo digo con el máximo de los respetos– que, justamente,
en la condición del sacerdocio,
podemos decir que se celebra un matrimonio a través de la fe
con Dios. Sin embargo, es algo
que va –en todo caso– en contra de la misma naturaleza a
la que se apela para justificar la
exclusividad de la heterosexualidad como derecho a celebrar el matrimonio
civil.
En este caso, la ciencia podría estar a favor. En realidad, yo
he leído muchos reportes
científicos de revistas psicoanalíticas, psiquiátricas
y de pediatría internacionales que han
mostrado que no hay una sola investigación –o si las hay,
son minoritarias– que demuestre
que los niños criados por parejas homosexuales tengan mayor dificultad,
estadísticamente
relevante, respecto de los niños criados por parejas heterosexuales.
Sin embargo, no diré que
por eso –por ese dato de la ciencia– estaría a favor
de sanción de Diputados porque, en
realidad, lo que creo es que el debate es político, como dije.
Entonces, tampoco la ciencia por
sí va a resolver esta cuestión.
En realidad, creo que debemos insertar el debate que tenemos en términos
del proceso
creciente de secularización que muchos aspectos de la vida humana
muestran a lo largo de la
historia a partir de un pasado en el cual había un predominio
teológico sobre dichos aspectos.
Así, el término “secularización”, que
yo preferiría reemplazar por “mundanización”,
ha servido para designar la pérdida de propiedades de la Iglesia
–ese es un elemento
económico de esa historia–, también para designar
la progresiva independencia del poder
político respecto del poder eclesiástico –ese es
un aspecto político del proceso de
secularización–, y también para referirnos a la
pérdida de peso cultural de la iglesia en el
mundo contemporáneo. Claro que esto tiene matices, distintos
acentos en diferentes países,
regiones, etcétera. Pero hablando en términos generales,
también en el ámbito cultural se ha
producido este proceso, como también en los hábitos sociales,
en las instituciones. Incluso, en
ésta de la que estamos hablando: el matrimonio. Ya las referencias
históricas que algunos
senadores han hecho y que yo retomaré en breve así lo
muestran. Finalmente, incluso en el aspecto religioso, puede decirse
que la institucionalidad
religiosa pierde cierto peso dentro de la sociedad aunque conserva,
naturalmente y por justo
derecho, su parte; así lo sostiene la vida espontánea
de la sociedad. Por eso digo que estamos
dentro de un proceso de secularización que nos toca en la Argentina
como le toca a todo el
mundo. Si es bueno o malo el proceso de mundanización al que
me estoy refiriendo, de
hecho, yo no estoy en condiciones de responder eso. Nadie está
en condiciones de
responderlo. Además, decir que es bueno o que es malo no lo va
a detener.
Son muchas las cuestiones que este diferendo político pone en
juego. Por ejemplo,
está la cuestión de la adopción. Pero hablemos
claro: la posibilidad de adoptar –porque más
que nada, el derecho es del niño y la obligación es del
Estado en esa materia–, la habilitación
para adoptar no discrimina sexualidad hoy en las leyes argentinas. ¡No
veo cómo podría ser
un avance de nuestra legislación en materia de derechos hacer
explícita una discriminación
que hoy no existe!
Por defecto, hoy, nuestro Código Civil no permite que haya matrimonios
civiles entre
personas del mismo sexo; pero si legisláramos en el sentido,
por ejemplo, del proyecto de
mayoría de unión civil estaríamos agravando las
circunstancias. Además de los detalles que
ya el senador Guinle señaló, estaríamos haciéndolo
por el hecho de que se haría explícita una
discriminación que hoy es sólo por defecto.
Podríamos señalar la pertinencia de muchos datos jurídicos
en esta materia; pero me
voy a limitar a uno que también proviene de la Corte Europea
de Derechos Humanos. Creo
que ya ha sido suficientemente aclarado que, de ninguna manera, el fallo
que se ha citado
implica nada relevante para lo que estamos discutiendo. Porque del hecho
de que la Corte
dijera que no es de su incumbencia o de su jurisdicción obligar
a ningún Estado de la Unión
ni a ningún Estado en general a “tal” o “cual”
legislación no se infiere nada para lo que
estamos discutiendo.
En cambio, sí se infiere algo respecto de lo que estamos discutiendo
en la Carta de los
Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Por ejemplo, el artículo
9°, ahora dice, en
cuanto al derecho a contraer matrimonio y a fundar una familia, que
se garantiza el derecho a
contraer matrimonio y el derecho a fundar una familia según las
leyes nacionales que regulen
su ejercicio. Ha desaparecido, o no hay en esta legislación,
la distinción hombre-mujer, que
es lo que está en cuestión aquí.
Hay un fallo de 2002, que es muy relevante para lo que estamos discutiendo.
Se trata
de un fallo sobre un caso del Reino Unido: el de Christine Goodwin.
En resumen, el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, en esa sentencia, ha declarado que la imposibilidad
de que
un transexual contraiga matrimonio con una persona del sexo al que pertenecía
antes de la
operación de cambio de sexo –y que resulta del hecho de
que, desde el punto de vista del
estado civil, son del mismo sexo porque la normativa del Reino Unido
no permite el
reconocimiento jurídico de su nueva identidad sexual– constituye
una vulneración de su
derecho a contraer matrimonio.
En sus considerandos, la sentencia dice que, reexaminando la situación
en 2002, la
Corte observa que por el artículo 12 se encuentra garantizado
el derecho fundamental para un
hombre y una mujer de casarse y de fundar una familia; pero el segundo
aspecto –el de
fundar una familia– no es una condición del primero [disculpen,
pero mi lectura es sobre la
base de una traducción que estoy haciendo], y la incapacidad
para una unión de concebir o de
criar un niño no sería así razón para privarlo
del derecho de contraer matrimonio. No está
convencida la Corte de que se pueda hoy continuar admitiendo que sus
términos implican que
el sexo debe ser determinado según criterios puramente biológicos.
Desde la adopción de la
Convención, la institución del matrimonio ha sido profundamente
transformada por la evolución de la sociedad, y los progresos
de la medicina y de la ciencia han entrañado
cambios radicales en el dominio de la transexualidad.
La Corte nota igualmente respecto del artículo 9° de la Carta
de Derechos
Fundamentales de la Unión Europea –que leí anteriormente
y adoptado recientemente– que
en él se descarta –y no puede ser sino deliberado esto–
el artículo 12 de la Convención, en el
que se excluye la referencia al hombre y a la mujer. Este sí
es un antecedente relevante de la
Corte de Derechos Humanos de la Unión Europea, porque va al punto
exacto que hoy
estamos discutiendo.
La miembro informante del dictamen de la mayoría, haciendo referencia
a lo expuesto
por una de las participantes de las audiencias públicas, la doctora
Medina, señalaba ciertos
problemas verificados en la sanción de la Cámara de Diputados.
Sin embargo, la diputada
Vilma Ibarra, autora de dicho proyecto, ha alcanzado –creo que
a todos los senadores; al
menos, yo lo he recibido– un listado con las respuestas punto
por punto respecto de las
objeciones planteadas. Voy a pedir permiso para insertarlo, porque me
parece importante que
consten todas esas respuestas concretas. Pero ahora quiero referirme
a una de ellas.
Todos los argumentos de esa intervención –o casi todos–
son retóricos y, entonces, se
hace algún uso sofístico de ellos. ¿Por qué?
Por una sencilla razón: se interpreta que el
genérico “padres”, que permanece en el Código
Civil en muchos artículos no modificados por
la sanción de la Cámara de Diputados, tiene como consecuencia
la “invisibilización” de la
madre y de la mujer. Pero eso es, cuanto menos, retórico y, en
el peor de los casos, sofístico,
porque allí, el término “padres” está
usado genéricamente. Es increíble que se esté
interpretando que allí “padres” significa dos hombres,
cosa que es absolutamente absurda.
Por lo tanto, casi toda esa línea argumental se destruye, simplemente,
aclarando este punto.
Se ha hablado de la historia. Es siempre importante tener la perspectiva
histórica,
sobre todo, de la historia argentina. Ya se ha hecho referencia a cómo
era la ley de
matrimonio en el Código Civil de Dalmacio Vélez Sarsfield.
Respondía a la época. Hoy sería
anacrónico pretender escribir lo mismo. Esto es un poco como
en el cuento “Pierre Menard”
de Borges: escribir exactamente hoy el Quijote sería escribir
otro libro. Hoy, escribir el
Código Civil que escribió Vélez Sarsfield sería
escribir otro Código, porque han cambiado
los significados; han cambiado también las situaciones que se
codificaban en él y para lo que
se legislaba.
Es muy importante advertir que recién en 1888, en la presidencia
de Juárez Celman,
se sancionó esta ley de matrimonio civil, que superó dos
cosas de años anteriores. Primero, el
primer matrimonio civil que pudo celebrarse en la Argentina –creo
que fue en la provincia de
Santa Fe– sólo entre aquellos que ya habían contraído
matrimonio por iglesia. Es decir que
había una restricción tan grande en esa época en
nuestro país –estamos hablando de 120 años
atrás– que sólo los que ya habían sido casados
por iglesia podían casarse por civil. Luego, se
modificó, pero sólo los católicos podían
casarse por civil. Hasta que finalmente, en 1888, se
tuvo una ley de matrimonio civil más inclusiva. ¿No estamos
agregando un capítulo a ese
progreso en nuestra ley de matrimonio civil al incluir ahora la posibilidad
del matrimonio
celebrado entre personas del mismo sexo?
Estoy tratando de redondear, pero todos hoy nos hemos excedido un poco
en el
tiempo. Les voy a proponer un ejercicio imaginario en estos momentos.
A veces, los
argumentos –y estoy tratando de argumentar– pueden ser ilustrados
por experimentos
mentales. Entonces, les voy a proponer el siguiente experimento mental.
Supongamos que
todos nosotros, de golpe, hemos decidido hacer una reunión de
Legislación General en una
sociedad –por razones obvias, creo que se va a entender por qué
la llamo así- denominada
“LeGeBiTTi”. Lo hago con un poquito de imaginación,
tomando las siglas que se refieren a todas las posibilidades de ordenamiento
sexual hoy en día.
En “LeGeBiTTi” lo que pasa es lo siguiente: sólo
se pueden casar los que tienen la
misma condición sexual, porque para procrear, hay que hacerlo
fuera del matrimonio.
Supongamos que “LeGeBiTTi”, por razones de su propia tradición
mítica, mitológica, tiene
esas estructuras sociales, exactamente en espejo opuestas a las nuestras.
No, no exactamente;
pero digamos que es una variante contraria a lo que estamos proponiendo
acá.
¿Qué le diríamos a las autoridades de “LeGeBiTTi”?
¿No les diríamos que, si en esa
sociedad hay una minoría que reclama el derecho a ser casado
pero entre diferentes sexos –es
decir los heterosexuales– tienen que darles ese derecho? ¿No
diríamos que es injusto limitar
el derecho en “LeGeBiTTi” a que sólo se casen los
homosexuales? Es claro que nosotros
argumentaríamos racionalmente con las autoridades de esa comunidad
imaginaria para
sostener que deben dar el derecho a aquellos pocos heterosexuales de
“LeGeBiTTi” a quienes
se les ocurrió algo tan raro como casarse; que les den ese derecho.
Eso muestra que si flexibilizamos a través de nuestra imaginación
nuestra mente,
vamos a entender que lo que estamos discutiendo no debe ser dramatizado
como lo estamos
haciendo. Esta legislación va a hacer mejor a nuestra sociedad
porque va a dar respuesta a las
muchas angustias, a las muchas carencias de derecho que tienen muchos
que hoy necesitan
esta respuesta legislativa.
Esto no va a promover cola de homosexuales para casarse y luego adoptar.
Eso sólo
puede existir en un fantasma –diríamos– neurótico
de gente que, por ahí espontáneamente,
por ahí con autenticidad, está respondiendo pero desde
el dogma y el prejuicio, y no desde la
razón a la que apelo.
Finalmente, quiero decir dos cosas más. Una: creo que, además,
damos una respuesta
no solamente a aquellos que reclaman por los derechos. Estoy pensando
en ese joven o en esa
joven que, en la pubertad o en la adolescencia, está definiendo
su orientación sexual; que la
ha descubierto. Porque no es una elección voluntaria. No es deliberado.
No se elige ser
homosexual o heterosexual como se elige un postre u otro. Entonces,
ese joven ¿no se va a
sentir mejor; no va a tener mejores relaciones humanas con su entorno,
con su familia, siendo
miembro de una sociedad que ha igualado el matrimonio para todos? ¿No
estará más al
abrigo en la esfera pública? Creo que vamos hacia una sociedad
mejor, hacia una sociedad en
la que la determinación de homosexual y heterosexual puedan entenderse
solamente como
algo del pasado una vez más.
Me permito terminar mi alocución – ahora sí –
leyendo sólo el final de un libro de
Osvaldo Bazán: Historia de la homosexualidad en la Argentina.
Él imagina una situación –
como yo imaginé lo de “LeGeBiTTi”–, donde un
joven le dice a los padres: “Viejos, quería
decirles que estoy de novio”. “¡Qué alegría,
nene!”, le dice uno de los padres, y agrega:
“¿Con un chico o con una chica?” “Algún
día va a ocurrir…”, dice optimista Osvaldo Bazán,
y agrega: “Me gustaría estar ahí. Por eso escribí
este libro, porque la homosexualidad volverá
a ser lo que nunca debió dejar de ser: nada.”.
Sr. Presidente (Marino). –Tiene la palabra el señor senador
Petcoff Naidenoff.
Sr. Petcoff Naidenoff. – Señor presidente: en primer lugar,
quiero señalar que estamos
abordando un tema que para mí es trascendente, el que debemos
tratar con absoluta seriedad
y responsabilidad. En ese sentido, señalo desde ya que mi posición
personal, que es la de
acompañar el dictamen de mayoría de rechazo a la sanción
de la Cámara de Diputados, se
fundamenta, justamente, en preservar fuertemente valores y principios
como la no
discriminación y la plena igualación de derechos, que
están regidos por nuestra Constitución
Nacional como principios cardinales en el artículo 16.
A mí me parece que este debate central gira, justamente, sobre
dos aspectos que, en realidad, se abordaron en todos los puntos que
se mencionaron precedentemente. Esto gira en
torno de los derechos a la igualdad y a la no discriminación.
En cuanto a la igualdad, nosotros tenemos una regla general, un principio
cardinal,
como lo he señalado, cual es que todos los habitantes son iguales
ante la ley. Así lo establece
la Constitución.
Del mismo modo, cuando en 1994 se produjo la reforma de la Constitución,
se
procedió a la internacionalización de los derechos humanos
fundamentales, con once tratados
internacionales –que, en la actualidad, son trece– en materia
de derechos humanos.
Ahora bien, me parece que, desde el punto de vista jurídico,
tampoco tenemos que
confundir los términos, porque cuando nos referimos a la igualdad
jurídica, debemos señalar
que, en realidad, el derecho –por definición– distingue
y crea clasificaciones y categorías, por
lo que hablar de igualdad jurídica significa, ante todo, que
todos los individuos son iguales
ante la ley pero ante las mismas condiciones y bajo las mismas circunstancias.
¿Qué implica
esto? De lo que se trata es de excluir, fundamentalmente, las desigualdades
arbitrarias, las
irrazonables, las que están fuera del amparo y del contexto del
artículo 16 de la Constitución.
En suma, aceptar la legalidad de diferenciaciones razonables no implica
menoscabar
el principio de igualdad jurídica. Si bien el derecho distingue
y crea clasificaciones y
categorías, tampoco el hecho de crear categorías o clasificaciones
implica que estamos
avanzando en un proceso de discriminación o de no igualdad. Esta
es una pauta básica. De lo
contrario, cuando creamos clasificaciones, estamos negando la diferenciación
de las propias
normas, que fueron creadas para diferenciar distintos aspectos no sólo
de comportamiento
sino, fundamentalmente, de clasificaciones y categorizaciones.
En este contexto, me parece importante tener presente lo que interpreta,
en su debida
contextualización, el constitucionalista Bidart Campos para interpretar
o para entender lo que
es la igualdad. Bidart Campos dice que la igualdad, desde el punto de
vista constitucional,
significa, primeramente, tratar en forma igualitaria a quienes se encuentran
en las mismas
situaciones.
En segundo lugar, esta igualdad no obliga al legislador a desconocer
la diversidad de
condiciones, circunstancias o consideraciones que pueden presentarse
a su interpretación. Lo
que la regla de la igualdad jurídica importa es que todas las
personas que se encuentren
afectadas por una medida deben estar equiparadas en cuanto al derecho
en la categoría, grupo
o clasificación que le corresponda. Esa es la regla de la igualdad.
Ahora bien; uno se pregunta ¿cuál es el criterio para
establecer categorizaciones o
clasificaciones en el contexto del Derecho? El criterio es la razonabilidad.
Por lo tanto, en la
creación de clasificaciones, distinciones o categorías
que resulten absolutamente irrazonables,
pues bien, pesan sobre ellas el sesgo de inconstitucionalidad pero en
la medida en que las
construcciones de las clasificaciones sean irrazonables.
En este sentido, para abordar el tema puntual –por eso quería
hacer hincapié en los
principios liminales de la igualdad–, cuando se argumenta con
mucha fuerza que no
generamos o garantizamos un trato igualitario a las personas del mismo
sexo al imposibilitar
contraer matrimonio como sí lo pueden hacer las parejas heterosexuales,
me parece que no
tenemos que perder de vista varios aspectos.
En primer lugar, el Estado constitucional de derecho tiene la obligación
de garantizar
a todos los ciudadanos, independientemente de su orientación
sexual, el pleno y libre
ejercicio de los derechos y garantías constitucionales. Ahora
bien, la alternativa para igualar
no necesariamente debe ser el matrimonio. El matrimonio es una alternativa
igualitaria en la
medida en que, en el contexto jurídico argentino o en el derecho
comparado, se dan las
condiciones y objetivos para su igualación. No debemos confundir:
igualar derechos no significa igualar conceptos. Esto es así
más allá de las pretensiones legítimas, por cierto,
de los diferentes sectores y de las luchas
que en esta materia se llevan adelante por las partes involucradas.
Existen otros institutos,
otras vías para igualar derechos plenamente, para igualar los
derechos que están asociados al
matrimonio. El matrimonio –como acá se ha dicho–
es la figura menos utilizada
cuantitativamente en el derecho comparado. Por eso se ha avanzado mayoritariamente
en la
unión civil.
Algunos dirán, ¿por qué no denominarlo “matrimonio”?
¿Cuál es el significado?
Porque algunos dicen que si no es “matrimonio”, se discrimina
o no se garantiza la igualdad;
no, no es así. Porque el matrimonio, desde su definición
y conceptualización etimológica,
tiene que ver con la unión de un hombre con una mujer, en primer
lugar. En segundo lugar, es
una caracterización ontológica. El ser del nombre “matrimonio”
lo constituye el hombre y la
mujer. De lo contrario, denominémosle de otra manera, pero no
“matrimonio”.
Si se avanza y se permite que personas del mismo sexo puedan contraer
matrimonio,
estamos destruyendo esta figura, que es otro tema en el contexto del
Derecho. Por eso,
Morello dice: avancemos en procesos igualitarios. Porque en realidad,
la unión de personas
del mismo sexo, que tienen el pleno derecho de gozar de todos los beneficios
que están
asociados al matrimonio, constituye un nuevo estado de familia. Entonces,
me parece que así
como existen el matrimonio, las uniones de hecho, los concubinatos,
las familias
monoparentales; así como existen en la realidad las familias
ensambladas,
independientemente de que se pueda encontrar pendiente de resolución
una sanción
legislativa en cuanto a su encuadre, estos son estados de familia. Ahora,
yo me pregunto:
¿estas realidades implican discriminaciones? ¡En absoluto!
Son clasificaciones, categorías
que establece el Derecho. ¿Y por qué son categorizaciones?
Porque en su propia composición
y su propia caracterización se diferencian; y la diversidad es
parte del contexto que debe
comprender el análisis jurídico y de Derecho para abordar
este tema.
Vamos al plano internacional. Si no nos alcanza con los preceptos actuales
o los
preceptos internos del 16, vamos a la Convención Internacional.
Tanto la Convención de los
Derechos Humanos, como el Pacto Internacional de los Derechos Civiles
y Políticos, como la
Declaración de los Derechos del Hombre, cada vez que se refieren
a la palabra “matrimonio”
asocian a su definición la unión de hombre y mujer. Si
bien se cuestionó que en esta fórmula
-la del hombre y la mujer- no se encuentran limitados entre sí,
lo cierto es que, desde el
punto de vista constitucional, debe tenerse una mirada integral del
contexto normativo. Y
una visión integral de las normas nos permite concluir que el
matrimonio es unión de hombre
y mujer.
Como ejemplo, leeré algunos artículos del Pacto de San
José de Costa Rica, porque
cuando las convenciones no quieren establecer diferenciaciones en cuanto
al sexo,
concretamente hacen referencia a las personas o a las cosas.
En su artículo 1°, "Enunciación de deberes",
el Pacto de San José de Costa Rica
establece: Los estados partes en esta Convención se comprometen
a respetar todos los
derechos y libertades de toda persona.
Artículo 3°: Toda persona tiene derecho al reconocimiento
de su personalidad
jurídica.
Artículo 4°: Toda persona tiene derecho a la vida.
Artículo 5°: Toda persona tiene derecho a que se respete
su integridad física, psíquica
y moral.
Artículo 7°: Toda persona tiene derecho a la libertad y a
la seguridad personal.
Artículo 8°: Toda persona tiene derecho a ser oída,
con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable.
Artículo 10: Toda persona tiene derecho a ser indemnizada conforme
a la ley.
Y así sucesivamente.
Pero cuando en el artículo 17 hace referencia a la protección
de la familia, abandona
la conceptualización de "toda persona" y dice: Se reconoce
el derecho del hombre y la mujer
a contraer matrimonio y fundar una familia.
Reitero, esta no es una visión aislada. Independientemente de
que no se limiten entre
sí, cada vez que los pactos internacionales se refieren al matrimonio,
esta definición está
asociada a la unión del hombre y la mujer. Este concepto es el
mismo desde el Derecho
Romano. Desde el Derecho Romano que esta figura se asoció a la
unión de hombre y mujer.
No me referiré a lo que se citó con relación al
Comité de Derechos Humanos de la
Organización de las Naciones Unidas, porque en diversos planteos
existen varios fallos que
establecen con meridiana claridad que ningún Estado tiene la
obligación de receptar
determinados institutos que impliquen la modificación de institutos
esenciales a su propia
composición. Creo que a este caso ya se refirieron varios senadores,
por lo que mi
explicación sería sobreabundante.
Pero sí me quiero referir a otro capítulo. Así
como hablé de igualdad, me referiré a la
discriminación. Escuché a algunos senadores esgrimir ciertos
argumentos expresados en la
Cámara de Diputados de la Nación en relación con
las categorías sospechosas, a través de los
cuales se pretende cuestionar la regulación actual del instituto
del matrimonio porque, al
diferenciar a personas de distinto sexo de personas del mismo sexo,
se ingresaría en un
proceso de discriminación. Por el solo hecho de esa supuesta
discriminación, se generaría una
categoría sospechosa referida a la orientación sexual.
Esta categoría sospechosa es un criterio jurisprudencial receptado
por nuestra Corte
de Suprema de Justicia sobre la base de precedentes de la Corte norteamericana,
que tiene
como propósito central encuadrar cualquier clasificación
del derecho que se torne irrazonable
en el contexto del artículo 16. Es decir, a cualquier categoría
que se cree que pueda afectar el
principio de igualdad se la considera sospechosa.
Está muy bien esa recepción jurisprudencial. Ahora bien,
la pregunta sería si la
orientación sexual es una categoría sospechosa para la
Corte Suprema de Justicia de la
Nación. La respuesta es que no lo es. Por eso discrepo de los
que argumentaron en Diputados
en relación con este tema. La orientación sexual no es
una categoría sospechosa. Para la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, son categorías
sospechosas las distinciones que se
fundan en la nacionalidad y en la ideología política.
Y para la Corte Suprema norteamericana,
son categorías sospechosas las que se fundan en categorías
fácilmente identificables como
aquellos grupos que se encuentran segregados geográficamente
o carecen de autoprotección
en el sistema político. Reitero que no se habla de categorías
sospechosas en el plano de la
orientación sexual. Este tema es importante porque gira en torno
a la igualdad y a la no
discriminación.
Los que estamos de acuerdo en avanzar en un proceso igualitario en el
contexto del
derecho con otra figura –la de la unión civil–, ¿por
qué lo hacemos? Porque la caracterización
de la unión civil con personas del mismo sexo se diferencia,
justamente, del matrimonio
heterosexual. Desde lo personal, quiero aclarar que he presentado un
proyecto sobre unión
civil y que, además, no estoy de acuerdo con algunos artículos
del dictamen cuestionado de
unión civil presentado por la Comisión.
No obstante, reitero, estoy de acuerdo con la creación de este
instituto diferenciador,
ya que no se presenta para diferenciar a las personas desde el punto
de vista del trato
igualitario que debe garantizar el derecho. Se lo clasifica porque es
un nuevo estado de familia, como lo es la familia monoparental, el concubinato,
las relaciones de hecho o las
familias ensambladas. Son nuevos estados de familia.
Para terminar, señor presidente, porque quiero ser respetuoso
de los tiempos, deseo
decir que cuando se está ante realidades diferentes, el derecho
debe clasificar respetando los
valores fundamentales del derecho a la igualdad y a la no discriminación.
Crear un nuevo instituto –el de la unión civil– diferenciado
del matrimonio, no implica para
nada avanzar en un proceso de trato discriminatorio o desigualitario.
Por eso, señor presidente, nosotros, o algunos de los miembros
de la bancada de la
Unión Cívica Radical, no acompañamos la sanción
de la Cámara de Diputados y sí deseamos
avanzar en un proceso de igualdad y de no discriminación. Ahora
bien. Lo queremos hacer
descontextualizando el debate de todo fundamentalismo, sea religioso
o político. Es decir,
sacándolo de los que juegan a matar o morir. En el medio, hay
personas y el avance pasa por
la igualdad y la no discriminación.
En este caso, la igualdad y la no discriminación es un instituto
diferente como la
unión civil, respetando al matrimonio en la debida contextualización
que le da el Código
Civil.
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra la señora senadora
Quintela.
Sra. Quintela. – Señor presidente: como ya se ha destacado
en opiniones previas al tema que
nos ocupa, resulta de mucha importancia, ya que involucran inveterados
usos, costumbres y
sentimientos del conjunto del pueblo argentino.
También es innegable la necesidad de legislar sobre las situaciones
de hecho, las que
ya existen, y los desafíos que nos propone el desarrollo de nuestra
sociedad con nuevas
normas que contemplen e incluyan a todos en el ejercicio de sus legítimos
derechos.
Juntamente con seis senadores, había propuesto que se realizara
una consulta popular,
que finalmente no se llevó a cabo. Pero creo que ella es la que
garantiza una mayor
posibilidad de éxito en una gestión y una mayor corresponsabilidad
con nuestra sociedad
frente a situaciones tan importantes como ésta, el aborto o la
eutanasia, donde la sociedad
debe participar en forma indefectible.
Felicito a la Comisión de Legislación General y a la doctora
Negre de Alonso porque
han hecho 15.500 kilómetros recorriendo nueve provincias argentinas.
Yo creo que se
hubiese ahorrado mucho tiempo, mucho esfuerzo y dinero, haciendo un
plebiscito que llegue
a todos los rincones de nuestra Patria. Creo que hubiésemos tenido
una participación popular
de gran importancia para nuestras decisiones y para que no siempre seamos
nosotros el pato
de la boda.
Quiero decir que, a mi criterio –y me lo han dicho muchos, quizás
porque se ha
generado la expectativa de que iban a ir por La Rioja–, mi pueblo
fue y se sintió marginado,
como sociedad civil, de este problema. Alguna colega excelente calificó
como “mamarracho
jurídico” al proyecto sancionado en la Cámara de
Diputados. Yo no voy a hablar de
mamarracho jurídico, pero sí de grandes carencias y de
grandes vacíos legales en ambos
proyectos. Por ese motivo, sigo pensando que lo más importante
hubiera sido la consulta
popular.
– Ocupa la presidencia el señor presidente provisional
del H. Senado
de la Nación, senador José Juan Bautista Pampuro.
Sra. Quintela. – En esta situación de tener que decidir
yo por mi pueblo, desde mi fe
católica, he tenido distintas reuniones.
Como en todas las provincias del interior, nuestros pueblos son absolutamente
religiosos. Tenemos procesiones de tal magnitud sobre las cuales, como
políticos, siempre
decimos: ojalá convocáramos lo que convocan San Nicolás
o La Virgen del Valle y demás. He recibido innumerables mensajes
de que no me demonice; de que siga manteniendo
mi fe cristiana. Por eso, le digo a mi querido colega Luis Juez que
no tenga temor de mandar
a su hija a una iglesia católica, porque Dios está presente.
Lo mismo le digo a mi querida
colega catamarqueña. Yo no le tengo miedo a nadie porque confío
en Dios.
Este hecho de tener dos proyectos que no me satisfacen plenamente, por
una cuestión
de organicidad y de que tengo que estar con mi bloque –porque
si no estuviese de acuerdo,
me tendría que ir de mi bloque–, me hace votar por la postura
del bloque del oficialismo.
Fíjense ustedes: hay en mí sentimiento y pensamientos
muy encontrados. Yo tengo
mucha gente amiga que es homosexual: lesbianas, gays, transexuales y
bisexuales que son
excelentes personas, excelentes profesionales, excelentes políticos;
y conozco muchos
heterosexuales a los que también les sucede lo mismo. Pero cuando
hablan de que debemos
conservar nuestros preceptos cristianos, yo digo qué lejos está
nuestra sociedad de hacerlo.
Cuando se habla de matrimonio entre un hombre y una mujer, yo digo que
no hay
absolutamente nada más degradado que la relación del matrimonio
entre un hombre y una
mujer. Digo esto porque, hoy por hoy, existen tantos divorcios que los
chicos tienen padres
biológicos y, también, tienen padrastros. Lo mismo pasa
con las mujeres, es así.
También quiero decir que hay que modificar la ley de adopción.
En mi concepto, es
una ley absolutamente perimida y burocrática, que no permite
que personas heterosexuales u
homosexuales puedan adoptar criaturas en el corto plazo.
Me quiero referir a los grupos que se han movilizado, tanto de uno como
de otro lado,
demonizándonos. ¿Dónde estaban cuando se aprobó
la ley por la que se bajó la edad de
imputabilidad de los chicos, que no son victimarios sino víctimas
de toda una sociedad
corrupta, en la que ustedes saben que existe el gran flagelo de la droga
y la prostitución? En
mi provincia, hace seis meses que no se encuentra una niña de
quince años. La trata de
personas está a la orden del día, al igual que la drogadicción
y el alcoholismo. Hay casi diez
jóvenes muertos por fin de semana en mi provincia. Sin embargo,
absolutamente nadie se
moviliza para hacer algo por esta sociedad que está bastante
putrefacta.
Hay casos de corrupción, pedofilia, violaciones, matanzas, crímenes
irresueltos.
Entonces, cuando hablamos de este tema del matrimonio, de la unión
civil de los
homosexuales, creo que debemos tener en cuenta que esta concepción
va a involucrar
profundamente a toda las concepciones que hay acerca del matrimonio
como institución de
distintas creencias religiosas, no sólo la cristiana –como
es mi caso– sino las distintas y
numerosas comunidades como las musulmanas y las judías –para
nombrar las más grandes e
importantes– e, incluso, los agnósticos, que en forma libre
adoptan posiciones morales de
raigambre greco-latina u otros fundamentos filosóficos que rigen
sus conductas y costumbres.
Como católica, considero que la fe no debiera obnubilar la razón
sino pacificarla para
llegar a conclusiones más justas y generosas. Aquí me
atrevo a contar una anécdota, porque
yo, que he sido militante con monseñor Angelelli, un cura de
pueblo, un cura militante social,
e íbamos por todos lados combatiendo el divorcio, cuando me tocó
a mí ser golpeada, ser
engañada, empecé a ser divorcista. Entonces, digo yo ¿por
qué tener que aguantar situaciones
u esconder u ocultar situaciones que todo el mundo las entiende porque
existen?
Estamos en una sociedad en la que hay una gran hipocresía. La
basura se mete debajo
de la alfombra y no se la saca de ahí, salvo que algún
esnobista toque un tema que resulte de
agrado a la dirigencia política, o a los medios de comunicación,
o a religiosos. Entonces, ahí
sí salimos y hacemos barullo. O cuando nos tocan intereses personales.
Pero el “no te metás”
está siempre presente, como lo estuvo en la época de la
dictadura.
Yo me cuestionaba sinceramente. Creo que tenemos que estudiar la ley
de adopción,
nos corresponde, es una obligación moral nuestra. Estuve leyendo
varios dictámenes y escritos. Para mí, en los matrimonios
heterosexuales los padres biológicos no son garantía de
que no vayan a violar a sus hijos o hijas. Y ustedes tienen casos públicos
y notorios de gran
transcendencia.
Sr. Presidente (Pampuro). – Por favor, señora senadora,
termine con su exposición. Su
tiempo concluyó.
Sra. Quintela. – Cómo no.
Decía, hoy son homosexuales, pero porque han sido violados, maltratados,
sobreprotegidos. Hay gente que sostiene que la homosexualidad surge
por algún problema
psicológico durante su crianza. Nosotros debemos tener organismos
competentes tanto para
los heterosexuales como para los homosexuales, que controlen esas situaciones
para que no
se den mayores problemas. En efecto, alguien me decía: “No
vaya a ser que dentro de diez
años tengamos chiquitas –como yo vi– de 13 o 14 años
besándose o abrazándose como si
fuesen un varoncito y una mujercita”.
Por otro lado…
Sr. Presidente (Pampuro). – Señora senadora, su tiempo
concluyó.
Sra. Quintela. – Perdón, pero hay algunos que hablaron
una hora.
Yo quiero resaltar que los creyentes no estamos solucionando los problemas
que nos
afligen como sociedad. De acuerdo con los preceptos cristianos, todos
somos pecadores y
tenemos derecho a ser perdonados. Pero no estamos construyendo una sociedad
mejor. Sin
duda, esto es lo que debería ser materia de reflexión
hoy en día, en un ejercicio de
introspección como creyentes y como integrantes de la sociedad
civil.
Para finalizar, no quiero dejar pasar esta oportunidad para expresar
mi gran
preocupación por los sacerdotes del llamado “Grupo Angelelli”,
que han sido castigados por
expresar su opinión, habiendo estado siempre al servicio del
pueblo y de la justicia social con
equidad. Por eso, digo que no tenemos que tener miedo. Yo no creo en
el demonio; creo más
en el poder de Dios.
Por último, quiero dejar perfectamente aclarada mi posición,
que fue siempre la
misma: consulta popular. De lo contrario, acato la decisión de
mi bloque en la seguridad de
que en el próximo año tendremos la absoluta obligación
de mejorar estas leyes y otras, como
la baja de edad de imputabilidad y la de adopción, porque por
encima de todo está y debe
estar al interés superior del niño.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora
senadora Monllau.
Sra. Monllau. – Señor presidente: a riesgo de generar antipatías
entre mis pares, me voy a
permitir hacer un pedido y es que seamos muy cuidadosos con los mensajes
que en el orden
de lo simbólico enviamos a la sociedad. Digo esto porque he observado
durante el desarrollo
de las diferentes sesiones que hemos sesionado con la mitad o menos
del total de los
miembros presentes y que dieron quórum al inicio de la sesión.
No vaya a ser que esto pueda
leerse como que estamos otorgando o concediendo escaso valor a la palabra
y especialmente
a la palabra ajena, en el marco de lo que es y debe ser un debate parlamentario.
Dicho esto, señor presidente, y antes de dar razón de
mi voto negativo al proyecto
aprobado por la Cámara de Diputados, quiero expresar que no abjuro,
reniego ni oculto la fe
que profeso ni mi pertenencia a la Iglesia católica, porque tengo
la certeza de que no es
motivo para descalificar la postura que asumo.
Agradezco la labor titánica de la senadora Liliana Negre de Alonso
y de todo su
equipo de trabajo. Además, señalo que hubiera querido
que hoy en este recinto se estuviera
discutiendo primero acerca de aquellas desigualdades escandalosas en
el orden de lo
económico, lo social y lo político, a saber, señor
presidente, crecimientos patrimoniales
injustificables, obturación de la palabra y clausura del diálogo,
corrupción extrema y generalizada, clientelismo denigrante y
dadivoso, pauperización, indigencia cultural, etcétera.
Todo ello opuesto a la equidad, a la paz, a la justicia social y a la
dignidad de las personas.
Esto también necesita del Derecho.
Para justificar mi voto, comenzaré citando a la doctora Pilar
Zambrano y me pregunto
con ella, ¿es lo mismo un derecho que un deseo? Cito a la doctora
Zambrano: la
identificación de derecho humano con deseo que cuenta con algún
grado de consenso social
está en parte sobre la base de las propuestas que defienden el
matrimonio homosexual.
Sigue diciendo la doctora Zambrano: sin embargo, parece claro que no
tenemos
derecho a todo lo que podemos desear, porque el número de nuestros
deseos es ilimitado y
difícilmente compatibles con los no más ilimitados derechos
de los demás. Si los deseos son
el único referente de los derechos, difícilmente sea concebido
el derecho tal cual lo
conocemos hoy en día porque una de las notas básicas de
la Introducción al Derecho o
Filosofía del Derecho Civil I es la coacción; y si algo
supone la coactividad como nota del
derecho es precisamente que más de una vez las normas contradicen
los deseos. Frente a esto,
algunos sostienen que si bien los derechos no recogen los deseos de
cada individuo, sí
receptan los derechos mayoritarios. El contenido de los derechos estaría
determinado pues
por los deseos de una mayoría o, por utilizar una expresión
más difundida, por un consenso
social. Fin de cita.
Por otro lado, los tratados internacionales incorporados a la Constitución
garantizan el
derecho a contraer matrimonio a hombre y mujer: artículo 17 del
Pacto de San José de Costa
Rica, artículo 23 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos y artículo 16 de la
Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer.
También el artículo 10 del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, entre otros, coloca
al Estado en la función de proteger el instituto de la familia
considerando a ésta como el
elemento natural y fundamental de la sociedad y también como
célula del Estado.
Esta reforma, al contrariar normas internacionales de rango constitucional,
carecería
de valor. La legislación civil, como la que expresan los tratados
internacionales y la propia
Constitución nacional, son heteronormativas; piensan en el matrimonio
como el instituto
conformado por la unión de hombre y mujer. Y en el caso de nuestro
Código Civil tiene una
coherencia y una lógica interna que no se rompen eliminando la
palabra “mujer”. Además,
este proyecto daría lugar a un sinnúmero de conflictos,
pues no legisla sobre la determinación
de la filiación, que en nuestra ley está basada en el
nexo biológico entre padres e hijos y en el
sistema de presunciones de paternidad y maternidad.
Asimismo, deseo aclarar que discriminar es distinguir, y en este sentido
la Corte
Suprema de nuestro país ha dicho en numerosas ocasiones que la
igualdad que consagra la
Constitución es la igualdad de iguales en iguales circunstancias.
De modo que no es justo
tratar de manera igual a lo distinto, así como tratar de manera
desigual lo que es igual.
En lo que respecta a la adopción, el juez de menores de Córdoba,
doctor Carlos
López, en audiencia pública expresaba –y cito–:
respecto del derecho de los adultos, todo el
mundo discute si las parejas heterosexuales son las únicas que
tienen derecho a adoptar y si
las parejas del mismo sexo tienen o no el mismo derecho que aquellas.
Hago en tal sentido
categórico juicio, y junto con el doctor López digo que
estas últimas no tienen derecho a
adoptar como tampoco lo tienen los matrimonios heterosexuales y los
adultos en sí, sino que,
por el contrario, es el niño el que tiene derecho a ser adoptado.
La adopción no es un instituto
que tiene por finalidad satisfacer un capricho o una necesidad de una
pareja o persona, sino
que tiene por finalidad exclusiva y excluyente brindar una familia a
un niño que la necesita.
En este mismo sentido se deben considerar los artículos 3º
y 4º de la Convención de los
Derechos del Niño. Diré, señor presidente, que
la íntima comunidad conyugal de vida y amor se establece
sobre la alianza de varón y mujer en el matrimonio, sobre su
consentimiento personal e
irrevocable. Es el matrimonio el acto humano por el cual varón
y mujer, idénticos en tanto
personas pero diferentes en su especificidad y por ello mismo complementarios,
se dan y se
reciben mutuamente y nace con ello ante la sociedad una institución.
Este vínculo, en
atención tanto de los esposos y de la prole como de la sociedad,
es de suma importancia para
la continuidad del género humano, para la paz, para la estabilidad
y la dignidad, entendiendo
la dignidad como el rasgo que hace que el hombre no sea solamente algo
sino alguien,
alguien capaz de conocerse, poseerse y darse libremente.
Señor presidente: el bien de cada uno, conforme a la naturaleza
social del hombre,
está necesariamente relacionado con el bien común, es
decir, con el conjunto de aquellas
condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno
de sus miembros,
alcanzar la perfección. El bien común afecta la vida de
todos, exige la prudencia por parte de
cada uno y más aún de aquellos que ejercen o ejercemos
autoridad.
Sin ser persona de derecho me permito decir que si una ley divide a
la sociedad, si son
necesarios ardides, artilugios, viajeros innecesarios, presiones y cooptaciones,
algo no está
bien. Tal vez, todavía no era el tiempo. Quizás el fruto
no está maduro y con un poco de
buena voluntad y tiempo, tal vez puedan lograrse consensos amplios.
Tengo profundo respeto por las uniones homosexuales. Creo que merecen
una
solución a sus planteos, pero no creo que el instituto del matrimonio
sea lo más conveniente.
Para terminar, señor presidente, me voy a permitir citar al doctor
Rolando Crook,
abogado catamarqueño que en la audiencia celebrada en mi provincia
dijera lo siguiente: me
permito hacer una pequeña diferencia entre el sexo, que es impuesto
por el orden natural, y el
ejercicio de la sexualidad, que sí puede ser un determinio o
ejercicio individual de la libertad
de cada persona. El sexo no se elige, es una imposición de la
naturaleza; lo que se elige es
una práctica de la sexualidad compatible con sexo de diferente
tipo. El sexo es un orden que
proviene del derecho natural. La exigencia de contrayentes de uno y
otro sexo en la ley de
matrimonio civil, en su artículo 172, no tiene que ver con la
restricción del derecho
individual. Las exigencias que tiene la ley de matrimonio no están
pensadas en el derecho del
individuo, sino en las necesidades de una sociedad. La necesidad del
derecho implica
establecer límites, y esos límites están en función
del carácter social del individuo. El derecho
no se dirige a la conciencia, sino a la convivencia, y si una norma
no se dirige a la
convivencia, es lógico que tenga que enfrentarse con una suerte
de tensión dialéctica entre lo
que es valor individual y valor social. Y en esa tensión dialéctica,
mal que nos pese a todos –
aun a los heterosexuales– prima el valor social.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Fernández.
Sr. Fernández. – Señor presidente: la verdad es
que pensaba entrar abiertamente en el tema,
pero la introducción que formuló la miembro preopinante
me obliga a un debate quizá para
otra sesión, que tiene que ver con políticas inclusivas,
con la desigualdad, con la destrucción
del empleo, del aparto productivo, del ahorro y del sistema jubilatorio.
Tuvimos índices
altísimos: 26 por ciento de desempleo, 50 por ciento de pobreza
y 30 por ciento de
indigencia. Estas cosas tienen que ver con la Argentina real, no con
la Argentina discursiva;
con esta Argentina que en la inclusión tiene, por ejemplo, como
único referente en el mundo,
a 8 millones de aportantes y 8 millones de personas tienen cobertura
social por parte de la
ANSeS. Esta también es la Argentina que me parece que no se abordó
recién, por lo menos
en la parte primaria del discurso.
Ahora me parece importante clarificar de qué estamos hablando,
porque hubo algunos
discursos que me parece que pretenden confundir en forma intencional.
Nosotros estamos reconociendo que hay personas que no tienen la misma
sexualidad que el común
denominador. Afirmar esto significa que estamos frente a personas que
tienen derecho a ser
protegidas por el Estado, y el Estado tiene la obligación de
protegerlos. Esto es sinónimo de
admitir, en consecuencia, que hay personas que son víctimas de
abusos, y el Estado debe
reaccionar frente a ellos. Esto es poder comprender que los individuos
a los que estamos
haciendo referencia son personas, son tan personas como cualquiera de
los senadores que
están sentados acá. Quiero aclarar esto porque no son
parias sociales, no son monstruos; son
todos hijos y producto de matrimonios heterosexuales, son todos hijos
de esta sociedad. Y la
sociedad, hoy, a través del Estado pretende reconocerles derechos
hereditarios, derechos
sociales y cobertura previsional. Limitar el debate a una cuestión
semántica o terminológica
me parece un reduccionismo.
No podemos tratar –escuché yo– de iguales a los que
no son iguales. Esta reflexión,
que además me preocupa, es profundamente discriminatoria. En
realidad, debiéramos
preguntarnos por qué no son iguales. Yo creo que son exactamente
iguales a nosotros, son tan
personas como nosotros, son tan hijos de Dios como cualquiera de los
que habló acá.
Efectivamente, tienen sentimientos. La única diferencia es que
tienen una orientación sexual
distinta, que vaya a saber Dios por qué, por alguna concepción
divina, hay quienes tienen una
inclinación heterosexual y quienes son homosexuales. Vaya a saber
Dios por qué suceden
estas cosas.
Nosotros creemos ser normales, entonces convivimos con homicidas, con
narcotraficantes, con pedófilos. Muchos de ellos ocupan lugares
de privilegio en la sociedad:
algunos son autoridades eclesiásticas, otros son autoridades
educativas. Se encuentran en ese
lugar de privilegio y actúan con la complicidad y, a veces, el
silencio de la sociedad hasta que
algún hecho bochornoso, escandaloso, toma estado público,
viene la condena de la justicia y
recién después el repudio de la sociedad. Hasta ese momento,
nosotros los consideramos
semejantes. Pero la verdad es que con estos verdaderos energúmenos
sí somos distintos. Sí,
claro que somos distintos. A nadie jamás se le ocurrió
establecer distintas categorías para la
condición de personas de quienes a lo mejor y por discriminación
positiva merecerían un
tratamiento distinto.
Es importante que entendamos con meridiana claridad que el derecho que
hoy
estamos reconociendo no lesiona ningún derecho de ningún
heterosexual, ni de ningún
integrante de la sociedad. La única diferencia entre el antes
y el después de la sanción de esta
ley es que vamos a poner un punto final a una injusticia que viene desde
siempre y que en la
República Argentina tiene 26 años de militancia pacífica
de quienes en definitiva han sido
discriminados.
Es falaz argumentar que nosotros estamos vulnerando derechos adquiridos,
como
también es falaz mezclar la discusión de esta ley con
la de adopción. Nosotros no tocamos
una coma de la ley de adopción. Los que podían adoptar
antes de esta ley, lo podrán hacer
con posterioridad. Y esto hay que decirlo literalmente. Es cierto, como
dijo, entre otros, el
senador Juez, que esto pone sobre la superficie una ley vetusta, caduca,
que es la ley de
adopción. Porque el problema no es de los pibes que tienen papá
y mamá, sino de los miles
de pibes que son víctimas de atrocidades. Y, efectivamente, nosotros
debemos trabajar
concienzudamente para que la ley de adopción les permita tener
una salida distinta de la que
tienen.
Este debate genera tensiones. Todos los debates las generan, como las
generó en su
momento el divorcio vincular. La evolución genera estas cosas.
A veces nos enfrenta en
discusiones innecesarias, cuando este tipo de temas los debiéramos
resolver por la positiva,
por la inclusión, por la singularidad y no por la negación.
Voy a traer a cuento algo que, efectivamente, los santafesinos conocen
con
profundidad, que es la suerte que siguió alguna vez allá
por 1867, cuando se debatió la
primera ley de matrimonio civil. En ese momento esa ley era promovida
por el gobernador
Oroño y el obispo del litoral con asiento en la ciudad de Paraná
Gelabert y Crespo se opuso a
esa ley y envió un comunicado a todas las parroquias del litoral
calificándola de anticristiana,
antisocial, corrupta, impopular, contraria a las tradiciones populares,
e inconstitucional.
Obviamente, el gobernador reaccionó y mandó a arrestar
a todos los párrocos de las ciudades
de Santa Fe y de Rosario. Además, pidió al gobierno nacional
que interviniera el gobierno de
la provincia de Santa Fe. Eso fue negado y el voto de la negación
del Poder Ejecutivo tenía
letra de don Dalmacio Vélez Sarsfield. Ante la situación
que se vivía, los grupos políticos
aprovecharon el descontento popular y se generó una verdadera
revolución en Santa Fe. En
ese momento Urquiza apoyaba a Cabal, que era contrario a Oroño
y, entonces, el gobierno
nacional ordenó la intervención de Santa Fe, pero no por
el pedido del gobernador sino por
los acontecimientos revolucionarios que se vivían. El grupo de
Urquiza y Cabal tomaron
Rosario y fueron a buscar al intendente Ruiz Moreno, pero como no lo
encontraron fusilaron
su retrato. Además, según cuentan las leyendas de la época,
mandaron a fusilar a aquellas
leyes que se habían escrito respecto del matrimonio civil como
una muestra absolutamente
clara de que, efectivamente, se condenaba no sólo a la vida en
matrimonio civil, sino a
aquellos que en ese momento se habían animado a dictarlo.
La realidad existe. No es una ficción y nosotros debemos convivir
con ella y no
negarla. Antes, el divorcio llegó a ser calificado por algunos
–y sigue siéndolo– como un
pecado mortal, y la sociedad vivía ocultando y simulando cuestiones
que efectivamente
sucedían en su seno; o sea, era una sociedad absolutamente hipócrita
en ese sentido, pero era
la realidad del momento y la legislación de la época.
Actualmente, el divorcio es una realidad
que transparentó que, efectivamente, el amor hay que conjugarlo
de a dos, pero de la mano
del respeto por el otro. Bienvenidas la evolución y aquellas
herramientas con las cuales la
sociedad va mejorando sus condiciones de vida y de convivencia.
En otros tiempos, los primeros pensadores de la humanidad habían
destinado para la
mujer un rol que, gracias a Dios, sufrió evoluciones. El mundo
evoluciona y el futuro va de la
mano del proceso evolutivo en el cual estamos todos inmersos.
En muchas oportunidades, cuando en este recinto se habla de lo propio
y de lo
extraño, nosotros citamos tratados internacionales y normas constitucionales,
pero en balde.
Sería importante que ahora, al tratar este proyecto de ley, echemos
un vistazo a la
Constitución y a los tratados internacionales para ver qué
lejos o qué cerca estamos de ellos.
Al respecto, digo que la Constitución es muy clara: exige al
Estado un tratamiento igualitario
para todas las personas, e impedir contraer matrimonio a personas del
mismo sexo constituye
un caso de discriminación absolutamente vedado por la Carta Magna.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos señala
en su artículo 2°, punto
1), que todas las personas tienen derechos y libertades que se proclaman
sin distinción alguna
de raza, sexo, idioma o religión. La Declaración Americana
de los Derechos y Deberes del
Hombre remarca que todas las personas son iguales ante la ley. El artículo
24 del Pacto de
San José de Costa Rica le dice a los estados que son parte –nos
dice a nosotros– que deben
respetar los derechos y libertades reconocidos en él. El Pacto
Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, en su artículo 26, habla de la igualdad
ante la ley. La Corte
Interamericana prohíbe el tratamiento discriminatorio.
Pero como si todo esto fuera poco, cabe señalar que en el año
1994 se produjo una
reforma constitucional y el artículo 75, inciso 23, obliga a
que el Congreso tenga prácticas
reales en acciones positivas que den igualdad de oportunidades y de
trato. La igualdad de la ley no se puede mover. Cuando uno analiza si
una ley trata
igualitariamente o no a los individuos, estos no se pueden mover del
campo de la racionalidad
y de la lógica. Y la protección del artículo 1.271
para la presunción de propiedad conjunta de
los bienes es un derecho. El derecho hereditario es otro derecho. Entonces,
impedir
efectivamente el ejercicio de esos derechos es un tanto complicado,
por lo menos, para un
creyente, un cristiano, un racional.
El artículo 19 de la Constitución nacional es claro –lo
citó bien Freddy Martínez–
habla del principio de la autonomía ética de las personas.
Implica que toda persona mayor de
edad, adulta, con discernimiento, intención y libertad puede
ejercer su propio plan de vida.
Solamente tiene una limitación, que no incurra en daños
a terceras personas; y les quiero dar
una muy mala noticia, acá no hay daños a terceras personas,
con lo cual no hay elemento
alguno que nos permita desde la Constitución pararnos en ningún
lugar raro.
La comunidad científica, con referencia a la homosexualidad,
no la ven como una
enfermedad. Entonces, acá el problema no son “los homosexuales”.
Acá el problema es la
discriminación y cómo el Estado actúa, incluye
a las personas que de diferente sexualidad no
tienen hoy marco jurídico de protección. Estamos en un
discurso de la tolerancia. No se me
ocurre ni mi inspira la descalificación a nadie. Es más,
los que han trabajado por el sí o por el
no, lo han hecho, al menos aquí, racionalmente. Algunos de afuera,
que pareciera que no
hacen presión, la verdad que me gustaría que hubieran
tenido un poco más de tolerancia. Yo
creo en Dios, en Cristo, soy católico, tengo familia, soy heterosexual
y creo en un Dios con
un corazón así grandote y no en alguien que además
me permita llegar a la conclusión de que
los homosexuales no son hijos de Dios. No sólo me parece ilógico
sino que además minimiza
el concepto de racionalidad que yo tengo de mi propia persona, para
no hablar de nadie más.
Además, creo que me restaría valor en mi condición
de cristiano y en mi condición humana.
No estamos acá para calificar si esto es bueno o malo. Además,
no somos quién para
calificar si las distintas concepciones de familia que conviven en la
sociedad son buenas o
malas. Lo que nosotros tenemos que visualizar, porque para eso estamos
acá, para legislar, no
para hacer anécdotas o comentarios cursillistas, es si, efectivamente,
la protección jurídica es
para todos o hay familias que tienen protección jurídica
y familias que no la tienen. Si hay
familias que tienen derecho y hay familias que no lo tienen. Y les quiero
contar, la verdad es
que hay familias que tienen protección jurídica y hay
familias que no y a eso le tenemos que
poner un punto final.
No estamos para analizar si es bueno o es malo lo que está pasando
en la realidad.
Abrir los ojos, mirar al costado, existen, existieron siempre. Dejemos
de discriminar,
incluyamos, esto se resuelve por la positiva, no por la negación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Senador: vaya terminando, por favor.
Sr. Fernández. – Sí, dos reflexiones, nada más.
La jueza Seijas en su fallo dice que es importante advertir el verdadero
contrasentido
de unos derechos que se predican como universales pero dejan a un grupo
de personas
excluido de sus voces. Esto es tan lapidario como innegable. La institución
civil no tiene que
ver con algo natural o religioso. No es así, porque confundir
que lo natural es que las
personas sean heterosexuales nos lleva a la irracional conclusión
por la inversa, que los
homosexuales no son personas, no son naturales. ¿Qué son?
¿Son marcianos?, ¿son
monstruos?, ¿qué son? La verdad que excluirlos del ámbito
de la naturaleza por su condición
sexual me parece bastante complicado.
Los argumentos religiosos son todos válidos -yo los tengo-, pero
me sirven para mis
convicciones íntimas. Sin embargo, cuando vengo a este Senado
a legislar, lo tengo que hacer
sin perder de vista que hay creyentes y no creyentes. No le puedo incluir
mis convicciones religiosas a nadie para, a partir de allí, determinar
quiénes tienen protección y quiénes no.
No planteo cuestiones políticas; las cuestiones políticas
ya las expresé al comienzo de
mi intervención. La ley no debe confundir. La norma debe poner
orden y tener el norte
puesto en la protección. Una regulación positiva, para
ser buena -lo aprendí en los primeros
pasos de la Facultad, y seguramente lo saben todos- tiene que ser integral,
general y no
discriminatoria. Y el proyecto que viene en revisión de la Cámara
de Diputados es integral,
general y no discrimina.
Hoy, uno de los senadores preopinantes hizo referencia a una clásica
novela,
Rebelión en la granja, y citó el párrafo que decía
que son todos iguales, pero hay algunos
que son más iguales que otros. Por lo tanto, tenemos que revertir
esa situación, porque
cuando el debate se oscurece, debemos encender, como lo hicieron algunos
aquí, la luz del
alma que ilumine. Porque si nosotros, los heterosexuales, los protegidos
por el derecho, no
tenemos los oídos abiertos a gritos desesperados de grupos de
gente que está sin protección y
sin cobertura jurídica, será porque no sólo habremos
perdido el oído, sino que también
comenzamos a perder la razón. Y eso, para un legislador, es muy
complicado.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora
senadora Higonet.
Sra. Higonet. – Señor presidente: en primer lugar, felicito
a la Comisión de Legislación
General por el profundo y titánico trabajo -como se ha dicho
aquí- que hizo para llevar al
interior y darle un sentido federal a este tema, para escuchar la voz
de las provincias.
Realmente, los aportes fueron muy positivos. Tuvieron un verdadero sentido
democrático
cada una de las audiencias.
Sin embargo, hubo una voz que no fue escuchada en esas discusiones porque,
obviamente, así debía ser. Me refiero a la de los niños.
Eso hace que la responsabilidad por lo
que diga y vote hoy tenga un peso enorme. Así como también
lo tienen todas las firmas que
nos alcanzaron miles de familias pampeanas bajo el lema "Queremos
una familia con papá y
mamá".
Es cierto que todavía me sigo planteando por qué nos dimos
tan poco tiempo para
encarar un debate profundo y trascendental para las familias. Nuevamente,
nos llevaron a
confrontarnos como sociedad, a sentir que estábamos en un partido
de fútbol en el que nos
ubicábamos en uno u otro arco según si nos poníamos
la camiseta de la Iglesia o la de
"progre".
Considero que se trata de un tema acerca del cual tendríamos
que haber dado un
debate mucho más profundo, serio, técnico, con tiempo
y con la madurez que una sociedad
democrática necesita. De haber procedido de esa manera, seguramente
habríamos llegado a
resolver o a enfrentar este tema mucho más fortalecidos y enriquecidos
y no con este
sentimiento de la mirada esquiva, con el enojo que muchas veces generaron
las discusiones
que se dieron sin conocer en profundidad el tema. Sinceramente, no he
visto una sola vez en
los debates públicos que se han dado el estar analizando realmente
el proyecto que hoy se
encuentra en nuestras manos. Sí se ha bombardeado con muchos
temas, aunque
fundamentalmente con tres: matrimonio, discriminación y adopción.
Alguien muy sabio me dijo ayer: cuando empieces a debatir, cuando empieces
a
hablar de un tema, tenés que saber primero la definición.
Es decir, qué significa
concretamente aquello de lo que vas a hablar.
Eso es lo que voy a intentar, presidente. Matrimonio viene la palabra
latina, como lo
dijo la senadora Osuna, matrimonium. Matri, significa madre, matriz,
y monium, significa
calidad de. Pero, a diferencia de lo que se dijo, para mí es
oficio de madre, con todo lo que
significa desde lo profundo y desde la ternura que implica. Es decir
que, por lo tanto,
hablamos de la procreación. El matrimonio es un don de la creación.
No hay nada que lo iguale. Tiene
características que lo diferencian y que hacen que sea la base
de la familia y de la sociedad.
Es, justamente, en la diversidad biológica y en la complementariedad
antropológica donde el
matrimonio encuentra su razón de ser; trasciende a los que lo
viven y genera vida. Y en una
unión homosexual está ausente la dimensión conyugal
como también está ausente la apertura
a la nueva vida.
Es el matrimonio, como dije, la base de la familia y de la sociedad.
Y es a la familia a
la que desde hace muchísimo tiempo, desde tiempos inmensurables,
se la reconoce como la
célula de la sociedad. La familia es fundante, tiende a la existencia
justa de la sociedad. De
ahí que corresponde al Estado su protección en resguardo
del bien común.
Esto así fue reconocido en las grandes culturas del mundo y es
reconocido en los
tratados internacionales que tienen jerarquía constitucional,
tal como lo establece el artículo
75, inciso 2) de la Constitución.
Es cierto que ya fueron nombrados, pero viene al caso y lo reitero.
La Convención
Americana sobre Derechos Humanos establece en el artículo 17
la protección a la familia. La
familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y debe ser
protegida por la
sociedad y el Estado. Se reconoce el derecho del hombre y la mujer a
contraer matrimonio y a
fundar una familia si tienen edad y las condiciones requeridas para
ello por las leyes internas.
Adicionalmente, también el artículo 6° de la Declaración
Americana de los Deberes y
Derechos del Hombre de 1948 tiene similares estipulaciones, salvando
modalidades de
expresión.
El inciso 3) del artículo 16 de la Declaración Universal
de Derechos Humanos dice:
“Los hombres y las mujeres a partir de la edad núbil tienen
derecho, sin restricción alguna
por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar
una familia.”
En cuanto al artículo 10 del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y
Culturales y al artículo 23 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, si
analizamos los textos, claramente se observa que cuando se refieren
a otros derechos hablan
de toda persona, de todo individuo, pero cuando se refieren al matrimonio
dicen que este
derecho se le reconoce al hombre y a la mujer.
Mucho se ha dicho también sobre la discriminación, y el
Código Civil contempla
impedimentos para contraer matrimonio; por ejemplo, algunos fundados
en la edad, en la
consanguinidad, en la cantidad de personas –si no estaríamos
hablando de matrimonios
múltiples– y en la diversidad de sexo, y sin embargo no
se los considera discriminatorios.
Cabe aclarar que no toda distinción es discriminatoria y que
no toda diferenciación es
inconstitucional, siempre que ella sea razonable y no arbitraria. Y
es la razonabilidad en la
selección de los hechos y circunstancias en las cuales aplicamos
las mismas consecuencias
jurídicas lo que determina si una solución es violatoria
o no de la igualdad.
No puede soslayarse que el derecho se aplica a hechos; y así,
en determinados hechos
o circunstancias que ocurren en la vida de las personas, el ordenamiento
jurídico –según
tiempo, lugar y forma– establece determinadas consecuencias o
efectos jurídicos. Nos
corresponde a los legisladores establecer de manera razonable normas
que regulen los hechos
o los acontecimientos entre las personas, no solamente seleccionando
de manera razonable
los supuestos de hecho sino también cumpliendo con la Constitución
y con los tratados
internacionales.
En el tema que nos compete, no querer otorgar a una unión entre
homosexuales u
homoafectiva el mismo tratamiento o los efectos similares que a un matrimonio
entre
heterosexuales no es discriminar, ya que, de acuerdo a lo que hemos
explicado, esa unión no
produce los mismos efectos. Mucho se ha hablado también de la
adopción, y también en este tema me pareció
sumamente importante lo que dijo el juez de menores López –como
mencionó la senadora
Monllau–, porque cuando hablamos de adopción siempre solemos
cometer este error de
hablar de la adopción desde los adultos, y él fue muy
claro en cuanto a que es el niño el que
tiene derecho a ser adoptado. La adopción tiene la exclusiva
y excluyente finalidad de
brindarle una familia a un niño.
También en este punto debemos recordar lo que establece la Convención
de los
Derechos del Niño adoptada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas: los estados
parte reconocen el derecho de todo niño a un nivel de vida adecuado
para su desarrollo físico,
mental, espiritual, moral y social.
Hay evidencia científica sobrada –de la cual no tengo la
menor duda, sobre todo
especialmente si siempre tenemos presente al niño como sujeto
de derecho por encima de
todo– de que el entorno educativo y de profunda formación
psíquico-social y la profunda y
completa formación de identidad la logrará a través
de la figura de una mamá y de un papá.
Vuelvo al análisis concreto del proyecto que hoy tenemos en consideración
–el CD.-
13/10–, para decir que creo que es por demás claro el análisis
que hace la doctora Graciela
Medina y el doctor Nicolás Lafferriere. Me voy a remitir exclusivamente
a los conceptos de
ellos, porque al no tener una formación en Derecho, seguramente
que si lo analizara desde lo
legal y técnico, cometería muchos errores.
Nos manifiesta muy claro la doctora Medina: “El origen del problema
reside en que el
proyecto aprobado por la Cámara Baja no contiene una reforma
institucional profunda, sino
que simplemente ha querido posibilitar el acto del matrimonio homoafectivo
sin pensar en los
efectos generales que este tiene en el estado civil de la persona y
en particular en su
filiación”.
Pero es cierto también que no podemos permanecer indiferentes
ante las situaciones
injustas que se dan hoy y que actualmente las viven quienes están
en una relación
homoafectiva. Insisto, debe ser a través de un debate serio y
profundo, con reformas
estructurales; que nos tenemos que poner a trabajar en una ley, como
aquella con la que
estábamos totalmente de acuerdo –si hoy se daba lugar a
tratarla–, de unión civil, que se ha
analizado con mucha profundidad. Pero las circunstancias, tal vez, no
permitan que hoy
podamos dar una solución que contemple una serie de derechos
que actualmente les están
siendo negados o no reconocidos a quienes viven este tipo de relación,
como son los derechos
de bien de familia, hereditarios, alimentario, previsionales, etcétera.
Debemos generar una herramienta jurídica que cumplimente los
tratados suscriptos,
pero que no quiebre ni debilite costumbres, valores y tradiciones de
nuestra sociedad, que,
por lo que hemos podido observar en todos los paneles en las discusiones
que se dieron en el
seno de la Comisión de Legislación General, todavía
existen y, gracias a Dios, son muy
fuertes en nuestra sociedad.
Es cierto que tenemos que trabajar para dar una solución integral
a estas personas que
hoy se encuentran desprotegidas con un gran vacío legal. Pero
hoy, tenemos un deber al que
no debemos faltar, que es el de promover y tutelar una institución
esencial para el bien
común, para la sociedad, para la grandeza de nuestra Patria,
como lo son el matrimonio y los
niños.
Por eso, señor presidente, el bloque PJ La Pampa, es decir, el
señor senador Carlos
Verna y quien les habla, va a votar en contra de este proyecto.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Bermejo.
Sr. Bermejo. – Señor presidente: parece que a esta altura
del debate está todo dicho. El tema
presenta profundas y varias connotaciones jurídicas, filosóficas,
psicológicas, sociológicas, antropológicas y religiosas,
entre otras.
Si bien por un principio general del Derecho se establece que una ley
posterior
modifica a una anterior, hay otro principio que nos hace reflexionar
si con esta modificación
legal no estamos reformando un modelo social, y si ese cambio de modelo
social no tendrá
consecuencias negativas e imprevisibles.
En este sentido, yo pienso en las aulas argentinas, en nuestros docentes
y en nuestros
alumnos, con la aclaración de que de ningún modo anticipo
una visión apocalíptica en caso
de que el proyecto venido en revisión de la Cámara de
Diputados se convierta en ley.
El Estado no va al cielo ni al infierno. El Estado es el Estado; pero
la evolución, la
historia, ha demostrado que no existe un Estado neutro a los valores
sociales. El Estado debe
propender al bien común, y este se configura con tres características:
el orden, la justicia y la
libertad; y siempre en armonía, sin supremacía de alguno
de estos valores sobre los otros.
Desde la misma construcción del Estado argentino, se intentó
proteger al matrimonio
como ámbito de procreación y célula básica
de la sociedad para el desarrollo integral de la
persona, teniendo en cuenta las particulares diferencias entre varón
y mujer. La propia
inclusión constitucional de la Convención sobre los Derechos
del Niño me exime de mayores
análisis.
Por eso, estoy convencido de que debemos preservar la institución
del matrimonio
para varón y mujer, con el lugar que ocupa en la sociedad argentina,
como institución
formadora de la familia, que es la base de nuestra sociedad.
También se reconoce que el matrimonio no ha sido instituido únicamente
en orden a
la procreación; su valor de comunión permanece, incluso,
cuando los hijos no llegan a
coronar la vida conyugal. Así, la esposa y el esposo pueden recibir
hijos mediante el instituto
legal de la adopción.
Señor presidente: al inicio, aludía a las variadas connotaciones
que, a mi juicio, se
involucran en este tema. Y estoy convencido de que, para cada una de
ellas, hay especialistas
que podrán defender esta postura de una manera mucho más
sólida y contundente de lo que
yo lo estoy haciendo. Por eso, me permito incluir otro elemento, que
es considerar este asunto
desde el punto de vista personal. Y lo hago por testimonio de vida,
porque en uno, también,
pesan situaciones y experiencias personales.
Como se oyó en el recinto de la Cámara de Diputados en
ocasión del debate de este
proyecto de ley, yo también he pasado por situaciones particulares.
Enviudé en 1990 con tres
niños muy chiquitos, uno de cinco años, otro de dos años
y el más chico de 8 meses. Para
formarlos, educarlos y verlos crecer en familia, necesité la
figura de una mujer, por lo que
reinicié mi vida casándome nuevamente con mi actual esposa,
con la que tengo dos hijos
más.
Traigo mi vivencia a este recinto –como les expliqué a
los mendocinos–, porque estoy
seguro de que la figura de la madre es preponderante en el desarrollo
de cada ser humano. Por
ello, también en la definición de mi posición con
respecto al tema en consideración, pesan
situaciones personales y particulares.
En la familia, hay algo que no se tiene que alterar, como son las figuras
del papá y de
la mamá, que deben existir y no podemos negar a un niño
el derecho a tenerlas. Pero más allá
de lo personal, como senadores, nos compete el cómo legislar
para toda la sociedad, el cómo
brindar derechos a un colectivo que reclama una insuficiencia de ellos.
Por eso, estoy a favor
de la sanción de una norma que permita la unión de personas,
garantizando brindar certezas al
mayor número de situaciones familiares, independientemente de
las condiciones personales o
sociales de sus miembros.
Sr. Gioja. – Pido la palabra para una interrupción.
Sr. Presidente (Pampuro). – Señor senador Bermejo: el señor
senador Gioja le solicita una
interrupción. ¿Se la concede?
Sr. Bermejo. – Sí, señor presidente.
Sr. Presidente (Pampuro). – Para una interrupción, tiene
la palabra el señor senador Gioja.
Sr. Gioja. – Las reflexiones que hace mi vecino de Mendoza –haciendo
un análisis de lo que
él piensa– tienen que ver con la opinión de los
sanjuaninos.
Creo que llevamos más de diez horas de debate. Hemos dicho muchas
cosas y estoy
absolutamente convencido de que nada de lo que podamos mencionar modificará
el criterio o
la opinión de quienes participamos de este rico debate, porque
hay que reconocer que tiene
una importancia significativa. En consecuencia, voy a pedir oportunamente
que se me
permita insertar mi discurso, a efectos de completar mi pensamiento
con relación al tema.
Este debate ha incorporado algunos elementos que me parecen significativos,
por
ejemplo, el hecho de que todos, o casi todos, hayamos hecho referencia
concreta a la
adopción, que es un elemento fundamental en la construcción
de una sociedad nueva y que
tiene consecuencias importantes en orden a decidir qué tipo de
sociedad queremos.
Todos hemos criticado la ley que actualmente regula ese instituto. Es
bueno que
asumamos el compromiso real, cierto y verdadero de estudiar el tema
y dar una respuesta
legislativa a este problema fundamental, apuntando claramente a poner
en el eje de la
discusión el derecho que tienen los niños, como bien se
ha dicho aquí, a ser adoptados,
adecuando nuestra legislación a lo que establece la Convención
Internacional de los Derechos
del Niño.
También quiero hacer una referencia al nivel de representatividad
que hoy tenemos en
el Senado. Yo represento a la provincia de San Juan y allí hemos
discutido bastante, con
relación a este tema, en audiencias públicas y foros en
los que los sanjuaninos hemos ido
emitiendo una opinión y, en este sentido, entiendo que hay un
criterio mayoritario que apunta
a ratificar la vigencia del matrimonio constituido por el hombre y la
mujer. Se han expresado
así nuestro gobernador, intendentes y concejales.
Quiero leer brevemente una resolución unánime de la Cámara
de Diputados de San
Juan –único órgano legislativo de mi provincia–,
porque me parece que expresa de alguna
manera el pensamiento de la sociedad sanjuanina. Dice así: Artículo
1°. – Manifestar su
desacuerdo con el proyecto de ley relativo al matrimonio entre personas
del mismo sexo, con
sanción en la Cámara de Diputados de la Nación
y en revisión en la Cámara de Senadores.
Artículo 2°. – Instruir a los señores senadores
nacionales por la Provincia de San Juan para
que rechacen con su voto el proyecto de ley de legalización de
la unión de personas del
mismo sex
Voy a ser compatible mi voto con el pensamiento y la decisión
de los sanjuaninos, a
lo que agrego mis convicciones personales, que también van en
la misma dirección. Por eso,
voy a votar a favor de mantener la estructura del matrimonio conforme
actualmente está
regulada en el Código Civil, apuntando también a crear
las condiciones para que haya una
legislación que permita a aquellas personas del mismo sexo que
quieran compartir su vida
tener una garantía de que lo van a hacer en el marco de una institución,
distinta de la del
matrimonio, que les dé seguridades en orden a su objetivo.
Agradezco al señor senador la posibilidad de esta interrupción
y al señor presidente el
haberme cedido el uso de la palabra.
Sr. Presidente (Pampuro). – Continúa en el uso de la palabra
el señor senador Bermejo.
Sr. Bermejo. – Señor presidente: como estaba diciendo,
firmé el dictamen de la Comisión de
Legislación General sobre el proyecto de ley de unión
civil que contempla la posibilidad de
ver garantizados los derechos patrimoniales, de seguridad social y derechos
sucesorios. Esto no debe entenderse como la negación de un derecho
a alguien sino la necesidad
jurídica de afirmar y tutelar un instituto que tiene sus notas
y características propias.
Entonces, señores senadores, dejo plasmado el respeto que tengo
por las diferencias. Una
sociedad democrática es una sociedad pluralista, no una sociedad
uniforme.
Por esta razón, el principio de igualdad y no discriminación
de los ciudadanos ante la
ley debe armonizarse con el principio de justicia, que significa tratar
lo igual como igual y lo
desigual como desigual, dando a cada uno lo suyo.
Es de destacar que la Constitución de 1949 establecía
que la familia es el núcleo
primario y fundamental de la sociedad y fijaba claramente que la protección
a la familia
responde a un natural designio del individuo, desde que en ella se generan
sus más elevados
sentimientos afectivos. Por eso, todo empeño tendiente a su bienestar
debe ser estimulado y
favorecido por la comunidad como el medio más indicado de propender
al mejoramiento del
género humano y la consolidación de principios espirituales
y morales que constituyen la
esencia de la convivencia social.
Señor presidente: solicito insertar el resto de mi exposición,
porque quiero abreviar,
ya que se me acabó el tiempo. Y quiero expresar que dejo fundado
así mi voto, acompañando
el dictamen en mayoría, rechazando el matrimonio de parejas conformadas
por personas del
mismo sexo.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el senador Artaza.
Sr. Artaza. – Señor presidente: la verdad es que este debate
reivindica a la política, tanto en
Diputados como en Senadores, porque muchas veces nos hablan de otros
congresos y
conformaciones parlamentarias –desde 1983 hasta acá–
y, sin embargo, como dice un poeta,
creo que no hay otro tiempo que el que nos ha tocado.
Y hoy nos toca discutir este proyecto de ley, que ya se lo viene trabajando
desde hace
veintiséis años. Yo me he preparado tratando de estar
al alcance de los conceptos jurídicos,
teológicos y sociales que se han expresado acá, pero dejé
todo de lado, escuchando
atentamente este debate, porque creo que nos enaltece y nos ha enriquecido
con las diferentes
posiciones.
Este proyecto, que tiene sanción de la Cámara de Diputados
y que regula el
casamiento entre personas del mismo sexo, desde mi punto de vista subjetivo
y en total
libertad de conciencia, iguala derechos.
He escuchado atentamente conceptos tan hermosos y tan loables sobre
el matrimonio
que me dan ganas de volverme a casar. (Risas.) Pero de verdad que es
así. Digo esto a pesar
de la rigidez del matrimonio. En este sentido, en algún momento,
tendremos que repasar
nuevamente el Código Civil, ya que el matrimonio civil no es
una institución natural sino
inventada por el hombre para proteger derechos sociales, económicos
y de familia.
A pesar de esa rigidez del matrimonio, se logra convivir felizmente.
Realmente, la
familia es ese concepto hermoso que he escuchado acá, lo cual
es verdad; y también los
chicos, nuestros hijos, quienes me están escuchando ahora y a
quienes con tanto amor hemos
concebido. Escuché decir a una persona: “estoy defendiendo
a mis nietos, tengo cincuenta y
ocho”. Y es verdad. Pero esa felicidad que causa el matrimonio
entre el hombre y la mujer va
a seguir, aunque hoy votemos esta iniciativa. Todos seguirán
siendo felices: el hombre y la
mujer tendrán nietitos; tendrán suegras; tendrán
nueras que los vengan a visitar todos los
domingos, las invitarán. Todo eso seguirá haciendo feliz
al hombre y la mujer.
Pero resulta que hay también otras personas, otros seres humanos
en la diversidad, a
los cuales hoy les tenemos que reconocer este derecho. Ellos también
tienen que tener los
mismos derechos. No veo por qué tenemos que hacer tanto esfuerzo
–lo digo con todo
respeto– por obstruir la posibilidad de que otras personas tengan
el mismo derecho. La verdad es que me había preparado en forma
jurídica, pero me preocupa escuchar,
por ejemplo, que vamos a legislar e igualar para personas diferentes.
¿Quién va a hacer esa
clasificación? ¿Un funcionario va a establecer la categoría
de esas personas diferentes?
No se puede negar la evolución del hombre. No se puede negar
la evolución del ser
humano. Más allá de esta norma, la votemos a favor o en
contra, vamos a legislar sobre una
realidad, que seguirá existiendo si se aprueba este proyecto
o no.
Entonces, respetuosamente, quiero decir que debemos ver esto con perspectiva.
Valoro los conceptos diferentes que he escuchado aquí. Los valoro
muchísimo, porque se ha
dicho casi todo. Es muy difícil agregar algo. Pero, quizás,
puedo aportar algo desde el punto
de vista cultural, como artista.
En este sentido, ustedes no saben el peso que se van a sacar de encima
si pueden –y lo
podemos hacer todos como sociedad– superar esta situación
con mucho amor. Porque
estamos hablando de amor. Hay que tener mucho coraje para pararse frente
a un hombre o
frente a una mujer, aunque sean del mismo sexo, y decirle: “Me
quiero casar con vos porque
te amo”. Es decir, estamos hablando de amor.
Por eso, quiero remarcar el peso que nos sacaríamos de encima
si superáramos
culturalmente, como sociedad, ese prejuicio. Dame al niño y te
daré al hombre, dice la
psicología. Quizás, deberíamos poder sacarnos de
encima todos esos preconceptos culturales
que tenemos desde chicos, para poder hoy otorgar este derecho a quienes
tienen otro
concepto de la sexualidad; respetando y dando igualdad a través
del precepto constitucional
de la igualdad ante la ley.
No entiendo por qué tenemos que poner tantos obstáculos
a esta norma. ¿En qué me
perjudica, y en qué se perjudica la sociedad con esta sanción?
Lo pregunto con todo respeto y
con todo amor. Hay que tratar de desdramatizar. Digámosles a
nuestros jóvenes que hay que
militar por el amor. Salgan y abracen a quienes piensan diferente.
Lamento que este debate se produzca con esta confrontación permanente
que a veces
proponemos. Y ni siquiera deseo hablar del oficialismo o del jefe político
del oficialismo,
quien a veces nos propone una confrontación. No quiero hacer
hoy esta mención. Pero es una
lástima que este debate no se produzca hablando, realmente, sin
este dramatismo que le
hemos dado.
Nosotros, desde el Estado, tenemos que administrar el vacío legal
de esta realidad.
Tenemos la obligación de regular lo temporal, ya que hay otras
instituciones que se encargan
de lo espiritual. Así lo describe Bidart Campos, tal como aprendí
en el tiempo que estudié un
poco de Derecho.
Es decir que tenemos lo espiritual y a Dios, que es divino y está
por encima de todos.
Pero nosotros tenemos la obligación de regular lo temporal desde
este Parlamento. Y, gracias
a Dios, creo que este proyecto que tiene sanción de la Cámara
de Diputados es absolutamente
perfectible. Lo podemos corregir, porque estamos en democracia. Felizmente,
hay congresos
provinciales y nacionales, y tendremos otras sesiones. Hay otros proyectos
que, dentro de un
mes, seis meses o un año, podemos volver a discutir para perfeccionar
la norma. Pero hay que
ver esto con perspectiva.
¿Ustedes se acuerdan cuando durante el gobierno del doctor Raúl
Ricardo Alfonsín se
aprobó aquí el divorcio vincular? ¿Recuerdan todos
los cataclismos que nos anunciaron?
Es decir, hay que ver esto con perspectiva. Esa norma, simplemente,
cubrió o regularizó un
vacío legal. Y esto, seguramente, irá en el mismo sentido,
señor presidente.
Me alegro por este desafío que tenemos y valoro muchísimo
los diferentes conceptos.
Pero lo que pregunto es ¿a quién dañamos con esto?
Y respeto el precepto constitucional del
artículo 19 de la Constitución Nacional, relativo a los
actos privados de los hombres. Realmente, quise descontracturar, porque
acá se ha dicho, y lo hemos analizado con
los asesores en el bloque, que vamos a tener que aportar a este proyecto
en muchos de sus
artículos. Pero felizmente, tenemos la democracia, señor
presidente, tenemos el Congreso de
la Nación, tenemos diputados y senadores, que vamos a perfeccionar
hasta ver en la
experiencia social.
Todo eso que les hablé al principio, acerca de la familia, de
los nietitos, de los hijos,
del matrimonio, todo eso va a seguir, senadores. Y Dios nos va a seguir
amando, porque nos
ama a todos por igual. Yo no voy a perder mi fe en la Virgen de Itatí
o en Jesús por esto,
señor presidente. Vamos a seguir amándonos los unos a
los otros. Por eso, soy absolutamente
optimista con respecto a nuestra sociedad y a la rehabilitación
que hacemos de la política en
esta diversidad de opiniones.
Pensemos ¿a quién perjudicamos con esto? Todo lo otro
va a seguir igual; nada más
que algunos van a tener cubierto un vacío legal. Sin embargo,
los niños que tienen a sus
padres, a su mamá, a su papá, todo eso lo seguirán
teniendo. Pero quizás haya chicos que son
abandonados por algunos matrimonios heterosexuales, homosexuales o monoparentales,
que
después podrán ser adoptados. Y acá viene la ley
24.779, que para mí, en este momento, no
es objeto de debate.
Finalmente, señor presidente, quise hacer este aporte dejando
un poco de lado lo
jurídico, para que volvamos a ver con perspectiva lo que va a
significar esta norma y para que
descontracturemos este asunto.
Quiero decirles que voy a apoyar con absoluta libertad de conciencia,
pensando que,
además, represento a un partido humanista como la Unión
Cívica Radical. Tengo el orgullo
de pertenecer a este partido que nos dio la democracia para siempre
y que nos da la
posibilidad de perfeccionar las leyes, al igual que todos ustedes, que
están aquí presentes.
Y prefiero, señor presidente, otorgar mayores derechos –no
dosificarlos– antes que
cercenarlos, con absoluta libertad y en plena democracia.
Sr. Fuentes. – Propongo una moción de agradecimiento por
la frescura del senador.
Sr. Presidente (Pampuro). – Adhiero a su moción.
Tiene la palabra el senador Mayans.
Sr. Mayans. – Señor presidente: Si hablamos de frescura,
quiero decir que el aire
acondicionado estaba bastante fuerte. Así que, como hace “calor”,
me gustaría que lo bajen
un poquito.
En primer lugar, quiero felicitar a la presidenta de la Comisión,
senadora Negre de
Alonso, y a todos sus integrantes por este trabajo que, realmente, ha
sido muy importante.
Fue un trabajo llevado a cabo con plena conciencia y, por supuesto,
se ha hecho en todo el
país.
Esto ha producido una discusión muy interesante. Uno aprende
mucho en el debate y
más, en un tema que es muy profundo. No se trata, como dicen
algunos, de una simple
modificación de una coma del Código. Es un tema muy importante.
Perón solía decir que una revolución como la nuestra,
que es pacífica, es un gran
cambio. Qué es una revolución sino un gran cambio, decía.
Y esto es lo que va a traer la
sanción de esta iniciativa; va a traer un gran cambio en lo social,
en lo cultural y también en
lo educativo. Si este proyecto de ley es sancionado, va a traer cambios
muy profundos.
Yo quiero decirle, señor presidente…
– Murmullos en el recinto.
Sra. Negre de Alonso. – Por favor, señor presidente, ¿podría
hacer callar a quienes están
hablando en la barra?
Sr. Presidente (Pampuro). – Les pido a las personas que se encuentran
en los palcos que, por favor, no hablen por teléfono mientras
algún senador está haciendo uso de la palabra. Si
tienen que hacerlo, deben retirarse de allí.
Continúa en el uso de la palabra el señor senador Mayans.
Sr. Mayans. – Yo soy una persona que cree profundamente en el
estado de derecho y en la
democracia; por eso estoy acá. A la vez, también creo
en las libertades –entre ellas, la de
expresión– y estoy en contra de todo tipo de discriminación.
En tal sentido, considero que todos los que estamos en este recinto
somos personas
profundamente democráticas que hemos sido elegidas en forma directa
por nuestros pueblos;
no podría haber sido de otra forma. El problema es que cuando
se tratan temas tan profundos,
hay algunos que van un poco más allá en el análisis
y buscan la confrontación: así se dice que
los que votan a favor son progresistas y los que votan en contra son
retrógrados, o que los que
votan a favor son buenos o disciplinados y los que votan en contra son
malos o
indisciplinados. Incluso, también se ha dicho acá que
los que votan a favor son muy sinceros
y los que lo hacen en contra son hipócritas.
Es lamentable, realmente, que se busque distorsionar el pensamiento
de las personas.
Como se ha hablado con tanta altura y con tanta sinceridad, a mí
me parece que lo que vale
en este estado democrático es respetar la libertad de expresión
de cada legislador; eso es lo
que enriquece el debate.
Por ahí, también se dijo que no hay que mezclar las cuestiones
de Dios con las del
Estado. Pero fíjense que este Estado nació al amparo de
Dios, que es fuente de toda razón y
justicia. Entonces, los que creemos que Dios existe, lógicamente,
también pensamos que rige
nuestras vidas. Por eso es que, cuando actuamos, lo debemos hacer en
función de ello.
Se ha criticado acá a personas que han cometido errores o delitos
o que son
sacerdotes. Bueno, Jesús también decía que no sólo
el que dice “Señor, Señor”, estará
a salvo,
sino también el que cumple la palabra. Y hay gente que no cumple,
y aunque sean sacerdotes
o monjas pueden no cumplir con su palabra. Porque no se es sacerdote
o legislador para
incumplir o para cometer un abuso. Entonces, hay que tener mucho cuidado
cuando se habla
de este tipo de cuestiones.
En este sentido, yo digo que el varón y la mujer fueron creados
para que cuando se
junten sean una sola carne y, al constituirse en matrimonio, al fruto
del amor, que son los
hijos, no solamente puedan darle educación y protección
sino también guiarlos y llevarlos
adelante en la vida –incluso para la preservación de la
especie–, lo que es fundamental para la
constitución de nuestro sistema social.
Por eso, no creo que haya discriminación ni negación de
derechos, porque estos están
perfectamente contemplados en la Constitución Nacional, reformada
en 1994. Fíjense que el
artículo 16 establece claramente que todos somos iguales ante
la ley, a lo que yo le agregaría
“en nuestra dignidad y en nuestros derechos”.
Además, el artículo 19 expresa claramente que las acciones
privadas de los hombres
que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública
ni perjudican a terceros están sólo
reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún
habitante de la
Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni
privado de lo que ella no prohíbe.
También está el artículo 75, inciso 12), por el
que nuestro país le ha dado rango
constitucional a una serie de tratados internacionales, por ejemplo,
la Declaración Americana
de los Derechos y Deberes del Hombre; la Declaración Universal
de los Derechos Humanos;
la Convención Americana sobre los Derechos Humanos; el Pacto
Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de
Derechos Civiles, Políticos y su
Protocolo Facultativo; la Convención Internacional sobre la Eliminación
de Toda Forma de
Discriminación Racial; la Convención Sobre la Eliminación
de Toda Forma de Discriminación Contra la Mujer; la Convención
contra la Tortura y Otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanas o Degradantes; la Convención sobre los Derechos
del Niño. En todos
estos tratados, que son muy amplios, están establecidas las garantías
constitucionales de todos
los ciudadanos de este país.
Así que yo creo que están muy lejos de ser discriminados;
y considero que, al
contrario, la institución del matrimonio no puede ser avasallada
so pretexto de que hay una
discriminación. Si una persona se siente discriminada en este
país, tiene que recurrir a la
Justicia, y ella le va a otorgar el derecho que le corresponde, basado
simplemente en nuestra
Constitución y en todos estos tratados internacionales que tienen
rango constitucional en
nuestro país.
Así que yo me niego totalmente a decir que hay acá senadores
que discriminan o que
no quieren la igualdad de derechos, porque la Constitución misma
establece esa garantía. No
obstante, pidiendo también lógicamente por el reclamo
que hace este sector, que pretende la
unión civil de sexos iguales, deberíamos tener absoluta
predisposición para que las cosas
mejoren en ese sentido, ya que son reclamos tendientes a mejorar esa
situación.
Por lo expuesto, señor presidente, quiero decirles que por mis
convicciones y, además,
por lo que creo debe ser nuestro sistema social, de ninguna manera voy
a acompañar el
proyecto que viene en revisión de la Cámara de Diputados.
Voy a votar en contra por las
convicciones que yo tengo. Nada más.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Calcagno y Maillmann.
Sr. Calcagno y Maillmann. – Señor presidente: retomo lo
que recién decía mi ilustre
predecesor, para decir que voy a votar a favor del proyecto venido en
revisión de la Cámara
de Diputados.
Creo que el debate ha sido muy rico, muy interesante. Quizás,
ha habido algunos
desvíos en temas económicos, que, tal vez, no era el momento
de mencionarlos ni debatirlos;
al respecto, creo que, sin duda, tendremos la oportunidad de hacerlo
en agosto con bastante
explicación de ambas partes.
He quedado muy impresionado por las intervenciones de las señoreas
senadoras
Fellner, Rojkes de Alperovich, Osuna y por una cuestión que la
senadora Morandini planteó
al principio.
Luego de ver el video, la señora senadora Morandini decía
que en el montaje, también
se expresa un mensaje, ya sea de modo consciente o inconsciente. Yo
no creo que haya tenido
para nada una intención maliciosa; por el contrario, el video
es claramente ilustrativo más que
problemático, pero concuerdo con la senadora en que el medio
es el mensaje y que,
efectivamente, cada código tiene su propio estilo, y entre lo
escrito y lo oral, se va
construyendo una cierta realidad, un sistema de símbolos, de
referencias, que, después,
permiten ubicarse en el mundo, ya sea avanzando, permaneciendo o retrocediendo.
Entonces, trataré de fundamentar mi voto a favor de la sanción
de la Cámara de
Diputados, justamente, quizás, en algunas cuestiones discursivas.
Porque se dice que este
proyecto que viene en revisión de la Cámara de Diputados
tendrá efectos negativos, que no
servirá o, incluso, que es peligroso, cuando, en realidad, estos
tres elementos -la negatividad,
la inutilidad y la peligrosidad- se utilizaron muchas veces a lo largo
de la historia, situación
que creo que fue citada en otras intervenciones.
Así, se usaron cuando se trató la ley de matrimonio civil
y la enseñanza laica por parte
de los hombres de la generación del 80, muy mitificada; cuando
se consideró la cuestión del
voto masculino y, en los 50, la del voto femenino, al mismo tiempo que
surgían los derechos
sociales; y cuando se debatió la ley de divorcio, como citó
el señor senador Artaza.
En el fondo, creo que las críticas apuntan al núcleo duro
de la modernidad. Es ahí donde uno se relaciona al mundo de diversas
maneras: desde los sentimientos, desde el
intelecto, etcétera. Entonces, me tomé el trabajo de repasar
el libro de Albert Hirschman Dos
siglos de retórica conservadora.
En toda sociedad existen elementos conservadores...
Sr. Mayans.- ¿Eisman o Eastman?
Sr. Calcagno y Maillmann.- William Shakespeare no, es otro, un poco
anterior.
¡Oh romanos, por favor, préstenme atención!
Sr. Mayans.- Le pregunté si era Eisman o Eastman.
Sr. Presidente (Pampuro). - Por favor, continúe señor
senador Calcagno y Maillmann.
Sr. Calcagno y Maillmann.- Disculpe, senador Mayans, yo le entendí
"Shakespeare".
¡Por favor, romanos, préstenme sus oídos!
Entonces, en esta cuestión, ese pensamiento conservador, no como
adjetivo sino como
categoría de análisis -quizás como lo utilizaba
Sampay en algunos de sus estudios
historiográficos-, sitúa esos elementos conservadores
con dos ejes: tratar de detener el
tiempo o volver atrás. Y me parece que las nociones de familia,
desde la publicación de Las
estructuras elementales del parentesco, de Levi Strauss –hay,
por lo menos, 156-, son
variadas y diversas según los tiempos, las culturas y los espacios
A veces, incluso en un
mismo espacio, cuando pasa el tiempo, cambian esas formas.
Por supuesto, no quiero hacer multiculturalismo a ultranza, pero sí
que se tenga en
cuenta que estamos trabajando sobre tres elementos, cada uno con su
entidad y complejidad.
De repente, la fe pertenece al mundo de lo absoluto; la política
al mundo de lo relativo y la
sociedad es dinámica. Entonces, cuando hablamos de fe, de política
y de sociedad, no nos
equivoquemos de siglo.
En el fondo, con el proyecto que viene en revisión de la Cámara
de Diputados, no se
trata de imponerle al conjunto de la sociedad un modo de razonamiento
particular sino,
simplemente, de permitir -en los términos que señalaba
el senador Artaza- que una minoría
pueda ejercer con plenitud sus derechos, nada más ni nada menos.
Justo cayó este debate un
14 de julio; después de todo, siempre queda alguna Bastilla por
tomar.
Ahora que se va acercando cada vez más la hora del voto y la
posibilidad de escuchar
a cada uno de los jefes de bloque cerrar con las exposiciones finales,
me gustaría recordar un
poco a San Agustín, que creo que es uno de los padres de la Iglesia.
Cuando el senador Artaza hablaba de lo terrestre y de lo celestial,
yo pensaba en el
libro de San Agustín La ciudad de Dios, en donde habla también
de una ciudad terrestre. Por
lo tanto, me parece que, desde lo terrestre y desde lo político,
nosotros tenemos que actuar
para que se permita ejercer en plenitud los derechos; y, con San Agustín,
decir "Ama y haz lo
que quieras".
Sr. Presidente (Pampuro). - Tiene la palabra el señor senador
Fuentes.
Sr. Fuentes. – Señor presidente: durante este debate, que
en realidad no ha introducido,
producto de él, cuestiones de una dinámica novedosa, sino
que mantiene la reiteración de
posiciones tomadas, reflexionaba acerca de esa situación, de
cuál era la dificultad que
envolvía el tratamiento de este tema. En ese sentido, creo que
son dos las dificultades: una
principal y otra como derivado lógico de la anterior.
La primera es la particular naturaleza de la discriminación que
hoy tratamos quienes
apoyamos el proyecto sancionado por la Cámara de Diputados. Y
la segunda es la diferencia
entre el camino lógico formal de construcción de la norma
legislativa y el camino material de
elaboración de la norma jurídica en el seno de una realidad
cultural, social y política
concreta.
En el primer caso, en la diferenciación de la naturaleza, creo
que esta discriminación es única. Toda discriminación,
en la medida que es un disvalor que justifica, tiene una razón
que es la apropiación económica de alguna ventaja. Si
voy a colonizar y conquistar un
continente, debo partir de negarle la calidad de ser humano o de alma
inmortal a quienes
dominé históricamente en algún momento. Si necesito
mano de obra esclava, es evidente que
voy a descalificar el color de aquel al cual voy a tomar y someter al
yugo del trabajo forzado.
Y así sucesivamente. Es decir, cada discriminación tiene
un sustento material concreto que
justifica apropiaciones de bienes, ventajas o lo que fuere.
Hete aquí que esto trae como consecuencia que, a medida que los
procesos históricos
evolucionan y desaparecen las razones material y económica que
justificaban a quienes
ejercían esa discriminación para conseguir una ventaja,
lentamente, la discriminación se va
dejando de lado.
Pero esta discriminación no tiene razón económica.
Entonces, si uno analiza a qué le
damos vuelta alrededor, a partir de algunas intervenciones, va surgiendo
la idea. Se habla de
deseos y de conductas privadas. Básicamente, se habla de sexo.
Este es el tema que encierra
esta cuestión central, que son los propios temores. Esta es una
discriminación que se sostiene
sobre la base de los propios temores y miedos que ancestralmente vienen
arrastrados.
En aras a la brevedad, trataré de no incurrir en un exceso de
ese análisis. Esto trae
como consecuencia necesaria la discusión de otro aspecto. Me
refiero a los procesos de
cambio que se van produciendo.
Hacía memoria –mencioné algo de esto en una reunión
de la Comisión– y recordaba
que iba al colegio primario, en el que había una matrícula
de 1.100 ó 1.200 alumnos, y en los
recreos nos asomábamos a ver al único compañero
que era hijo de un matrimonio separado.
Era un monstruo.
Pero pasaron los años, mi hijo ingresa al primer año del
secundario –de esto harán
doce o trece años–, en un colegio emblemático de
la clase media de la capital de mi
provincia, y al tercer día de clase, comenta que habían
tenido oportunidad de juntarse en el
gimnasio y habían observado quiénes vivían con
sus progenitores naturales. Y de treinta y
cuatro chicos, que eran la matrícula, solamente tres vivían
con sus progenitores originales. Es
decir que había familias ensambladas, madres solas, padres solos
y madres con novios y
padres con novias.
La prosecución de la anécdota es que pocos días
después, me plantea que iba a llegar
tarde porque el padre de una compañerita le iba a hacer la fiesta
al novio. Pero qué edad tiene
tu compañerita, le pregunto, y me dice que tiene la misma que
él. Entonces, le pregunto:
¿Cómo? ¿Hay tanta amplitud? Y me contesta mi hijo:
“No; es al novio del papá que le hace la
fiesta”. Es decir, aparece sobre la base de mis recuerdos y experiencias
la posibilidad de ir
cotejando la evolución que se produce en el seno de nuestra sociedad.
Fui alumno de Alberto Molinario y recuerdo, cuando veíamos Derecho
de Familia,
que él –con el cual discrepábamos absolutamente
en todo menos en el coraje que tenía para
sostener a veces lo que era insostenible–, que se definía
como preconciliar, aclarando que de
Trento, planteaba que el matrimonio era la institución de policía
de las relaciones sexuales.
Es decir, el matrimonio era la reglamentación del sexo, para
evitar que todo el mundo
anduviera de aquí para allá generando vástagos,
poniendo en conflicto líneas sucesorias,
titularidades de bienes, etcétera. Además, planteaba que,
de conformidad a la legislación de
Malinas, a la cual él adscribía –y aclaro que nunca
fuimos a verificar si eso era verdad, por
cuanto éramos bastante tímidos para el esfuerzo del estudio
en esa época–, las relaciones
sexuales únicamente eran lícitas en el marco del matrimonio
pero que no toda relación en el
matrimonio era lícita, porque debía tener un componente
subjetivo, que era la intencionalidad
de la procreación, pero agregaba que no siempre toda relación
en el matrimonio con la intención de procrear era lícita
sino que requería el período de fertilidad de la mujer
para
realizarla.
Si tomamos ese planteo en ese momento sobre el cual nos educábamos
y seguimos
avanzando, cuando nos planteaban que el Código Civil como conjunción
estatutaria de los
plexos centrales de lo que conforman relaciones de poder concreta en
una sociedad, a medida
que el tiempo avanza se convierte en una especie de vaca sagrada: no
da leche, no da cuero,
no da carne. Es decir, todo proceso de transformación de la realidad
como pugna de intereses
y necesidad de reglamentación normativa se resuelve con la creación
de nuevas ramas del
Derecho que van limando, limitando, cosificando la legislación
civil.
De la misma manera, cuando se nos decía que no era una omisión
sino una actitud
deliberada del codificador Vélez Sarsfield no reglamentar la
propiedad horizontal, por cuanto
repugnaba moralmente que alguien viviera arriba de la cabeza de otro;
y de la misma manera
que el maestro Borda, quien en su voluminoso Tratado de Derecho Civil
–luego fue ministro
del Interior de la dictadura blanda de Onganía, la cual, en comparación
a los procesos oscuros
que vivimos después, analizamos lo blanda que en realidad resultó
ser– planteaba que era una
inmoralidad y una aberración obligar a la totalidad a inscribir
el matrimonio en un Registro
Civil, por cuanto el problema, básicamente, era de los no creyentes
y, por lo tanto, debía
crearse un registro de disidentes. Mientras los demás se casaban
en el marco de sus credos y
sus formas religiosas, aquellos que no tenían religión
deberían recurrir a una especie de
registro de apátridas religiosos.
¿Qué quiero significar con esto?
En todo proceso de construcción jurídica de la norma,
que supone la identificación de
los sujetos históricos y que supone la identificación
con honestidad del conflicto de intereses
que la realidad marca, siempre hay dos posiciones: la primera es participar
de esa dinámica
dialéctica de transformación de la realidad a través
del dictado de la norma que recepta la
resolución del conflicto, y la segunda consiste en mantener la
defensa acérrima del statu quo,
del sistema de estabilidad que presupone el sistema de convivencia.
A lo largo de las discusiones a las que hemos asistido sobre estos temas
siempre la
argumentación de descalificación de la cuestión
es, primero, la inmoralidad de la medida
tomada. Se sostiene que la medida es inmoral y atenta contra nuestras
tradiciones, contra los
sistemas de valores consolidados, etcétera, y fundamentalmente
viene la amenaza del
Diluvio, de la debacle y del caos.
El matrimonio civil presuponía la desaparición de la familia;
el divorcio, la
disolución de la familia, y en este momento acompañar
la sanción de la Cámara de
Diputados presupone prácticamente los mismos enunciados: el fin
de la procreación de la
especie, la pérdida de conceptos de referenciaciones filiatorias,
que no haya más pan con
manteca. Se enuncian una serie de consecuencias cuya dramaticidad genera
el lógico temor
de quienes escuchan el debate.
Quiero hacer un párrafo aparte. Recibí –como calculo
que muchos de mis colegas–
una nota del obispo de mi jurisdicción en la cual me envió
la copia de un documento, pero
fundamentalmente instándome a cumplir con los deberes que tengo
como senador.
Es en la humilde opinión de este senador, también quisiera,
en función de la
devolución de la gentileza, recordarle a mi pastor que la principal
obligación del pastor – porque “Pastorear el rebaño”
dice la nota– consiste en tranquilizar, en serenar, en disipar
los
temores que esa congregación puede tener; preparar desde una
medida de concepción
generosa de las diversidades y de los tiempos nuevos que vienen que
todos puedan convivir
en armonía, desactivar la conflictividad, serenar, aplacar.
Creo que nada de eso ha sido precisamente ponderado, merituado en una
misiva – permítaseme leerla a efectos simplemente de cerrar
esta intervención-, cuyo texto dice: No se
trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva
del plan de Dios. No se trata de
un mero proyecto legislativo –éste es sólo el instrumento–
sino de una movida del padre de la
mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios.
A los senadores: Clamen al Señor para que envíe su Espíritu
a los senadores que han
de dar su voto. Que no lo hagan movidos por el error o por situaciones
de coyuntura sino
según lo que la ley natural y la ley de Dios les señala.
Esta guerra no es vuestra sino de Dios.
Que ellos nos socorran, defiendan y acompañen en esta guerra
de Dios.
Carta del cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, a las
monjas
Carmelitas de la Arquidiócesis de Buenos Aires, 22 de junio de
2010.
Estas son las cuestiones que en su momento fueron señaladas cuando
a instancias de
la presidenta de la Comisión se sugirió el camino de las
audiencias, camino que nunca uno
puede rechazar en la medida en que entiende que todo debate, que escuchar,
es el presupuesto
básico de la construcción de los acuerdos. Uno intuía
que iban a suceder: realidades distintas,
presiones, temores.
La preferencia sexual de personas, diferente a la nuestra, no tiene
que ser ni siquiera
objeto de discusión. Esas elecciones, esas maneras de resolver
el amor entre las personas no
pueden ser objeto ni siquiera de referencia en ningún tipo de
normativa ni de instrumento ni
de trámite.
Esto está señalando, a mi modo de entender, con toda claridad,
cuál es el camino.
Justamente hoy hacía un reconocimiento sincero al senador Artaza
por la cuota de frescura,
después de un debate prolongado y el consiguiente cansancio entre
nosotros. Es esa apelación
al amor como el elemento distintivo y configurativo de nuestra humanidad.
Simplemente tengamos el coraje de despojarnos de las hipocresías
que básicamente
encierran nuestros propios temores sobre esa elección sexual
y admitamos que en un mundo
que evoluciona, si la cuestión de la preferencia sexual va a
ser una decisión idénticamente
valorativa, sea cual fuere, no va a haber de ninguna manera consecuencias
de
monstruosidades ni de patologías, como las que se han esgrimido
en todo ese compendio de
objeciones que se hacen desde el punto de vista de la construcción
formal de la norma.
Entendamos que tenemos la responsabilidad política de acompañar
los procesos de
transformación…
Sr. Presidente (Pampuro). – Ha terminado su tiempo, senador.
Sr. Fuentes. – … en una lucha inclaudicable por la igualdad
y contra la discriminación, sea
cual fuere el precio y las consecuencias que traigan.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora
senadora Morandini.
Sra. Morandini. – Señor presidente: para desdramatizar
un poco, la verdad es que no sé si es
mejor la hoguera que me ofrecen por votar esta ley o la heladera de
este recinto. (Risas.)
A esta altura del debate parece ya una conversación entre amigos.
Me pasa a mí como
le pasó casi a la mayoría que traemos argumentos escritos
que tenemos mucha necesidad de
poder dialogar a raíz de todo lo que hemos escuchado.
En primer lugar, quiero agradecer a la senadora Negre de Alonso porque
el trabajo
realizado me entusiasmó y las audiencias públicas me llenaron
de optimismo. Me pregunté a
mí misma si esta no era la forma en que teníamos que legislar.
Si la democracia es
participación, teníamos que escuchar a la ciudadanía.
Y eso se hizo.
Discúlpeme, senadora, si fui violentamente intempestiva. No dudo
de su buena fe,
pero usted fue víctima de aquello que decía Pessoa: “Quien
inventó el espejo, envenenó el
alma”. La televisión no es perversa en sí misma.
La imagen banaliza todo lo que hacemos;
porque, en poco tiempo, ese fragmento que usted nos mostró no
fue la totalidad. La totalidad está en todo lo que nos dio, en
todo lo que se transcribió, donde estaba la realidad. Ahí
estaba
la virtualidad. Por eso, hice mi aporte en ese sentido.
Quizás en las audiencias hicimos eso que dice que por mucho que
nos afecte el mundo
o los temas del mundo, sólo se humanizan si conseguimos hablar
con nuestros semejantes. Y,
en ese sentido, hemos podido hablar. No quiere decir que con esto hemos
cambiado la
opinión, porque en las audiencias lo que se veía de un
lado eran testimonios en primera
persona, de sufrimiento; testimonios que siempre terminaban en llanto,
que venían a
contarnos lo que significaba ser discriminado, ser despreciado por su
familia. Y nadie lo dijo
mejor que aquél que fue martirizado, que dijo que “detrás
de la alegría y de la risa puede
haber una naturaleza vulgar, dura e insensible; pero detrás del
sufrimiento, siempre hay
sufrimiento. Al contrario que el placer, el dolor no lleva máscara”.
Esto lo escribió Oscar
Wilde desde la cárcel, donde fue encerrado por homosexualidad.
Esa carta se publicó sesenta
años después.
Del otro lado, había temor, testimonios de personas jóvenes
que nos decían: “Somos
madres, tenemos hijos”. Y había un gran temor.
En el medio, los expertos que les hicieron decir a los mismos textos
cosas diferentes.
Como también se habló de la etimología, y se insiste
tanto en el origen de la palabra
“matrimonio” que remite a mater, permítanme contarles,
en primera persona –como todos la
hemos usado–, que yo viví mi exilio en Portugal y si pongo
risa en mi cara y maliciosidad es
porque los latinoamericanos que vivíamos allí poníamos
esa misma cara cuando
escuchábamos a las madres y a los padres referirse a sus hijos
o a los niños pequeños como
“putos”. En Portugal, a los niños pequeños
se les dice “putos”. La palabra proviene
etimológicamente de putis, que son los querubines de las iglesias.
En verdad, uno podría
perfectamente preguntarse qué nos pasó, cómo puede
ser que una palabra que tiene un origen
angelical termina convirtiéndose en lo opuesto, en una palabra
de Demonio.
La respuesta está en lo que cada uno de nosotros podemos hacer
y podemos
interpretar para justificar, tal vez, lo que tenemos más profundo,
como se ha dicho aquí.
No vengo a contar anécdotas personales, sí vengo como
representante de Córdoba, a
la que Sarmiento decía que era la provincia de las sotanas y
los campanarios, vengo de la
Córdoba de la Reforma Universitaria, de la Córdoba del
Cordobazo y de la Córdoba del padre
Alessio, a quien el obispo le prohibiera dar misa por haber dicho en
voz alta lo que pensaba
con relación a este tema.
También vengo de la Córdoba de Natalia Gaitán,
una joven de 27 años que vivía en
un barrio pobre en las afueras de la ciudad capital, que trabajaba en
un comedor popular
alimentando a sus vecinos y que estaba en pareja con una joven que tenía
diez años menos
que ella. Un sábado de marzo Natalia Gaitán fue fusilada
a poco menos de cien metros de su
casa y por el crimen está acusado el padrastro de su novia. Vengo
también de la Córdoba
donde Videla está siendo juzgado y cabecea a la siesta, como
un viejito durmiéndose, tal vez
para no escuchar todo lo que cometió. Y porque vengo de esa Argentina
he abrazado los
derechos humanos, porque es el único antídoto que puede
evitar que volvamos a
descarriarnos.
Esta no es una ley progresista; no es porque queremos parecernos a Suecia
que
estamos legislando para garantizar derechos a aquellos que llamamos
minorías, que son
nuestros iguales, nuestros compañeros, nuestros vecinos, nuestros
colegas, nuestros
familiares. La verdad es que me cuesta muchísimo, no tengo argumentos,
he buscado en
todos los argumentos jurídicos una razón que me permitiera
justificar por qué negar derechos
a aquellos que son iguales.
De eso es de lo que quiero hablarles y tal vez rehacer una pregunta
base: ¿Creemos efectivamente que la democracia es el mejor sistema
para vivir los argentinos? Seguramente
todos vamos a decir que sí, pero la democracia tiene que querer
decir para todos lo mismo. La
democracia es el sistema por el que efectivamente las mayorías
legitiman a los gobiernos,
pero que ponen a prueba las minorías. La calidad de una democracia
se mide en cuánto puede
garantizar los derechos de las minorías.
Se ha hablado de prudencia y ese debería ser el atributo fundamental
de un legislador.
La prudencia es que hagamos educación democrática, que
utilicemos con responsabilidad el
micrófono para explicarle a la ciudadanía, que legítimamente
está asustada, que se trata de
garantizar derechos porque eso es lo que nos manda nuestra Constitución.
No sólo porque en
su artículo 16 garantiza la igualdad ante la ley, sino porque
tiene un corazón constitucional
basado en los derechos humanos. Esa bella utopía que se dieron
los hombres a sí mismos
después de la locura del nazismo.
¿Por qué me conmueven los derechos humanos? Porque hay
una visión de sagrado en
esta idea de que el ser humano porta derechos; no los adquiere, forman
parte de él. Es el
derecho que tienen las personas sólo por su condición
de personas.
A veces somos tan tentados a analizar y hacer legislación comparada
que poco
reparamos en lo que sí deberíamos analizar, que es la
cultura comparada. ¿Por qué será que
Alemania, España y la Argentina han tenido que poner en el corazón
constitucional esto? Tal
vez para los suecos es una obviedad, pero para nosotros no lo es tener
una Constitución
subordinada a los tratados internacionales de derechos humanos.
Por supuesto, como se ha mencionado, han ido cambiando pero ampliándose.
Desde
el año 1948, que fueron derechos civiles y políticos,
pasamos a los derechos sociales, que tal
vez lo que mejor los explica es el derecho a la información.
Ya no es el derecho subjetivo de
decir lo que pienso, sino el derecho que tiene la sociedad a tener una
información de calidad,
porque eso es lo que va a medir la calidad democrática. Y ahora
tenemos los derechos
culturales o derechos de la diferencia. No porque sean mejores o peores
que otros, es porque
se han ido ampliando.
De modo que es cierto mucho de lo que se ha argumentado aquí.
Se nos dice que esto
no es urgente, pero es sumamente importante tenerlo incorporado para
todos. Porque nuestra
obligación es poder generalizar a la sociedad todo esto que forma
parte del corazón
constitucional.
Debe saber la ciudadanía que no es el número de la mayoría
lo que le da poder a un
derecho. Esta opinión mayoritaria de las firmas que nos han acercado,
la legítima opinión de
todos los que han salido a la calle a manifestarse, eso no es garantía
de derecho. Porque
tenemos que decir con honestidad, con firmeza, que la mayoría
nunca puede ir en contra del
bien común, que pertenece a todos, por minoría que se
sea. El derecho no depende del
número; el derecho depende de la universalidad.
De modo que me parece que tenemos que aprovechar y hacer todo el tiempo
educación democrática, para que efectivamente la construyamos.
Se ha hablado mucho de la
cultura como construcción. Tenemos que construir una auténtica
cultura democrática basada
en el diálogo, basada en el respeto de las minorías.
Tengo muchísimo para compartir. Voy a tratar de hacer algunos
aportes, en el sentido
de lo que acá se confunde y sobre lo que también tenemos
la obligación de hacer educación
democrática. Si para la religión la sexualidad es parte
de la ética, no lo es para el Estado ni
para el Derecho.
La política y la religión no tienen ni la misma esfera,
ni el mismo origen, ni los
mismos medios, ni el mismo campo de acción, ni la misma finalidad.
¿Por qué nos estremecemos? Yo, personalmente, como creo
que muchísimos –como la mayoría de los que estamos
acá–, nos estremecemos cuando en el debate público
volvemos
a escuchar palabras de confrontación, palabras de guerra. El
único antídoto, insisto, que nos
puede evitar que volvamos a desquiciarnos es que creemos una cultura
de legalidad
compartida.
Me han escuchado en este recinto; critico y me duele profundamente que
se haga
política con los derechos humanos. Me duele profundamente que
el pasado nos vuelva a
enfrentar, porque si en la interpretación del pasado nos volvemos
a enfrentar, ha ganado ese
pasado autoritario.
También me han escuchado decir que los derechos humanos no admiten
interpretación; no son de derecha ni de izquierda. La obligación
que tienen los gobernantes, la
obligación que tenemos nosotros, legisladores, es respetarlos,
consagrarlos. Ninguna ley, no
sólo ésta, ninguna ley que salga de este Congreso tendría
que violar lo que, insisto, es el
corazón constitucional de nuestra Constitución –decía
Kant–.
Esto lo tomé con relación a las presiones, que ha sido
también otro de los temas que
hemos tratado. Tal vez tendríamos que aprovechar este momento,
este debate, para debatir
también lo que subyace a todo este debate. Decirles a nuestros
ciudadanos, a aquellos que han
llenado nuestros correos diciendo que los hemos defraudado o que los
hemos traicionado, que
esas son palabras horribles que tendríamos que erradicar de la
política. Porque uno sólo
puede ser leal a otro cuando es leal a uno mismo.
De modo que estas son las cuestiones que también hay que debatir.
Porque ¿qué mejor
le podemos ofrecer a la ciudadanía que ser legisladores íntegros,
que no ceden a presiones?
Hoy son presiones visibles, pero hay otras presiones que devalúan
también la actividad de
legislar.
La democracia tiene que tolerar la luz pública. Venimos de tiempos
de oscuridad, y lo
que vemos ahora, que nos perturba, son fenómenos que ya existían,
son personas,
compatriotas nuestros, que han tenido el coraje de salir a la luz pública
y hablarnos de lo que
vivían en la oscuridad porque tenían que esconderse.
Lo que tenemos que preguntarnos hoy y preguntar a la ciudadanía,
es si estamos
dispuestos a admitir toda la luz pública de un reflector y no
conformarnos con que sea nada
más que la luz de una vela.
Espero y confío en que vamos a poder ir construyendo lo mejor.
La ciudadanía nos
tiene que dar la luz pública.
Nuestro voto a conciencia no es un tema de conciencia religiosa, porque
la relación
con Dios es íntima. Todos tenemos una relación con aquello
que tememos o con respecto a lo
que nos subordinamos. Pero porque es íntima, no se debate públicamente.
No hemos venido
aquí a debatir cuestiones de tipo religioso. Nuestra obligación
es resolver todo lo que tenga
que ver –como aquí se dijo– con lo terrenal. La religión
cuida de la salvación, de las almas; y
nosotros no hemos sido elegidos por nuestras convicciones religiosas,
o por nuestras opciones
espirituales. Aunque está íntimamente vinculado con que
la relación que tengamos con Dios
va a determinar la rectitud con la que vamos a obrar. Pero la rectitud
para hablar no es otra
cosa que la honestidad, porque si podemos ser honestos con nosotros
mismos, vamos a poder
ser honestos con aquellos que nos han delegado su confianza.
Señor presidente: sé que me estoy excediendo en el tiempo
asignado para exponer,
pero quiero referirme a otro tema fundamental, que es la tolerancia.
La primera pregunta que tal vez debí haber hecho y que dejo para
el final, es la que ha
sobrevolado cada uno de los argumentos de hoy en este recinto y en las
audiencias públicas,
referida a lo que define lo humano.
Es decir, ¿qué define la naturaleza de lo humano? ¿Qué
es común a todos nosotros? El sexo es lo natural en lo humano,
en hombres y en mujeres. Pero la naturaleza de lo humano,
no la define el sexo. Lo que define la naturaleza de lo humano es la
dignidad. Y el
fundamento de la dignidad es la tolerancia. Y la tolerancia es una virtud
que debemos
adquirir y enseñar. ¿Por qué? Porque vivimos separados,
porque venimos de una cultura de
desconfianza, de odio, de discriminación, de lastimarnos unos
a otros. Por eso, ojalá podamos
hacer realidad esto que se dice, pues son mucho más sabios, inteligentes
y rectos los hombres
si están reunidos, que uno solo que pueda tener una clarividencia.
Este es mi compromiso.
Por eso apoyo esta propuesta, y no porque esté en contra de alguien,
sino a favor de
los derechos humanos y del respeto hacia todos, o sea, no a las minorías,
sino a aquellos que
son nuestros iguales, a aquellos que son los hermanos para la religión,
los compañeros para la
política, pero son nuestros compatriotas.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Pérez Alsina.
Sr. Pérez Alsina. – Señor presidente: quiero comenzar
a exponer mis fundamentos –no
pensaba hacerlo así– haciendo referencia a la exposición
–desde mi punto de vista,
inteligente– que realizó el senador Fuentes, la cual no
comparto aunque establece algunos
conceptos para conversar. Él efectuó un discurso que me
animaría a decir que fue casi
filosófico. Y debo reconocer que fue interesante.
El senador Fuentes dijo algo que yo creo que debemos tener en cuenta:
es verdad que
en muchos conceptos del Estado, y en muchos conceptos de la imposición
de una sociedad,
cuando hay algo con lo cual uno no estaba de acuerdo o consideraba que
iba a romper
instituciones o costumbres, se decía que era inmoral y no se
argumentaba.
Pero cuando eso se exagera, obviamente, lleva hacia actitudes desde
todo punto de
vista casi represivas.
Ahora estamos frente a un nuevo peligro. Ahora, respecto de quienes
piensan de una
manera que no está acorde con aquella idea que quizá se
vaya imponiendo en algunos
sectores, quienes quieren defender ciertas instituciones con los cambios
que sean necesarios,
o quieren manifestar opiniones diferentes, senador Fuentes, ya no se
dice que eso es inmoral
pero sí se dice que eso es discriminatorio.
Y estamos exagerando tanto –no lo digo acá, por favor,
no son alusiones- con esa idea
de que quien piensa distinto es discriminatorio que, en poco tiempo,
quienes pensemos
distinto empezaremos diciendo, en nuestras palabras, que nos sentimos
discriminados.
Entramos en un tema que creo que es difícil de conceptuar.
Me hubiera gustado, señor presidente, que esta discusión
se hubiera dado en un marco
mucho más tranquilo, con más tiempo, que hoy hubiéramos
discutido el tema de la unión
civil o como la llamemos, y que nos hubiéramos dado todo el tiempo
necesario para estudiar
el otro tema, el matrimonio con adopción.
Yo pregunto a los señores senadores si no hubiera sido oportuno,
en un tema tan
importante, que toca una institución de miles de años,
que estemos todos los senadores, todos
menos uno, o todos menos dos, que no nos hubiéramos impuesto
este tiempo del 14, sí o sí, a
todo o nada. Algunos países que ya aceptaron la adopción,
primero trataron la unión civil y
cuatro años después estaban tratando la cuestión
de si adoptaban o no. Algunos todavía no lo
resolvieron. Como ustedes saben, solamente nueve países aceptan
la adopción, y cuatro o
cinco estados de los Estados Unidos, y debo recordar que en ese país,
a través de una ley
sobre acta matrimonial, el gobierno federal no reconoce, todavía,
los matrimonios entre
personas del mismos sexo.
¿Qué quiero decir con esto? Que no es un tema que lo podemos
decidir absolutamente
rápido, sin analizar todas las consecuencias posibles. Acá
se hizo mucha alusión al tema de la
discriminación, de la cual ya hablé, al tema de la sexualidad,
al tema de la desigualdad. Y ese no es el tema de hoy, señor
presidente. Ninguna persona que, hoy en día, esté en contra
del
proyecto tal cual viene de la Cámara de Diputados tiene un cuestionamiento
sobre el derecho
a la identidad sexual. Ninguno. Pero sí tenemos derecho a preguntarnos
qué pasa con la
adopción. Y lo digo con todo respeto. No estoy diciendo que es
malísimo o que es
buenísimo. Pero ¿no nos debería haber llevado un
poquito más de tiempo? En el mundo están
debatiendo sobre esto y nosotros queremos resolverlo en forma absolutamente
rápida.
Me preocupa, desde el punto de vista no político sino filosófico,
algo que se ha ido
repitiendo permanentemente y que escuché en todos los medios.
Me refiero a que el
matrimonio es una concepción cultural, que aparece y desaparece.
La palabra matrimonio
puede aparecer o desaparecer, pero la concepción de la unión
hombre-mujer existe desde el
principio de los siglos. Y eso es el matrimonio. Pongan unión
hombre-varias mujeres,
también es un matrimonio poligámico. Pero lo que no podemos
negar es que se trata de la
relación hombre-mujer, varón-mujer. Lo otro no es que
sea menos. Digo esto porque, en
cualquier momento, algunos opinarán que discriminamos. Pero es
diferente, es distinto, no es
menos. No siento que un matrimonio de heterosexuales sea superior a
la unión de dos
personas de un mismo sexo, pero son distintos. No podemos negar la naturaleza.
Es la unión
varón-mujer. El Derecho Romano, muchísimo antes de la
irrupción del Cristianismo, ya lo
sostenía de esa manera. Y es verdad lo que decían varios
senadores acerca de que el sentido
de la homosexualidad en los griegos y los romanos era muchísimo
más intenso que en las
sociedades actuales y era reconocido tácitamente. El efebo era
casi una institución –los
héroes tenían efebos– pero nunca como Estado quisieron
aceptar esa concepción, porque
también está la concepción del Estado, es decir,
qué Estado queremos. Y sabemos que la
unión hombre-mujer, unión hombre-varias mujeres o como
la quieran llamar, es la
perpetuación del Estado, es la perpetuación de la especie.
Considero que esto no es algo liviano, que podamos preguntarnos a quién
daña. No es
ese el tema, no estamos planteando que quienes tenemos una concepción
distinta nos
sentimos dañados. Pero el tema de los niños a adoptar
¿no merece ser discutido más
profundamente? ¿No debería haberse estudiado o analizado
en el marco de la propia ley de
adopción? ¿Qué va a preferir el Estado ante un
chico que está por ser adoptado? Y hablemos
sin hipocresía, que –como bien decía Oscar Wilde–
es el homenaje que la mentira le hace a la
verdad.
Tenemos un niño a adoptar, hay un matrimonio de heterosexuales
y una unión de
personas de un mismo sexo. Nuestro Estado, ¿qué va a preferir?
¿No merece discutirse eso?
No empezarán las acciones contra los jueces cuando un día
le saquen estadísticas y les digan
que concedieron la adopción a diez matrimonios heterosexuales,
y sólo una a una pareja del
mismo sexo. ¿Se los acusará de discriminar? ¿No
debiéramos discutir acá el tema de la
educación?
La senadora Negre de Alonso hizo referencia a algo que vio, algo tremendo.
¿Qué le
va a enseñar el Estado a todos los chicos? Que todo es igual,
que da lo mismo o que es mejor
esto. Respeto las orientaciones sexuales pero no podemos mirar para
otro lado, porque los
chicos a determinada edad no tienen sus identidades absolutamente establecidas
y el Estado
entra ahí como Estado. No estoy diciendo que tengamos la verdad
absoluta. ¿No merecía más
discusión todo esto? ¿Qué se va a hacer con los
planes de educación? Con las mismas
palabras de las leyes de antidiscriminación, hay opiniones distintas.
Por ejemplo, acá tengo preocupaciones de un gran psiquiatra que
–como ustedes
saben– ha escrito muchos libros, Enrique Rojas, quien tiene varios
best sellers en el mundo
que hablan del niño adoptado por parejas homosexuales. Y no es
un mero escritor; es un
psiquiatra que se dedicaba a estudiar conductas humanas y que, sin ningún
fundamentalismo, plantea muchísimos interrogantes que creo que
deberíamos analizar.
Por eso el tema no es tan liviano. La concepción hombre-mujer
no la podemos negar,
está desde el principio de los siglos y la unión de hombre-hombre
o mujer-mujer es algo que
debe estudiarse en el sentido de si se le va a dar una palabra o una
institución jurídica. Acá no
estoy hablando desde el punto de vista religioso porque creo que en
ese aspecto cada uno
tiene sus concepciones y desde ese punto lo defendemos. Aquí
estamos en el Estado laico. Y
se ha hecho todo a las apuradas. Hizo una excelentísima exposición
mi comprovinciana la
senadora Escudero, pero muchas cosas que deberían haberse visto,
por ejemplo, la esposamadre
desaparece del artículo del Código Civil, ahora es contrayente;
género neutro. “Dame
una palabra y cambiaré el mundo” decía Lenin. Cuidado
con las palabras, estos son géneros.
La esposa-madre desaparece. ¿Qué vamos a hacer con el
artículo? No sé si la senadora
Escudero hizo referencia a la nuera viuda, que no lo derogaron y no
lo modificaron.
¿Quién es la nuera, en el caso de una unión entre
personas del mismo sexo? ¿Quién es
viuda? Respecto de este último aspecto, sabemos que hay un artículo
con bastantes
implicancias. Entonces, ¿no deberíamos haber analizado
todo eso?
No entiendo estos apresuramientos. Sí creo que deberíamos
haber avanzado en los
derechos civiles de las personas del mismo sexo, y analizar el otro
tema después.
En cuanto a la tenencia de los menores, ¿habrá diferencias
entre los matrimonios
heterosexuales y los del mismo sexo? Sí que las habrá.
El varón, en el matrimonio
heterosexual, "de movida" -como diríamos en Salta-
no tiene derecho a la tenencia del niño,
por lo menos, hasta que tenga cinco años.
Respecto del derecho a la adopción, sabemos que ciertas condiciones
que se les exige
a los matrimonios heterosexuales no se cumplirán en el caso de
uniones de personas del
mismo sexo, como, por ejemplo, el plazo de tres años, demostrar
que no puede tenerse hijos,
etcétera. Aquí también hay diferencias.
Por lo tanto, creo que deberíamos haber analizado con un poco
más de
responsabilidad esta cuestión, sin llegar a conclusiones absolutas,
positivas o negativas,
porque las sociedades evolucionan. Además, en la Argentina no
tenemos problemas de padres
adoptantes.
Sabemos que la adopción en sí misma no es un tema menor.
Tengo sobrinos
adoptados, gracias a Dios, con muy buen resultado. Pero no es una situación
simple. Hay que
desarrollar un trabajo sobre el aspecto psicológico del relacionamiento
social, porque lo
primero que sufre un chico adoptado -lo dice cualquier psiquiatra- es
el síndrome del primer
abandono. Por eso digo que a este tema tendríamos que haberlo
visto más en profundidad.
Aristóteles decía que es injusto tratar igual lo que es
diferente; no mejor o peor, sino
injusto porque se trata de posiciones distintas. Recién, la senadora
preopinante citó a Kant.
En ese sentido, tampoco podemos olvidarnos del famoso tema jurídico
del imperativo
categórico de Kant, quien decía que los estados debían
hacer las leyes de manera que aquello
que se regule sea un imperativo universal en el que todas las conductas
sean tratadas de la
misma manera. Entonces, no podemos actuar como Estado diciendo "lo
mejor que puede
tener el Estado es que haya muchísimos matrimonios de este tipo".
Como Estado, debemos asegurar la perpetuación de la especie y
la comunidad, en
familias separadas, ensambladas, etcétera. Pero sinceramente,
y lo digo con todo respeto, no
estamos ante instituciones iguales. Y el matrimonio, la unión
hombre–mujer u
hombre-mujeres, en otras culturas, no es una construcción cultural,
sino una institución muy
natural, a través de la cual se asegura la perpetuación
de la especie.
Con la concepción que podría llegar a aprobarse, sacamos
la relación de esta unión de
la biología, de la procreación, del sexo y del género.
Sin embargo, ¿no es algo diferente que debería ser regulado
de manera distinta?
Si hubiera voluntad, creo que hoy deberíamos discutir absolutamente
todos los
derechos civiles y la unión de personas del mismo sexo, y el
otro tema analizarlo con un
poco más de profundidad. No por si quienes se unen tiene el mismo
valor siendo del mismo o
de diferente sexo, sino porque pienso que los niños de la República
Argentina, al ser
adoptados, merecen una discusión más exhaustiva y menos
política por parte de este
Senado, cosa que no creo que estemos cumpliendo.
Por los motivos expuestos, votaré en contra del proyecto de ley
venido en revisión de
la Cámara de Diputados.
Sr. Presidente (Pampuro). - Tiene la palabra el señor senador
Filmus
Sr. Presidente (Pampuro). – Senador Filmus, la senadora Morandini
le solicita una
interrupción.
Sra. Morandini. – Señor presidente: quería pedir
permiso para insertar los textos que tenía
preparados.
Sr. Presidente (Pampuro). – Se votarán al final.
Tiene la palabra el señor senador Filmus.
Sr. Filmus. – Señor presidente: de la mano de lo que ha
planteado la senadora Morandini, a
través de la inserción, voy a tratar de resolver los temas
más conceptuales desde el derecho, la
sociología y otras perspectivas para concentrarme más
en las cuestiones más polémicas que
se han tratado en el recinto.
Siento que estamos en un día importante. Siento que estamos en
un debate importante
y que culminamos una pequeña etapa sobre un proceso de ampliación
de los derechos. Y
creo, sin lugar a dudas, que ha sido un proceso de discusión
de debate intenso y profundo y,
por lo menos desde mi parecer, ha sido con pocas intolerancias, provocaciones
y
fundamentalismos respecto de la importancia del tema en discusión
en una sociedad
acostumbrada a debates intolerantes.
Se discute sobre una de las más antiguas discriminaciones. Se
discute sobre una de las
más permanentes a lo largo de toda la historia y todas las culturas.
Se discute sobre una de las
discriminaciones más actuales. Y, realmente, se discute sobre
una discriminación tan
profunda frente a una institución, acuerden o no con el proyecto,
que definen como esencial
para nuestra sociedad, tal el caso del matrimonio.
No sería una discusión tan profunda y tan intensa si discutiéramos
sobre una
discriminación profunda en un tema de previsión social
o en una institución económica o si
estuviéramos frente al matrimonio por una discriminación
que no fuera tan permanente a lo
largo de la historia. Pero al conjugar estos dos aspectos, creo que
la sociedad argentina está
dando una muestra de madurez y de debate realmente en base a elementos
de todo tipo, como
se han planteado aquí, que, independientemente de cuál
sea el resultado hoy, harán que la
sociedad haya crecido y que ninguno de nosotros seamos los mismos que
al comienzo del
debate.
Cada uno debió reflexionar y pensar. Este tema estuvo en los
medios y en el seno de
la comisión, que lo llevó a todo el país, y estuvo
no sólo en el debate de las cámaras
legislativas sino en cada una de nuestras casas y con nuestros hijos
pequeños que vieron que
se discutía el tema. Es decir que tuvimos que buscar argumentos
y elementos para abordar el
debate y máxime nosotros en nuestra condición de legisladores
que, frente a las posturas que
tomamos, debemos justificarlas.
Y me gustaría decir que nadie está como al principio.
Lo más saludable es que todos
nos hemos corrido un poco del lugar de donde empezamos.
Si tuviera que dar una definición diría que aquellos que
no veían que esto era un tema –ni siquiera le daban entidad
de tal– ahora saben que existe. Está ahí y hay que
hacer algo.
Eso es un avance.
Aquellos que no se animaban a mostrarse tal cual eran por el altísimo
nivel de
discriminación, muchos de ellos, no todos por supuesto, han comenzado
a mostrarse de otra
manera. Y con el dolor que les hemos visto en su testimonio han comenzado
a decir cómo
sufrieron este tipo de discriminación. Esto tampoco es un avance
menor.
Quienes se burlaban o discriminaban abiertamente, hoy saben que, por
lo menos, es
políticamente incorrecto no hablar del tema y saben que esos
ciudadanos son propietarios de
tantos derechos como los tenemos nosotros y que, además, todos
los ciudadanos tienen
exactamente los mismos derechos independientemente de su orientación
sexual.
Los que negaban cualquier acceso al derecho respecto de la vida en pareja,
hoy, por lo
menos, dicen unión civil. Esto podría haber aparecido
hace dos, cuatro o diez años, pero
aparece ahora como un tema en la forma de una alternativa al matrimonio.
Sin embargo, hay
un corrimiento en el sentido de resolverlo de alguna manera, aunque
no sea igual a nosotros.
También yo he sentido cambios profundos. Estaba seguro al comenzar
el debate de
que era necesario avanzar en el reconocimiento de derechos para las
parejas del mismo sexo,
aunque no sabía cómo. Pero en un momento dije “claro,
son los mismos derechos”. Son
iguales derechos. Y como dijo el senador Cabanchik, aunque hubo otros,
no encuentro
ninguna razón para que sean otros. Pero me costaba decir que
son los mismos derechos, que
son iguales derechos porque, realmente, reúnen las mismas condiciones,
sin ninguna
diferencia con respecto a cualquier heterosexual. Y quiero decir que
no fue que se me abrió
de cualquier manera sino que se me abrió cuando escuché
al diputado socialista Cuccovillo,
tarde a la noche en casa, sin saber que en ese momento estaba el debate,
contar su historia
personal; realmente, me emocioné. Y también se me abrió
cuando escuché muchos otros
testimonios: los de Cibrián –para mencionar a alguno conocido–,
de Rachid, del rabino
Goldman, del cura de la Serna, del periodista Bazán. Son testimonios
que me hicieron abrir la
cabeza. No sabía cómo expresarlo pero, realmente, la única
respuesta es la igualdad.
Soy un sociólogo y no puedo dejar de ver que la historia de la
humanidad es la
historia de la conquista de los derechos, porque en su origen y en su
evolución, eran pocos los
que concentraban todos los derechos, y las grandes mayorías no
tenían ninguno. Y cada paso
que hemos dado en la humanidad –espero que cada vez, sea mejor–
significó que otros
sectores accedieran a derechos. No hace falta más que ir a Fray
Bartolomé de las Casas,
cuando discutía por qué los pueblos originarios de aquí
tenían alma; había que discutir que
tenían alma. Recuerdo la película La Misión, cuando
lo hacen cantar a un chico y alguien
dice: “Bueno, podía ser un loro. Eso no implica que tenga
alma”; no como los negros, que
seguramente no tenían alma y podían ser esclavizados.
Porque esa era la discusión de fondo.
¿Cuántos derechos tuvimos que conquistar durante todo
este tiempo? Realmente,
permítanme decir, sin ninguna intención peyorativa, que
nosotros hemos avanzado en un
conjunto de temas y me interesaría tomar a seis de ellos, algunos
de los cuales tienen que ver
con la cuestión de los derechos. Algunos sostuvieron que solamente
siete u ocho países han
avanzando con esto. ¿Por qué tenemos que hacerlo nosotros?
Bueno, ¿cuántos países haría
falta que avancen para que nosotros también demos un paso? ¿Hay
un número? ¿Quince?
¿Veinte? Hay doscientos países en el mundo, más
o menos. ¿En qué número queremos estar?
Por ejemplo, fuimos el primer país en establecer un cupo para
la participación
femenina en esta Cámara. ¿Por qué fuimos el primero?
¿No fue una locura? ¿No nos hubiera
gustado más ser el séptimo, el octavo o el décimo
segundo? Por no ser el primero o uno de
los primeros, no permitimos que las mujeres voten: el primer proyecto
con ese objeto se votaran porque se aprobó en la Cámara
de Diputados y no en la de Senadores, casualmente.
Precisamente, cuando algunos diputados argumentaban por qué las
mujeres no tenían que
votar decían, entre otras cosas, las siguientes: el diputado
Francisco Uriburu sostenía que
lanzar a la mujer a la vida política era fomentar la disolución
de la familia, con gérmenes de
anarquía; disminuir el poder marital ya socavado por la acción
económica de la mujer y
propender a la disminución de los matrimonios, porque ya no le
seducirá al hombre constituir
un hogar cuya dirección ya no le pertenece. El diputado Aráoz
sostenía que el voto femenino
podía ser un factor de perturbación en nuestros hogares,
al constatar que nuestras mujeres e
hijas votarán en contra de nuestras opiniones. Esto se decía
hace poco, hace ochenta años.
En el caso del voto femenino, si la ley se hubiera aprobado en 1932,
hubiéramos sido
el primer país de Latinoamérica y uno de los primeros
del mundo en contar con una norma de
ese tipo. Cuando se aprobó, ya no lo éramos. Pero lo voy
a decir a la inversa: ¿cuánto
esperamos para decir que cualquier argentino podía ser presidente?
El que les habla, por
ejemplo, hasta 1994, no podía ser presidente de este país
–aclaro que tampoco tenía
aspiraciones en tal sentido–. Pero tuvimos que esperar hasta 1994
para que pueda no ser
católico, apostólico y romano el presidente de nuestro
país. ¿No somos todos argentinos? ¿No
lo éramos hasta hace poco? Yo viví el 94, porque soy viejo.
Pero tuvimos que esperar hasta
1994. ¿Por qué no podíamos ser de los primeros
países que definieran que todos podían ser
presidente? No pudo ser y tuvimos que esperar. Entonces, no sé
qué tenemos que esperar.
Estamos orgullosos de que la Argentina –recuerden el debate que
se dio durante la época del
gobierno de Alfonsín– fue uno de los primeros países
que juzgaron a los militares después de
las dictaduras. En aquel momento, se decía que no se podía
hacer porque nadie lo había
hecho en América latina. Después de que lo hicimos nosotros,
otros países avanzaron en esa
dirección. Fuimos los primeros, marcamos un camino. De hecho,
quizás este tema de
discriminación y de los derechos es tan fuerte porque sufrimos
muchas dictaduras.
Se dijo también que este era un tema partidario. Yo me tomé
el trabajo de ver qué
pasó en la Cámara de Diputados, y allí por supuesto
que los proyectos no fueron del
Ejecutivo, pero de los 120 votos afirmativos, los votos del oficialismo
fueron 44; jamás
hubieran ganado. En realidad, uno podría decir que fue el conjunto
de los partidos que no
forman el oficialismo lo que permitió que esa votación
haga que el proyecto esté acá, y yo
contabilicé quince bloques distintos que votaron; votaron más
bloques a favor que en contra,
y eso realmente me parece que es un avance.
El tercer tema que se planteó acá, y la verdad que parece
que se usó para un lado y
para el otro, es el de las normas: si efectivamente las internacionales
que tienen rango
constitucional y las nuestras ameritan que nosotros podamos avanzar
sobre este tema. Quiero
leer el artículo 11 de la Constitución de la Ciudad de
Buenos Aires, de la cual estoy
orgulloso: “Todas las personas tienen idéntica dignidad
y son iguales ante la ley. “Se
reconoce y garantiza el derecho a ser diferente, no admitiéndose
discriminaciones que tiendan
a la segregación por razones o con pretexto de raza, etnia, género,
orientación sexual, edad,
religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres
físicos, condición psicofísica, social,
económica o cualquier circunstancia que implique la distinción,
exclusión, restricción o
menoscabo”.
El artículo sigue pero, quizás, por eso –y como
otros legisladores han dicho acá–,
estoy orgulloso de representar a la Legislatura de la Ciudad de Buenos
Aires. Todos los
bloques sacaron una declaración avalando la posición de
avanzar con la igualdad de derechos
respecto del matrimonio, hecho que me parece que realmente importante.
Alguien puede
interpretar que se debe a que es un problema de Buenos Aires –esto
lo he escuchado varias veces– y, en tal sentido, debo decir que
no hay mayor discriminación que esa afirmación.
Cuarto elemento: se ha dicho “pero si la comunidad internacional,
cuando tiene que
opinar de esto, opina en contra”. Incluso, se citó varias
veces a la Comunidad Económica
Europea y al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Voy a leer el párrafo
99 de la
sentencia que –como señaló muy bien el senador Juez–
no avanzó en este tema porque dijo
que la definición es potestad de los países y no de la
Comunidad. Dicho artículo dice que las
parejas del mismo sexo son tan capaces como las parejas de distinto
sexo de establecer una
relación de pareja estable y, consecuentemente, están
en una situación relativamente similar a
las parejas de distinto sexo para reconocer su necesidad de reconocimiento
legal y su
protección para su relación afectiva familiar.
Todos conocemos a Kemelmajer de Carlucci, que sobre esta sentencia,
el 24 de junio
publicó un artículo donde dice: ¿Cuál es
el aporte de esta sentencia para el caso argentino?
Muy grande. Refuerza el rol y el compromiso de los estados en el reconocimiento
del derecho
de las personas del mismo sexo a una verdadera familia. Por eso, reiteramos
y reforzamos la
idea de que el legislador argentino se incline por la solución
adoptada por un puñado de
países, que cada vez van siendo más, que admiten sin cortapisas
ni eufemismos que las
parejas unidas por vínculos afectivos tengan opción de
casarse o no casarse, sean
heterosexuales u homosexuales, es decir, con total independencia de
su orientación sexual.
Otro tema que fue abordado recientemente es el de la ciencia, las parejas,
el
casamiento y la adopción. Yo, cuando quiero escuchar y aprender
sobre ciencia –quizás,
porque soy investigador del Conicet–, me dirijo a los científicos.
Hace muy poquitos días, el
10 de julio, en el diario Clarín, encuentro un artículo
en donde se indica que más de 500
investigadores nos hemos pronunciado a favor de la ley de igualdad.
Consideramos que la
familia, al igual que toda otra institución, es un producto social
sujeto a cambios y
modificaciones. Cualquiera tiene el derecho a pensar que existe una
ley natural, la cual regula
la moral, los comportamientos individuales y familiares e, inclusive,
el matrimonio, sólo que
está reservado al ámbito de las creencias. La denominada
discriminación justa no es más que
racismo disfrazado.
Este artículo termina indicando que, finalmente, la abrumadora
mayoría de estudios
realizados en los últimos 40 años en varios países
demuestra que no hay ninguna diferencia
sustantiva entre niños y niñas que han sido criados en
un hogar homoparental u heterosexual.
Las principales asociaciones profesionales emitieron, además,
resoluciones que convalidan
estas conclusiones y apoyan la legalización de los matrimonios
entre parejas del mismo sexo.
En esta cuestión, las pruebas que aporta la investigación
empírica son unánimes.
Pero, por si se tratara solamente de un problema de los científicos
argentinos, he
rastreado todas las investigaciones que existen sobre este tema. Hoy
en día, es relativamente
fácil. Muchas de las que se publican internacionalmente, por
ejemplo, en Estados Unidos, que
fueron recopiladas por la Academia Americana de Pediatría, muestran
que no hay ningún tipo
de diferencia. En una declaración que cada diez años emite
la Academia Americana de
Pediatría, se indica que, en resumen, los niños nacidos
o adoptados por un integrante de una
pareja de personas del mismo sexo merecen la seguridad de ambos padres
reconocidos
legalmente. Por lo tanto, la Academia Americana de Pediatría
apoya los esfuerzos legislativos
y legales para proveer la posibilidad de la adopción del niño
por el segundo padre o
coadoptante en estas familias.
También quiero aclarar, por las referencias que se hicieron recién,
que, en realidad, no
estamos discutiendo el tema de la adopción. De hecho, ya pueden
adoptar. Si se aprueba el
proyecto de unión civil, se estaría impidiendo que esos
chicos tengan la protección de los dos
padres o de las dos madres. Hoy, cualquiera puede adoptar y puede, a
su vez, vivir en pareja.
Nuestra ley no cambia eso, salvo que les da mayor protección.
Considero que podemos discutir el proyecto de la Cámara de Diputados
y estar de
acuerdo o no. Sí me parecen relativamente graves algunos de los
elementos –recién me
refería a uno– que contiene el proyecto de unión
civil relacionados con la discriminación.
Uno inconcebible es el contenido en el artículo 24 del proyecto
de unión civil, que plantea
que se garantiza el derecho a la objeción de conciencia de cualquier
persona que tuviera que
intervenir en actos jurídicos o administrativos vinculados con
las regulaciones de la presente
ley.
Si se aprobara esa norma, cualquier empleado puede decir que, por ejemplo,
no va a
intervenir en una unión civil no sólo entre dos personas
del mismo sexo sino, por ejemplo,
entre una persona blanca y otra negra porque, según su concepción,
no tendrían que vivir
juntos; o podría decir que no puede tener una unión de
hecho una persona de origen católico
con otra de origen judío porque le parece que está mal.
Se trata de un funcionario público. Si
no cumple la ley, qué esperamos sino más que un acto de
discriminación en la decisión de no
hacerlo.
Termino mi exposición diciendo que no estamos legislando para
las personas
homosexuales. Me despertó la inquietud la senadora Morandini.
¿Quién puede determinar la
urgencia de esta norma? ¿Podemos determinarla nosotros? ¿O
sólo tiene derecho a
determinar la urgencia con relación a una norma que discrimina
aquel que es discriminado?
¿Cuánto hay que esperar para que termine la discriminación?
¿Cuánto es justo esperar para
que termine el Apartheid, el antisemitismo? Sólo lo puede saber
la persona que es
discriminada. No sé cuál es la urgencia. Soy una persona
heterosexual pero estoy seguro, por
lo que decía al principio, de que el prejuicio y la discriminación
que reciben las personas
homosexuales son muy fuertes. El ethos de una cultura, como todos sabemos
bien, desde la
antropología y la sociología, se distribuye en la cancha
de fútbol. Vayamos a escuchar lo que
se dice en las canchas de fútbol respecto de la homosexualidad
y vamos a ver cuánto está
impregnando a nuestra sociedad y cuánto avanzaríamos si
democratizamos instituciones tan
importantes como el matrimonio.
De manera que no me animaría a decir que esto es menos urgente
que cualquier otro
tema. No estamos legislando para ellos, porque cuantos más derechos
haya en la sociedad,
cuanto más democrática sea una sociedad, todos viviremos
en una sociedad más democrática.
Entonces, estoy legislando para mí, para cada uno de nosotros,
para cada uno de nuestros
hijos, para que sean más libres, para que tengan más derechos.
Lo decía, en 1790, Condorcet:
o bien ningún miembro de la raza humana posee verdaderamente
derechos o bien todos
tenemos los mismos.
Aquel que vota en contra de los derechos del otro, cualesquiera sean
su religión, su
color o su sexo, está abjurando de ese modo de los suyos. Y eso
es lo que estamos
discutiendo acá. Estamos discutiendo un caso particular de una
discriminación profunda
respecto del matrimonio de las personas homosexuales, pero estamos discutiendo
sobre el
modelo de sociedad en el cual queremos vivir. Como estoy seguro de que
la gran mayoría
queremos vivir en una sociedad más profundamente democrática,
más profundamente
igualitaria, donde terminemos con todo tipo de discriminación,
es que creo que tenemos que
dar un paso importante hoy, aprobando el proyecto que viene de la Cámara
de Diputados.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Castillo.
Sr. Castillo. – Señor presidente: ahora sí hemos
entrado en las diez horas de debate. Ya ha
pasado el 14 de julio. Tenía ganas de hablar sobre esa fecha,
pero ya estamos en 15 de julio.
En primer lugar, quiero agradecer el tratamiento que ha tenido este
proyecto en la
comisión; la actitud de generosidad y de participación
que hemos tenido todos. En verdad,
algunos teníamos hasta cierta desconfianza cuando se escogían
algunas provincias determinadas para hacer las visitas. Pensábamos
que, en alguna medida, con estas visitas se
hacía alguna cuestión de orientación. En el caso
de mi provincia, tuve una sorpresa muy
notable, porque el debate fue amplio. La señora presidenta estableció
cláusulas claras que
fueron cumplidas por todos: se escuchó a personas con un planteo
y a otras, con otros
planteos. En efecto, escuchamos más de treinta exposiciones.
Ciertamente, no pensaba que en Catamarca iba a haber ese nivel de planteo,
de debate
y de deseo de que esto se lleve adelante, sobre todo, porque existe
el concepto de que en los
pueblos chicos, normalmente, la discriminación hacia las personas
con sexualidad diferente
suele ser terrible, y estas personas terminan viviendo en las grandes
ciudades. Por lo tanto,
este era un proceso natural que uno veía. Sin embargo, allí
estaban, tenían ganas de
expresarse y lo hicieron de la mejor manera posible.
Ha habido un proceso enriquecedor. Lástima que sobre este tema
no ha habido de
nuestra parte ninguna forma de iniciativa. Y digo lástima porque,
quizá, los partidos políticos
no hemos tenido tiempo de poner este asunto en nuestras plataformas.
De modo que al
expresar hoy nuestro voto, probablemente, mucha gente, con legitimidad,
pueda sentirse
defraudada.
Durante esta tarde, este teléfono ha sonado en varias oportunidades
–curas, párrocos,
esto, aquello, lo otro–, a pesar de que tuve charlas con el clero
y con los obispos, buscando,
en cierta medida, algún tipo de conversación; ya no era
conversación sino, directamente,
algunos planteos. Y la respuesta es que, en mi caso, pocas veces he
hecho reflexiones para
votar este tema con mucha autenticidad; es decir, con mucha honestidad
intelectual y hasta
confesando que tengo mis prevenciones, mis dudas y mis prejuicios. Como
decía recién el
senador por la Capital, cuando yo abordé este tema, no pensaba
de la misma manera que
pienso ahora. El hecho de haber tenido que estudiar y dialogar sobre
este asunto y el hecho de
tener un pensamiento de apertura, indudablemente, me permitirá
votar de forma auténtica.
Y a aquellos que en verdad se puedan sentir defraudados por el voto,
ni siquiera les
pido disculpas, porque este soy yo, con el conjunto de valores que tengo
y con el grado de
compromiso que tengo como ciudadano ante una sociedad. Digo esto porque,
más allá de las
convicciones y de las creencias que hacen a la cuestión de la
religión, cuando uno legisla o
gobierna, no debe hacerlo sobre la base de estas creencias y convicciones,
porque es
imponerle a unos el convencimiento de otros. En tal sentido, creo que,
casualmente,
estaríamos violando, en primer lugar, algo que nuestra Constitución
consagra, que es la
libertad de cultos en un Estado de derecho.
Me parece que este es un tema que se agota aquí. Incluso, en
otros momentos, como
gobernador, he tenido que resolver planteos que se hacían respecto
de la enseñanza religiosa
en mi provincia. Y siempre he tenido, en alguna medida, un criterio
de valoración de lo que
es la ciudadanía, la República, para llevar adelante estos
temas. Si bien es cierto que por una
cuestión horaria debo abreviar mi exposición, quiero decir
que estamos frente a un tema que
tiene larga historia, porque vamos a hablar del matrimonio y su historia
y de la
homosexualidad.
Efectivamente, a lo largo de la historia, ha habido distintos tratamientos
sobre estos
temas. Yo respeto con convicción y con fuerza las distintas posturas
que aquí se han
planteado, porque creo que son absolutamente sinceras. Es más,
a esta altura de la noche, me
animaría a decir que, si previo a esto, hubiéramos tenido,
quizás, la oportunidad o el tiempo
de cambiar alguna palabra como es la de matrimonio, de haber puesto
alguna otra cuestión y
a este plexo normativo darle otro nombre, es muy probable que la mayoría,
esta noche, para
este proyecto fuera más amplia, de mayor importancia, de mayor
conjunción y de mayores
comunes denominadores. Quiero decir algo más. Este debate ha
sido llevado adelante con mucho respeto, como
decía recién el senador Filmus, frente a un país
poco tolerante en estos temas. Casualmente,
han venido de afuera de este recinto, de afuera de la política,
las críticas más duras y más
fuertes. Nosotros hemos debatido y discutido este tema con muchísima
altura y con mucho
respeto porque, en definitiva, el avance de estas cuestiones está
ligado a un concepto de
tolerancia que la sociedad debe tener. De hecho, las concepciones que
se han tenido a lo largo
de la historia no siempre fueron iguales. No me quiero remontar mucho,
porque el senador
Torres ya lo hizo respecto de una parte de la historia de la Grecia
clásica.
Me acuerdo haber leído alguna vez a Licurgo, que era el gran
legislador de los
espartanos. Ellos tenían una sociedad que era rara. Era una sociedad
normalmente bisexual, la
homosexualidad no era cuestionada, pero sí era obligatorio el
casamiento o el matrimonio
según su concepto. ¿Por qué? Porque era muy necesaria
la procreación, ya que eran los hijos
de la patria. No existía el concepto de familia que tenemos sino
que eran los hijos de la patria.
Tanto es así que las mujeres tenían un alto grado de libertad.
Amén de casarse en algún
momento, si el marido quedaba herido podían elegir otro para
mejorar la especie. Está aquella
vieja anécdota de la madre que mata a su propio hijo luego de
una batalla, porque fue herido
en la espalda. O sea, la herida había sido cometida mientras
huía. Las cuestiones de cobardía
no eran aceptadas en determinado tipo de sociedades.
Sr. Presidente (Pampuro). – Senador Castillo: el senador Fuentes
le solicita una interrupción.
Sr. Castillo. – Sí, por favor.
Sr. Presidente (Pampuro). – Para una interrupción, tiene
la palabra el señor senador Fuentes.
Sr. Fuentes. – La legislación de Licurgo establecía,
prácticamente desde los 8 hasta los 50
años, la disposición al servicio de la milicia del Estado.
Vivían más de 30 ó 35 años juntos y
de a dos en carpa: saque usted las conclusiones.
Después, dicen que había que tener hijos para hacer la
guerra…
Sr. Presidente (Pampuro). – Continúa en el uso de la palabra
el señor senador Castillo.
Sr. Castillo. – En cambio, la otra parte de la Grecia clásica
era mucho más tranquila. A los
atenienses, les gustaba más las cuestiones de filosofía
y los poemas, donde el hombre era lo
bello; admiraban lo excelso. En verdad, la mujer tenía un nivel
solamente de preservación de
especie.
Tanto es así que la homosexualidad no era cuestionable. Por ejemplo,
en la literatura,
tenemos a Aquiles, el gran héroe, y a su novio Patroclo, que
muere en manos de Héctor. Ya
no en la literatura sino en la historia, tenemos el caso de Hefestión
y Alegrando Magno. No
voy a seguir por la vía del senador Torres para descubrir unos
cuantos a lo largo y ancho de la
historia. ¡Ni hablar de Julio César, a quien le decían
rey de Bitinia y cosas por el estilo! El
tratamiento de esto en determinada etapa de la humanidad, no digo que
fuera, quizás, de
aceptación o indiferencia, pero no era una cuestión de
persecución.
Lo mismo sucede con el concepto de matrimonio, que es románico
y surge allá por el
400 antes de cristo. En verdad, ese concepto de matrimonio va ligado
a una cuestión
económica, a una cuestión de poder. Es a partir de que
en algún momento dado de la
evolución, en esa sociedad, necesitan preservar la familia por
una cuestión de herencia,
necesitan preservar la familia por una cuestión de poder. Una
familia que alcanzó
determinadas cuotas de poder y privilegio en esa sociedad quiere preservar
esta situación; y
ese fue el primer concepto. Es decir, el concepto monogámico
se da mucho tiempo después –
ochocientos años después–, cuando Constantino se
convierte en el primer emperador
cristiano, no por una cuestión de fe ni de creencia sino por
una cuestión de mayoría. Esto, en
política, nosotros lo sabemos. Llegó un momento en que
había más cristianos que de los
otros, y Constantino se volvió cristiano. ¡Y allí
–digamos– “fuimos” con toda la legislación
pertinente!
Pero aun así, ese concepto matrimonial es una elaboración
social, una elaboración
cultural, una elaboración de un concepto prácticamente
revolucionario. Recordemos que en
nuestro Código Civil del siglo XIX, el consentimiento del contrayente
frente al oficial de
Justicia no existía. ¿Qué consentimiento? ¡Los
casaban cuando estaba embarazada la madre,
cuando eran chiquitos! Casaban a “esta” familia con la otra
familia. ¡Era una cuestión de
padres, una cuestión de poder, una cuestión de Nación!
Hasta el día de hoy lo estamos viendo en ciertas noblezas de
Europa. En pleno siglo
XIX, todavía observamos que, más allá de que luego
la iglesia le ponga una cuestión
sacramental, el matrimonio obedecía y obedece a otras situaciones.
Es más, creería que la
primera reglamentación en cuanto a que el Estado dijo “vamos
a ver cuáles son los derechos
y deberes que esta institución trae aparejados” es, nada
más y nada menos, que la Revolución
francesa. A partir de allí, empieza a haber una legislación
y comienza este concepto de los
códigos, que vino con Napoleón hasta las épocas
actuales.
El otro aspecto histórico del tema que estamos tratando –la
homosexualidad–
constituye realmente una lamentable discriminación a lo largo
de toda la historia, luego de
ese período clásico. En algunos casos, es en la alta Edad
Media. Allí empieza, pero no por
cuestiones puntuales sino por reacciones a algunas cuestiones. Europa,
convulsionada, lanza
las Cruzadas “a ver si rescatamos Jerusalén”. En
eso anduvieron entre el año de Urbano III,
en 1100 al 1200, hasta que Saladino les dijo: “No, miren, Jerusalén
es nuestro” y allí se
volvieron a esta zona. Ahí empezó una creación
realmente terrible para la historia, que es la
Santa Inquisición o el Santo Oficio.
Algunos piensan que la Santa Inquisición o el Santo Oficio es
una cuestión de
Torquemada, por el año 1400, y en verdad no es así. El
Santo Oficio empieza en el año 1184
en el sur de Francia contra los cátaros o albigenses, que eran
una secta que estudiaba la Biblia
en forma directa.
Para la Iglesia, los cátaros tenían dos problemas: primero,
que no creían en el
matrimonio –no creían en la institución matrimonial–
y, segundo, que estaba muy
generalizada la sodomía. Es decir, el mismo tema que estamos
tratando acá: sodomía más
matrimonio, cátaros, primera creación de la Inquisición
por una bula del Papa Lucio III.
Después, vienen los otros procesos de la Inquisición española,
que es por
Torquemada. En alguna medida, es el tema de los conversos que seguían
en sus prácticas de
judaísmo; pero a eso, le agregaban la herejía, que era
el concepto de aquellos que no estaban
a favor o el respeto de los dogmas; el caso de las brujas y el caso
de los homosexuales.
Recién esto ha terminado en España en 1820 y, en nuestra
zona, gracias a San Martín
y a aquella bellísima Asamblea del Año XIII, que decretó
la libertad de vientre, y que
tampoco andaban preguntando –como decía recién el
senador preopinante– si éramos los
primeros o éramos los últimos. En verdad, en esta zona
fuimos los primeros, y en esa
Asamblea del Año XIII, se termina la Inquisición en esta
República, fruto de aquello de Pepe
Botella en España. Pero en verdad, las persecuciones al judaísmo
terminaron al menos desde
el punto de vista de la Inquisición.
Hemos visto un pedido de perdón y de disculpas de Juan Pablo
II, en aquella
ecuménica expresión que hizo en Jerusalén hace
aproximadamente diez años atrás, cuando
pidió disculpas a la humanidad por los dos mil años transcurridos
con algunas cuestiones que
se definieron mal.
En definitiva, la persecución a la herejía, con el concepto
de libertad de culto, va
terminando; la persecución a las brujas, con la técnica
y la ciencia, también va terminando.
Así que el único elemento de persecución actual
es el que estamos tratando hoy en este Cuerpo, es el que sigue teniendo
actualidad.
Aquel pedido de perdón –pido disculpas por traerlo aquí,
pero sigo señalando lo que
es natural y lo que no– de Juan Pablo II fue, nada más
y nada menos, que por el hecho de que,
en un momento determinado, se consideró que era natural que el
sol saliera por el este y que
se introdujera por el oeste. ¡A Giordano Bruno le costó
la hoguera! A Copérnico, ya sabemos;
y a Galileo Galilei, le dijeron que se calle la boca. Pero el hombre,
según dicen, dijo: “A
pesar de lo que me están diciendo, el mundo se mueve”.
Alguien había pensado que, por una
cuestión de proporciones, el sol era más grande que la
Tierra. Entonces, era más probable que
ésta se moviera alrededor del sol en lugar de que éste
se moviera alrededor de la Tierra. Por
ese concepto, que para la Iglesia de aquel momento era lo natural, el
que osaba decir algo en
contra terminaba en la hoguera. Estas son las cosas que se van superando
a través de los años
y estos son los debates que se van produciendo.
Ahora bien, considerar que un derecho es muy bueno –como escuché
esta noche–
porque tiene tradición y muchos años no me da el derecho
a decir que es mejor. En realidad,
será mejor cuando haya una organización jurídica
que permita que las sociedades vivan
mejor, con mayor libertad y mayor tranquilidad. ¡Belgrano se animó
a decir que un buen
proyecto de gobierno es aquel que hace feliz a la gente! Bueno, ¡este
es el tema! Estos son los
procesos a los cuales, en alguna medida, nosotros debemos ir acercándonos.
Y llegamos a estas tierras con la institución del matrimonio.
Vayan las disculpas no
sólo a Fernández sino también a Giustiniani, pero
en verdad, Nicasio Oroño, después de
haber visto la experiencia de Aarón Castellanos con Esperanza
y la primera colonia, decidió
tomar este Preámbulo de la Constitución e invitar a que
fueran a Santa Fe distintas
comunidades. Allí fueron ingleses, franceses y los valdenses,
que eran una secta del sur de
Francia. Respecto de los galeses, que habían venido a hacer una
experiencia al sur, a la
Patagonia, parece que algunos tuvieron un poco de frío y, también,
se fueron para Santa Fe.
Vinieron algunos norteamericanos, que fundaron la colonia de California.
Muchos de ellos
eran oficiales sureños que habían perdido la guerra de
Secesión y se tenían que ir. Entonces,
llegaron a Santa Fe.
Muchas de esas comunidades eran anglicanas, otras protestantes, y había
valdenses,
como mencioné. Cuando eran muchos, ellos venían con sus
propios pastores. Así se casaban,
no había problemas. Pero este no era el concepto que quería
Nicasio Oroño: él quería que se
casaran entre distintas comunidades y, sobre todo, también con
los nativos. Es decir, que
estos gringos tuvieran algunos hijos rubios en estas zonas: que se afincaran,
crecieran y se
desarrollaran. Pero no los podía casar porque eran de distintas
religiones. ¿Qué hizo el
hombre, entonces? La ley de matrimonio civil, y allá fuimos con
la Ley de Matrimonio Civil.
Entonces, se produce el enfrentamiento con el obispo Gelabert. Es del
caso mencionar que
una calle tiene su nombre. Mientras tanto, el pobre Nicasio Oroño
todavía no consigue
muchas calles que lo reivindiquen.
Entonces, ¿qué ocurría? Que a los que se casaban
por la Ley de Matrimonio Civil, el
obispo no los casaba. Y así fue… Allá fue el gobierno
de Nicasio Oroño. No lo voltearon en
forma tan directa por eso –el hombre tenía problemas con
Urquiza y algunas otras cosas–,
pero allí terminó el gobierno de este hombre.
¿Y saben qué? Uno de estos días en que tuve conversaciones
con alguna gente de la
Curia que no voy a nombrar, que cuestionaba este proyecto de ley, ¡los
argumentos que usaba
eran los mismos que hace 150 años pero para la ley de matrimonio
civil! Acá está un
descendiente de Rodríguez Saá. Después, él
contará la historia de lo que les pasó a los que en
1887, acá, sancionaron la ley de matrimonio civil. Esos son los
procesos de evolución del
Derecho. Ese Código Civil nos planteaba los hijos incestuosos,
adulterinos, naturales y matrimoniales; por fin, extramatrimoniales
y matrimoniales; y quizás, de acá en más, haya
otras calificaciones.
También estaba el tema de la mujer, que era una mujer relativa
de hecho. Recién con
un proyecto de los socialistas Juan B. Justo y el otro legislador, cuyo
nombre no recuerdo, en
1926, se logra que la mujer soltera, separada o viuda tenga algunos
derechos. ¡Y les costó
tanto!
También está el tema del voto, al que se hizo referencia,
que es muy parecido a este
proyecto porque en algún momento, cuando se planteó –y
era incuestionable que la mujer
debía votar porque era una ciudadana; de menor derecho pero ciudadana
al fin–, la idea era
ponerle otro nombre; la idea era que no podía tener el mismo
nombre de “voto”. Es una cosa
bastante similar a lo que hoy hemos escuchado acá.
Creo que ha habido toda una evolución. ¡Y podemos estar
felices de que esta
evolución se haya podido ir llevando adelante! Me parece que
a estos procesos hay que ir
llevándolos con este concepto de transformación y de cambio
que la sociedad tiene que tener.
Acá he escuchado hablar, tanto en pro como en contra, del plexo
normativo. He
escuchado, brillantemente, de mi colega Luis Naidenoff que, en verdad,
lo que acá se trata
jurídicamente es un concepto de igualdad y el concepto de libertad.
Que la igualdad implica
que todos tenemos el mismo estatus, el mismo derecho, y que la libertad
significa, en alguna
medida, que tengamos el efectivo uso y goce de ese derecho igual. En
verdad, es lo que nos
está planteando el artículo 16 que tendremos que analizar
seguramente con el 19. A éste
habrá que estudiarlo en este tema con el 20, porque es el que
habla de los extranjeros; es el
que les otorga la posibilidad de casarse a los extranjeros, marcando
esta cuestión de la no
discriminación, de que todos los habitantes somos iguales ante
la ley y admisibles en los
empleos, como nos dice el artículo 16.
Frente a esto, Luis citaba a un constitucionalista, y yo podría
citar a otro como a
Petracchi, quien dice cómo es posible que este artículo
16 esté vigente y convivir con normas
que, en verdad, discriminaban. Es el caso de la discriminación
a la mujer. El Código Penal
discriminaba a la mujer, por ejemplo, en la cuestión del adulterio:
para el adulterio del
hombre era manceba; para el de la mujer, un solo acto y afuera. En definitiva,
el 16 ¿qué
dice? Que todos somos iguales ante la ley y, para ello, el pre requisito
es ser uno: tiene que
ser uno mismo.
Escuché acá hablar de “natural” o “no
natural”. ¿Qué es ser natural? Natural es lo que
es; nada más. Viajar en avión no es tan natural; me parece
que es más natural andar
caminando. La cuestión de las siliconas no es natural; será
lo otro… Natural es lo que es. Si
después de “ser” tenés una orientación
sexual determinada es otra historia, pero vos sos. Esto
es previo.
Si a esto lo enganchamos con el 19, que es el que nos da la autonomía,
que nos da la
posibilidad del plan de vida, sin hacer demasiadas elucubraciones jurídicas,
lo que podemos
decir es que el derecho a casarse de cualquier ciudadano o ciudadana
de este maravilloso país
implica que pueden hacer su plan de vida en la medida en que no acarree
problemas a
terceros. Después, Carlos Nino, un constitucionalista, hace mención
a cuáles serían los temas
que perjudican a terceros; con la cuestión del matrimonio no
alcanza.
También se ha hecho referencia al artículo 75, inciso
22), y el plexo normativo. Pero
vamos a escuchar de un lado y del otro. De hecho, quiero llegar a la
conclusión de que
podemos tener todas estas normas y aplicarles aquel adagio tan popular
del “50 por ciento de
la biblioteca y 50 por ciento de la biblioteca”.
La Declaración de los Derechos y Deberes del Hombre, el Pacto
Internacional de los
Derechos Civiles, la Convención Americana de Derechos Humanos,
la Declaración Universal de los Derechos Humanos todos tienen
un artículo que dice que toda persona tiene todos los
derechos y libertades proclamados en esta declaración sin distinción
de raza, color, sexo,
idioma, religión, opinión política o de cualquier
otra índole, origen nacional, social, posición
económica, nacimiento o “cualquier otra condición”;
otros las llaman “o cualquier otra
condición social”. ¿Qué será eso?
Hubo un caso, el de Toomen contra Australia en 1994, donde a pedido
del Comité, se
preguntó qué era esto de “condición social”
y, si en ese término, estaba subsumido el tema de
las distinciones sexuales en cuanto a su orientación; y la respuesta
fue contundente.
Podemos fundamentar de la misma manera. Seguramente, Naidenoff lo ha
hecho
mucho mejor y maravillosamente por su formación jurídica.
Pero, ¿saben qué? En el Derecho
argentino, tenemos dos fallos al menos, y unos cuantos más: uno,
el de Canevaro y, el otro, el
de Frei. No sé cuál de los dos fue el descarado que cayó
en la casa de sus padres y le dijo
“mirá, papá, voy a vivir con mi novio”. Y
el padre le contestó: “Mirá, yo soy chapado a la
antigua, así que casate”. Y bueno, acudieron a la justicia
y se casaron. ¡Miren el lío que
armaron!
Lo que estoy diciendo es que esto es muy similar a cuando acá
se decretó el divorcio
con la ley del peronismo, liquidada allá por los años
50 sin que hubiera ley de divorcio
vincular, y que abrió la puerta a que los legisladores sancionaran
la ley. ¿Qué estoy diciendo
hoy? Que más allá del 50 por ciento de un lado o del otro
de la biblioteca, hoy, en la
República Argentina, las personas del mismo sexo se pueden casar,
y lo que estamos
decidiendo esta noche es cómo lo pueden hacer.
Ahora, ¿cómo se casan? Mediante el amparo, resolución
judicial. Todas estas
interpretaciones que nosotros hemos hecho, ya las hicieron los jueces.
Están en los
expedientes, hay sentencias firmes. Entonces, lo que nosotros estamos
decidiendo esta noche
es si vamos a dar la posibilidad de que se casen cuando ellos quieran,
en una fecha
determinada, que puedan tener los padrinos o los testigos e invitar
a la fiesta y que no hayan
tenido que esperar la notificación del amparo.
Me gustaría hablar de algo: el tema de los hijos. Esta era una
de las cosas donde yo
más duda tenía. Entonces, le pregunté a un viejo
de mi provincia, y el viejo de mi provincia
me contestó que, en todos nuestros pueblos, hay familias numerosas,
los chicos se van
casando, queda la vieja que se convierte en viuda, y algunas de las
hijas que no pueden casar
y que nosotros en los pueblos le llamamos “la niña”,
la solterona. Como saben hacer de todo
pero hay algunas cosas que no pueden hacer, como por ejemplo, ordeñar
la vaca o llevar
adelante la majada de cabritos, buscan al muchacho, al chango, que es
el criado de nuestros
pueblos. Es el criadito que está ahí, criado por dos mujeres.
¿Y a quién le importa la
orientación sexual que después va a tener esa persona?
A nadie. ¿Saben por qué no se
acuerdan? Porque la sociedad no discrimina esa situación. Sin
embargo, cuando la sociedad
tampoco discrimine estas nuevas formas que, quizás, hoy sancionemos,
tampoco tendremos
las preocupaciones ni nos rasgaremos las vestiduras frente a este tipo
de cosas.
Para finalizar, les comentaré una anécdota, que es una
especie de confesión. Yo
también soy diferente. Soy diferente, sufrí también
alguna discriminación, y me quedaron
secuelas permanentes y algunas transitorias, porque nací zurdo.
Soy zurdo de nacimiento, y
en primero superior me hicieron cambiar a la mano derecha, motivo por
el cual fui tartamudo
durante dos años y escribo muy mal; a pesar de que conozco las
reglas ortográficas, sigo
escribiendo con horrores ortográficos. Por lo tanto, si por ser
diferente en algo tan pequeño
me sucedieron estas cosas, imagínense cómo sufrirán
aquellos que tienen otro tipo de
diferencia.
Sr. Presidente (Pampuro). - Tiene la palabra la señora senadora
Estenssoro.
Sra. Estenssoro. – Señor presidente: realmente ,me alegra
que una sesión que comenzó con
tanta tensión y muy violenta, después de casi doce horas
se esté desarrollando en un clima de
escucha sincera, y con discursos como el del senador Castillo y otros
muchos que escuché
que, a su finalización, daban ganas de aplaudir. Creo que ha
sido muy importante. Hoy al
mediodía, parecía que se iba a abortar esta sesión,
pero, por suerte, recapacitamos y nos
sentamos a debatir.
Ese fue el tono que primó durante las semanas en que este tema
fue discutido en la
Comisión de Legislación General. También, quiero
reconocer el excelente trabajo que llevó
adelante la senadora Negre de Alonso y todo el equipo de la Comisión.
Lamentablemente, en
el último tramo, los debates comenzaron a crisparse, pero, por
suerte, pudimos recuperar ese
clima de búsqueda de un entendimiento común y no hacer
de esto una excusa para las
divisiones y las chicanas.
A mi entender, el proyecto que estamos considerando tiene un objetivo
primordial: la
integración a la sociedad de un sector que, durante años,
fue excluido y discriminado, para
que pueda acceder a los mismos derechos que gozan la mayoría
de los ciudadanos y
ciudadanas argentinos.
En ese sentido, quiero hablar no sólo como senadora, sino también
como mujer,
esposa y madre porque, justamente, quienes le tienen temor a esta ley
de matrimonio
homosexual hablaron mucho acerca del rol de la mujer, de la madre y
de la familia. Por lo
tanto, reitero, no solamente quiero hablar como senadora, sino también
como mujer, como
madre y esposa, y decir que me solidarizo especialmente con las mujeres
y varones
homosexuales, quienes hoy no tienen los mismos derechos que los heterosexuales.
Como ya se dijo, las personas homosexuales, en la Argentina, no se pueden
casar
como nosotros, no pueden unir sus vidas ni sus bienes, tener sus hijos,
constituir sus familias
o heredarse, tal como pueden hacerlo las personas heterosexuales, con
todas las garantías
recíprocas que permite este tipo de vínculos legales.
Por lo tanto, no puedo más que
solidarizarme con la comunidad homosexual, porque durante décadas
-siglos- las mujeres
también fuimos víctimas de una enorme discriminación
y desigualdad ante la ley. Hasta hace
sesenta años -muchas de las cosas que mencionaré ya fueron
expresadas-, las mujeres no
podían votar. Se hablaba del sufragio universal pero, en realidad,
se trataba de un voto que
excluía a la mitad de la población. También se
decía, como ahora, que la mujer, la madre, era
un elemento valiosísimo, pilar de la sociedad, del núcleo
familiar y, sin embargo, no
solamente no teníamos derechos civiles y políticos, sino
que tampoco se nos alentaba a
estudiar para que pudiéramos desarrollarnos intelectualmente
y tener autonomía económica y
tomar decisiones sobre nuestras propias vidas como hacían los
varones.
Las mujeres y las madres éramos un pilar fundamental de la sociedad,
pero ni en la
casa ni en la vida en sociedad podíamos tomar decisiones propias.
Eso cambió gracias a los
grupos feministas, a políticas como Alicia Moreau de Justo, Eva
Perón y muchas otras
mujeres y hombres que ayudaron a cambiar las leyes y a llevar adelante
las transformaciones
legales y sociales que derribaron esas barreras culturales. En este
sentido, creo que las
mujeres, las madres y las esposas podemos identificarnos con este reclamo
de la comunidad
homosexual que venimos a subsanar.
Por otra parte, quiero decir que entiendo los temores de las personas
que tienen miedo
sobre a dónde nos va a llevar esta situación ya que es
un cambio profundo. No lo es en el
sentido de promover algo que no está en la sociedad, pero sí
significa legalizar o legitimar
algo que está en la sociedad pero se prefiere no verlo, ocultarlo
y no darle un rango de
legalidad.
En el video que se vio al principio, y ya que llegó la senadora
Negre de Alonso aprovecho para decir que ese tipo de herramientas publicitarias
no son para el recinto y no
aportan información a lo que se habla –tal vez, haya que
aprender a no confundir información
con publicidad o propaganda, que será parte del debate que espero
tengamos en algunos
meses cuando se debata un proyecto de publicidad oficial–, había
una mujer, una abuela, que
decía que tenía 58 nietos propios y otros tantos ajenos
que manifestó que venía a defender a
la familia con uñas y dientes.
Realmente, el proyecto de matrimonio homosexual no es un atentado contra
la familia
heterosexual. Y lo digo no solamente como senadora sino como esposa
y madre de tres hijos.
No veo cuál es la amenaza, aunque entiendo que uno se pregunte
adónde va a llegar la
sociedad o qué va a pasar. Pero no lo veo como una amenaza. De
lo que se habla no es de
sustituir la familia heterosexual por la familia homosexual. De lo que
se habla es de legitimar
la ampliación del concepto de familia tradicional. Esto no es
algo nuevo.
En la Argentina, en las últimas décadas, se ha ido ampliando
el concepto de familia.
Ya hay en la Argentina de hoy distintos tipos de familias. Están
las familias de padres y
madres que se casaron por la iglesia y por civil y que perduran para
toda la vida. Este ya no
es el sector mayoritario. Están los hombres y mujeres que se
casaron por la iglesia y por civil,
se divorciaron y se volvieron a casar, a veces, legalmente o de hecho,
y están también las
familias monoparentales, en las que generalmente tienen al frente mujeres
jefas de hogar con
padres ausentes y que hacen de madre y padre a la vez. Esta es la Argentina
de hoy, la
Argentina real.
Muchas veces me preguntan cuál es mi estado civil. Y digo, un
poco en broma pero
también en serio, que soy casada, divorciada, soy madre soltera
y concubina. Y me gusta
decir esto con orgullo, pero también porque muestra la evolución
de la mujer en la sociedad
en las últimas décadas. Antes decir esto públicamente
hubiera sido una deshonra. Hubiera
tenido que ocultarme por ser divorciada, por ser madre soltera y por
convivir con un hombre
con quien no estoy casada legalmente. Sin embargo, hoy puedo decirlo
públicamente en el
Senado de la Nación, ser senadora y no por eso soy una mujer
de mala vida. Esto es lo que ha
cambiado en nuestra sociedad.
Al igual que la señora senadora Corpacci, yo también tengo
una familia ensamblada y
hablo a título personal. Varios senadores y senadores han dado
su testimonio, porque acá no
estamos hablando de expedientes o de códigos civiles sino de
personas, de seres humanos y,
tal vez, se entiende más cuando llevamos este debate a lo humano
y personal, además de lo
conceptual. Yo también tengo una familia ensamblada, tengo dos
hijos de mi primer
matrimonio y Haroldo, mi pareja, me ha ayudado a criar a mi hija. Él
no es el padre
biológico, pero sí es el padre verdadero; no es el progenitor,
pero sí es el páter. Este es el tipo
de familias que tenemos hoy. Lo bueno es que yo no he tenido que ocultarme,
que es lo que
está reclamando la comunidad homosexual: no tener que ocultar
o esconder su realidad, sus
amores, sus parejas, sus hijos y sus familias.
Quiero contar también otro caso, para que veamos de qué
estamos hablando en la vida
real. Durante 30 años he sido muy amiga de una pareja homosexual:
de Carlos Gallardo y
Mauricio Wainrot, una de las parejas o matrimonios más estables,
más amorosos, más nobles
que he conocido. Carlos y Mauricio estuvieron juntos durante más
de 30 años, pero no
pudieron casarse en la Argentina y lo tuvieron que hacer en Bélgica.
Mauricio es un gran
coreógrafo internacional, argentino, reconocido internacionalmente
y que, incluso, fue
ordenado caballero por el rey de Bélgica, pero en su país
es un ciudadano de segunda que no
pudo casarse con su pareja. Carlos murió, lamentablemente, hace
dos años y no pudo ver
legalizada esta relación estable y amorosa, un verdadero ejemplo
para todos sus amigos,
porque en la Argentina los homosexuales son discriminados. Este caso
cercano a mí es similar al de decenas de miles de personas homosexuales
que viven de esta manera.
Precisamente, hoy hablaba con una de ellas que me decía que no
querían más vivir en guetos.
La falta de legalización de estas relaciones, de estas familias,
hace que la mayoría de los
homosexuales vivan escondidos en guetos.
Coincido con el señor senador Filmus en que este debate, más
allá del resultado que
tenga la votación dentro de una hora o cuando se vote, ha sido
un gran avance para que
hablemos seriamente de estos temas y que para que ya no podamos hablar
con sorna o con
burla de las personas que tienen una orientación homosexual.
Yo creo que si en el Código Civil tenemos dos figuras diferenciadas
–el matrimonio
civil para las parejas heterosexuales y otra figura para los homosexuales–,
eso es
discriminatorio; esta es la posición no sólo mía,
sino de la Coalición Cívica.
Igualmente, en aras de buscar un consenso, estudié y analicé
el dictamen sobre el
proyecto de ley de unión civil que obtuvo nueve firmas en la
Comisión de Legislación
General. Realmente, no es una unión civil con derechos plenos
y sólo con la restricción de la
adopción, como se dijo públicamente. Es una unión
civil superprecaria, muy discriminatoria,
que representaría un retroceso enorme si se llegara a considerar
en este recinto. Con todo
respeto digo que es realmente aberrante y escandalosa.
En ese sentido, voy a leer algunos de sus artículos porque me
parece que si el público
conociera este dictamen se daría cuenta de que no estamos hablando
de una unión civil que
represente un avance real para las personas homosexuales. Ni siquiera
están garantizados los
derechos patrimoniales ni los bienes gananciales. El artículo
18 dice que antes o después de la
celebración de la unión civil el régimen patrimonial
puede acordarse por convención
realizada por los miembros de la unión civil mediante instrumento
público. O sea que no es
parte de la unión civil. Esto es un acuerdo extramarital que
pueden hacer las personas pero
fuera de la institución unión civil. Y ahí uno
puede hacer acuerdos de herencia. Por ejemplo,
el inciso e) de este artículo dice que los unidos podrán
pactar derechos sucesorios,
constitutivos, delegados. Pero dice “podrán”, no
es que la unión civil, como el matrimonio,
ya garantiza derechos de por sí.
Respecto de la adopción es también taxativo, y dice que
la presente ley no implica
admisibilidad legal de la adopción ni implica admitir los procesos
de fecundación in vitro
respecto de parejas de personas del mismo sexo.
Y tiene otras cosas que realmente son muy sorprendentes, y a mí
me parece que esto
es absolutamente discriminatorio. Dice que la unión civil se
suspende por: a) la muerte o y
declaración de muerte de uno de los miembros de la pareja y,
b) por declaración unilateral de
uno de los miembros. Y cuando uno de los miembros decide disolver esta
unión, en el caso
de la disolución unilateral respecto del unido que no la ha solicitado,
el artículo 21 dice que
surte efecto a partir de su notificación fehaciente. Es decir
que solamente le avisan que se
terminó la unión y no hay ningún tipo de derechos
recíprocos. Al menos eso es lo que yo
entiendo por el texto de la ley.
Finalmente, en el artículo 24 hay otra cláusula que realmente
es asombrosa.
“Objeción de conciencia. Se garantiza el derecho...”
–esto sí se garantiza– “...de objeción
de
conciencia de cualquier persona que tuviera que intervenir en actos
jurídicos o
administrativos vinculados con las regulaciones de la presente ley.”
O sea que si una pareja
de homosexuales va al Registro Civil a conformar su unión civil
el empleado público le
puede decir “No, mire, yo tengo una objeción de conciencia.”
O sea que realmente creo que no hay una voluntad de equiparar derechos,
sino de
legalizar la discriminación, y a mí eso me parece muy
serio. Y creo que para las personas que
de buena voluntad dicen “Bueno, por qué no buscamos una
solución intermedia, una unión civil” esto sería
un retroceso enorme.
El otro tema que ha sido muy discutido, y confieso que a mí inicialmente
me generaba
muchas dudas, es el de la adopción. Pero, al igual que los senadores
Castillo y Filmus, a
medida que fui pensando en este tema me parece que realmente es como
también seguir
pensando que las personas homosexuales son diferentes.
Respecto de la adopción quiero decir que en la Argentina el sistema
de adopción tiene
gravísimos problemas. Por un lado hay miles de miles de chicos
que están
institucionalizados, que durante años tienen sus derechos de
vivir con un padre, una madre o
una familia denegados completamente, mientras que por otro lado hay
miles y miles de
personas que quieren adoptar y no pueden hacerlo.
Yo me ocupé de este tema cuando me vino a ver una pareja heterosexual
que quería
adoptar y que hacía 10 años estaban dispuestos a adoptar
no chicos recién nacidos sino
hermanos, más de uno, ya más grandes. Hace 10 años
que están esperando adoptar. Recorren
juzgado tras juzgado, van por provincias y no consiguen.
El otro día me vino a ver una señora que por fin había
podido adoptar un chiquito de 6
años que no podía caminar y que tenía problemas
mentales, y me dijo que después de un
tiempo de vivir con ella estaba caminando y que no tenía esos
problemas mentales tan graves
que había tenido hasta entonces por todos los años de
institucionalización.
Esto no genera movilizaciones tremendas ni debate en la sociedad, y
este es el real
problema de la adopción.
Yo presenté un pedido de informes –el cual se aprobó
el año pasado en la Comisión
de Población– a la Secretaría Nacional de la Infancia,
que depende del Ministerio de
Desarrollo Social, pero nunca me contestaron. O sea que el problema
de los derechos de los
niños violados no es un problema que realmente movilice y preocupe
tanto a la sociedad.
En este Senado aprobamos la creación del Registro Único
Nacional de Adoptantes,
para que exista un registro nacional de adoptantes y que los jueces
sepan dónde están los
padres y madres o las personas que quieren adoptar.
De las veinticuatro provincias…
Sr. Presidente (Pampuro). – Senadora...
Sra. Estenssoro. – Ya sé, presidente, pero creo que las
cosas que estoy diciendo aportan al
debate.
De las 24 provincias, solamente nueve han adherido: la Ciudad de Buenos
Aires y las
provincias de Buenos Aires, La Rioja, Neuquén, Santa Cruz, Tierra
del Fuego, Jujuy, San
Juan y Santa Fe. El senador Viana habló de Misiones, provincia
que no adhirió y es una de
las provincias en las que hay un gran problema, como en muchas otras,
de tráfico de bebés y
niños. Esto es lo que hay detrás de los problemas de adopción.
El problema de la adopción
oculta esta venta de chicos y por eso no hay un sistema de adopción
en la Argentina que
funcione bien, transparentemente.
Pero el problema no son las parejas homosexuales, y esto tenemos que
aclararlo.
Antes de entrar al recinto una periodista, que me dijo que era de radio
Cultura, ligada a
grupos confesionales, me preguntó sobre este tema de la adopción.
Me dijo que en este
proyecto de ley las parejas homosexuales tenían prioridad para
adoptar. Esto es un error de
interpretación o una mentira maliciosa. El texto para nada dice
que las parejas homosexuales
van a tener prioridad para adoptar. Es importante que esto se aclare
y se rectifique.
Para terminar, cuando hablamos de matrimonio y de familia de lo que
estamos
hablando es de algo más amplio, que en antropología se
llama…
Sr. Presidente (Pampuro). – Perdón, senadora. La senadora
Escudero le solicita una interrupción.
Sra. Estenssoro. – Sí, cómo no.
Sr. Presidente (Pampuro). – Para una interrupción, tiene
la palabra la señora senadora
Escudero.
Sra. Escudero. – Señor presidente: aclaro el tema de la
adopción. El artículo 315 del Código
Civil no está siendo modificado. En dicho artículo se
establece que cuando los adoptantes son
una pareja de menos de treinta años tienen que esperar tres años
de casados para poder
adoptar, a menos que demuestren que no pueden procrear. Al aplicarse
este artículo, no
modificado, a las parejas del mismo sexo de menos de treinta años,
como no pueden procrear
no tienen que esperar los tres años que sí tienen que
esperar las parejas heterosexuales. A eso
nos referimos.
Sr. Presidente (Pampuro). – Continúa en el uso de la palabra
la señora senadora Estenssoro.
Sra. Estenssoro. – Señor presidente: como lamentablemente
las leyes de adopción no se
cumplen, como acabo de decir, no veo por qué ese artículo
se va a cumplir tan tajantemente y
se les va a dar prioridad a las parejas de homosexuales y que eso es
lo que se va a interpretar
en la reglamentación. No es así, senadora. Es agarrarse
de una puntita y no hablar del grave
problema.
El grave problema de la infancia maltratada, abusada, abandonada en
la Argentina no
es culpa ni responsabilidad de los homosexuales. Más bien creo
que son hijos generalmente
de parejas heterosexuales. Me parce que seguir insistiendo con ese tema
es continuar con la
discriminación.
Para terminar, quiero decir que cuando hablamos de matrimonio y familia
estamos
hablando de algo más amplio, que en antropología se llama
sistemas de parentesco. Es
interesante saber que fue Alfredo Palacios, el ilustre senador socialista,
el primer político que
se interesó en estos temas. Tanto es así que realizó
la traducción y escribió la introducción de
un texto fundamental de estos temas. El libro se llama Sistemas de consanguinidad
y afinidad
de la familia humana, de Lewis Morgan. Este texto, como tantos otros
de antropología –el
senador Castillo lo dijo de una manera maravillosa– revela que
en la gran familia humana hay
muchos sistemas de parentesco, de familias y de matrimonios. No hay
una familia natural ni
un sistema natural. Los distintos sistemas tienen que ver con la cultura,
la religión, las
creencias. Son convenciones culturales y sociales que se van modificando
y adaptando
justamente para que perdure la familia, pero la familia a medida que
evoluciona esa sociedad.
Hoy en día existen distintos tipos de sociedades. Hay sociedades
que son
monogámicas, como la nuestra, pero también hay sociedades
poligámicas que a nosotros nos
parecen muy raras. Hay matrimonios por amor, como ocurre en nuestra
sociedad, pero en la
India los matrimonios son por convención, por conveniencia. Los
padres arreglan los
matrimonios y a los hindúes les parece lo más natural.
Hay sociedades patriarcales, la mayoría hoy en día, en
las que, como dice Freud, el
padre es la ley. Pero también existen sociedades matriarcales,
donde la ley es la ley de las
mujeres, y la figura del padre ni siquiera existe. Esto es asombroso.
Esto lo leí en un libro
maravilloso que se llama El reino de las mujeres, de Ricardo Coler,
un periodista argentino
que estudia las sociedades matriarcales contemporáneas que aún
perduran, Y en esta
comunidad de la China, Mosuo, no existe la figura del padre. Los hijos
son de las madres.
Las mujeres tienen hijos con hombres y muchas veces no saben quién
es el padre de sus hijos.
Los hombres viven en la casa de su madre y de sus hermanas; no tienen
grandes
responsabilidades más que ayudar a las mujeres. Y, según
Coler, los niños son muy felices;
las sociedades son pacíficas, no son violentas.
Me pareció que era un caso interesante para mostrar. Todo esto
sirve para decir que
nada tremendo va a pasar si nosotros ampliamos el concepto de familia,
si aceptamos e integramos la diversidad, porque las personas homosexuales,
que hoy están esperando el
resultado de esta votación, quieren legitimar frente a la sociedad
sus relaciones de amor,
quieren darle estabilidad y garantías a sus relaciones de pareja,
a su patrimonio, a su familia,
a sus hijos. Y todo habla de tener relaciones sanas, buenas, dignas,
dignificadas.
Creo que si votamos positivamente la sanción de la Cámara
de Diputados, la
Argentina habrá dado un paso muy importante.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Romero.
Sr. Romero. – Señor presidente: creo que para ver que las
mujeres mandan no hace falta ir a
China, esto pasa aquí cerca y también en mi casa. (Risas)
De todos modos, el ejemplo de
China bien válido es.
Trato de poner un poco de jocosidad porque, en verdad, este es un tema
trascendente
que se ha visto politizado con posturas extremas. Se avanza sobre la
coyuntura. No se
observa que haya habido un análisis de la proyección en
el tiempo de esta temática. Y hablo
de politización porque aquí el senador por Capital citó
el ejemplo de la opinión del Conicet,
que no es una opinión científica. Los científicos
tienen que expedirse en informes científicos;
cuando hacen una opinión de este tipo, es política. Y
cómo será de politizada que entendí que
dijeron que quienes piensan distinto a esta ley son racistas. Si eso
no es una opinión política,
si no es un agravio, no sé qué es. Y en ese clima tenemos
que tratar este tema tan importante.
Desde el oficialismo, ya desde la Cámara de Diputados, se obliga
a decir sí o no. No
hay otro término. Se obliga a los legisladores a optar por blanco
o por negro, suerte o verdad.
No se puede analizar este asunto desde otros parámetros. Se esgrime
la discriminación como
una especie de acusación. Creo que si lo aprobado por la Cámara
de Diputados se vota, me
van a dar ganas de gritar que me están discriminando, porque
tanto se acusa de
discriminación que ya esa es una forma de discriminación.
¿Por qué no aceptar discutir posturas de consenso? ¿Por
qué no aportar una nueva
legislación que contemple los derechos que hoy no existen? ¿Por
qué no se buscó conformar
en cierta medida a todos los sectores? Somos la Cámara revisora,
pero no podemos revisar
nada. Por supuesto, creemos que existe un vacío legal que se
debe corregir.
– Murmullos en las galerías.
Sr. Romero. – Señor presidente: solicito que no se hable
en voz alta en las galerías.
Sr. Presidente (Pampuro). – Por favor, silencio.
Sr. Romero. – De lo contrario, si nos van a interrumpir, pido
que se desalojen.
Creo que hay que tratar este vacío legal sobre el derecho de
los homosexuales. Pero
hagámoslo con un tratamiento profundo, que contemple todas las
opiniones.
Aquí las senadoras Negre de Alonso y Escudero han señalado
los defectos desde el
punto de vista legal y constitucional, que no voy a reiterar. Se han
señalado las
modificaciones, las implicancias que tiene, de la manera en que se toca
al Código Civil y a
todo nuestro ordenamiento jurídico, a veces dejando temas sin
resolver o lagunas oscuras.
Sin duda que esto representa un cambio social y cultural. Así
como entendemos las
necesidades de aquellos que quieren legalizar una situación de
hecho también, con la misma
comprensión, se debe respetar a aquellos que opinan diferente,
que creemos que este no es el
camino o que esta no es la forma de hacerlo.
Se va a reformar el Código Civil o estaremos aceptando otras
formas de familia.
Nosotros creemos que afecta a lo que entendemos como familia. Y para
algunos esa
afectación ya existe; se ha hablado de muchas formas pero no
queda claro si con la ley
estamos facilitando eso o estamos legalizando algo que ya existe.
Volviendo al tema de la discriminación. Hay muchas otras discriminaciones
que habrá
que ir resolviendo. La discriminación existe de hecho o existe
en la visión que puede tener la gente. Nosotros tenemos la obligación
de trabajar en contra de todas las formas de
discriminación, como aquellas que tienen que ver con la discriminación
del no acceso a la
educación o la discriminación que genera la pobreza; el
interior abandonado y la falta de
federalismo son formas de discriminación. Entonces, así
como mostramos este empeño por
este tipo de discriminación, es bueno también que tengamos
el mismo empeño para otros
tipos de discriminación.
Quiero valorar, porque eso fue ir en contra de la discriminación,
el esfuerzo de la
Comisión de Legislación y los pocos legisladores que viajaron
a las provincias acompañando
a la presidenta de la comisión. Más allá de lo
que se ha recogido, también es valioso el hecho
de que el Senado lleve su presencia institucional a lugares donde jamás
tuvieron oportunidad
de opinar y escuchar.
Valoro la opinión de los participantes, de aquellos que se tomaron
el trabajo de viajar
por todo el país, patrocinados por el Estado, para difundir las
ideas a favor de este proyecto
de ley, de los locales que en cada provincia abogaron por este proyecto
de ley como así
también con todo respeto de la opinión de quienes se manifestaron
en contra.
Es injusto que en este recinto se critique a la comisión cuando
no se ha participado,
cuando no se ha viajado o no se ha palpado la realidad. Es injusto castigar
y criticar a los que
hacen porque es más fácil decir que hacer.
Hay quienes creemos, sin considerarnos herejes, que hay otras soluciones,
que se han
planteado en un dictamen malogrado, que se han planteado incluso en
el proyecto que he
presentado, de otro tipo de unión civil. Si esto es un cambio
cultural que hay que admitirlo,
por qué no hacerlo de una manera en que la sociedad lo vaya asimilando.
También se ha hablado, y comparto, de qué manera se puede
afectar a los niños con la
incertidumbre sobre la biología, la paternidad o el tipo de familia
que los contenga. También
acepto que es posible que las consecuencias psicológicas no sean
graves. Lo acepto porque es
un tema que no está probado ni a favor ni en contra. Mucho se
ha escrito sobre esto pero son
temas que no están probados ni en uno ni en otro sentido.
El tema de la adopción también es de preocupación
porque se trata de los niños. Otros
países que han tratado esta legislación han incorporado
otros institutos como, por ejemplo,
reglar la subrogación de vientres y regular los bancos de donantes
de esperma para que, en el
caso de la filiación, no haya dudas y riesgos después,
y no saltar directamente a dar la
solución sin dar los instrumentos que le den legitimidad o certeza
a esa respuesta.
Este debate de la unión entre personas del mismo sexo es relevante
para nuestra
sociedad. Prueba de ello es el debate en todo el país. Y no debe
quedar ninguna duda de que
en ninguna circunstancia se objeta la elección, la opción
sexual de las personas; lo que
estamos analizando acá es cuál es el método más
apropiado para legalizar esas uniones
conformadas por personas del mismo sexo.
Existen también en otros lugares otras respuestas, como el contrato
civil de
solidaridad. Hay antecedentes en Francia, en México, en muchos
lugares. Se deberían haber
analizado con más tiempo y profundidad esas otras opciones. Ese
contrato civil de solidaridad
aparece como adecuado en algunos casos. Los países –que
no sé si son muchos o pocos– que
ya han atendido esta problemática, lo han hecho después
de superar otros problemas graves y
lo han hecho tal vez con un debate más largo, con una gradualidad,
aunque sea en el debate,
para que la toma de conciencia de la sociedad sea más profunda.
Lamentablemente –y voy a abreviar mi exposición–,
nada de esto ha sido posible: ni
tratar proyectos alternativos ni revisar nada. Creo que hay una sensación
de imposición en el
tratamiento parlamentario. Entiendo –y entendemos– que hay
que dar una respuesta a la
comunidad homosexual. Puede ser que este proyecto de ley se apruebe
y que si se da esa aprobación, esa sea una respuesta para la
frustración que puedan portar sectores que hoy
reclaman esta ley. Pero también es nuestra obligación
comprender y saber que, así como para
unos puede ser una respuesta satisfactoria, para otros puede ser una
frustración, sobre todo
porque no ha habido el tiempo necesario para el debate y el análisis
en la sociedad.
El tratamiento en la Cámara de Diputados ha sido acelerado. En
el Senado, si bien nos
ha permitido recorrer a los señores senadores gran parte del
país y escuchar opiniones, aún
creo que ha quedado esa sensación de que no se ha permitido encontrar
un mejor camino.
Por lo expuesto, señor presidente, ratifico mi voto en contra,
negativo, respecto a la
sanción de la Cámara de Diputados.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el senador Giustiniani.
Perdón, senador. Si la miembro informante, senadora Negre de
Alonso, tiene alguna
aclaración, me informan que es el momento de hacerla.
Sra. Negre de Alonso. – Sí, he ido anotando todo lo que
han dicho los señores senadores y
senadoras.
En primer lugar, quiero decir con respecto a lo del video, que siempre
hay una
discrecionalidad subjetiva en todos los actos. Desde ya que sobre cien
horas y media de
grabación había que elegir, y yo había llevado
un anotador en cada una de las provincias, e
iba anotando aquellos argumentos que me parecían originales y
que no se iban repitiendo.
Porque también había mucha repetición, como acá
se ha comentado por varios senadores.
Así que, desde ya, puede ser que a los senadores de cada provincia
no les haya
gustado, o que a algunos les haya gustado y a otros no. Pero la intención
de la comisión –
cuando lo comenté con los senadores que lo mencioné–
fue tratar de traslucir para los setenta
y dos senadores lo que fueron las audiencias. Porque aparte de los de
la provincia me
acompañaron la senadora Escudero, el senador Cano, el senador
Bermejo, la senadora
Bortolozzi y el senador Cimadevilla. Con todos ellos nos trasladamos.
Entonces, la idea fue dar un pantallazo de todo eso en esta sesión.
Por supuesto, están
las 100 horas de grabación aquí en el cuerpo. Pero simplemente
se trató de eso: de resumir un
trabajo muy grande, que fue mérito de todos, para que se pudiera
visualizar lo vivido, con los
errores humanos que podemos cometer, porque lógicamente no podíamos
ponernos los
setenta y dos senadores a resolver lo que se exhibiría. Pero
todo está a disposición de los
senadores, por supuesto.
Lo que me parece beneficioso y quiero rescatar es que todos los senadores
y
senadoras han tomado algo del debate. Algunos han citado a juristas
de aquí, otros a juristas
del interior. Hubo exposiciones muy importantes en todas las provincias.
Disertaron
trascendentes catedráticos de universidades nacionales públicas
y privadas. Yo escuché a los
senadores y a las senadoras en esta sesión, y advertí
que hubo un trabajo de estudio. No me
van dejar mentir los colegas que estuvieron conmigo, en el sentido de
que hubo
cuestionamientos aquí y en el interior porque éramos pocos
los senadores que concurríamos.
Aquí también hubo cuestionamientos. Pero siempre, permanentemente,
dije que en realidad
para eso estaban las versiones taquigráficas y las grabaciones.
Y hoy se ha demostrado que es
así; que todos bajamos con un estudio profundo de todo el material
que se recogió. Porque,
además, advertí que varios senadores citaron exposiciones
de otras provincias, lo cual
demuestra que el equipo de asesores y los equipos de nuestros despachos
han ido estudiando
y trabajando todo el material, a medida que venía de las provincias
y era repartido. Esto me
parece muy importante para resaltar.
Señor presidente: yo hice una introducción expresa –aquí
se citó también a la doctora
Zambrano, de filosofía política–, en el sentido
de que estábamos legislando para un Estado
laico y que debíamos dejar la religiosidad. Pero la religiosidad
y la fe que cada uno profesa, aún para el caso de los que son
ateos o agnósticos porque tienen una posición al respecto,
no
debe significar un elemento discriminador al momento de legislar. Expresamente,
no
mencioné a Dios, ni documentos de la Iglesia. Tampoco hice referencia
absolutamente a nada
de ese tipo.
Sin embargo, me veo en la obligación de realizar una aclaración,
porque nadie la ha
hecho, y como una vez que hayan hablado los tres o cuatro últimos
expositores ya no me
corresponde hacer uso de la palabra, entonces, la quiero efectuar ahora.
La aclaración que voy a realizar es la siguiente. La Iglesia
Católica responde al
magisterio de la iglesia. Significa que el magisterio de la iglesia
tiene un documento. Y este
es el documento que ha expedido la Iglesia Católica en el 2005,
uno de los últimos –hay otros
anteriores– relativo a consideraciones sobre los proyectos de
reconocimiento legal de las
uniones entre personas homosexuales. Esta es la posición de la
Iglesia Católica.
Entonces, lo que ha hecho el cardenal Bergoglio cuando confeccionó
esa carta, que
dirigió a las carmelitas, que son monjas de clausura, fue opinar
de conformidad a las normas
internas de la Iglesia Católica, que no ingresan a este recinto.
Pero yo no la he mencionado, ni
las ha mencionado nadie, salvo en algunas referencias para denostar
esa carta. Por eso la
quiero aclarar, sin expresar opinión sobre ésta.
Debemos saber diferenciar estas cosas, como defender a la comunidad
judía, a los
musulmanes o a los distintos credos que vinieron a la ronda de cultos
aquí, cuando
concurrieron y citaron los documentos en base a los que ellos fijaron
sus posiciones.
Ayer el Cardenal Bergoglio mandó una carta a esa marcha de laicos
dirigida al doctor
Justo Carabajal, que es el presidente de los laicos, y allí se
decía que había que unir, pacificar,
y que tenía que ser una marcha pacífica. No quiero demorar,
por eso no la leo, pero la tengo
acá. Es lo que se leyó ayer.
Esa es la diferencia que tenemos que saber hacer. Esa carta iba dirigida
a las monjas
de clausura de conformidad a los documentos internos de la iglesia.
No iba dirigida a los
senadores, a los laicos. La de los laicos era la de ayer, los laicos
de la Iglesia Católica.
Ya termino, senador Fuentes, quiero aclarar tres cosas más...
Sr. Fuentes. – Quisiera saber si esta carta es un instructivo
secreto, es una narración arcana o
es una carta que el primado de la iglesia católica envía
a una congregación haciendo
referencia a un tema concreto, que es lo que estamos discutiendo y al
rol que, como
senadores, tenemos que tener. Si no, pido disculpas.
Sra. Negre de Alonso. – Es una carta interna, como le acabo de
explicar. Simplemente,
quiero dejar constancia. No me puedo callar con lo que he escuchado.
La carta pública es la de ayer a la tarde, senador. Si quiere,
se la doy. No quiero
hacerles perder tiempo, porque es tarde.
Quiero referirme ahora a dos cuestiones que se manifestaron acá
respecto de lo que
diría la doctora Kemelmajer de Carlucci acerca del proyecto de
unión civil. Quiero contestar
citando un artículo que acaba de salir publicado el 13 de julio,
firmado por el doctor Marcos
Córdoba, que dice que la doctora Kemelmajer de Carlucci expuso
que el legislador argentino
debía inclinarse por la solución española, es decir,
una equiparación absoluta de las
consecuencias de las uniones de personas del mismo o de diverso sexo.
Pero la misma autora
ha entendido que la ley debe amparar a la familia como núcleo
dentro del cual el sujeto puede
desarrollar las potencialidades de su personalidad y en el cual encuentran
proyección las
personas más vulnerables: niños, ancianos, etcétera.
Esto último resulta considerado en lo que
impulsa el dictamen de la Comisión de Legislación General
del Senado de la Nación, como
que es evidente también que la producción creativa de
Graciela Medina está contenida
prácticamente como la esencia y espíritu del dictamen.
Con esto contesto dos objeciones, la de aquellos que señalaron
acá que si la doctora
Kemelmajer hubiera leído lo de la unión civil, habría
dicho que era un mamarracho; y
contesto, también, que la doctora Kemelmajer, a quien creo que
todos consideramos una gran
jurista, le reconoce el carácter de gran jurista a la doctora
Medina, que además es una
camarista federal argentina. Esto es nada más que para aclarar
esta cuestión.
Con respecto a los porcentajes de adopciones, quiero decir, señor
presidente, que
desde que aprobamos la Convención de la ley del niño y,
después, la ley de 2002, en la
República Argentina, la institucionalización está
prohibida. No podemos hablar de que
adoptamos a los chicos o van al orfanato. En realidad, lo que tenemos
que hacer es una
política de desinstitucionalización, como se hizo en mi
provincia, con mucho dolor y costó
mucho, por esto implica reconvertirse culturalmente. Los niños
no pueden estar más en los
institutos, porque lo prohíbe la Convención del niño,
que nosotros tenemos incorporada en la
Constitución y hemos operativizado.
Quiero decir que, de conformidad con los datos estadísticos que
tengo, que se han
hecho públicos en todos lados –pero igual los quiero mencionar-,
hay 10 mil chicos en
institutos de menores. Sólo el 10 por ciento de esos chicos están
en condiciones de ser
adoptados, para que los jueces los puedan entregar en adopción.
Y hay 10 mil inscriptos entre
matrimonios y solteros, para adopción. Esto significa que es
verdad que tenemos que
reformar la ley de adopción, que es del año 97, no es
del 58, ni del 54, la última reforma es
del 97. Es un sistema viejo, pesado, burocrático y absolutamente
anquilosado. Y es verdad
que necesitábamos hacerlo.
Hoy, las personas solteras adoptan, pero lo hacen tanto los homosexuales
como los
heterosexuales, porque no se les pregunta cómo ejercen el sexo
para adoptar. ¿Por qué?
Porque la ley tampoco permite, hoy, a las parejas heterosexuales adoptar
si no han ingresado
al sistema de matrimonio, porque no quisieron, porque no pudieron. También
las parejas
heterosexuales hoy se encuentran en una situación de absoluta
discriminación con esta ley de
adopción.
En la comisión no llegamos a un acuerdo, porque la verdad es
que terminamos el 2 de
julio y el 6 hubo que sacar dictamen. Tampoco llegamos a un acuerdo
respecto de los pactos
de convivencia que fueron propuestos por uno de los expositores que
propuso el senador
Pichetto, que es de avanzada, el doctor Córdoba. O lo que propuso
el senador Romero, que
para mí era un proyecto muy de avanzada. En lo personal era el
que más me gustaba. No se
pudo llegar a un acuerdo; entonces, se dijo: adoptemos el compromiso
de avanzar con la ley
de adopción y también pedí que tratáramos
los pactos de convivencia que creía eran los más
coherentes.
Por otro lado, le quiero aclarar a la senadora Quintela, aunque ahora
no está, que no
hubo posibilidad de sacar una consulta popular. La Comisión de
Legislación General no
podía dictaminar una consulta popular ni un plebiscito. Ella
me mandó una nota para que
tratáramos este tema y en realidad se la debió mandar
al senador Fernández que ni siquiera
está en la Comisión de Legislación General; está
en la Comisión de Asuntos
Constitucionales.
Respecto del proyecto de unión civil que ha sido muy denostado
acá, creo que podía
perfectamente ser mejorado, la senadora Escudero se refirió claramente
a las cláusulas de
identidad. El derecho de identidad es un derecho humano y hay que regularlo.
La doctora
Medina dijo que en los siete países en donde esto está
previsto, primero está garantizado el
derecho a la identidad con el banco de datos de esperma y de óvulos.
Por otro lado está el tema de la objeción de conciencia.
Al respecto quiero decir,
presidente, que esto es la autorización de la ley para incumplir
la ley; la objeción de conciencia es la máxima de las
libertades cuando el Estado garantiza el cumplimiento de los
fines. Hoy la objeción de conciencia la tienen nueve países
en este tema, pero está avanzando
la objeción de conciencia en el resto de los países, como
legislación integral; es un derecho
humano revolucionario de los que se llaman de cuarta generación.
Nos tenemos que
acostumbrar a la objeción de conciencia, la obligación
del Estado es garantizar el
cumplimiento y el objetivo de la ley; no impedir la ley. No nos tienen
que asustar las
cláusulas de objeción de conciencia. Nosotros lo hemos
votado. En la Ley de Salud
Reproductiva tenemos objeción de conciencia personal e institucional.
En la Ley de
Vasectomía y Ligadura de Trompas también tenemos objeción
de conciencia. Tenemos que
empezar a acostumbrarnos como en otras cosas también a la objeción
de conciencia.
Por último, los países en donde la objeción de
conciencia está para la unión civil son:
Bélgica, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia y el
Reino Unido.
Finalmente, presidente, olvidé mencionar que en todas las provincias
recibimos
muchas firmas. Creo que las provincias en las que más recibimos
fueron Tucumán y San
Juan, donde recibimos alrededor de ciento cuarenta y siete mil firmas.
Entre la senadora
Riofrío, el senador Basualdo, el senador Gioja y yo recibimos
en total seiscientas cincuenta
mil firmas. No tengo incorporadas las de La Pampa. Efectivamente, la
Comisión de
Legislación General recibió cerca de setecientas mil firmas
de todo el país pidiendo que no se
aprobara la reforma al Código Civil y sí se avanzara en
la unión civil.
Sr. Presidente (Pampuro). – Para una aclaración, tiene
la palabra la señora senadora
Estenssoro.
Sra. Estenssoro. – Quería hacer una aclaración con
respecto al tema del plebiscito. Mi
interpretación, y la de las personas que consulté, es
que los derechos humanos no se
plebiscitan, sino que el Estado los tiene que garantizar.
En ese sentido, doy el ejemplo de cuando se debatió el voto femenino.
Si se hubiera
realizado un plebiscito, seguramente, habría ganado la negativa,
porque la mayoría de las
mujeres no hubieran tenido la libertad de votar como querían
o hubieran seguido el consejo
de sus maridos. Y lo mismo hubiera sucedido si se hubiese plebiscitado
en los Estados
Unidos, en los 60, la garantía de los plenos derechos de la población
afroamericana. Por lo
tanto, hay cuestiones que no pueden plebiscitarse, y creo que ese aspecto
debería aclararse.
Asimismo, considero que las cláusulas de conciencia son para
los ciudadanos y no
para los funcionarios que tienen que cumplir la ley, ya que, por ejemplo,
podría darse el caso
de que fuera a sacar el pasaporte y la persona que me atiende me dijera:
"Soy un objetor de
conciencia respecto de las personas de origen boliviano; como me parece
que hay muchos
bolivianos en la Argentina, no le quiero dar el pasaporte". En
consecuencia, me parece que
las objeciones de conciencia tienen que ser muy limitadas y no para
que los funcionarios
incumplan con la ley.
Sr. Presidente (Pampuro). - Tiene la palabra la señora senadora
Morandini.
Sra. Morandini. – Señor presidente: en el mismo sentido,
creo importante que cuando
hablemos de nuevos derechos, también, digamos que son para no
confundir. Efectivamente,
estamos considerando un nuevo derecho. Pero, de alguna manera, como
lo ha expresado la
señora senadora Estenssoro, se trata del derecho que tiene el
ciudadano de invocar principios
para no cumplir con la ley. Sin embargo, nunca podrá tratarse
de la objeción de aquel que
tiene que garantizar el cumplimiento de la norma.
Sr. Presidente (Pampuro). - Tiene la palabra la señora senadora
Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Señor presidente: dije claramente
que el Estado debe garantizar el
cumplimiento de la ley a través de la forma que corresponda y
que hay dos tipos de
objeciones: la personal y la institucional. Por eso expresé que
está como un derecho revolucionario -el máximo de la libertad-
y que el Estado deberá controlar que no haya
excesos, así como garantizar el derecho de los ciudadanos.
Yo también considero que, por ejemplo, los derechos de la familia
no pueden
plebiscitarse. Pero aclaro que, en ese momento, le estaba explicando
a la señora senadora
Quintela, quien me estaba efectuando un reclamo a través de su
discurso. Y me acota la
señora senadora Escudero que Gran Bretaña, primero, plebiscitó
y, después, sancionó la ley.
Para finalizar, agradezco todos los reconocimientos que se han hecho,
los cuales no
son para mí sino para el equipo de gente que trabajó para
lograr ese material. En ese sentido,
se encontraba en este recinto el director de Imagen del Senado, en cuya
oficina se encuentran
a vuestra disposición las cien horas de grabación. Quienes
deseen acceder a ellas o llevarlas a
sus provincias, deberán avisarle a él para que pueda entregárselas.
Sr. Presidente (Pampuro). - Tiene la palabra el señor senador
Giustiniani.
Sr. Giustiniani. – Señor presidente: vengo como senador
por la provincia de Santa Fe y
presidente del Partido Socialista a adelantar mi voto positivo a este
proyecto de ley que
establece el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Me alegra que durante este debate se hayan hecho reiteradas menciones
a mujeres y
hombres de mi partido, quienes, a lo largo de la historia de la República
Argentina, aportaron
con ideas, proyectos y leyes a esa lucha por la igualdad y la libertad.
Al respecto, se mencionaron a Alfredo Palacios, a Alicia Moreau de Justo
y a Juan B.
Justo. También quiero recordar que este proyecto de ley venido
en revisión que hoy estamos
tratando se originó en iniciativas presentadas por el bloque
socialista. Ya en 1993, fueron los
entonces diputados Héctor Polino y Alfredo Bravo quienes presentaron
proyectos de esta
naturaleza. Asimismo, el diputado nacional Eduardo Di Pollina presentó
en diciembre de
2005 un proyecto de ley de matrimonio para personas de igual sexo. Y
hoy tenemos en
tratamiento una iniciativa sancionada por la Cámara de Diputados,
que surge de un proyecto
de ley presentado por las señoras diputadas Silvia Augsburger
y Vilma Ibarra.
¿Por qué estamos tratando hoy este proyecto de ley? Se
ha discutido mucho y se lo ha
hecho acerca del tiempo, es decir, si su tratamiento ha sido apurado
o se hizo con los plazos
necesarios. En ese sentido, me gustaría rescatar la lucha, la
militancia y el trabajo de las
organizaciones sociales. Creo que sin esa lucha de las organizaciones
sociales, sin esa
decisión, movilización y valentía que han tenido
para instalar este tema en la República
Argentina, no hubiera sido posible debatir esta norma.
Considero que es un día histórico. Mirándolo en
perspectiva, se recordará este día del
Congreso de la Nación como un hecho positivo donde el Parlamento
decidió darle derechos a
quienes hoy no los tienen, avanzar sobre la discriminación y
establecer criterios de igualdad,
tal cual reza nuestra Constitución Nacional.
Y nadie se tiene que equivocar. No se trata de una norma que vaya a
generar un rédito
político inmediato para nadie. Si se la mira con perspectiva
histórica, se advertirá que las
grandes leyes en la República Argentina no tienen nombre y apellido.
En efecto, se habló del
matrimonio civil y nadie recuerda quién fue el autor o el iniciador
de esa iniciativa; sólo se
recuerda la época o las circunstancias. Se habla de la ley 1.420,
una norma revolucionaria que
aún deja su presencia en la educación popular en la República
Argentina –la educación laica,
gratuita y obligatoria–, pero no se la recuerda a través
del nombre de su autor. Y lo mismo
pasa con la ley de divorcio, que se recordó que se sancionó
durante 1987 bajo el gobierno del
doctor Raúl Alfonsín.
Es decir, son leyes trascendentes que tuvieron muchas iniciativas y
que dieron
respuestas a un momento histórico determinado. No se trató
de la genialidad de un autor en
particular que, desde el laboratorio, sacó el proyecto de ley
y dio respuesta a una necesidad concreta. Por eso, son momentos que
no se pueden pronosticar en cuanto al cuándo o el
tiempo. Es un momento donde la sociedad decide ser mejor, quitarse de
encima el cinismo y
la hipocresía, y terminar con eso de que “de eso no se
habla”.
Es por eso que hoy se habla de que hay gays y lesbianas que ya viven
juntos o que
vivirán en parejas que gozarán de los mismos derechos
que tenemos todos. Por eso, creo que
esto es una construcción histórica. Se ha hablado mucho
de historia en esta sesión. Y no
puede ser de otra manera. Porque a lo largo de la historia, quienes
tuvieron una opción sexual
diferente sufrieron humillaciones, violencia y discriminación.
Entonces, esta es la historia de
quienes han sido humillados durante décadas.
Y esto se ha vinculado con la mujer, algo que no es casual, porque ella
ha sido
discriminada a lo largo de la historia. En el libro Ana Karenina, de
León Tolstoi, se pinta con
genialidad una cuestión que también ha sobrevolado toda
la noche. Me refiero a la
discriminación y a los prejuicios. Allí se habla de la
realidad y de los prejuicios de la Rusia
zarista. Aquí se habló de que se había abolido
la esclavitud en la República Argentina a
principios del Siglo XIX, pero no ocurría lo mismo en aquella
Rusia zarista.
La novela arranca con una frase tremenda que se entiende solamente al
final del libro.
Ella dice: “Las familias felices se parecen; las infelices lo
son cada una a su manera”. ¿Qué
significa esto? En esa historia, significó que a Ana Karenina
le quitaran el hijo, porque tuvo
la osadía de enamorarse y ser discriminada por eso, terminando
suicidándose bajo las ruedas
de un tren. El mensaje terrible de esta obra es que solamente se puede
ser feliz si se anda con
la mayoría o con las costumbres y las tradiciones de la mayoría.
Pero si se sale de eso, lo
único que puede deparar el destino es la infelicidad. De eso
estamos hablando hoy.
¿Quién no celebra el genio de Oscar Wilde, como se mencionó
también esta noche, en
El retrato de Dorian Gray, que ha sido y sigue siendo una de las obras
valoradas por miles de
lectores? Sin embargo, Oscar Wilde estuvo preso en la Inglaterra victoriana,
como tantos en
el mundo durante otras épocas, por ser homosexual. Por ello,
este debate no es sólo jurídico,
político o constitucional sino que también es, fundamentalmente,
un debate humano.
En la Cámara de Diputados, hubo muchas y muy buenas fundamentaciones
cuando se
trató esta iniciativa. El diputado y compañero de mi partido
Ricardo Cuccovillo expresó lo
siguiente: “La verdad es que yo quiero avanzar en mi condición
de padre de un hijo gay, un
hijo que entiendo que debe tener igualdad de derechos que el resto de
mis hijos. Tengo tres
hijos, dos varones y una mujer; uno de mis hijos varones es gay, un
ser humano que yo
considero que tiene igualdad de derechos y de sentimientos que el resto
de mis hijos”.
Su alocución produjo una gran conmoción en el recinto
y en todos los que lo
escuchábamos. Porque, en cada una de estas historias de vida,
surge la necesidad de que
demos una respuesta concreta. La realidad nos golpea en la cara cuando
es en carne propia, y
cuando nos miramos en el espejo, éste siempre devuelve la realidad.
Por eso, considero que
este debate tardó mucho tiempo en darse porque, en realidad,
estas modificaciones en la ley,
que reflejan cambios en la sociedad, llegan con mucha tardanza respecto
de las grandes
transformaciones científicas y tecnológicas.
En este sentido, nosotros acabamos de aprobar una ley que otorga al
padre cinco días
de licencia por paternidad. A la vez, señalo que yo he sido autor
del proyecto de ley por el
cual, hace muy poco tiempo, modificamos el Código Civil para
reducir la mayoría de edad de
21 a 18 años. Fuimos el último país del Mercosur
en hacerlo y uno de los últimos del mundo
en concretarlo.
Cada uno de los cambios sociales que se van transformando en leyes llega
tarde en
función de los prejuicios que se van dando en todas las sociedades
y que ya fueron
denunciados desde el inicio mismo de ellas, hace más de cuatro
siglos. Shakespeare, en su obra La violación de Lucrecia, desnudaba
la hipocresía de un ejercicio del poder que prefería
ver muerta a una mujer antes que ver mancillado el honor de su marido.
Y fue mucho más
acá en el tiempo cuando una monja, y célebre escritora,
gritó desde México al mundo:
“Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión de lo mismo
que culpáis”. Era Sor Juana Inés de la Cruz, que
desnudaba la hipocresía de una época que
antes había llevado a la hoguera demencial a tres mujeres en
Salem, por considerarlas brujas.
¿Qué tiene que ver todo esto con el matrimonio de personas
del mismo sexo? Tiene
mucho que ver porque, en este debate, estamos venciendo el temor a que
nos estigmaticen
cuando estamos discutiendo estos temas, cuando estamos concretando en
esta norma una
superación de la realidad actual. Estamos superando ese temor
a que nos señalen con el dedo
en nombre de un pudor vergonzante.
Señor presidente: sin ningún tipo de dudas, el matrimonio
es una construcción social
histórica, y nadie, en nombre de alguien, puede desde el punto
de vista civil, autonominarse
como dueño de este instituto.
Federico Engels, en su libro El origen de la familia, la propiedad privada
y el Estado,
citando a un antropólogo americano, Morgan, desarrolla cómo,
en las comunidades
primitivas, sólo se sabía qué mujer era madre de
sus hijos, porque al ser comunidades
heterónomas, la mujer tenía una posición de relevancia
y la ascendencia se daba entonces en
línea materna y no paterna. Es decir que la familia patriarcal
no fue la familia desde siempre,
como aquí se ha dicho; fue con los griegos, primero, y, luego,
con los romanos, cuando se
consolidó la familia patriarcal.
Y tal como se ha manifestado en este recinto, en nuestro país
hasta fines del siglo
XIX, la Iglesia tuvo el monopolio de la inscripción de los nacimientos,
de las muertes y del
matrimonio. En efecto, hasta la ley del Registro Civil, para las muertes
y los nacimientos; y
hasta la ley de matrimonio civil en 1887, modificatoria del Código
de Vélez Sársfield, que
había tomado como punto de referencia el Código Napoleónico
y el Derecho Canónico.
Y, como muy bien dijo el senador Castillo, es verdad que esta historia
tuvo un punto
importante en Santa Fe. Los senadores Castillo y Fernández hablaron
de un gran gobernador
de mi provincia. No es casual que sea olvidado; que su historia haya
que buscarla en libros
inéditos; que se hable muy poco de Nicasio Oroño; y que
cuando se lo haga, solamente se
piense en un boulevard de la ciudad de Rosario. Nicasio Oroño
fue, verdaderamente, un
progresista, que fue derrocado, a raíz de haber instrumentado
el matrimonio civil, por los
sectores anacrónicos que se oponían al matrimonio civil.
Le voy a dar un antecedente al senador Castillo, porque él siempre
me da datos
importantes del socialismo. Se ve que viene rumbo para acá. (Risas).
Me dice que no, pero
me parece que sí. (Risas)
Este matrimonio civil instrumentado por Nicasio Oroño también
tiene una historia de
amor. Proviene de una historia de amor entre don Luis Tabernig, que
era un joven tirolés
católico, con Magdalena Moritz, que era una suiza protestante,
hija de agricultores. Don Luis
y Magdalena fueron al cura jesuita de Esperanza –una bella ciudad
de mi provincia–, para
que los casara, pero el cura jesuita les dijo que solamente los casaba
si ella adjuraba de su
religión y se transformaba al catolicismo. Le dijeron que no;
entonces, invitaron a todos sus
amigos y a sus padres a la plaza pueblo, plantaron un árbol en
el medio de la plaza, al que
llamaron “El árbol de la libertad”, y se casaron
sin jura ante todos los presentes, asumiendo el
compromiso de que sus hijos también iban a pertenecer a ese matrimonio
legítimo. Ese hecho
tuvo tanta repercusión que, después, Nicasio Oroño
receptó esta historia de amor de
Esperanza e instrumentó el matrimonio civil en 1867.
Por eso, Ulrich Beck dice que el inmovilismo de las instituciones está
en contradicción con una sociedad cuya vida cambia. Hemos hablado
toda la noche de esto.
Hemos señalado que la historia va modificándose, que el
mundo se transforma, que las
sociedades cambian y que, por lo tanto, también lo deben hacer
las instituciones. Entonces,
hoy estamos tratando una modificación del matrimonio civil. La
cuestión religiosa del
matrimonio está de acuerdo con las creencias de cada uno, de
quien las tiene. Lo más
importante esta noche es que no se intentó contraponer la cuestión
de los valores con el tema
de los derechos. Cuando los valores en términos abstractos se
plantean en oposición a los
derechos, ahí es donde nace el fundamentalismo. Valores son la
libertad, la igualdad, la
justicia, la solidaridad. También son valores los que establecen
los cinco libros de Moisés,
como por ejemplo, no robar, no matar, no mentir.
No entiendo por qué, a esta altura del siglo XXI, esta discusión
tiene colisión con
creencias religiosas. Quizá sí lo entiendo en debates
que se daban en otras épocas, en otros
tiempos, en otros momentos. Debería haber una evolución
colectiva entre todos, para que en
un tema como la modificación del Código Civil no se plantee
en colisión con creencias
religiosas, porque no tiene absolutamente ninguna colisión. No
tiene por qué molestar que se
den derechos a quienes hoy son una realidad y no los tienen. Estamos
modificando un Código
Civil.
También quiero hacer algunas consideraciones sobre un asunto
que se ha planteado
durante todo este debate en el seno de la sociedad, en la Cámara
de Diputados y en el Senado
de la Nación. Se hace referencia a la familia natural. Pero yo
pregunto cuál es la familia
natural. Se equivocan cuando plantean: papá, mamá e hijos.
¿A quién le están hablando? Hay
muchas familias que tienen papá pero no tienen mamá. La
mayoría de las familias tienen
mamá e hijos pero no papá. Se hablaba de mayorías
y de minorías.
En este sentido, del censo de población de 2001 –por supuesto
que el de este año va a
dar cifras mucho más contundentes–, surge que las familias
de papá, mamá e hijos son
minoría en la República Argentina. En efecto, en 2001,
los hogares nucleares completos, es
decir, la pareja de padre y madre con hijos, eran 4.107.017, es decir,
el 41 por ciento. O sea,
el 59 por ciento de la población, en 2001, no tenía familia
con mamá, papá e hijos. Hogar
unipersonal, 1.512.788, es decir, el 15 por ciento. Hogar nuclear, parejas
sin hijos, 1.232.173,
es decir, el 12 por ciento. Y hogar nuclear incompleto, 1.027.461, o
sea, 10 por ciento.
Es decir que el 60 por ciento de la población no es una familia
con papá, mamá e
hijos. Entonces, me parece que hay una equivocación conceptual
cuando se plantean los
temas. Creo que es importante aclararlo, porque es la realidad la que
muchas veces contrasta
con los planteos.
En ese sentido, como también se ha dicho aquí, basta con
ir a los barrios de los
sectores populares para ver que la mayoría de las familias está
constituida por una madre que
tiene muchos hijos que cría, que educa; una madre que labura,
que mantiene el hogar y donde
no está el padre. Jürgen Habermas dice que para que una
sociedad sea democrática, todo lo
que se precisa es la actualización consistente del sistema de
derechos. Es lo que hoy estamos
realizando, señor presidente. Estamos dando un paso fundamental,
que realza la tarea de este
Congreso. Estamos otorgando derechos.
Sinceramente, creo que, en este debate, las cuestiones del nombre –la
palabra
“matrimonio”– y de la adopción han sido usadas
más como coartada a la oposición de
avanzar con el tema del matrimonio. Y lo digo con todo respeto, porque
no he escuchado
fundamentos sólidos desde el punto de vista jurídico,
salvo en lo que hace a la
materialización de esto; reitero, no respecto del fondo de la
cuestión.
El debate se ha planteado en la diferencia; y me parece que hay una
confusión con la
palabra “diferencia”. En efecto, nosotros vemos que, exactamente
con los mismos argumentos –y se han manifestado también
acá– que hoy se plantea la diferencia, para no
darle a quienes son gays o lesbianas los mismos derechos de los heterosexuales
para contraer
matrimonio, porque son diferentes, no se le podría haber dado
el voto a las mujeres. Se
confunden igualdad y diferencia. Lo contrario de igualdad no es diferencia
sino desigualdad.
Por eso, el tema de la mujer ha surgido toda la noche, y por eso hablamos
de esta cuestión.
Hoy, nadie discute que la mujer sea igual al hombre, que tenga exactamente
los
mismos derechos que el hombre. ¿Quién lo puede discutir?
Todavía no están concretados. Se
ha avanzado mucho, y las mujeres siguen avanzando; y es muy bueno que
así sea; es muy
positivo, porque mejora nuestra sociedad. Pero, ¿quién
discute que la mujer es diferente del
hombre? No lo discute absolutamente nadie. Y la mujer no quiere no ser
diferente del
hombre. Quiere ser diferente, pero quiere ser igual.
Entonces, los términos “igual” y “diferente”
no se pueden confundir conceptualmente.
Son distintos. Tenemos que marchar hacia la igualdad, pero eso no quiere
decir que se borren
las diferencias, porque paradójicamente, sería contradictorio
el querer borrarlas, pues el
camino de la democracia y de su profundización es la tolerancia
a la diferencia.
Por lo tanto, hoy estamos en condiciones de dar un paso importante,
de sancionar un
proyecto de ley que tendrá una gran repercusión para todo
nuestro país. Y el tiempo es el
tiempo que se ha dado. Se produjeron ocho casamientos por fallos judiciales
y han tenido una
tremenda repercusión pública. El tema está en la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, y
hay un fallo inminente en el caso María Rachid-Claudia Castro,
en el que se reclama ser
reconocidas como matrimonio.
Este es el tiempo y esta noche; si avanzamos con la sanción de
este proyecto de ley,
vamos a dar un paso muy importante no sólo en el derecho positivo
argentino, no sólo en
nuestro plexo jurídico, sino también hacia una mayor libertad,
mayor igualdad, mayor justicia
y mayor solidaridad en la República Argentina.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Sanz.
Sr. Sanz. – Señor presidente: me había quedado absorto
escuchando el brillante discurso de
Rubén Giustiniani.
Quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento. Después
de todas estas
semanas de intenso debate y vínculo con distintas personas, quiero
agradecer a quienes con
buena fe, con una sincera vocación de participar e involucrarse,
se han acercado a mí –
seguramente, a todos los senadores también– para alcanzarme
sus opiniones; sus trabajos
intelectuales y científicos; a veces, simples consejos, con posturas
a favor y en contra del
proyecto de ley y, dentro de esos extremos, con propuestas de toda índole.
Quiero agradecerles, porque todas esas personas me han mostrado la cara
de una
Argentina racional, bienpensante, capaz de convertir a la sociedad en
algo que, por lo menos
para mí, es todo un desafío en estos años de democracia,
que es pasar de la experiencia de
sociedad mercadocéntrica, como lo hemos sido en alguna época,
o quizás desde el otro
extremo, una sociedad Estadocéntrica, a la sociedad ciudadanocéntrica.
Me parece que este es
un enorme desafío de la sociedad democrática; la sociedad
ciudadanocéntrica desde una
concepción humanista y democrática que pretendo representar
y defender todos los días, en
donde el ciudadano–persona sea el sujeto de derechos y obligaciones
así como también de
nuestros desvelos como su representante.
También quiero agradecer, desde el respeto que no tuvieron, a
quienes trataron de
llegar a mí pero no lo hicieron desde esa perspectiva de buena
fe sino que lo hicieron con
agravios, amenazas o descalificaciones. La verdad es que les agradezco
haberme hecho saber
una vez más que la Argentina tiene la asignatura, entre tantas
pendientes, de luchar contra la
intolerancia, contra el odio y contra el resentimiento. Dicho esto,
voy a fundar mi voto. Me posicioné en este tema desde sus comienzos
con una doble intención. La primera
fue brindar una respuesta jurídica a un tema que, esencialmente,
es de derechos y que
entiendo que debe resolverse legislativamente, porque de no hacerlo,
tengo la convicción de
que, por nosotros, lo va a hacer la Justicia. Y si es así, en
lo personal, me va a quedar como
una gran deuda de responsabilidad social y política.
No es que aventure la opinión de que esto lo va a resolver la
Justicia por nosotros
porque sí, sino porque hoy, hay en los tribunales, y hasta en
la propia Corte Suprema de
Justicia de la Nación, casos que tienen que ver con esta cuestión.
La segunda intención, además de la jurídica o de
posicionarme como hombre de
Derecho, es sostener esa respuesta jurídica con una definición
de la sociedad a la que aspiro
representar. Entonces, la primera reflexión o la primera definición
que me hice es que el
tema, para mí, es tratar de extender la regulación del
matrimonio civil a las parejas del mismo
sexo o, en otros términos, de habilitar el matrimonio como institución
generadora de derechos
civiles a las personas, con independencia de su orientación sexual.
Por lo tanto, estas dos palabras –“extender” o “habilitar”–
suponen para mí el desafío
de confrontar el proyecto con los principios jurídicos del Derecho
argentino, que están en la
primera parte de nuestra Carta Magna y en los tratados internacionales
que tienen rango
constitucional.
El primer argumento vinculado con la Constitución se apoya en
una interpretación del
artículo 19, que hace mención a que las acciones privadas
de los hombres –en este punto,
obviamente, no se refiere solamente al género “hombres”;
esto está claro– que de ningún
modo ofendan al orden ni a la moral pública, ni perjudiquen a
un tercero, están solo
reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados.
Este artículo 19 ha sido interpretado ampliamente por la Corte
Suprema de Justicia de
la Nación en fallos muy famosos, en todos los tiempos y prácticamente
con todas las
composiciones del Alto Tribunal. Fallos muy conocidos, famosos, por
lo menos para el
mundo jurídico son los recaídos en los casos Sejean, Bazterrica
y Portillo. Y recientemente,
la Corte lo recupera, o por lo menos retoma alguno de sus argumentos,
en el caso Arriola,
referido al último fallo de tenencia de estupefacientes.
La Corte liberal de los 80 –liberal en el sentido político
de la palabra, no en el
económico–, la democrática de 1983, así como
la actual –que tienen muchas similitudes y
parecidos–, enfatizan que el artículo 19 de la Constitución
está protegiendo la libertad
individual, para diseñar y llevar a la práctica un plan
de vida, nuestro plan de vida: el mío, el
suyo, el de cualquiera de los que estamos acá o el de cualquiera
de los ciudadanos argentinos.
Cada uno de nosotros tiene la capacidad de discernir qué es lo
mejor para cada uno, y este
artículo 19 protege esas acciones privadas que de ningún
modo afectan a terceros.
La interpretación de este artículo fue contradicha en
algunos fallos de la década del 90
por sentencias realmente muy criticables, que no se apoyan en ninguna
tradición
interpretativa de la Constitución Nacional.
Fíjese qué paradoja, señor presidente: la Corte,
en una época de liberalismo
económico, que contradecía el liberalismo político
de las mejores cortes de otras épocas.
¡Qué paradoja! Digo que contradecían en fallos muy
criticables que no se apoyan en ninguna
tradición interpretativa de la Constitución Nacional y
ello se puede reconstruir a través de la
jurisprudencia de la Corte, en los casos que mencioné y en los
que actualmente está
decidiendo.
Por eso es que entiendo que si nosotros, hoy, no fijamos una pauta legislativa,
el
Máximo Tribunal, por lo que ha dicho, por lo que viene diciendo,
fácilmente va a llegar a
conclusiones como a las que probablemente se pudiera llegar esta noche,
si es que este proyecto de ley se aprueba.
Entiendo que el artículo 19 protege el diseño y la realización
de planes de vida
autónomos, es decir, decididos autónomamente. Esto significa
que no tolera ninguna
imposición externa respecto de cómo debe ser vivida la
vida de cada uno de nosotros.
Esta protección de la autonomía personal la establece
el artículo 19 y la Corte –
insisto– elabora la interpretación de este artículo,
en el sentido que lo estamos expresando, de
manera que impide que el Estado identifique planes de vida ideales y
pretenda plasmarlos en
la legislación general. Lo repito porque me parece que es central:
impide que el Estado
identifique planes de vida ideales y pretenda plasmarlos en la legislación
general.
Esto es lo que la doctrina y la jurisprudencia llaman interferencias
estatales
perfeccionistas, en el sentido de diseñar planes de vida ideales,
que se consideran correctos y
que se intentan plasmar en una legislación general imponible
a todos.
Este tipo de interferencias estatales perfeccionistas avanza, y esta
es la conclusión
sobre la protección constitucional de la autonomía personal.
Hoy estamos hablando de esto, y
lo dice el artículo 19 de la Carta Magna.
El otro argumento constitucional tiene que ver con el principio de igualdad,
que se
refleja en el artículo 16 de la Constitución Nacional,
el cual básicamente señala que todos
somos iguales ante la ley. Ahora bien, la pregunta es qué significa
eso, porque obsérvese qué
paradoja: he escuchado esta noche, en importantes alocuciones y en discursos
muy sólidos
desde todo punto de vista, que se han fundado posiciones en contra de
esta norma, también,
sobre la base del artículo 16 de la Constitución Nacional
y, como veremos enseguida, con
fundamento en los tratados internacionales que tienen jerarquía
constitucional. Yo voy a
exponer mi visión al respecto o, por lo menos, cómo interpreto
el artículo 16. O sea, qué
significa para mí que todos somos iguales ante la ley.
En tal sentido, nuevamente, me voy a apoyar en antiguas y muy consistentes
interpretaciones de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
ya que el artículo 16 no nos
dice que el Estado debe tratar a todas las personas del mismo modo,
lo cual, por otra parte,
sería absurdo. El Estado, permanentemente, tiene que hacer distinciones.
No es eso, entonces,
lo contrario al criterio de la igualdad. El Estado, permanentemente,
formula distinciones.
No está bien, por ejemplo, que el Estado otorgue un registro
de conducir a cualquier
persona sino que está bien que lo provea a quienes aprueben un
examen de conducción. Y
como este ejemplo, hay millones de otras intervenciones en distintos
ámbitos de la vida,
como en todas las regulaciones estatales, que, en definitiva, establecen
diferencias.
Ahora bien, me parece que aquí, la discusión radica en
determinar cuáles de esas
distinciones están permitidas constitucionalmente. Me refiero
a qué diferencias, desde el
punto de vista constitucional, el Estado puede hacer entre las personas
y cuáles no.
Y aquí viene algo central. La Corte Suprema de Justicia de la
Nación ha señalado en
reiteradas oportunidades que las distinciones que el Estado está
autorizado a realizar en
materia de regulación de derechos son las razonables. Es decir,
los criterios que utilice el
Estado para hacer diferencias entre las personas tienen que ser razonables.
Aunque por
supuesto, puede haber diferentes perspectivas sobre lo que es razonable.
Entonces, vamos a
desgranar, de alguna manera, el concepto.
La Corte, también, ha elaborado aquí el significado de
la razonabilidad en la
Constitución Nacional. Y razonable es para la Corte, según
numerosos fallos, la relación de
funcionalidad entre el requisito que imponemos y el fin buscado. Se
refiere a los criterios que
escojamos para hacer diferencias entre las personas, con el fin de otorgar
derechos en forma
diferenciada.
Por ejemplo, si yo impongo –con el ejemplo anterior– como
requisito para otorgar un registro de conducir, el sexo de las personas,
no estaré utilizando un criterio razonable,
porque no hay ninguna relación de funcionalidad entre el requisito
exigido y el fin buscado,
el cual sería la regulación tendiente a que no nos atropellemos
unos con otros en la calle
conduciendo un vehículo. Para eso, necesitamos testear la capacidad
y la habilidad de la
persona para manejar, pero no su condición sexual. Entonces,
la razonabilidad del criterio
tiene que ver con la relación de funcionalidad entre el requisito
y el fin buscado.
Ahora bien, la pregunta que queda por responder es si el sexo de las
personas o, mejor
dicho, si el requisito de que dos personas tengan sexos diferentes para
contraer matrimonio es
razonable para lograr el fin de su regulación. Si no lo fuera,
ese requisito sería, para mí y
también para la doctrina de la Corte, inconstitucional por violar
el artículo 16 de la Carta
Magna.
Sinceramente, me detengo en este punto, es decir, en el análisis
de qué estamos
regulando cuando lo hacemos respecto del matrimonio. Pero respecto de
todas las
justificaciones de la regulación del matrimonio –y vuelvo
al caso Sejean, que se refiere
especialmente a los fines del matrimonio; en varios proyectos hay alusiones
y, en todos los
tratados internacionales, hay especificaciones sobre ese punto–,
ninguna parece dejar espacio
para que el sexo diferente sea un requisito razonable en los términos
constitucionales, tal cual
interpreta la Corte.
En síntesis, señor presidente, creo que este juego entre
la protección de la autonomía
personal del artículo 19 y la protección de la igualdad
ante la ley del artículo 16, es el que da
fundamento y justifica una regulación como propone el proyecto
que viene de la Cámara de
Diputados.
Respecto de los tratados internacionales, la verdad es que aquí,
cada cual podrá leer la
parte que desee de ellos, tal como se ha dicho. Pero, a mi entender,
en el artículo 2º de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; en
los artículos 2º y 7º de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos; en el 24 de la
Convención Americana
sobre Derechos Humanos; en el 9º del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales
y Culturales –ley 23.313–, y en los artículos 2º,
5º y 26 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, en todos ellos, reconozco el principio de
igualdad ante la ley.
Por eso, cuando el Estado le niega a un grupo de la población
un derecho fundamental
–y casarse lo es–, debe hacerlo por razones que se adecuen
a los principios fundamentales del
ordenamiento jurídico; de lo contrario, la distinción
se convierte en una discriminación
arbitraria. Estas no son palabras mías, pero sí que yo
respaldo, de una jurista argentina –
mendocina como yo–, la doctora Aída Kemelmajer de Carlucci,
en cuyos trabajos y
conceptos yo he encontrado sustento jurídico a mis convicciones
políticas.
Reconozco sí que hay en todo este debate una tensión central,
cual es la asimilación
del concepto de igualdad de derechos a una palabra que tiene un fuerte
contenido religioso,
como lo es la palabra “matrimonio”, en tanto refleja uno
de los sacramentos de la Iglesia
Católica. No son cosas iguales. Desde hace un tiempo, en la Argentina,
no son cosas iguales.
El matrimonio católico es un sacramento y es indisoluble. En
cambio, el matrimonio civil
puede disolverse y acceden a él personas de distintas religiones
y los que, inclusive, no tienen
ninguna religión.
Señor presidente: mi obligación, por lo menos la que yo
entiendo, es legislar para un
Estado laico, otorgando derechos civiles a quienes no los tienen. Y
ese también entiendo que
es nuestro desafío. Pero en nuestro país, también
hubo otros desafíos importantes en materia
de derechos, para que no creamos que hoy estamos ante un momento tan
trascendente como
por allí aparece –aunque desde luego que lo es–,
como el de Roque Sáenz Peña en 1912, el de
Eva Perón en 1948 y el de Raúl Alfonsín en 1987.
No fueron ni menores ni mayores que éste; significaron desafíos
a una idea de sociedad que, en su momento, no contemplaba la
universalidad del voto, la participación electoral de la mujer
y el derecho al divorcio vincular.
El año pasado –y lo refrescó el senador Giustiniani,
como autor del proyecto–,
también hubo una decisión importante para la sociedad
que, aunque no generó grandes
debates, bajó la mayoría de edad de 21 a 18 años.
Señor presidente: todas estas decisiones representaron desafíos,
pero nunca riesgos,
nunca riesgos. Los riesgos no se corren cuando se amplían los
accesos a un derecho, los
riesgos se corren en una sociedad cuando se limitan los accesos a un
derecho.
El riesgo puede correrlo el legislador que periódicamente se
somete a la voluntad
popular, como me lo han hecho saber algunos que avizoran nuestros futuros
electorales. Pero
ese riesgo no debe ser motivo para no aceptar un desafío, el
desafío de construir la igualdad
que reclamamos. El progreso social, el respeto a los demás, el
reconocimiento a la diversidad,
la tolerancia hacia lo distinto, la igualdad en la libertad sólo
serán posibles en sociedades que
acepten los desafíos y en legisladores que acepten ser arquitectos
de ellos. Yo con absoluto
respeto por todas las opiniones, con humildad pero con la enorme fortaleza
de mis
convicciones, pretendo ser uno de esos legisladores y así voy
a votar.
Con mis últimas palabras como legislador de la provincia de Mendoza,
quiero hacer
una breve mención a mi representación territorial. Mendoza,
mi provincia ha tenido en esta
jornada una representación integral desde el punto de vista de
que los tres senadores que la
representamos hemos tenido distintas posiciones. Yo no sé cuántos
mendocinos hoy están a
favor o en contra de esta ley. No me he detenido a contarlos, tampoco
esto ha tenido nada que
ver con mi definición que, insisto, tiene que ver con mis convicciones.
Sólo sé, señor
presidente, que los que están a favor, sean muchos o pocos, han
tenido esta noche con mi
posición y mi voto, una debida representación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Rodríguez Saá.
Sr. Rodríguez Saá. – Señor presidente: tengo
muchas dificultades para pronunciarme en esta
oportunidad.
En primer término, tengo que decir que estamos tratando de terminar
con la
intolerancia, buscar la igualdad y reconocer el derecho que tienen las
personas homosexuales,
bisexuales, que están involucradas.
En el mundo se han encontrado dos soluciones. Por un lado, hay algunos
países, como
ya se ha dicho, que han optado por el camino del matrimonio: los Países
Bajos, Bélgica,
España, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia, Portugal,
Islandia, algunos estados de Estados
Unidos, algunas jurisdicciones en México, algunas provincias
y, por ejemplo, en la Argentina
la Ciudad de Buenos Aires, está última no en el matrimonio,
pero sí ha tomado un camino.
El otro camino para reconocer los derechos ha sido la unión civil.
Muchos países
importantes del mundo la han adoptado: Dinamarca, Israel, Hungría,
Francia, Alemania,
Croacia, Luxemburgo, el Reino Unido, Andorra, Nueva Zelandia, la República
Checa,
Uruguay, Colombia, etcétera.
Esas son las dos formas en las que el mundo ha ido avanzando para reconocer
derechos, tolerar, respetar y darles igual trato a los seres humanos;
un trato respetuoso.
En consecuencia, la primera explicación es que eso es lo que
estamos discutiendo
aquí. Tal vez, fruto de la intolerancia, que se vio reflejada
al comienzo del debate y, también
en alguna medida, en decisiones que tomó la Presidencia y en
la reunión de labor
parlamentaria de ayer, se dio la discusión como si fuera en otros
términos -a todo o nada-,
poniendo equivocadamente a algunos senadores como si estuviésemos
en contra de otorgar
los derechos.
Tenemos una mirada diferente. El Peronismo Federal resolvió que
con la unión civil podría haberse encontrado un camino
de consenso y de respeto que, en vez de dividir a
sectores del pueblo argentino fundamentalistas -que sólo quieren
crispar y dividir-, los
uniera.
Se realizó un trabajo muy bueno y positivo a través del
debate de estos temas,
transparentando en la sociedad situaciones de mucho dolor y discriminación.
Y sea cual sea
el resultado de la votación, se ha avanzado muchísimo.
Asimismo, como el resultado de la
votación será la aprobación del proyecto que viene
en revisión de la Cámara de Diputados
-es decir que será convertido en ley-, no correrían ningún
peligro los derechos que se
quieren reconocer.
Pero también hay que respetar el hecho de que algunos senadores
puedan tener una
visión diferente, lo cual no es ser discriminatorio. No acepto
el calificativo de discriminatorio
por tener una visión diferente acerca de cómo solucionar
el problema. Más aún, ayer, en
soledad, en la reunión de labor parlamentaria planteé
la posibilidad de tomar el modelo de
algún país avanzado. Por ejemplo, había consenso
en que la unión civil de Francia no es discriminatoria. Por lo
tanto, propuse que busquemos que esa fuese la bandera que nos uniera
a todos, o a la inmensa mayoría. De esa forma, seguramente íbamos
a evitar los problemas
que la intolerancia trae a las calles de nuestras provincias y los resabios
que podrían
producirse, que no serán los efectos que anuncian algunos, pero
sí un motivo más de
crispación en una sociedad que está llena de divisiones
e intolerancias.
En primer lugar, siento un enorme respeto por los derechos que estamos
tratando.
Creo que no hay que discriminar. Creo que todo tipo de discriminación
es absolutamente
nefasta en una sociedad y creo que hay que buscar la igualdad que consagra
nuestra
Constitución.
Tengo un enorme respeto por el Senado y por estas bancas. En estas bancas
que
pertenecen a nuestras provincias, y específicamente las que pertenecen
a San Luis, en 1888
estaba sentado en representación de San Luis el doctor Carlos
Juan Rodríguez, mi bisabuelo,
presidente de la Comisión de Legislación General. El fue
el miembro informante de la ley de
matrimonio civil. Por supuesto, como consecuencia de ello, le pasó
lo mismo que al doctor
Oroño, aunque con la diferencia de que no hay en San Luis ni
en ningún lugar del país un
boulevard o una calle que lo recuerde. Y tuvo que discutir, explicar
y defender –y creo que lo
hizo con una gran altura– que de lo que se trataba no era del
sacramento del matrimonio, del
casamiento, sino del contrato, que es sobre lo que se legisló.
Y, expresamente, la Argentina,
respetando la libertad de culto, permitió que cada uno consagrara
su matrimonio de acuerdo a
sus creencias religiosas.
Allí estaba el sacramento del matrimonio, indisoluble para la
Iglesia Católica, y el
casamiento civil, que es un contrato.
Me tomé el trabajo de leer el Diario de Sesiones y, para el tratamiento
de esa ley, se
realizaron once sesiones en el mes de septiembre de 1888.
El proyecto de ley era una iniciativa del Poder Ejecutivo nacional –el
presidente era
Juárez Celman– que ingresó en el cuerpo en octubre
de 1887. La Comisión lo estudió hasta
agosto de 1888. Participaron del debate en varias oportunidades el ministro
del Interior,
Eduardo Wilde, y el ministro de Justicia, Culto e Instrucción
Pública, el doctor Filemón
Posse. También hubo debates muy profundos con la participación
no solamente de Carlos
Juan Rodríguez, miembro informante, sino de Pedro Funes, Manuel
Pizarro de Santa Fe,
Manuel Derqui de Corrientes, Toribio de Mendoza de San Luis, Aristóbulo
del Valle de
Buenos Aires y Antonio Cambaceres de la Ciudad de Buenos Aires.
El trámite en la Cámara de Diputados duró siete
sesiones. Regresó con
modificaciones y a fines de 1888 fue sancionada la ley. Debo aclarar
que a mi bisabuelo esto le costó la excomunión y de allí
el olvido y la
omisión.
La intolerancia se ve reflejada en distintas expresiones pero fuera
del recinto; los
fundamentalismos están fuera del recinto, no aquí dentro;
por lo menos, así lo interpreto yo.
Yo pensé que era posible acordar y discutir para que esto no
fuera a todo o nada. Porque lo
que nosotros queremos es reconocer y respetar los derechos, no discriminar,
generar un
reconocimiento que nos permita a todos los argentinos ir por un camino
de unidad para que
este debate fuera un verdadero festejo, y no una discusión donde
están confundidos los
términos.
Yo no comparto el criterio de aquellos que interpretaron o pensaron
que la unión civil,
tomando un modelo y corrigiendo todos los errores que pudiese tener
el modelo que se
escribió, era una forma de discriminar. Creo que era una forma
de reconocer la realidad con
tolerancia y con respeto, en un clima de unidad nacional.
A la vez, en este escenario también debemos tener en cuenta que
hay dos senadoras
que han viajado y que se habían pronunciado a favor de la unión
civil. Ellas no están hoy
aquí. Los debates, las ausencias y el resultado han alterado
un poco el clima, como fruto de
esa intolerancia. Y esto es parte de lo que hay sincerar: no estamos
sesionando en una
situación habitual, sino con una fuerte presión externa.
Yo no recibo directivas de nadie y me
cuesta mucho votar porque tengo pedidos de seres muy queridos que me
han pedido que vote
en otro sentido, lo que es muy importante para mí.
Sin embargo, creo que hoy vamos a resolver el problema y va a avanzar
la Argentina,
pero vamos a dejar una secuela de odios y resentimientos en la calle,
fuera del recinto, que va
a costar cicatrizar. Y es responsabilidad de todos defender el bien
común. Porque yo quiero
defender el bien común y porque quiero defender el derecho que
tienen los homosexuales –
los gay, lesbianas, transexuales y bisexuales– de vivir dignamente
y ser respetados.
Precisamente, porque merecen todo el respeto y consideración
es que voy a sostener la
posición que elaboró el peronismo federal, el Interbloque
Federal, de optar por el camino de
la unión civil. Lamentablemente, vamos a votar divididos porque
no se aceptó otra cosa, y
esto es a todo o nada.
Yo he tenido mucha participación en la vida institucional de
la Argentina durante todo
el período democrático y puedo decir que cada vez que
las cosas fueron “ya” se produjeron
los grandes errores. Esos son los grandes errores que tenemos que remediar
después.
Hice alusión a las once sesiones porque, como dijo el senador
Filmus muy bien –yo
generalmente discrepo con él pero hoy me pareció importante
su discurso–, es urgente
remediar los males, pero se trataría de un día, unas horas,
un poco más de reflexión. El clima
que tenemos en este momento, y que hemos tenido durante toda la tarde,
nos hace ver que era
mucho más fácil encontrar un mecanismo de consenso que
nos permitiese a todos votar con
comodidad, con respeto y con consideración de todos los sectores
de la vida nacional, que
llegar a este enfrentamiento innecesario.
No votamos en contra de nadie; al contrario, nosotros votamos por otra
solución que
muchos países ya han adoptado y que podría ser un camino
que sin ninguna discriminación
hiciese respetar los derechos en un clima de unidad nacional.
Nada más, señor presidente.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Morales.
Sr. Morales. – Llegamos a este momento final de una sesión
que ha sido bastante intensa y
que comenzó también con bastante intensidad, en la que
estamos debatiendo sobre la cuestión
del matrimonio de personas del mismo sexo.
Antes de plantear algunas cuestiones conceptuales que van a ir definiendo
mi posición personal, quisiera hacer un reconocimiento, primero,
a la Comisión de Legislación General,
que realmente ha hecho un gran trabajo. Más allá de algunas
situaciones que se plantearon,
creo que desde ningún punto de vista desvirtúan o descalifican
un trabajo que todos hemos
reconocido, especialmente hacia todos los miembros de la Comisión
de Legislación General,
pero particularmente hacia su presidenta, la senadora Liliana Negre
de Alonso, que ha
garantizado y propiciado con el concurso de todos los senadores un debate
prácticamente en
casi todo el territorio nacional, y con la participación...
Sra. Quintela. – ¿Me permite una interrupción, señor
senador?
Sr. Presidente (Pampuro). – ¿Autoriza la interrupción,
señor senador?
Sr. Morales. – Sí, presidente.
Sr. Presidente (Pampuro). – Para una interrupción, tiene
la palabra la señora senadora Quintela.
Sra. Quintela. – Perdón, senador. La escuché a la
senadora y debo decir que es cierto. Lo
reconocí cuando usted me lo dijo. No me gustó pero sé
que no le competía a usted y que no
estaba en sus posibilidades realizar una consulta popular. Así
que le reconozco y le agradezco
todos los aportes que ha hecho, que fueron indescriptibles.
Muchísimas gracias.
Sr. Presidente (Pampuro). – Continúa en uso de la palabra
el señor senador Morales.
Sr. Morales. – Quiero terminar con este reconocimiento a la señora
senadora Negre de
Alonso, que realmente ha garantizado el debate, lo cual ha ocurrido
en todas las provincias, y
particularmente en la mía, aunque no he podido participar por
razones que la propia senadora
conoce, aunque he tenido acceso a las posiciones de distintos grupos
y personas que han
participado del mismo. Por ello, quiero agradecerles por toda la tarea
que han llevado a cabo,
tanto a ella como a todos los miembros de la comisión.
Llegamos en este momento a un debate que es transversal, porque realmente
corta
transversalmente a todas las fuerzas políticas; de hecho, viene
una sanción de la Cámara de
Diputados con participación y con el voto de representantes de
todas las fuerzas políticas, con
proyectos –como recién señalaba el senador Giustiniani–
iniciados en el socialismo, la Unión
Cívica Radical, el Frente para la Victoria, la Coalición
Cívica, y todas las fuerzas políticas de
la Cámara de Diputados, como también ha habido iniciativas
en este Senado.
Este debate tiene que ver con principios que sostiene nuestra Constitución,
establecidos fundamentalmente en los artículos 16 y 19, que bien
han sido desarrollados
recién por el presidente de mi partido, senador Ernesto Sanz.
Estos principios se relacionan
con las concepciones que plantea nuestra Constitución en torno
a garantizar los principios de
igualdad y libertad. Estas cuestiones que define nuestra Carta Magna
tienen que ver con
temas que deciden las personas, en la definición de su plan de
vida y la responsabilidad ética
que pesa sobre estas decisiones.
En el plano formal y subjetivo, estas decisiones de las personas deben
ser objetivadas
por el derecho y el Estado como garante, como tutor de estos derechos
que deben de ser
aplicados a las personas y a los grupos humanos. La lucha, entonces,
por los derechos debe
procurar la armonización entre el derecho, las instituciones,
las vías y las decisiones de las
personas.
En ese marco, entonces, nuestra Constitución plantea el acatamiento
a los principios
de la igualdad, la libertad, la diversidad y la ética de la responsabilidad
como principios
civilizantes.
Hay fallos de la Corte que dan cuenta que justamente para garantizar
estos principios
establecidos en nuestra Constitución Nacional debe tenerse mucho
cuidado con aquellas
normas que no contengan o que no prioricen la situación de sectores
por más minoritarios que sean de la sociedad argentina, y aquellas
normativas que impliquen algún menoscabo o algún
tipo de discriminación, son tipificadas como normas que están
encuadradas en la categoría de
sospechosas en nuestra legislación.
Entonces, en el marco de esta normativa de derecho que prevé
y que tiene como
derecho positivo nuestra Constitución es que venimos a dar este
debate.
Un debate que tiene que ver con cambios culturales, que como se ha dicho
se han
planteado en otro tiempo cuando se ha resuelto el voto universal. También
cuando se
resolvió, después de grandes debates y con la lucha de
distintos sectores de la sociedad
argentina, el voto de la mujer, los derechos establecidos en la última
reforma de la
Constitución de 1994, en la que se dio rango constitucional a
convenciones internacionales,
entre ellas, la Convención por los Derechos del Niño,
la Convención por los Derechos de la
Mujer, y la consecuente aprobación de normas en el Congreso para
avalar y establecer en
normativa estos cambios culturales producidos por la lucha por los derechos,
como en el caso
del Protocolo de la CEDAW, el derecho de las comunidades indígenas
a su identidad, el
derecho a la propiedad comunitaria de las tierras, entre otras grandes
luchas que tienen que
ver, como decimos con cambios culturales. El divorcio vincular en la
década del 80 y ahora el
matrimonio civil para las personas del mismo sexo.
Llegamos a este punto con un resultado: ganó el debate cultural.
Tal vez es casi
unánime –no lo sé– la posición de todos
los senadores en cuanto a la necesidad de establecer
derechos concretos, a través del sistema o del mecanismo que
se ha propuesto de unión civil
o de matrimonio para la unión de personas del mismo sexo.
¿Es la ley la que modifica las pautas culturales o este debate
viene a reparar una
situación de injusticia y discriminación sobre sectores
de la sociedad argentina que realmente
no tienen todavía la garantía de derechos como realmente
manda nuestra Constitución?
Creemos que estamos en presencia de la necesidad de sancionar una ley
que repare
esta situación de discriminación. Entonces, me parece
que el debate aportado durante toda
esta sesión tiene que ver con cuál es el instrumento que,
en definitiva, debe aplicarse para
resolver esta cuestión. Considero que el punto de encuentro es
que todos compartimos que se
deben garantizar estos derechos para sectores que hoy no están
cubiertos y para quienes no se
aplican los artículos 16 y 19 de nuestra Constitución
Nacional.
Se han puesto en discusión también otras cuestiones en
todos estos meses de debate
en la Cámara de Diputados y también en el Senado. Se ha
puesto en debate también el
sistema de representación de mayorías y de minorías.
Hay quienes plantearon, con todo
derecho, la necesidad de plebiscitar este asunto y, humildemente, creo
que tal vez sin
comprender que la representación que asumimos en estas bancas
no se vincula sólo con los
derechos que nos otorgan las mayorías. Justamente la responsabilidad
que tenemos quienes
ocupamos estas bancas se relaciona con garantizar los derechos de las
minorías. Por
consiguiente, el debate sobre el sistema de representación se
vincula justamente con esto.
Las sociedades que permiten las imposiciones de las mayorías
sobre las minorías se
hacen retrógradas, se convierten en sociedades intolerantes y,
en muchos casos –como se ha
visto en algunos países–, con connotaciones fascistas.
Un ejemplo de ello es la Alemania
nazi, que con la concepción de que una mayoría tenía
que imponer ideas terminó diezmando,
por cuestiones de diferencias religiosas, a sectores minoritarios de
la sociedad alemana.
También pasó algo similar con la Italia de Mussolini.
En consecuencia, las sociedades que permiten que se impongan los pensamientos
de
las mayorías, sin garantizar y tutelar los derechos de las minorías,
se convierten en sociedades
decadentes. Y esto nos puede suceder si no tenemos el debido cuidado
y si no comprendemos
realmente lo que representamos. Cuando asumimos una representación
en nombre de un partido político, en nombre de un pensamiento
o de un proyecto –como lo hacemos desde las
distintas fuerzas políticas y también desde nuestras provincias–,
tenemos que saber que,
además, nos sentamos acá con la responsabilidad de garantizar
que las minorías que no están
representadas también tengan garantizados sus derechos. Esto
es lo que manda la
Constitución. Por lo tanto, cuando se plantea la garantía
irrestricta de los principios de
libertad y de igualdad, eso es justamente lo que venimos a reparar en
esta jornada.
También se ha puesto en debate otro tema vinculado con el cambio
en la sociedad y
con los cambios en la familia como núcleo de la sociedad. La
sociedad ha cambiado, por eso
es que venimos a reparar situaciones que hoy no están previstas
en la legislación argentina.
Fundamentalmente, la sociedad latinoamericana ha cambiado, producto
de la globalización.
Muchas veces estos cambios naturales y autónomos de la sociedad
latinoamericana no son
acompañados por políticas desde los estados y tampoco
son visualizadas por los partidos
políticos. Por ello, en la base de la sociedad, y en especial
en los sectores pobres de
Latinoamérica –y particularmente en nuestro país–,
se produce la aparición y la irrupción de
nuevos pobres, de nuevas organizaciones sociales y de una nueva institucionalidad
que no
tiene un corte ideológico, que no es de izquierda ni de derecha,
y que no sólo levanta las
banderas de los principios de la igualdad y de la libertad, sino que
se termina constituyendo
en sectores que luchan sobre la base de los principios de la solidaridad
y de la fraternidad. Y
que empiezan a lograr una nueva institucionalidad, a veces paralela
al Estado que no
comprende o a los partidos políticos que no logramos acompañar
y comprender estos
procesos de cambio social.
Así como se dan estos cambios en la sociedad latinoamericana
y argentina, también se
dan cambios en la familia. Entonces, el debate también tiene
que ver con determinar si no ha
llegado la hora para sancionar normas que tengan que ver con nuevas
formas, con la
adaptación de la legislación a nuevos modelos de vínculos
familiares, con el reconocimiento
de la diversidad.
Como recién decía el senador Giustiniani, estamos en presencia
de modelos de familia
diferentes a los que teníamos hace 30, 40 ó 50 años.
Hay un nuevo modelo de familia que
demanda una nueva legislación. Si los poderes del Estado no comprenden
esta nueva
realidad, entonces quedaremos con legislaciones retrógradas que
no están comprendiendo
estas nuevas realidades sociales. Hay nuevas familias que responden
a cambios sociales,
culturales, políticos y económicos, que dieron paso a
la sociedad moderna; plantearon un
nuevo modelo que convive con las llamadas familias tradicionales.
Las denominadas nuevas familias están compuestas por madres o
padres solteros. El
senador Giustiniani ha dado datos del último censo que tienen
que ver con esta nueva
realidad que debe ser atendida y regulada por nuevas normativas. Hay
familias compuestas
por madres o padres solteros, parejas de hecho con y sin hijos, familias
ensambladas con
integrantes de uniones anteriores y parejas o familias de gays, lesbianas
o transexuales que
hoy son una realidad y no tienen una normativa que pueda garantizar
sus derechos. El dato de
esta realidad es que no cuentan con un sistema de derecho que los incluya.
El grupo más
numeroso de este nuevo modelo familiar es el de la madre o padre con
hijos a cargo.
Esta es la nueva realidad que debe ser considerada. Este debate iniciado
en la Cámara
de Diputados también puso en discusión el concepto de
la institución matrimonial. Desde
distintos lugares hemos hecho esfuerzos por buscar una posición
común para no llegar a esta
instancia con posturas tan antagónicas, lamentablemente producto
de la radicalización de
posiciones de distintos sectores.
Hemos visto distintas variantes que priorizan el Estado laico desde
el punto de vista
de nuestro partido o de la ideología de distintas fuerzas políticas,
que fue uno de los temas que se abordó entre las últimas
reformas, especialmente la de 1994. El matrimonio se
entendía como la unión del hombre y la mujer como consorcio
de toda la vida, tomado por el
derecho canónico a partir del Concilio de Trento. En la construcción
de los estados, la Iglesia
luego toma esta institución y la impone como modelo hegemónico
y como instrumento de
organización social. Así se convirtió en una herramienta
de legislación civil.
El debate que ha generado el proyecto que viene de la Cámara
de Diputados también
implica pensar en otras categorías. Algunos legisladores del
radicalismo hemos visto algunos
proyectos en la Cámara de Diputados, especialmente el que sostenía
la diputada Elisa Carrió,
que tal vez es un debate pendiente que deberemos darnos a partir de
si pensamos que hay que
concretar la idea de un Estado laico, con la derogación, tal
vez, del instituto del matrimonio y
su reemplazo por el instituto de la unión familiar. Porque no
podemos consentir que la
religión se apropie de las normas y del derecho aplicable universalmente
a todos los
ciudadanos de una Nación, como tampoco puede haber una apropiación
laica de una
institución que una religión asume como propia. Este es
un debate que se da en este proyecto,
que seguramente puede quedar para un futuro.
Estas son las cosas que ha traído el debate de este proyecto
de ley; el Estado laico, la
nueva institución matrimonial, las nuevas familias y los cambios
sociales en la República
Argentina.
La búsqueda de una tercera alternativa que garantice la igualdad
frente a la
radicalización también ha sido uno de los objetivos que
nos planteamos algunos senadores.
Por eso es que llegamos en este momento a reparar una realidad, señor
presidente.
Lamentablemente llegamos en este momento también en una instancia
de simplificación del
debate “matrimonio sí o matrimonio no”.
Lamentamos también que, después del debate que se dio
en Diputados, en donde de
120 votos sólo 37 votos fueron aportados por el Frente para la
Victoria; el resto de los
diputados...
Sr. Pichetto. – 44.
Sr. Morales. – 44; y el resto de los diputados que votaron por
esta iniciativa que tenemos en
tratamiento pertenecían a distintas fuerzas políticas,
entre ellos 18 diputados de la Unión
Cívica Radical, en un debate transversal.
Pero este tema llega al Senado en un estado de radicalización.
Yo no sé quién
empieza, señor presidente. No sé si es la Iglesia, no
sé si es el gobierno. Pero el gobierno ha
tratado, desde la apropiación de este debate, de levantar la
bandera de un progresismo que,
como decimos nosotros, tiene que salir del doble estándar. El
gobierno nacional tiene que
pensar que en el progresismo que declama debe dejar el doble estándar.
Porque para ser
progresista hay que también ejercitar la decencia. Porque para
ser progresista no hay que
discriminar. Porque cuando se habla de igualdad no se puede discriminar
a intendentes o
gobernadores que piensan diferente. Porque cuando se levanta la bandera
de la igualdad no se
puede discriminar a empresarios entre amigos y enemigos: a los amigos
les damos obras y a
los enemigos les mandamos a la AFIP.
Esta situación de doble estándar y esta actitud del gobierno
de apropiarse de una
bandera que correspondía a un debate transversal nos ha generado
los problemas que hoy
vemos. Y ha derivado también en la misma actitud, en la actitud
de siempre, de buscar
mecanismos de cooptación para lograr un resultado. Cuando acá
lo que teníamos que hacer
era garantizar que estén los setenta y dos senadores dispuestos
a dar el debate y a que surja el
resultado que tenga que surgir, en función de la plena conciencia
con que todos los
legisladores han venido a la sesión de hoy para sentarse en sus
bancas.
Lamentablemente, tenemos este doble estándar, esta situación
y esta actitud del gobierno. Por otro lado, tenemos la actitud de la
Iglesia, con una de las respuestas más
retrógradas como no hemos visto en los últimos tiempos.
Realmente, profundizando los
antagonismos y haciendo el juego para el quiebre de la sociedad argentina.
Venimos a este debate a reparar con justicia una situación de
derecho. Por eso es que
muchos venimos acá con una doble sensación: de negación
y de convicción. De negación
frente a este estado de cosas que plantean desde un extremo el gobierno
y desde el otro
extremo la Iglesia.
Por otro lado, desde la convicción de reparar los derechos que
no están previstos y
que no están garantizados en la actual legislación.
Por eso es que venimos con convicción los que, desde un primer
momento, cuando
llegó el proyecto acá al Senado, dijimos que íbamos
a apoyar la iniciativa, aun haciendo el
intento de buscar alternativas intermedias que unifiquen la posición
de setenta y dos
senadores. Pero dadas como están las cosas, señor presidente,
como ha dicho recién el
senador Giustiniani, ha llegado el momento de legislar y de reparar
derechos que hoy no
están garantizados para sectores minoritarios de la sociedad
argentina.
Respecto de los distintos bloques, pero particularmente de nuestro bloque
de
senadores, apenas llegó el proyecto resolvimos, como se ha hecho
en la Cámara de
Diputados, la libertad de conciencia. Es así que ningún
legislador ha sido presionado ni por el
partido ni por ninguna institución de la Unión Cívica
Radical para que vengan, para que dejen
de venir, para que hagan un viaje, para que se vayan o para que tomen
tal o cual postura.
Acá, con total libertad y garantizándose la plena conciencia
de cada uno de los
senadores de la Unión Cívica Radical, estamos sentados
con una premisa común, señor
presidente: de acá tenemos que salir con una legislación.
Seguramente ha habido diferencias, como las diferencias que han cortado
transversalmente a todos los bloques, en cuanto al instrumento. Pero
como ha dicho recién
Adolfo Rodríguez Saá, el senador por San Luis: todos queremos
reparar esta situación de
injusticia y de falta de igualdad en la República Argentina.
Por eso, con esta convicción venimos algunos senadores de la
Unión Cívica Radical a
votar a favor de este proyecto en general. Tenemos algunas observaciones
en particular, que
hubiéramos querido plantear para modificar la iniciativa, especialmente
con relación al
artículo 172, al artículo 326 y a algunos otros artículos
de la sanción de la Cámara de
Diputados, la cual creo que no ha sido tratada con la profundidad con
que ha considerado este
Senado esta reforma.
De todos modos, voy a votar a favor de este proyecto en general y también
en
particular, sin perjuicio de las observaciones referidas a los artículos
que acabo de mencionar.
En definitiva, todas las cuestiones mencionadas nos llevan a requerir
la sanción de
una ley que realmente ponga justicia sobre situaciones de grupos vulnerables
de la sociedad
argentina y que, por minoritarios que fueran, nosotros –que representamos
en muchos casos a
sectores mayoritarios de nuestras sociedades– tenemos que proteger
y velar. Así que por
todos los argumentos expuestos, vamos a votar favorablemente este proyecto.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Pichetto.
Sr. Pichetto. – Señor presidente: cuando comenzamos esta
jornada era el 14 de julio, o sea,
ayer al mediodía. Hoy ya es 15. Estamos en una jornada de trascendencia
histórica. Este
tratamiento tiene que ver con una de las revoluciones sociales y políticas
que han ocurrido en
el mundo…
Sr. Presidente (Pampuro). – Señor senador Pichetto: el
senador Biancalani le solicita una
interrupción, ¿se la concede?
Sr. Pichetto. – Sí, señor presidente.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Biancalani.
Sr. Biancalani. – Señor presidente: voy a ser breve. Se
han olvidado de mí. No se si no
estaba en la lista de oradores, o no me anotaron.
Quiero marcar mi desacuerdo con la ley de matrimonio para parejas homosexuales,
sobre todo en lo que respecta a la adopción.
Hemos tratado esto desde el punto de vista teológico, sociológico,
psicológico,
científico, jurídico y hasta desde el punto de vista del
amor. Pero cuando hablamos desde el
punto de vista de la igualdad de las parejas homosexuales y heterosexuales,
no hablamos de
la igualdad del niño. O sea, de los derechos del niño
a tener un papá y una mamá. Ese chico
ya tiene una carga psicológica grande al no tener papá
ni mamá, y ahora –además– se va a
encontrar, al ser adoptado, con dos papás o dos mamás.
Sin embargo, estoy de acuerdo con la idea de la unión civil,
porque creo que hay que
darle un marco de legalidad a las parejas homosexuales. Pero en la comisión
creo que no
hubo voluntad para tratar esa iniciativa de la unión civil. Y
se terminó con dos dictámenes. Se
podrían haber modificado y emitir un solo dictamen, para poder
habilitar el proyecto de la
unión civil. Pero se presentaron impugnaciones y recursos de
amparo.
Considero que para el país es importante este proyecto. Y debido
a un trato –yo creo–
no tan responsable de la comisión, al no haber emitido un dictamen
en mayoría, esto ha
generado un manto de dudas sobre su trabajo, al no dar una opción
a la unión civil, sabiendo
que los números para la votación estaban dados. Y como
no voy avalar ninguna duda sobre el
funcionamiento de ninguna comisión o del Senado, voy a pedir
que se me permita
abstenerme en la votación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Señor senador Pichetto: puede
continuar su exposición.
Sr. Pichetto. – Gracias, señor presidente.
Cuando llegue el momento, resolverá el pleno la abstención
del señor senador
Biancalani.
Sra. Negre de Alonso. – ¿Me permite una interrupción,
senador…?
Sr. Pichetto. – No, voy a hacer uso del tiempo.
He escuchado a todos.
– Varios señores senadores hablan a la vez.
Sra. Escudero. – ¡La senadora Negre ha sido aludida, atacada,
ofendida!
Sr. Pichetto. – Es una decisión personal mía no
dar la interrupción.
Senador Romero: yo lo escuché. He sido tolerante con todos. Así
que, si me permiten,
voy a empezar mi discurso.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el senador Pichetto.
Senador: le han solicitado una interrupción.
Sr. Pichetto. – Si es breve, senadora, le concedo la interrupción.
Sra. Escudero. – ¡Cuando un senador es aludido...!
Sr. Pichetto. – No dé clases, senadora Escudero.
Sra. Negre de Alonso. – Voy a ser muy breve, senador Pichetto.
Sr. Presidente (Pampuro). – No discutan, por favor.
Para una interrupción, tiene la palabra la senadora Negre de
Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Señor presidente: no le voy a permitir
al senador Biancalani que
venga a decir que la comisión es dudosa, que hay un manto de
dudas, que no ha tenido
transparencia, cuando ni siquiera estuvo presente en el Chaco, en ocasión
de que la comisión
se reunió allí. Simplemente, quiero dejar constancia de
eso. Hubiera empezado por asistir,
aunque sea a la reunión que se llevó a cabo en su provincia,
que fue una de las más
concurridas que hubo. Así que rechazo terminantemente las imputaciones
efectuadas. Gracias, senador Pichetto.
Sr. Presidente (Pampuro). – Comience nuevamente, senador Pichetto.
Sr. Pichetto. – Vamos a empezar de nuevo, señor presidente.
Mi mujer dice siempre: “¡Respirá! Hay que esperar,
respirar, tomar aire. Hay que
tener tolerancia. Es el consenso”. En fin; yo trato de aprender,
pero me cuesta. (Risas.)
Recordaba la fecha –14 de julio- y su importancia: la primera
revolución laica en el
mundo; una revolución impresionante que modifica las estructuras
de un país, Francia; que
plantea fuertemente la visión de un Estado y la vigencia de la
ley para todos; el principio de
igualdad, libertad, fraternidad. Tiene que ver con este debate. No lo
traigo acá por hacer
simplemente una alusión histórica a un hecho importante.
El 14 de julio se tomó la Bastilla, y la gente, con las manos,
la destruyó piedra por
piedra, ladrillo por ladrillo. El rey, que estaba dedicado a la caza,
que era su deporte favorito,
le pregunta a un ayuda de cámara: “¿Es una rebelión?”
Y el ayuda de cámara le dice: “Me
parece que ha empezado una revolución.”
Al mes, estaban dictando la Declaración de Derechos Humanos por
la Asamblea, que
establece, en uno de los puntos centrales, el derecho que tienen los
ciudadanos a la libertad, a
la igualdad y, fundamentalmente, la obligación por parte del
Estado de garantizar la felicidad.
Este es un concepto que se había tomado de la Constitución
norteamericana. Se dice que le
pertenece a Thomas Jefferson esta frase de la consecución de
la felicidad; frase que,
indudablemente, viene de esta visión protestante que tienen los
norteamericanos, que no
hacen de la vida un sufrimiento sino que plantean vivir más felices.
Me parece importante recordar esto, señor presidente, porque
esa revolución avanzó
incluso mucho más. Hay cosas que nosotros no nos planteamos,
como la expropiación de los
bienes de la Iglesia. En realidad, no vamos a llegar a tanto. Simplemente,
estamos tratando un
tema que permite avanzar en el concepto de libertad y de igualdad.
Quiero decir que he escuchado con atención los discursos de los
senadores de la
Unión Cívica Radical, especialmente, el del presidente
del partido y el del presidente del
bloque. Creo que rescatan las mejores tradiciones de un partido que
ha dado, en la Argentina,
una visión fuertemente laica del Estado; que ha forzado debates
realmente importantísimos,
como fue el del divorcio vincular, en el año 87, con Alfonsín.
Creo que si Alfonsín viviera y
fuera senador, hoy estaría votando, seguramente.
También, quiero decir que simpatizo mucho con el bisabuelo del
senador Rodríguez
Saá. En 1888, votó por la Ley de Matrimonio Civil; fue
el miembro informante. Incluso,
estoy seguro de que si su hermano estuviera hoy acá, estaría
votando esta ley con nosotros.
Lo sé y, además, conozco su pensamiento de una visión
abierta, plural, con respecto a los
cultos, también a la construcción democrática y,
fundamentalmente, una mirada mucho más
plural con relación al tema de la Iglesia. Así que senador,
en este sentido, quiero hacer un
reconocimiento en estos temas.
Aquí se ha dicho que ha habido una coyuntura de todo o nada,
que se ha obligado a
definir sobre los dictámenes de rechazo y de votación
de la sanción del Senado. La verdad es
que nadie puede invocar su propia torpeza, señor presidente.
La Comisión de Legislación General, además del
importante trabajo que hizo, siempre
contó con la mayoría necesaria –como lo demostró
en sus dictámenes– para poder haber
fundado un buen proyecto de unión civil que, seguramente, hubiera
sido el dictamen de la
minoría. Seguramente, de ser traído al debate, lo hubiera
enriquecido. Nosotros no lo
hubiéramos votado. Entendíamos que había que ratificar
la sanción de la Cámara de
Diputados, pero yo quiero también sincerar esta discusión.
Esta no fue la intención de la mayoría de la Comisión
de Legislación General y de su presidenta; y esto no es una descalificación
hacia ella. Creo que la manifestación sincera y
clara del pensamiento de la presidenta de la comisión, y la de
algunos senadores, era
fundamentalmente el rechazo del proyecto de la sanción de Diputados
porque, además, esa
fue la manifestación expresada en el dictamen de la mayoría:
rechazo a la sanción de
Diputados, y que el rechazo significa –todos lo sabemos como parlamentarios,
en
conocimiento del artículo 81 de la Constitución Nacional–
que el proyecto no se podía tratar
hasta el año próximo. Este proyecto originado en la Cámara
de Diputados, al ser rechazado
por el dictamen de la mayoría –y si se ratificaba en el
recinto–, indudablemente, no se trataría
hasta el año que viene. Esta era la voluntad y también
la idea, el pensamiento de la Iglesia, de
los sectores de la derecha vaticana argentina.
Todo el mundo sabe que en la Argentina hubo un debate en el conjunto
de obispos;
un debate que fue muy duro, donde hubo posiciones más moderadas,
que entendían que había
que avanzar en un reconocimiento, que era el de la unión civil;
y los otros, que no querían
nada. Ganó la línea dura: la línea del Papa Ratzinger.
Ganó la línea de la derecha vaticana
más dura, con una doctrina que, realmente, es incomprensible
que deje a los fieles sin
protección pastoral. Ya habían dejado afuera y casi excomulgado
a los divorciados. Ahora,
avanzan sobre los que tienen una orientación sexual diferente.
Realmente, se empequeñece la
Iglesia.
Es increíble este pensamiento retrógrado que se viene
construyendo como una
concepción, como una doctrina. Además, ha nutrido a todo
el cardenalato del Vaticano y al
Papa actual. Es la línea dura de la Iglesia, la que se expresa
en monseñor Aguer. Digamos las
cosas. Porque, además, me parece que estamos en un ámbito
en que a las cosas, hay que
ponerles nombre.
Se expresa, también, en monseñor Marino, un personaje
de las tinieblas. Voy a leer
las declaraciones de monseñor Marino, porque me interesa; la
lectura es importante. Es
obispo auxiliar de La Plata, de la escuela de Monseñor Plaza,
personaje que también se las
trae desde el punto de vista de su tránsito en la etapa de la
dictadura.
El Obispo auxiliar de La Plata, Monseñor Antonio Marino, señaló
en declaraciones a
la Agencia Informativa Católica Argentina que las parejas abiertas
no tienen exclusividad y
que, además, los homosexuales son más violentos que los
heterosexuales; que tienen más de
quinientas parejas en toda la vida; que son promiscuos. Bueno; sigue
la línea de Monseñor
Quarracino que, en su momento, había dicho que eran enfermos
y que había que ponerlos en
un gueto. Y esto no lo dijo hace cien años; Quarracino lo dijo
en 1994. Quarracino dijo que
había que ponerlos en un gueto, y que ahí debían
tener sus propias leyes. Se trató de un
pensamiento increíble, de un oscurantismo medieval.
Sinceramente, también lo creía más inteligente
a monseñor Bergoglio, un hombre que
tiene una visión más estratégica desde el punto
de vista de la Iglesia. Verdaderamente, me
sorprendió esa carta que les mandó a las monjas recluidas.
Porque si se envía una carta a un
lugar en el que están todos encerrados, indudablemente, esa carta
no se puede dar a conocer a
la opinión pública. Reitero, era una carta dirigida a
las monjas que se encontraban recluidas
en un convento, para que la leyeran en los momentos de ocio. En esa
misiva, se hablaba del
demonio, por si, quizás, el demonio entra al convento. Al parecer,
el demonio está girando
por las calles de Buenos Aires y va a lesionar a las familias.
Esos fueron los mismos argumentos que recibió el bisabuelo del
senador Rodríguez
Saá, cuando en 1888, por impulso de Juárez Celman, se
discutió en la Argentina la ley de
matrimonio civil, una institución muy importante que permitió
que muchos inmigrantes que
llegaban a nuestro país pudieran casarse y tener el reconocimiento
legal del matrimonio. En
virtud de que muchos de ellos no creían en Dios, no eran católicos
o pertenecían a otras religiones, no podían contraer matrimonio.
Hay que tener en cuenta que, incluso a partir del
propio Código de Vélez Sarsfield, toda la legislación
canónica establecía que el matrimonio
era una institución regulada por la Iglesia. Sin embargo, en
1888, la Argentina dio un paso
extraordinario y muy significativo, ya que terminó con esa barrera
de discriminación.
Las cosas que se decían en aquel entonces eran muy parecidas;
tengo en mi poder
varias publicaciones de la época. Se trataba de los mismos discursos:
"vienen a disolver la
familia", "cuidado con el demonio que aparece", "están
contra Dios", etcétera. En
consecuencia, las opiniones no cambian. Sin embargo, el tiempo, la realidad
social y la vida
van determinando la necesidad de adaptarse; y las instituciones que
no se adaptan corren el
riesgo de morir.
De hecho, la Iglesia Católica está perdiendo la batalla
en la calle en manos de muchas
religiones evangélicas. Observo esto casi diría con preocupación,
como católico que tiene sus
dudas, sus contradicciones y no profesa; pero son dudas existenciales.
Lo que digo es que hay
una realidad en la calle, que es el avance de muchas iglesias evangélicas,
de muchos credos
umbanda, etcétera. Incluso, en la televisión privada argentina
se ven -casi hasta traducidos al
portugués- muchas personas que hablan de dios, falsos profetas,
iglesias hechas para el
mercadeo y demás. En fin, esto también está funcionando
en la Argentina actualmente. Hay
muchos vendedores de fantasías y de humo que juegan, muchas veces,
con la inocencia de la
gente.
Considero que nadie puede atacar estas cuestiones, que son producto
de la fe. Lo que
es imprescindible es que, frente a las instituciones, aparezca el Estado
y genere procesos que
vayan hacia la igualdad. De eso se trata esta ley, es decir, de eliminar
las barreras. Tiene una
potencia simbólica muy fuerte esta iniciativa que estamos tratando,
ya que posee el sentido de
la igualdad y barre con todas las limitaciones que tenían estos
sectores a través de permitir el
matrimonio de personas del mismo sexo.
Esto es lo que puede hacer la ley civil. Las normas del derecho canónico,
la religión
católica, el sacramento del matrimonio y demás son valores
que sólo rigen para el dogma y
los católicos y, por cierto, son respetables. No estamos en contra
de eso. Pero el Estado tiene
que dar legislación para todos y abrir el camino de la igualdad.
Hemos estudiado el tema
detenidamente, y no hay ninguna razón para que se les limiten
los derechos. No hay ninguna
razón fundada en el hecho de la orientación sexual que
pueda sustentar una discriminación.
Cuando escuché algunos discursos que indicaban la necesidad de
hacer tratamientos
legislativos diferentes, tuve la impresión de que eso consolidaba
la idea de la discriminación.
Si no hay motivos y no hay más que el prejuicio de pensar que
pueden tener una sexualidad
distinta; si no hay razones jurídicas y la Constitución
plantea que el Estado tiene la obligación
de sacar todas las limitaciones que hagan a las desigualdades en la
Argentina, y si los tratados
internacionales avanzan fuertemente para evitar la discriminación,
esta norma debiera ser
sancionada. Además, la reforma de la Constitución de 1994
consolidó el Estado laico al
eliminar los requisitos para ser presidente de la Nación y al
eliminar que la religión católica
sea la religión obligatoria del Estado.
Por lo tanto, señor presidente, el proyecto que hoy se va a votar
tiene una simbología
ligada a la igualdad y a la adquisición de derechos que son potestativos.
Es decir, no son
obligatorios. Se ejercen en función de la voluntad. Acá
no habrá más matrimonios
homosexuales o de personas del mismo sexo porque se habilite la norma.
En todo caso, es
reconocer la realidad. Es permitir el ejercicio de derechos y no limitarlos
solamente para
personas heterosexuales.
Quiero decir que se han recibido críticas que se vinculan con
la etimología de la
palabra. Me refiero al origen de la palabra “matrimonio”
y su origen en matri, mujer,
etcétera. Creo que esto no se ajusta a la evolución de
las instituciones.
El otro día releía el discurso que hizo el ministro de
Justicia en España frente al
tratamiento de la ley de matrimonios de personas del mismo sexo, norma
que responde a lo
que establece la Constitución europea, que fija superar todas
las barreras de discriminación y
límites a los derechos de los ciudadanos. Es decir, una visión
moderna del Estado.
Al hablar de este tema, de la descalificación por el lado de
la etimología, sostuvo que
se trataba de un argumento muy burdo. El concepto etimológico
de las palabras evoluciona
en el tiempo. Y la patria potestad, diseñada como institución
únicamente para los hombres,
hoy, también, la pueden ejercer las mujeres. Y el salario, si
realmente se le diera importancia
a la etimología de dicha palabra, se debería seguir pagando
con sal. Indudablemente, la
adaptabilidad tiene que ver con la comprensión, el avance y la
evolución del concepto.
Señor presidente: quiero decir que ha sido importante en este
debate que se ha hecho
en el marco de la sociedad argentina el reconocimiento de las declaraciones
que han hecho
las juventudes políticas. Me refiero a las juventudes políticas
del justicialismo, del Partido
Socialista y de la propia Unión Cívica Radical, que retoma
las mejores sendas: la visión de un
Estado laico, igualitario y que dé respuestas a todos los sectores.
También, quiero destacar la
declaración de apoyo que ha dado la Universidad de Buenos Aires
al tratamiento y sanción de
esta ley. Lo mismo puedo decir de múltiples sectores de la opinión
pública que se han
expresado favorablemente y de un consenso que se va ganando en la opinión
pública y en las
encuestas.
Quiero agradecer la discusión que se ha dado en los medios de
comunicación, la
comprensión que se ha tenido sobre el tema y el trabajo importante
y militante que han hecho
los sectores involucrados en la defensa de estos intereses.
A mí nunca me ha asustado el juego de presiones. Creo que es
propio de una sociedad
democrática. Tampoco le dejo de dar valor a la marcha del día
de ayer. Entiendo que es la
expresión de un sector de la ciudadanía. No lo considero
una presión. Lo que yo descalifico
es lo grosero, lo burdo y algunas manifestaciones groseras que hizo
la Iglesia, que describió
muy bien el señor senador Fuentes. Pero no el derecho a la expresión,
ni a explicar posiciones
en una sociedad abierta y democrática, ni las posturas políticas
que se han tenido.
Yo debo decir que la presidenta ha actuado muy mesuradamente en este
tema.
Además, cabe señalar que este no es un proyecto del Poder
Ejecutivo nacional, no tuvo
origen allí, sino que es un proyecto que se ha generado merced
a la iniciativa muchos
diputados de la oposición en la Cámara Baja, que han trabajado
arduamente alrededor de esta
cuestión, como ha sido el caso de la diputada Vilma Ibarra y
de otros diputados –entre otros,
del socialismo, que apoyó esta idea, y del radicalismo, que la
han votado–. Lo único que ha
dicho la presidenta de la Nación –en realidad, ha dicho
muy poco– es que nunca hemos
gobernado para limitar los derechos de minorías. Este es un debate
de minorías y, por primera
vez, el Parlamento está abordando un debate que tiene que ver
con el reconocimiento de
derechos a minorías. En otros países, lo vivieron con
respecto a la raza, el color o la religión
–como sucedió en los estados totalitarios que se mencionaron,
en Italia o en Alemania–. Acá,
la discriminación era en función de la orientación
sexual.
Así que me parece que no es correcto cuando se quiere asignar
o imputar la tensión o
este estado de conflicto al gobierno. Porque no ha sido el gobierno
el que lo ha provocado.
Creo que ha habido una actitud poco inteligente de la Iglesia Católica
argentina. A mí me
preocupan los extremos que determinan la conducción de la Iglesia
y su futuro en términos de
estas posiciones tan trogloditas que sostienen en los debates sociales.
Todo eso es lo que ha complejizado la discusión de este tema.
En el ámbito del Congreso, se ha dado con mucha
participación democrática.
Lo único que yo no compartí fue el dictamen final porque,
repito, entiendo que
estaban en condiciones de hacer un buen proyecto de unión civil
para ponerlo a
consideración, en un plano propositivo y, a través de
la discusión, le hubieran dado a aquellos
que no comparten el matrimonio un instrumento para poder votar. No lo
hicieron, pero eso
fue así porque no quisieron. Creo que no quisieron porque, en
realidad, compartían el
pensamiento de la derecha católica que no quería que este
tema se tratara.
Esta es la verdadera razón por la cual hay un rechazo contundente
a la sanción de la
Cámara de Diputados. Esta es, por lo menos, mi visión.
Esta es la opinión que yo tengo
respecto de este tema, donde las reglas están para cumplirse.
Hemos sostenido esta discusión
muchas veces. Cuando hay una Cámara de origen que aprueba un
proyecto, el debate en la
Cámara revisora –en este caso, el Senado– no puede
soslayar esa sanción, meterla en un
cajón, e inventar otra media sanción con origen en la
Cámara revisora que, en esta ocasión, es
el Senado. Eso representa la construcción de un artilugio, de
un ardid legislativo –estoy
tratando de no emplear la misma palabra que utilicé esta mañana
porque no quiero terminar
mal esta discusión–. Es un artilugio para cambiar el origen
del proyecto, lo que no tiene
precedentes en la vida parlamentaria de la Argentina. Porque, además,
es muy peligroso y
muy complejo modificar estas reglas que no son del Reglamento, sino
que son las de la
Constitución. Estas reglas están establecidas claramente
en la Constitución y hay que
respetarlas.
Lo mismo pasa cuando se intenta votar un tema que, indudablemente, nadie
puede
desconocer que tiene que ver con la cuestión debatida. El dictamen
de mayoría de la Cámara
de Diputados ha sido el proyecto de ley de matrimonio, la iniciativa
que nosotros estamos
defendiendo ahora. Los dictámenes de minoría que se presentaron
en la Cámara de Diputados
eran proyectos de unión civil. La materia es exactamente la misma,
el contenido es el mismo
y el objeto es el mismo: regular las relaciones de personas que tienen
una identidad de sexo y
que tienen una relación estable garantizada por la ley. Es exactamente
el mismo tema. ¿Quién
puede argumentar que es un tema distinto, que tuvo un origen distinto
y que nosotros tenemos
derecho a hacer un proyecto de ley desde aquí y mandarlo para
allá?
Lo que creo que no se puede subestimar es la inteligencia de la gente.
Me parece que
tenemos que tener también una construcción ligada a la
norma, a las cosas que hemos
aprendido. Todos tenemos una extensa vida parlamentaria. Todos hemos
hecho un
aprendizaje importante en la Cámara de Diputados y en la Cámara
de Senadores; o sea, no
nos pueden vender gato por liebre.
¡Si hubieran querido un proyecto de unión civil lo hubieran
tenido! ¡Tenían mayoría
para tenerlo! Hubieran hecho un buen instrumento, no el mamarracho que
hicieron,
presidente. ¡Es un mamarracho discriminador!
Mire: tiene una cláusula que es prácticamente la de un
Estado totalitario, que le
permite al funcionario público que tiene que cumplir con las
obligaciones y con la ley decir:
“Miren, ustedes son homosexuales; yo tengo una profunda repugnancia
por ustedes, los
desprecio mucho y, además, conmigo no se van a casar. No van
a tener ningún trámite
posible porque yo no los voy a atender. Además, la próxima
vez que vengan, háganlo con una
bandita amarilla en su ropa para identificarse como homosexuales”.
¡Objeción de conciencia
lo llamó la senadora Negre de Alonso!
Sra. Negre de Alonso. – ¡Está desvirtuando totalmente
el dictamen!
Sr. Pichetto. – ¡Por favor, por favor!
Sra. Negre de Alonso. – ¡Está desvirtuando...!
Sr. Pichetto. – ¡Por favor! Eso, la verdad, es más
propio de la Alemania nazi que de un
Estado democrático.
Sra. Negre de Alonso. – ¡No le permito...!
Sr. Pichetto. – ¡Yo la escuché! ¡No le voy
a dar ninguna interrupción, presidente!
– Varios señores senadores hablan a la vez.
Sr. Pichetto. – Yo no le doy interrupción a nadie, presidente.
Haga cumplir el Reglamento.
¡Yo sostengo que esa objeción de conciencia es propia de
estados totalitarios! ¡El
funcionario público tiene que cumplir con la ley, presidente!
Sra. Negre de Alonso. – ¡O se rectifica o planteo una cuestión
de privilegio!
Sr. Pichetto. – Si usted no pone orden, presidente, no puedo seguir.
Sra. Negre de Alonso. – ¡Usted me ha dicho nazi!
Sr. Pichetto. – ¡No, yo no le he dicho nada! Yo dije que
la cláusula incorporada es propia de
un Estado totalitario. Yo no le he dicho a usted nada.
Sra. Negre de Alonso. – ¡Usted me ha dicho nazi y no se
lo voy a permitir!
Sr. Pichetto. – A mí, la verdad que no me preocupa que
usted no me permita.
Lo que quiero decir, presidente...
Sra. Negre de Alonso. – ¡Voy a plantear una cuestión
de privilegio y usted tiene
obligación…!
Sr. Pichetto. – Yo no tengo ninguna obligación. Y cuando
termina mi alocución, señor
presidente, finaliza el debate.
– Varios señores senadores hablan a la vez.
Sr. Pichetto. – Salvo que quieran cambiar las reglas. Si quieren
cambiar las reglas,
cámbienlas.
Sra. Escudero. – ¡La cuestión de privilegio se plantea
en cualquier momento!
Sr. Romero. – ¡No puede acusar de nazi!
Sra. Negre de Alonso. – Presidente: déme la palabra cuando
termine el senador.
Sr. Pichetto. – Señor presidente: yo sostengo y ratifico
que la objeción de conciencia
planteada en el proyecto de la unión civil es una aberración
que le permite a un funcionario
público no atender a una pareja de homosexuales, ya sea en el
instrumento de la unión civil –
que puede quedar plasmado en la ley– o en la ley de matrimonio;
puede decirles que no. Les
podría decir que no porque la objeción es esa: no atender
a personas de distinto sexo. De lo
contrario, no tiene sentido la inclusión de esa cláusula.
Por otra parte, ese proyecto avanza en un montón de temas que
no tienen nada que ver
con la institución del matrimonio y que, además, están
reconocidas en la ley. Me refiero al
tema de la adopción. Hoy, personas homosexuales pueden adoptar
y la ley no les limita de
ninguna manera la adopción. Personas solteras también
pueden adoptar. Recientemente, ha
habido una adopción por parte de una persona soltera, y el juez
se lo reconoció.
Porque el derecho a la adopción no es un derecho fundamental
sino que está
construido en función de los menores: para garantizar reglas,
tanto administrativas como
jurídicas, que tengan en cuenta el bienestar de los menores.
Lógicamente, ha habido
situaciones en las cuales los jueces han reconocido este hecho. Se trata
de personas que
estaban bajo la tutoría, el cuidado de esas personas solteras,
que los han terminado adoptando
mediante el reconocimiento legal a través de la decisión
judicial.
Por lo tanto, señor presidente, no sé por qué ese
proyecto que supuestamente íbamos a
tratar después del rechazo incorporaba este elemento, como tampoco
sé por qué se mete con
el tema de la inseminación in vitro. En la actualidad, no tiene
ninguna limitación normativa;
no está prohibido que se lleve adelante y se puede ejercitar
con total libertad.
Así que, repito: el proyecto es muy malo, pero si lo hubieran
querido presentar, lo hubieran hecho como dictamen de mayoría
y, así, discutirlo. No lo discutimos porque el
dictamen de mayoría fue de rechazo, y en este tema, nosotros
no tenemos nada que ver.
En esto de que el oficialismo siempre crispa y se enoja, nosotros no
tenemos nada que
ver. Nunca planteamos este debate como una cuestión de todo o
nada. Había posiciones que,
como dijo el senador Morales, cruzaban distintos bloques. También,
en nuestro bloque hubo
una cuestión de conciencia. Acá, hay senadores importantes
que han tenido un
acompañamiento permanente en todos los temas del gobierno y hoy
van a votar con total
libertad, en ejercicio de sus convicciones personales, y lo han expresado
en este recinto. Este
bloque también tiene un cruce fundamentalmente transversal, que
hace al ejercicio de la
libertad de conciencia. No estamos votando con disciplina partidaria
o política como en temas
que pueden ser de interés económico, político o
institucional que hacen al gobierno.
Nosotros hemos actuado con total buena fe. Hemos tratado de dar un debate
en
profundidad, con todos los elementos en la mano y con todo el análisis
jurídico, político e
institucional. No hemos crispado este debate. Creo que ha sido la iglesia
argentina la que ha
llevado a extremos esta discusión, como lo hizo en oportunidad
del tratamiento del
matrimonio civil; como lo hizo en el 87, cuando el presidente Alfonsín
elevó al Congreso la
ley de divorcio vincular. También, en esa oportunidad, se desintegraba
la familia. Se decía
que iba a haber una catarata de divorcios vinculares que iba a destruir
la familia. Un discurso
construido siempre en querer pegar la religión con el Estado,
con la Patria. Estos discursos
que dieron lugar, también, a las peores dictaduras en la Argentina.
Personajes como
monseñores Tortolo, Medina y Quarracino, que bendecían
a la represión.
Estos son los temas que han pasado en la Argentina y en los que la Iglesia
también
tiene que hacer su propia autocrítica. Tiene que analizar para
adentro lo que pasa en esa
institución. El silencio que han tenido frente a hechos aberrantes,
de obispos importantes,
como en el caso de monseñor Storni, que en lugar de estar respondiendo
ante la justicia fue
alojado en una casa de ayuno en la provincia de Córdoba, o como
otros casos, como el de
Grassi; casos graves de pedofilia que han ocurrido lamentablemente en
el país y en el mundo,
y que demandan una actitud y un compromiso de poner el tema en la investigación,
de
centralizar el tema, de no aparecer encubriéndolo ni silenciándolo.
Nosotros vamos a votar positivamente este proyecto. Quiero terminar
bien este
debate. No he tenido intención de ofender a la senadora Negre
de Alonso ni tampoco a la
senadora Escudero. Quise describir mi visión sobre un tema que
me parece grave en una
norma que, supuestamente, tenía que garantizar la incorporación
de derechos. De ninguna
manera la califiqué de nazi. No quiero, en este tema, entrar
en ofensas personales. Quise
expresar mi postura frente a este proyecto que no se pudo discutir lamentablemente,
porque
no fue el dictamen de la mayoría. Podría haberlo sido.
No lo fue porque no quisieron que lo
fuera.
Vamos a votar positivamente.
Sra. Negre de Alonso. – Pido la palabra para plantear una cuestión
de privilegio.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora
senadora Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Señor presidente: en primer lugar,
lo que se resolvió en la reunión
de labor ayer lo cumplí. Simplemente, planteé la cuestión
de privilegio respecto a usted, pero
la carpeta con los fundamentos de la impugnación y del fondo
de la unión civil no los traté
porque cumplí. Contesté a las objeciones que hizo la senadora
Estenssoro y nada más.
El senador Pichetto incorporó el tema de la unión civil
con adjetivaciones. Me ha
tratado de nazi. Y si quiere rectificarse, pido que se teste el término
“nazi”. Si es así como dice, quiero decir que, entonces,
son nazis los belgas, canadienses, españoles, sudafricanos,
noruegos, suecos e ingleses, porque todos estos países incorporan
la objeción de conciencia.
Además, lo aclaré cuando la senadora Escudero y la senadora
Morandini lo
plantearon. Dije que, en los países que tienen esta legislación,
el Estado garantiza que frente a
la objeción de conciencia, lo mismo se cumpla con los objetivos
de la ley.
No es la primera vez que el senador Pichetto hace esto. Incorporó
el tema cuando
habíamos acordado no incorporarlo hasta después de la
votación: lo incorporó él.
¡Agraviante! Incorporó el tema de la Iglesia, sólo
la Iglesia Católica acá. Todos los cultos se
manifestaron pero, no, la Iglesia Católica, la Iglesia Católica.
Por supuesto, la patología debe ser tratada como patología.
Y para eso está el Poder
Judicial, y para eso ha habido condenas. Y, por supuesto, repudio todas
las actitudes
delictivas, vengan del sector que vengan, cualquiera sea el sujeto que
las haya cometido,
aunque las haya cometido la gente de la religión a la que pertenezco.
No he traído el tema
religioso acá. ¡Lo ha incorporado él!
Entonces, o el senador Pichetto se rectifica y pide que se teste…
Sr. Pichetto. – Yo me rectifiqué.
Sra. Negre de Alonso. – Me ha tratado de nazi. ¡Pero no
es la primera vez! Otra vez me trató
de abanderada de los uruguayos. Estoy acostumbrada.
Eso es el pensamiento único. Sólo se acepta a los que
piensan como él. Los que
pensamos distinto somos discriminatorios. Hoy hablamos de igualdad,
de libertad. Acá está el
presidente del bloque mayoritario, discriminándome.
Sr. Pichetto.- Yo no la discriminé, presidente. No la traté
de nazi. He aclarado perfectamente
cuál fue el sentido de mis palabras. Lo he dicho claramente:
que no se sienta ofendida en lo
personal.
–Varios señores senadores hablan a la vez.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor
senador Artaza.
Sr. Artaza. – Discúlpeme, señor presidente. Nosotros
estamos acompañando esta extensión
de los derechos, sin duda. Yo quiero dejar en claro que, como acá
hay libertad de conciencia,
acompañamos toda esta extensión de derechos.
Como bien lo he dicho hoy en mi discurso, las iglesias administran lo
espiritual y
nosotros lo temporal. Quiero decir expresamente que, si bien acompaño
esta extensión de
derechos, no comparto en ningún momento lo que el presidente
del bloque oficialista ha
dicho sobre monseñor Bergoglio y sobre otras personalidades de
la Iglesia, y sobre todo de la
Iglesia Católica. Aunque yo pueda no compartir las expresiones,
no puedo acompañar que se
digan palabras ofensivas sin tener defensa en este momento las personas
aludidas.
Por eso digo que no comparto esas expresiones, aunque acompaño,
por supuesto, esta
extensión de derechos a través del dictamen en el proyecto
que ya ha sido tratado acá y que
viene de Diputados.
Sr. Presidente (Pampuro). – Muy bien.
Sr. Pichetto. – Señor presidente…
Sr. Presidente (Pampuro). – No, no…
Sr. Pichetto. – He sido aludido por el senador Artaza.
Mire, yo no he hecho ningún agravio. Me he limitado a dar lectura
a declaraciones que han salido publicadas. Hice reflexiones sobre los
discursos que han expresado y he fijado
posiciones frente a algunos personajes históricos. Y tengo todo
el derecho de hacerlo. Yo no
estoy pidiendo que compartan lo que digo…
Sr. Pérez Alsina. – ¡Agravió a la senadora
Negre de Alonso! ¡Hágase cargo! ¡Hágase cargo!
– Varios señores senadores hablan a la vez.
Sr. Presidente (Pampuro). – Bueno, senador, por favor…
Antes de que termine la sesión o, por lo menos, el tratamiento
de este tema, quiero
expresarle a la senadora Negre de Alonso, en forma personal, las felicitaciones
por el trabajo
que llevó adelante. Bueno, los resultados de estos trabajos,
a veces, tanto para usted como
para mí, nos traen satisfacciones e ingratitudes. Así
que es un trabajo que todos, a veces,
padecemos. Creo que su trabajo hecho en la comisión ha sido reconocido
por todos los
senadores, cuestión que hago propia.
A continuación, corresponde autorizar las inserciones solicitadas.
– Se practica la votación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Quedan aprobadas. 1
Quienes se van a abstener en la votación son las senadoras Di
Perna, Bongiorno y el
senador Biancalini.
Tiene la palabra la señora senadora Di Perna.
Sra. Di Perna. – Seré breve.
Quiero pedir autorización para abstenerme en esta votación,
fundamentalmente, por
dos razones. La primera es porque me preocupa enormemente lo que considero
una trampa en
la cual ha caído este Senado y la sociedad argentina toda como
resultado de esa postura
extrema entre diferentes sectores políticos y la Iglesia, que
lleva a esta votación a un todo o
nada, a un blanco o negro.
La segunda razón es porque me siento rama del mismo tronco de
una generación de
mujeres argentinas que vivimos nuestra adolescencia y nuestra juventud
en la segunda mitad
del Siglo XX; que pudimos ir a la universidad gracias al esfuerzo de
nuestra familia y del
pueblo argentino que consiguió que en nuestro país fuera
gratuita. Yo estudié medicina, y una
de las primeras cosas que aprendí es que, ante un problema complejo,
lo primero que debe
hacerse es tratar de no hacer daño.
Considero que la situación de división en la sociedad
argentina, tal cual se ha
planteado, necesariamente, va a generar un daño, un abismo en
distintos sectores de la
sociedad. El hecho de votar por una u otra de las opciones que se presentan
va a significar,
desde mi punto de vista, una mala praxis, ya que no se cuenta con todos
los elementos
necesarios desde lo jurídico para que este proyecto sea realmente
superador para nuestra
sociedad.
Sr. Presidente (Pampuro). – Primero, vamos a votar el dictamen
de mayoría de la Comisión de Legislación General,
que implica el rechazo del proyecto que viene en revisión de
la
Cámara de Diputados.
Tiene la palabra la señora senadora Escudero.
Sra. Escudero. – Señor presidente: quiero aclarar que como
vamos a votar el dictamen de
mayoría que plantea el rechazo, los que están por el rechazo
al proyecto de la Cámara de
Diputados tienen que presionar el botón verde.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador
Pichetto.
Sr. Pichetto. – El sentido del voto es por la negativa en este
tema; rechazando el rechazo,
valga la redundancia, botón rojo.
Sr. Presidente (Pampuro). – Si ningún otro señor
senador va hacer uso de la palabra, se va a
votar en general y en particular, en una sola votación, el proyecto
en consideración.
– Se practica la votación por medios electrónicos
Sr. Presidente (Pampuro). – Senadora Fellner: sírvase manifestar
su voto a viva voz.
Sra. Fellner. – Negativo
Sr. Presidente (Pampuro). – Senador Pérsico: sírvase
manifestar su voto a viva voz.
Sra. Pérsico. – Positivo.
Sr. Prosecretario (Canals). – Se registran 33 votos por la negativa
y 30 por la afirmativa.
– El resultado de la votación surge del Acta N°…..1
Sr. Presidente (Pampuro). – Resulta negativo.
Vamos a someter a consideración el anexo del dictamen de mayoría,
que se va a leer
por Secretaría.
Sr. Prosecretario (Canals). – Anexo al Orden del Día N°
600. Comisión de Legislación
General. Dictamen de minoría en el proyecto de ley venido en
revisión, y en el de distintos
proyectos de ley de varios señores senadores, por el que se modifican
diversos artículos del
Código Civil respecto de incluir el matrimonio de parejas conformadas
por las personas del
mismo sexo. Se aconseja la aprobación del CD.-13/10.
Sr. Pichetto. – Solicito que se vote en general y en particular,
en una sola votación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Si hay asentimiento, así se
hará.
– Asentimiento.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora
senadora Bongiorno.
Sra. Bongiorno. – Señor presidente: pedí la palabra
en el sentido de aclarar si la abstención
producida en momentos anteriores abarca también el proceso de
la votación en general y en
particular, o debemos reiterar el pedido de autorización al efecto.
Sr. Presidente (Pampuro). – No; están incluida en las dos.
Sra. Bongiorno. – Quiero dejar sentado y aclarado que mi abstención
corresponde tanto a la votación en este caso como en el anterior.
Sr. Presidente (Pampuro). – Está bien.
Sr. Pichetto. – Que se vote en general y en particular, en una
sola votación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Votamos en general y en particular,
por la afirmativa o por la
negativa.
Se abstienen los mismos tres senadores.
– Se practica la votación por medios electrónicos.
Sr. Prosecretario (Canals). – Se registran 33 votos por la afirmativa
y 27 por la negativa.
– El resultado de la votación surge del Acta Nº…...1
Sr. Presidente (Pampuro). – Queda definitivamente sancionado el
proyecto de ley. Se harán
las comunicaciones correspondientes. 1
Se levanta la sesión.
– Son las 4 y 6 del jueves 15 de julio de 2010.
JORGE A. BRAVO
Director General del Cuerpo de Taquígrafos
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