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Ocurrió el 28 de Septiembre de 1966.
Un grupo de jóvenes estudiantes, obreros y sindicalistas, desvió un avión de Aerolíneas Argentinas y aterrizó en Malvinas. Allí, hicieron flamear la bandera argentina durante treinta y seis horas, antes de entregarse a las autoridades católicas en las islas. La Justicia Federal los condenó.

En estos hechos, luego repudiado por el gobierno militar de la época, un grupo de jóvenes integrantes de la UOM el grupo Tacuara mínimamente armados tomaron en Río Gallegos un avión de pasajeros y obligaron al piloto a enfilar hacia las islas. El plan era apoderarse de un arsenal inglés, pero la nave quedó estancada en un terreno barroso a varios metros de la población y rodeada por civiles armados. Descartada la acción armada, los pasajeros del avión pernoctaron en casas de los habitantes, mientras que los secuestradores permanecieron en el avión y a los pocos días un barco llevó a todos los argentinos hacia Ushuaia.

Los autodenominados "cóndores", tenían entre 18 y 32 años y militaban en diferentes agrupaciones nacionalistas y peronistas. También viajó en el avión el periodista del diario "Crónica" y director de la Revista "Así", Héctor García. Entre los pasajeros se encontraba el contralmirante José María Guzmán, gobernador del, por ese entonces, territorio nacional de Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur.

El Operativo Cóndor tenía previsto tomar la residencia del gobernador británico y ocupar el arsenal de la isla, mientras se divulgaba una proclama radial que debería ser escuchada en Argentina. El objetivo no se pudo cumplir porque el avión, de 35 mil kilos, se enterró en la pista de carreras, muy alejado del objetivo. La nave, además, fue rodeada por varias camionetas y más de cien isleños, entre soldados, milicianos y nativos armados. El sacerdote católico de la isla, Rodolfo Roel, intermedió para que los restantes pasajeros se alojaran en casas de kelpers, mientras los secuestradores permanecían en el avión.

Al anochecer, Dardo Cabo le solicitó al padre Roel que celebrara una misa en la nave y después los 18 jóvenes cantaron el himno nacional.

Al día siguiente, luego de formarse frente a un mástil con una bandera argentina y entonar nuevamente el himno, el grupo entregó las armas al comandante Fernández García, única autoridad que reconocieron.

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