| 
 Nació 
          en el condado de May, pero su corazón irlandés fue libre 
          bajo la Cruz del Sur, y vengó en mares meridionales la libertad 
          conculcada a su isla esmeralda... 
          
        Fallece el 3 de marzo de 1857. Sus últimas 
          palabras fueron: “Con el principal abordo, ya puedo cambiar 
          de puerto”. 
        Aquí una cronología de un gran héroe, difícil 
          de igualar en los marinos de hoy en día, que regalan y se venden 
          al enemigo: 
        En marzo de 1814, la causa de la Revolución se hallaba en peligro. 
          España acababa de expulsar a las tropas napoleónicas y 
          se aprestaba a reconquistar sus colonias. Los patriotas se hallaban 
          desalentados por una serie de reveses y frente mismo a sus costas se 
          alzaba el bastión realista de Montevideo. 
          En una decisión estratégica fundacional, el gobierno de 
          Buenos Aires decide crear una escuadra para hacer frente a la Armada 
          Real española. Se compran viejos mercantes y sumacas de cabotaje 
          fluvial y se buscan hombres con experiencia naval de muy diversas nacionalidades: 
          españoles desertores, franceses como Courrande, norteamericanos 
          como Benjamin Seaver, griegos como Spiro, irlandeses... Se completan 
          las dotaciones con criollos bisoños y mulatos. El mando le es 
          conferido a don Guillermo Brown, experimentado marino irlandés 
          recientemente emigrado al Río de la Plata y entusiasta de la 
          libertad. 
           
          Brown pone rumbo a la isla Martín García y el 10 de marzo 
          se enfrenta con la escuadra realista dirigida por el capitán 
          de navío Jacinto de Romarate en un combate encarnizado en el 
          cual Seaver cae en acción y Brown queda varado con su nave capitana 
          Hércules, que recibe 80 impactos en su casco y sufre graves pérdidas. 
          En ese momento de literal zozobra aflora su temple, reordena a sus naves 
          y ataca de nuevo. El teniente Pedro Orona –criollo- dirige una 
          fuerza de desembarco, toma la isla y vuelve las baterías contra 
          los buques realistas, que se retiran a toda vela. 
          El 17 de mayo un concierto de trescientos cañones de ambas flotas 
          frente a las costas de Montevideo concluye con una gran victoria de 
          Brown sobre los españoles y el bastión realista capitula. 
          La Revolución de Mayo está a salvo. 
          Al año siguiente Brown pone proa al Pacífico, captura 
          varias presas importantes como las fragatas Gobernadora y Consecuencia, 
          cañonea la fortaleza de El Callao y lleva el pabellón 
          nacional hasta las costas de Nueva Granada. Por una 
          herida que recibe y que lo dejará cojo para toda su vida debe 
          regresar a Buenos Aires, donde es nombrado comandante general de Marina. 
          Se retira a su quinta de Barracas hasta que un nuevo imperio, Brasil, 
          desafía a las Provincias Unidas y regresa al 
          servicio en 1826. 
          La relación de fuerzas con los primos es un tanto desproporcionada: 
          80 buques brasileños de distinto porte contra 
          sólo dos bergantines y 13 cañoneras argentinas. 
          Combate primero frente a Colonia siéndole adversa la suerte, 
          pero pronto vendrá la revancha: el 11 de junio de 1826, al mando 
          de once naves mal pertrechadas derrota a 31 naves imperiales 
          en Los Pozos. 
          Pero la acción de Quilmes desborda los límites del heroísmo. 
          Al amanecer del 30 de julio, 22 naves 
          imperiales aparecen formadas en línea. Brown 
          tiene entonces... sólo tres buques, 
          de los cuales uno es poco más que un bote. Su plan consiste en 
          cortar la línea del enemigo a la altura de retaguardia para luego 
          batir a cada nave por separado. La misma maniobra de Nelson en Trafalgar, 
          pero con muchos menos barcos a favor. Lanza el ataque, pero las otras 
          naves no lo siguen por quedar rezagadas o por indecisión. Corta 
          solo la línea enemiga con su capitana 25 de Mayo, pero queda 
          rodeado y las unidades imperiales se turnan para castigarlo durante 
          tres horas. Al bravo Espora un cañonazo le arranca la bocina 
          de la mano, él pide otra y sigue reglando el fuego hasta que 
          es herido, entonces sigue en camilla dando 
          órdenes. Por fin vienen los refuerzos y logran salvar la nave, 
          que termina con treinta rumbos en el casco. Entonces Brown pronuncia 
          su épica amonestación a un oficial dubitativo: “¡No 
          conozco más valientes que Brown, Espora y Rosales!”. 
        En 1827 derrota a los brasileños en Juncal y en Monte Santiago, 
          donde muere el capitán Francisco Drummond, novio de su hija, 
          que al recibir la noticia se quita la vida arrojándose al río. 
          En 1841 Rosas lo llama de nuevo al servicio, derrota a los riveristas 
          frente a Montevideo y luego vence a la escuadra mandada por el bandido 
          italiano Garibaldi, responsable de violentas tropelías ante nuestras 
          costas. 
          Y en 1845, las dos potencias más poderosas del mundo mandan sus 
          flotas para atropellar la voluntad de la Confederación Argentina 
          de determinarse a sí misma. Como siempre, enfrentó a los 
          enemigos de su patria adoptiva sin ningún reparo, pero su escuadra 
          fue apresada. Pero otro Brown, su hijo Eduardo, combatió en Obligado 
          al mando de una batería. 
          Fallece el 3 de marzo de 1857, recibiendo los sacramentos 
          del padre Fahey. Sus últimas palabras fueron: “Con 
          el principal abordo, ya puedo cambiar de puerto”. 
          Ése fue el Almirante Guillermo Brown. Casi siempre en desventaja, 
          con menos cañones, con sus barcos desarbolados y sus bandas reducidas 
          a astillas por la metralla enemiga, pero se batió con el alma 
          mientras tuvo una cubierta bajo sus pies. 
          
        Gloria y 
          Honor al Gran Almirante Guillermo Brown... 
          
        verdadero 
          ejemplo de heroismo, patriotismo y valor 
         | 
       
          
          
          |