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14/07/2009

 

Deuda externa y desapariciones  

Por el Dr. Néstor Forero. Porque efectivamente, desde el 24 de marzo de 1976 y la implementación del plan económico, social y político de exterminio, la Argentina tiene un millón de desaparecidos...

En nuestro país las últimas décadas se han caracterizado por la lucha ciudadana de los organismos defensores de los Derechos Humanos en reclamo de juicio y castigo por los 30.000 desaparecidos. De la vereda de enfrente se escuchan voces cada vez más fuertes que impugnan ese número de desapariciones, argumentando basados en que, los registros oficiales y de las mismas organizaciones defensoras no alcanzan con exactitud esa cifra. Como si tronchar la vida de uno sólo de los habitantes de nuestro país por motivos políticos o sociales, no debiera ser una tragedia para toda la sociedad argentina.

Es vergonzoso que se pretenda soslayar la cuestión moral e impugnar la legalidad del derecho a la vida por sostener tal o cual idea política, la pertenencia de determinado sector social o por la significancia de un número mayor o menor de víctimas.

La historia argentina es la historia de la sangre de hermanos derramada. El mismo Proceso utilizó el nombre de Reorganización Nacional, porque hubo en nuestra historia otro Proceso, que lo precedió en idéntica metodología de exterminio humano y económico, me refiero al Proceso de Organización Nacional bajo la presidencia del General Bartolomé Mitre; en donde cayeron asesinados 40.000 gauchos en nombre de la modernidad, la libertad y la inserción económica y política de nuestro país en el mundo.

Todos sabemos que esa inserción se hizo para beneficio de Gran Bretaña y sus socios menores locales, la oligarquía vacuna.

Para entender bien 40.000 gauchos de aquella época con una población de 1.500.000 de habitantes, significa, comparándola con la población actual, el exterminio de un millón de argentinos, muertes indispensables para consolidar el sistema de coloniaje al que se sometió nuestra Nación.

Aquel Proceso de Organización Nacional no difiere en sus argumentaciones ni en sus procedimientos al Proceso de Reorganización Nacional iniciado en 1.976, también el asesinato y la represión dieron marco al cambio de titularidad a favor de los extranjeros de las fuentes de riqueza y del control de la renta nacional.

Desde 1.976, se sucedieron diversas etapas en esta nueva colonización (a la par del endeudamiento fraudulento e ilegal) primero, el debilitamiento y posteriormente la quiebra del sistema económico nacional, para luego y a consecuencia de esa misma quiebra, la entrega del mismo sistema económico a manos extranjeras a valores irrisorios y pagados con los títulos de la fraudulenta deuda externa que ellos mismos habían ayudado a crear.

En este proceso no sólo se necesitó debilitar las fuentes productivas sino aniquilar la moneda soberana y el crédito, elementos básicos de la soberanía económica de un país.

Debido a los exabruptos fiscales de las autoridades de turno y de una inflación autodirigida para licuar los activos y los derechos económicos de los particulares, (demoliendo así el ahorro interno), fuimos quedándonos sin moneda y cuanto estos métodos no fueron suficientes, no se dudó en utilizar otros más drásticos: corridas bancarias en los 80 con la consiguiente quiebra de numerosas entidades financieras y bancarias, la confiscación de los ahorros en los 90 con la hiperinflación y el plan bonex, y la más reciente, en el 2.001 con el corralito, corralón y demás argucias para dejar sin ahorro a las familias argentinas.

Desposeídos de los medios de producción y del control de la renta nacional, vilipendiado el ahorro social de generaciones presentes en las empresas estatales entregadas a precio vil ( 2,6% de su verdadera cotización, según un estudio publicado en Londres) y demolido el ahorro interno por los sucesivos planes confiscatorios devenidos de las crisis bancarias, la Argentina y los argentinos, hemos perdido el rumbo y el control de nuestras vidas.

Como decía el General Perón, el año dos mil nos encontró dominados. Sujetos a una agenda de gobierno ideada en el extranjero.

En este sistema de dominación y de domesticación, los medios masivos de comunicación, integrantes del sistema, algunas veces han dejado filtrar la realidad, aunque intentando manipulearla para consecución de sus fines.

Así, hace algunos años, nos conmovimos al ver la desnutrición de nuestros niños en Tucumán y todo el Noroeste argentino. El hambre estaba allí desde hace mucho y continúa estando, pero nos fue mostrado, en pos de un negocio: contraer empréstitos con el Banco Mundial para pagar míseros planes trabajar a millones de argentinos, mientras algunos reembolsaban jugosas comisiones de intermediación financiera.

Sin embargo, por encima de todas las especulaciones, el hambre existe y la desnutrición es un enemigo silencioso que nos va ganando la batalla por la vida y el futuro de los argentinos.

Estamos sujetos a diversas guerras silenciosas, la desnutrición como arma química que destruye las fuerzas físicas y mentales de las más jóvenes generaciones, combinadas con el incremento del consumo de drogas, cada vez más letales en sus consecuencias y el del alcohol, donde cada año se reduce la edad a la que se inicia su desenfrenado consumo. La combinación de estas armas químicas van produciendo un preocupante perfil para la sociedad argentina de los próximos años.

Aquellos jóvenes que sorteen el consumo de estas armas químicas, deberán sortear además cuestiones como el SIDA, la incorrecta ingesta alimentaria y otras inmundicias bacteriológicas. Si sortean ambas, deberán sobreponerse a una deficiente educación y a la vacuidad de los ejemplos de sus mayores.

Si logran sortear tantas calamidades, aún les queda el peso de sus congéneres que no habrán podido sobrepasar estos murallones químicos, bacteriológicos, educacionales y culturales en general. El sistema económico no tiene lugar para estas víctimas, pero los sobrevivientes deberán cargar social y económicamente con generaciones no aptas para identificar y entender las más elementales consignas, sean estas para obtener un trabajo bien remunerado o una educación digna.

No es nada fácil lo que estamos dejando a las generaciones que nos han de continuar en nuestro país.

Y ello, no es producto de la casualidad, sino de un planificado exterminio: Argentina ha sido designada como reservorio de las potencias imperiales y aquellos poderes han aniquilado nuestra capacidad productiva como nuestro sistema de educación y formación intelectual (que nos distinguía en el mundo), como así también nuestro sistema alimentario y energético. Necesitan el suelo y los recursos pero no la población argentina.

Y para ello, fue necesario contar, hoy como ayer, con un millón de desaparecidos.

Porque efectivamente, desde el 24 de marzo de 1.976 y la implementación del plan económico, social y político de exterminio, la Argentina tiene un millón de desaparecidos.

¿ Cómo ?

Según el censo de 1.970, conforme a la cantidad de habitantes censados y con los índices de aumento poblacional anuales, que se mantenían constantes en las últimas décadas, anteriores a aquel censo, los censistas calculaban una población para el año 2.000 de cuarenta millones de habitantes.

Sin embargo, al realizarse el censo en enero de 2.001, los censistas quedaron estupefactos, en vez de una población cercana a cuarenta millones; los censados apenas superábamos los treinta y seis millones doscientos mil habitantes ¿ Dónde estaban los cuarenta millones de argentinos y extranjeros que habitarían nuestro suelo para el año 2.000?

Cómo producto del sistema imperante, expatriados por razones políticas y económicas, los argentinos radicados por el mundo ascienden a los dos millones ochocientos mil ciudadanos, casi el 8% de la población había sido obligada a expatriarse, con el consiguiente desarraigo, dolor y pérdida afectiva y económica, porque aquellos argentinos, ya no aportan su trabajo y conocimiento en nuestro país.

Se ha perdido con ellos, millones de horas de estudio y millones de horas de trabajo con un alto valor agregado para empobrecimiento adicional de nuestro empobrecido país.

Entonces las cuentas son claras, aunque silenciadas. Si los censados en el 2.001 alcanzan a treinta y seis millones doscientos mil habitantes y los expatriados, los dos millones ochocientos mil, la suma de ambas cifras asciende a treinta y nueve millones de habitantes, cuando los censistas calculaban cuarenta millones de habitantes. La resta de 40.000.000 proyectados y 39.000.000 censados nos arroja el faltante.

Y el faltante es la cantidad de argentinos desaparecidos por la imposición de este sistema económico y social: Un millón de desaparecidos.

A mi entender esa es la verdadera cifra de desaparecidos de nuestro país en los últimos treinta años.

Explicados por varias y concurrentes causas, el índice de mortandad infantil señala que- más de once mil niños mueren antes de cumplir un año de vida por causas nutricionales, sanitarias, sociales y económicas, causas totalmente rebatibles de existir la justicia social. Muere un niño cada cuarenta y cinco minutos y su muerte no es un escándalo para la sociedad argentina.

El índice de mortandad de niños menores a cinco años alcanza los diecinueve mil casos por año, según las cifras oficiales.

A estas víctimas hay que agregarles los ancianos que mueren por falta de adecuada atención médica.

Los jóvenes victimas de las guerras químicas y bacteriológicas.

El resto de la población que no tiene una adecuada cobertura médica o por las indignantes condiciones de trabajo.

Las víctimas de la inseguridad, porque la mayoría de sus victimarios son esclavos de las drogas.

Los muertos en las protestas sociales, los abortos y toda una cultura de exterminio que se nos trata de imponer en nombre del orden internacional y la globalización.

Un millón de desaparecidos. Un genocidio a causa de un plan impuesto desde el exterior, y del cual, la deuda externa, fue la llave que abrió la puerta a todos los males. Y dado que la deuda contraída es ilegítima y fraudulenta, hasta tanto en los tribunales no se demuestre lo contrario, el nuestro es un genocidio de carácter financiero.

Un millón de desaparecidos

Un Holocausto silencioso al que se somete al pueblo argentino, víctima propiciatoria de los imperialismos.

Es hora de tomar conciencia y actuar en consecuencia para recuperar nuestro futuro.

La tarea no será fácil (no podría serlo), como toda tarea trascendente requiere de un largo proceso en el tiempo, de paciencia, constancia y heroísmo para romper casi dos siglos de domesticación y coloniaje. Necesitamos que cada día más argentinos se involucren en esta trabajosa reconquista y reconstrucción nacional.

Bienaventurados los obreros de estas labores.

 

 

 

 

 

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