Malvinas convocando
para combatir la desmalvinización día a día más
activa, sin mancharse con oportunismos individuales o intentos con fines
políticos partidistas.
Por Enrique Oliva
El pasado mes de junio hemos vivido los argentinos llorando viejas glorias
perdidas y derrotas ganadas.
Comenzamos celebrando el 4 de junio que nos dio un coronel criollo,
con milenaria sangre india americana en sus venas, para iniciar el camino
de la recuperación de una patria sometida por el entonces Imperio
Británico que habíamos repetidamente vencido en sus intentos
colonialistas en varias batallas.
Seguimos con el 9 de junio conmemorando a los fusilados por un gobierno
criminal ya abrazado sin consuelo al FMI, con un proceso de destrucción
de nuestro país que había logrado soberanía política,
independencia económica y justicia social. La misma casta macabra
hasta eligió un basural para asesinar por la espalda a trabajadores
hermanos.
El 14 de junio intentamos revivir, casi sin adhesión oficial,
la batalla de Malvinas y la guerra que merecíamos ganar, con
otro tributo de sangre en el altar patrio.
El 16 de junio recordamos a los centenares de mártires caídos
y lisiados en Plaza de Mayo por las bombas y metralla de aviones hechos
por obreros y técnicos argentinos pero manejados por criminales
cipayos.
El 3 y el 24 de junio asistimos a comicios donde el pueblo tuvo que
optar entre listas sin nombres que nos representaran. Había “peronismo
sin peronistas”, como dice el compañero Carlos Ponce. ¿Es
que funciona aun el canallesco y proscriptor decreto 4161 de 1956 del
golpe fusilador? Y después de los comicios asistimos a otro espectáculo:
se abrió el libro de pases de los borocoteros.
El 20 de junio, Día de la Bandera, Belgrano nos debe haber acompañado
en el llanto de la vergüenza impotente porque el símbolo
ondea sobre la miseria, desocupación y falta de atención
a quienes fueron los únicos privilegiados, los niños,
éstos hoy abandonados, engañando al hambre con el “paco”;
sin futuro.
Ninguno de los actos fue multitudinario, por el descreimiento en la
partidocracia de traidores, impostores y bandoleros burócratas.
Terminado junio nos esperaba el 1º de julio, aniversario de la
muerte del General Juan Perón, para autohumillarnos ante el país
que él liberara. Ese 26, algo más 300 compañeros
lo visitaron en su encierro de San Vicente. Pero los policías
eran más, pues el antiperonismo creó un clima de terror
en el lugar, como lo viera todo el país el 17 de octubre último.
Días después, nos llegará el 9 de julio, y no seremos
capaces de ruborizarnos al decir y repetir ¡Oh juremos con gloria
morir!
Y el 26 de julio volveremos a misa para rezar una vez más por
Evita, cuando debemos rezar por nosotros, que perdimos el camino por
ella marcado.
Perón y Evita, nuestros grandes maestros muertos del Siglo XX,
jamás podrán descansar en paz si no los recuperamos como
banderas populares. Sus restos yacen profanados por años de ignominias
nada cristianas.
Los acontecimientos memorados deben llamarnos a reflexionar y actuar
en consecuencia, como reza el escudo familiar del General San Martín:
“Velar se debe la vida, de tal suerte, que viva quede en la muerte”.
Pero ¡oh triste realidad! los fabricantes de banderas y escarapelas
se quejaron de haber vendido 40 % menos que en igual época del
año pasado.
¿Qué pasa con Malvinas?
En junio también los medios de difusión nos enteraron
que la Cancillería ha repetido las protestas por Malvinas en
el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas y
en la OEA, mientras en Londres celebraban con bombos y platillos la
“victoria” sobre Argentina de 1982.
El propio presidente de la nación ha tenido enérgicas
expresiones sobre nuestros derechos a las islas y los titulares hablaron
de palabras “firmes y duras”. También nuestro mandatario
hizo público un mensaje al nuevo Primer Ministro ingles, Gordon
Brown, al asumir ese cargo, aprovechando la oportunidad para pedirle
discutir la soberanía de Malvinas.
¡Cómo se reirán de nosotros las multinacionales
colonialistas! Nos siguen haciendo el mismo juego que a España
con Gibraltar. Frecuentes reuniones de “acercamiento” pero
siempre topando con “la voluntad de los habitantes del lugar”.
Y así llevan más de tres siglos sin señales de
devolverlas.
El “principio” de la autodeterminación es un cuento
descarado. Por qué entre tantas protestas gubernamentales argentinas
no se recuerda con insistencia el caso de la isla Diego García
en el Archipiélago de Chagos en el Índico, Allí
habían más de 2000 aborígenes, cantidad similar
a los habitantes de Malvinas en 1982. Cuando la Isla fue pedida por
Estados Unidos, los ingleses se la cedieron sin consultar a quienes
llevaban muchas generaciones viviendo en las mismas, pues los yanquis
la querían desocupada. Los humildes pobladores fueron expulsados
a la fuerza, esposados y a golpes, abandonando viviendas y tierras de
laboreo en ese “paraíso”, sin indemnización
alguna, y dispersados en otras colonias. Así respetó Londres
la “autodeterminación de los pueblos” como lo sostiene
con solemne hipocresía para los casos de Gibraltar y Malvinas.
Estados Unidos levantó allí en 1968 su base atómica,
la más importante en el exterior, con instalaciones para operar
aviones enormes con capacidad para bombardear cualquier punto de Asia,
África y la misma Europa. Todo en el mayor misterio. Nada de
turistas, ni periodismo. A fines del año pasado se hizo público
que Washington, para ampliar la base y su seguridad, recibió
de Londres todo el extendido Archipiélago de Chagos. Desocupado,
por supuesto.
En el año 2.000, un grupo de sobrevivientes de Diego García
en la Corte Suprema de Londres obtuvo una sentencia declarando la ilegalidad
de su expulsión y acordándoles el derecho a ser repatriados
e indemnizados, para volver a sus casas y tareas y honrar el cementerio
donde reposan sus ancestros.
Pese a la sentencia del más alto tribunal inglés, el gobierno
de Londres jamás cumplió sus obligaciones legales. Ni
piensa hacerlo.
¿Y nosotros los argentinos pensamos que solo disparando discursos
en el Comité de Descolonización de las N.U. podremos recuperar
nuestras islas?
Otras vías “pacíficas” a seguir
Si la fuerza es impensable en estos momentos, nada puede impedirnos
al pueblo, sin participación del gobierno, ensayar algo para
que las multinacionales imperiales, muy sensibles ellas al tocarles
el bolsillo, sancionarlas económicamente. ¿Como? Vayan
algunas ideas que se están barajando en distintos círculos
de veteranos de guerra y de familiares y amigos de caídos en
Malvinas:
a) Declarar un boicot popular a los productos de la Gran Bretaña,
invitando a hacer lo mismo a los pueblos del Mercosur y toda Suramérica.
b) Hacer movilizaciones en calles y plazas, estimulando los debates
donde todos puedan expresarse y aportar ideas, sin afectar al tránsito.
c) Difundir millones de pequeñas obleas adhesivas con consignas
en cuantos sitios podamos, sin ensuciar con pintadas las paredes. Niños
y adolescentes se sentirán motivados a movilizarse individual
y colectivamente en una movida patriótica y sin riesgos, porque
nada de eso justificaría una represión.
d) Buscar que vuelvan a las aulas de escuelas y colegios los carteles
y cartelitos diciendo “Las Malvinas son Argentinas”. El
objetivo es tener siempre a la vista la ofensa sobre parte del territorio
colonizado.
e) Solicitar la adhesión de sindicatos y militantes políticos,
religiosos y pueblo en general, sin excluir a nadie, pues la gesta de
Malvinas bien demostró en 1982 ser la mayor fuerza de unión
de los argentinos.
f) Alentar la natural creatividad popular para idear otras formas pacíficas
de mantener viva la lucha contra la desmalvinización de conciencias
criollas que promueven las multinacionales colonialistas.
Esta síntesis de acciones militantes para combatir la
desmalvinización día a día más activa, no
podrá mancharse con oportunismos individuales o intentos con
fines políticos partidistas.
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