(168 Horas - Hernán Cappiello para LA NACION – lunes 14 de enero de 2008) Abrazados por una neblina que les impedía ver más allá de un metro de distancia y en absoluto silencio, a las 5 de la mañana del jueves, llegó a las islas Malvinas el velero argentino Galileo, con Carlos Giovanazzi y Victoria del Vacchio a bordo, la segunda tripulación de una embarcación a vela argentina que desembarca en las islas en los últimos 25 años. Además, son la primera pareja que llega a Puerto Argentino tras 12 días de navegación desde San Isidro.

Su objetivo: un viaje deportivo, sin connotaciones políticas ni reivindicaciones de soberanía.

Carlos, un músico de 53 años, piloto de yate con miles de millas navegadas por el litoral de Brasil y el Atlántico Sur, y Vicky, psicóloga, patrón de yate, de 49 años, con vasta experiencia en navegación en el Río de La Plata, Brasil y las islas Canarias, fueron cordialmente recibidos por las autoridades, apenas amaneció, según relató Alejandro Portabales, radioficionado de la Rueda Argentina de Navegantes.

Todo el derrotero desde el 29 de diciembre, cuando partieron desde el Club Las Barrancas de San Isidro, fue seguido desde su página ( www.rothman.com.ar ) por José Rothman, conocido entre la fauna náutica como "Pepe Fuera de Bordo".

La pareja viajó a bordo de un velero Navaltec 37, de 12 metros de eslora. El viaje transcurrió sin complicaciones, excepto que a medida que descendían hacia el Sur, la veleta se volvió loca y el anemómetro (que mide la velocidad del viento) dejó de funcionar. Ayudados por un GPS, conectado a una laptop, cartas náuticas y con el auxilio de amigos que les proporcionaban información meteorológica, llegaron a destino.

Navegaron sin contratiempos ni temporales, pero debieron soportar una intensa calma durante más de 20 horas, sin poder avanzar una milla, a la altura de Comodoro Rivadavia.

Hasta la suerte los favoreció, pues la pronosticada tormenta que los podía poner en problemas finalmente se desató 100 kilómetros al sur de su rumbo, sin que los alcanzara.

La navegación fue prácticamente a solas sin que se cruzaran con otro barco, excepto dos pesqueros. Su dieta, de papas, fideos, ensaladas, polenta y sopas, los ayudó a sobrellevar el viaje. La exigencia de navegar de a dos los hizo pasar las noches con guardias rotativas de tres horas o, si dormían al mismo tiempo, con un despertador sonando cada media hora para otear el horizonte.

Festejo con paella

Sus últimos tres días de viaje fueron fríos. Dos días antes de llegar, el impacto del azul profundo del mar, al salir de la plataforma continental, los dejó helados. Saber que debajo de la quilla del velero había más de 1000 metros de profundidad y el cambio de coloración del océano les devolvieron la conciencia sobre el periplo que estaban desarrollando.

Acompañados por el sobrevuelo de albatros, llegaron a la plataforma submarina de las islas. La radio AM de Malvinas los acompañó en el último tramo, mientras cenaban una paella como gran comida de festejo previa al arribo.

Fue a las 5 cuando finalmente llegaron a Puerto Argentino. Sólo guiados por el radar y el navegador satelital, pues la niebla era intensa. Ya cerca del puerto se comunicaron por radio con las autoridades portuarias, que les indicaron un muelle flotante para amarrar hasta que abriera la oficina de migraciones. A las 11, Vicky y Carlos hicieron los trámites y recorrieron las cercanías del puerto. "Los funcionarios los trataron con máxima deferencia, incluso, uno de ellos les dijo que los problemas son entre los políticos y no entre la gente", señala el último parte de la travesía. Allí estarán unos días, antes del regreso a San Isidro, tras una aventura reservada para pocos marinos argentinos.

Desde la Guerra de Malvinas, en 1982, sólo cuatro veleros hicieron el viaje -el Patagón, el Malabar, el Místico y ahora el Galileo-, pero a los tripulantes de sólo dos de ellos se les permitió desembarcar.

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