28/03/07

 

Ofensiva desmalvinizadora  
Por Enrique Oliva
A pocos días de conmemorarse el cuarto de siglo de la recuperación de nuestras islas Malvinas, cuando la inmensa mayoría de los argentinos se dispone a rendir honores a los jóvenes que ofrendaron sus vidas por la Patria, una cantidad de escribidores se lanzan a una sospechosa campaña de desmalvinización de conciencias. Curiosa coincidencia.
Esos personajes concuerdan en moldes críticos repetidos, vulgaridades de lugares comunes. Que Argentina fue agresora, que no se trató de una gesta y se niegan méritos a muertos y sobrevivientes, faltándoles al respeto a ellos, sus familiares y al pueblo en general. Se insiste en cargar responsabilidades arbitrarias sin una propuesta de cómo ellos, los sabelotodo de café, recuperarían las Malvinas. Piensan que somos tan indignos e incapaces y mostrándose partidarios de dejárselas al colonialismo de las multinacionales.
Otro opinólogo famoso ha dicho, tan luego en estos días, que cuando él llegue al cielo (está seguro de merecerlo) a quien primero quisiera ver es a Liniers para reprocharle haber echado a los ingleses impidiéndoles que hicieran grandes a los argentinos. Menuda sorpresa se llevará cuando él le contestará con la verdad: para hacerla una colonia francesa.
Multiplican los recursos de siempre para desmoralizar al pueblo como si los sacrificios de los combatientes son fruto de engaños y no de un asumido ideal patrio que los llevó a ser protagonistas de una Gesta. Gesta con mayúsculas, la que no omite llegar a las últimas consecuencias. Según la Real Academia son gestas los “hechos señalados, hazañas y conjunto de hechos memorables”.

La gesta de Malvinas tiene vigencia
La Guerra de Malvinas, más allá de la victoria o la derrota, ésta no olvidable, ni imposible de revertir, es hoy el ejemplo de un pasado reciente honroso para confiar en un mejor futuro. El mundo entero se asombró del valor desplegado al batirse Argentina contra los gobiernos de las mayores potencias del mundo, no de sus pueblos, ni siquiera el inglés que nunca se manifestó en las calles contra nosotros. Nunca. Eso si, casi cotidianamente ocupaban grandes espacios en protestas a veces multitudinarias contra la guerra en el Atlántico Sur, el colonialismo y las armas nucleares que llevaba la flota.
Nosotros lo vimos en Londres. Cuando Ronald Reagan visitó ese país, el propio alcalde (intendente) de la capital británica, el gran anticolonialista Kin Levington, lo llamó persona no grata. En aquellos años esa función era atribuida por el gobierno central y poco después la señora Thatcher lo despidió. Años mas tarde, como ocurrió en Buenos Aires, se convirtió el cargo de alcalde en electivo y Kin Levington fue alentado a postularse como candidato de su partido, el Laborista, pero Tony Blair impuso a un amigo. Entonces se presentó como independiente y ganó holgadamente en las urnas. Hasta el momento, ocupa ese cargo y sigue siendo muy popular.

¿Argentina agresora?
Resulta por demás incomprensible que un argentino sostenga con muestras de convencimiento, que nuestro país fue el agresor de una potencia colonialista europea, de vieja vocación imperialista.
¿Agresores cuando se retoma algo que les pertenece, que fuera arrebatado a sangre y fuego y en más de 130 años de ese despojo fueron vanos todos los intentos de procurar justicia por vías pacíficas a pesar de ser apoyados por el derecho internacional y las Naciones Unidas con su Comité de Descolonización?
Si los que buscan la independencia plena de sus territorios son calificados de agresores, en la Argentina como en infinidad de otros países nos quedaríamos sin próceres. A nuestro Libertador General San Martín, como a tantos patriotas que lucharon para hacernos libres habría que condenarlos. Todos fueron agresores, haciendo la guerra con los medios posibles y esfuerzos sobrehumanos. Los inspiraban principios y el justo derecho a manejar sus vidas y territorio como mejor lo entendieran.
Nadie actuó con indignidad sino todo lo contrario, invocando al mismo Dios. En los campos de batalla se enfrentaron con los estandartes hispanos mostrando a la Virgen del Pilar, patrona de España. Y aquí en nuestra América se hizo lo mismo, con la inmaculada madre de Jesús, que es única aunque se la representa con distintos nombres. Ese fue el caso de San Martín quien dejó su bastón de mando a la Virgen del Carmen de Cuyo, venerada en la región donde formó su ejército.
La corona española aplicó a los sublevados calificativos muchísimo más agraviantes que el de agresor.

La vida brindada a conciencia
Nuestros soldados en Malvinas no eran “chicos inimputables”, mirándolos con lástima, cuando como fueron hombres hechos y derechos ofrendando sus vidas por algo que creían justo: lo que las mentiras de los manuales oportunistas quieren borrar. Pero nadie olvida cuanto nos enseñaron de niños las maestritas criollas a escribir: “las Malvinas son argentinas”.
Así como en los libros, hoy la historia está de moda, también se la recrea insolventemente en programas televisivos farandulero, en especial mostrando aspectos negativos y falsedades de nuestro pasado. ¿Qué país puede enorgullecer más a su pueblo como cuando los argentinos vencieron a las dos potencias mundiales más grandes del Siglo XIX, Inglaterra y Francia, en sus repetidos intentos de años de tomar sin éxito a Buenos Aires y en cambio se vieron obligadas a retirarse rindiendo honores al pabellón nacional y firmando un reconocimiento de nuestra soberanía. Lamentablemente después llegaron los bancos de la usura internacional y aun debemos padecerlos para lo cual deben empañarse las grandezas criollas por los escribidores cipayos. Uno de sus objetivos es desmalvinizar nuestras conciencias por orden y pago del imperio.
Si vamos a desalojar de la historia a circunstanciales amantes del alcohol, aunque fueran valientes y responsables servidores patriotas (no nos referimos al vinculado a Malvinas) tendríamos que desmontar varios grandes monumentos bien ganados.

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