Fuente: La Nación 10/04/07

 

La Fortaleza pirata de las islas en detalle  
PUERTO ARGENTINO.- Apenas el sargento Derek Gewars levanta el pulgar derecho, la batería de misiles Rapier empieza a moverse de izquierda a derecha. Sube un poco; baja. Seis soldados jóvenes operan la lanzadera y bromean como si probaran un juguete nuevo. Un caza Tornado F3 cruza, rasante, el horizonte. Los ocho cohetes lo siguen. Sólo eso. Inofensivos.

"Ojalá puedan venir en junio; haremos pruebas con misiles reales." El capitán Ed Lloyd Owen rompe la ilusión bélica. Es el encargado de guiar a un grupo de periodistas argentinos por el laberinto de Mount Pleasant, la fortaleza militar británica para proteger a las Malvinas de un ataque como el que desencadenó la guerra en 1982.

Los soldados posan con los visitantes; sonríen. El simulacro los saca de la modorra de una mañana de Viernes Santo. Algunos vienen de zonas de Medio Oriente donde hay guerra en serio y en los seis meses que les esperan en las islas tendrán entrenamiento duro, muchas horas muertas y poco fuego.

Seguro se van a acostumbrar al ruido del viento. Mount Pleasant fue levantada en 1985 en la región más llana de la isla Soledad, con acceso fácil al mar y sin obstáculos para el movimiento de aviones y helicópteros.

Como es feriado, casi no hay tránsito en la red de avenidas que comunica los cuarteles, los campos de operaciones, la base aérea y los barrios de casitas marrones de techo verde donde viven los cerca de 1500 militares británicos destinados aquí. En otra punta hay un complejo con cines, bares y un barrio para unos 500 civiles. También el aeropuerto de las islas funciona en la base.

Para llegar, hay que recorrer 60 kilómetros desde la capital. "Usted está ingresando en zona militar. Deténgase." El cartel es redundante: una barrera y dos soldados en ropa camuflada ya eran bastante convincentes. "¡Bienvenidos!" El capitán Lloyd Owen -jovencísimo, eléctrico y desestructurado- recibe tras la barrera a los periodistas de cuatro medios argentinos que cubrieron en las islas el 25° aniversario de la guerra.

Es el jefe de prensa de la base y quien aceptó el pedido de una visita que era prohibida para medios argentinos. "Apenas se registren podrán sacar fotos donde quieran", invita.

Los oficiales de la oficina de ingresos deben tomar fotos digitales a los visitantes, registrar sus datos y emitir una credencial. Pero se les cayó el sistema. "Llenen este papelito", dice un soldado escocés de pelo color fuego.

Descripciones

Primera parada: el cuartel general. Chris Moorey, comando de la Royal Navy, se presenta en la puerta del bloque verde donde trabajan los que mandan. Con paso apurado y ropa de combate, guía al grupo. Hace él la primera pregunta: "¿Té o café?" Sirve uno por uno y ofrece galletitas galesas.

Le toca describir las fuerzas desplegadas en Mount Pleasant, a 700 kilómetros de la costa de Santa Cruz. Que le cuestan al Reino Unido unos 150 millones de dólares al año.

Enumera, ayudado por diapositivas: 1500 hombres, 4 aviones caza Tornado F3, un VC10, un Hércules, 2 helicópteros Sea King, más otros cuatro de la Royal Air Force, tres barcos de la flota real, baterías antiáreas, tanquetas Más submarinos y el rompehielos Endurance, que entran y salen de la zona.

"La misión central es proveer seguridad en los territorios de ultramar en el Atlántico Sur", explica. Una versión diplomática de las declaraciones que hace dos meses hizo el jefe máximo de la base, brigadier Nick Davies: "Estamos acá para evitar que 1982 se repita" (ver aparte).

La carpeta de prensa que Lloyd Owen entregó al principio lo pone claro: "Son objetivos de las Fuerzas Británicas en el Atlántico Sur asistir al gobierno de las islas en su derecho a la autodeterminación [ ], demostrar el compromiso del Reino Unido en la defensa de la zona [ ] y, en caso de ser requerido, usar la fuerza militar para mantener la soberanía británica".

Moorey, hombre de la Marina, tiene que lidiar con militares argentinos. Dice que existe una relación sin complicaciones, y que se cumplen los acuerdos de 1995 que fijaron áreas del Atlántico en las cuales un buque de un país debe avisar al otro si va a entrar.

La carpeta de prensa no deja pasar el dato sobre el endurecimiento de la política argentina sobre Malvinas. Dice ahí: "El presidente Kirchner ha anunciado en público que el reclamo de soberanía continuará formando parte central de la política exterior argentina en 2007".

¿Significa eso una alerta para los militares británicos? Eluden las respuestas. Ni ligan a lo que haga la Argentina al hecho de que este año se renovará parte de la flota destinada a Malvinas (llega el HMS Clyde) y traerán cazas Eurofighter Typhoon nuevos. El equipamento de Mount Pleasant es similar al que los británicos tienen en Irak y Afganistán.

La gira sigue por un bloque de hangares y cuarteles. Hasta llegar al pie de un Sea King amarillo, de 1978, que se usa para rescates sanitarios. "Tenemos más o menos uno por semana", cuenta el jefe del escuadrón, Iaian MacFarlane. Lleva tres semanas en Malvinas. Le queda otro tanto para volver a Inglaterra. El año que viene le tocarán otras seis semanas acá.

La mayoría está en ese esquema.

Cerca del Sea King empieza a moverse la batería móvil de misiles Rapier. "Hacemos ejercicios para mantenerlas acondicionadas", explica el sargento Gewars. Son como las que se usaron en el 82, agrega.

¿Qué alcance tienen esos misiles? "Eso no se lo puedo decir." Lo mismo replica cuando alguien quiere saber cuántas lanzaderas hay en la base. Igual el dato figura en el dossier de prensa: los cohetes pueden alcanzar objetivos hasta ocho kilómetros y hay otras 30 baterías tierra-aire fijas y "listas las 24 horas del día".

El capitán Lloyd Owen trae una noticia. "En un minuto y medio pasará el Tornado", les advierte a los fotógrafos. Así es. El caza pasa como un rayo entre nubes bajísimas. Llueve un poquito, se acerca el mediodía y acaba de pasar la sorpresa final de la función.

Por Martín RodríguezYebra

La Nación

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