San Luis, 07 de Enero de 2.007.-
“Me encantaría morir. . .
. . ., habiendo conocido Malvinas”.
¿Por qué escrito a modo de deseo, y no de meta a cumplir,
si me hubiera gustado escribir: “Antes de morir, conozco
Malvinas”?
Pero esta manera, lo torna como algo que debo hacer si o si, sabiendo
que es algo medio imposible o no tan fácil de lograr.
¿Por qué? Porque no soy veterano, ni familiar de Ellos,
aquellos héroes que dejaron su vida. Su vida propiamente dicha,
su vida física por alguna secuela - mutilación o su vida
psíquica y sentimental, por la escasa y estúpida memoria
de los argentinos. Y no solo de esta gesta, sino de toda nuestra historia;
pero como ésta es contemporánea, pega y llega más
hondo. Nos tocó de cerca, quizás por ello la considero
dentro de mis causas de respeto y le doy el carácter de SUBLIME.
¿Por qué SUBLIME? Por la sencilla
razón que el respeto que he sentido por Ellos
(caídos y veteranos), es muy grande, como queriendo representar
a toda mi Argentina.
Desde lo más profundo de mi corazón argentino, siento
la necesidad que esa memoria, que debemos tener todos, deje de lado
ideologías politiqueras y tendenciosas. Dejando recordar si estuvo
mal o bien, el por qué de la gesta, las fallas, los que ordenaban
incoherencias, los cuadros que nos merecen pertenecer a una fuerza armada,
y si recordar a Ellos, los que volvieron,
los que quedaron y los que nunca se encontraron.
La historia, es imposible de cambiar, no se tuerce. Lo que si me encantaría
lograr es una mayor memoria, y repito: un Sublime respeto
por Ellos.
¿Por qué a casi 25 años, se me ocurre todo esto,
si mi sueño de llegar a Malvinas es más antiguo?
Porque de grande busqué interiorizarme sobre el tema, a través
de libros, Internet, pero nunca intercambiando palabras con Ellos. Por
respeto, por cuidarlos, por siempre creer que hacerlos volver mentalmente,
puede ser doloroso, aunque en su momento sintieron orgullo de pisar
la turba malvinera, honrar la Celeste y Blanca, ya sea disparando un
fusil, un obús, el arma que fuera, diciendo amén (así
sea) al juramento de aquel 20 de Junio, como tropa o como cuadro.
Porque solo el que juró defender con lealtad y patriotismo
. . ., sabe lo que siente; si hasta el más “atorrante”,
se le pianta un lagrimón de emoción, amor y pasión
en ese momento.
Pasión, le debo sumar al Respeto Sublime,
que le tengo a Ellos, por recordarlos, por
sentirlos hasta como mi propio hermano y por qué no un padre
que dio su vida por sus hijas. Si el General Dn. José de
San Martín, es el Padre de la Patria, cada uno de Ellos
es el padre de aquellas islas, engendradas con su mujer: la propia Nación
Argentina.
Muchos tuvieron miedo o sintieron, creo que son dos cosas distintas.
¿Quién no siente miedo en un enfrentamiento bélico?
Creo que desde el Soldado, hasta el Jefe más antiguo, sintió
miedo; sentimiento natural del hombre, unos más otros menos pero
todo hombre en alguna circunstancia de la vida, siente miedo.
Acaso no sentimos miedo al disputar un partido, enfrentar un desafío,
al rendir un examen, al debutar sexualmente, a casarnos, a presenciar
el parto de un hijo, a volar, cómo no lo vamos a sentir en una
guerra.
Hubo hambre, hubo frío, hubo “pie de trinchera”,
hubo fallas en la logística, hubo que enfrentarse a una potencia
de la OTAN. Si, es cierto. Pero Ellos no volvieron,
y no debemos permitir, que todo lo otro nos nuble al alma, para no recordarlos
y si debemos aferrarnos a esa pasión del Sublime
Respeto, para mantenerlos vivos en nuestra memoria y nuestro
corazón. . .
. . . Paré para acomodar mi mate amargo. Ese mate que me acompañaba
mientras volcaba en letras este sentimiento de Sublime Respeto.
Mate que me acompañó siempre: reuniones de amigos, charlas
con mis viejos y hermanos, momentos agradables con mis camaradas de
Colimba y en las guardias, allá por el ’85 en la CAINGMON6
(Bariloche), largas horas de estudio en Tandil, para lograr mi anhelado
título de veterinario, viajes, idas al campo a trabajar; mientras
viva: mi “fiel compañero”.
Mate que sueño ensillar y compartir en suelo malvinense, sentado
frente a esa multitud de “crucesitas blancas”, recibiendo
de cada una de ellas un guiño de satisfacción y yo sintiendo
que saldo esa deuda de Sublime Respeto, sentimiento,
memoria y amor, mío y de todo el pueblo argentino para con Ellos.
¿Por qué? Porque nací en un hogar donde papá
Raúl y mamá Antonieta, me inculcaron el don del respeto,
del amor, de la honestidad.
Así crecí y maduré, . . . Hasta que a los 18 años
(1.984), me sortearon.
Si me “salvaba”, empezaba mis estudios para llegar
a ser lo que anhelaba desde mis siete años: Veterinario y salir
a laburar al campo.
Si me “tocaba” . . . ¡Me tocó! Y así
fue que el 05 de marzo de 1.985, a las 20300, llegué a destino:
Avenida Ezequiel Bustillos, Km. 9,5 “Guarnición Militar
Bariloche”, CAINGMON6, donde compartíamos terreno con la
Escuela Militar de Montaña, donde su jefe si mal no recuerdo
era el Cnl. Schinelli Garay y el nuestro, y a éste si lo recuerdo
por lo buen jefe que fue My. Ing. Carlos Alberto Rinaudo, 2° Jefe
Capitán Murga, y les seguían: un Tte. 1° que no recuerdo
si era Zavalla o Zeballos, Tte. Di Césare, Tte. Enrique Andrés
Di Patti, quien merecería una foja aparte en esta historia y
el Subteniente Biberides, además de todo el cuadro de Suboficiales
que eran un montón, de los cuales tengo muy gratos recuerdos
también.
Ahí trasladé, a la Celeste y Blanca, ese don del respeto,
del amor y la honestidad, inculcado por mis padres. Con esto quiero
resumir lo que sentí aquel 20 de Junio de 1.985, cuando desde
lo más profundo de mi alma y corazón cristiano y argentino
grité:
¡¡¡ SI JURO!!!
Me instruí, me comí las “manijas”,
habidas y por haber, no aprendí a robar; pero una de las cosas
que me marcaron fue sentir orgullo de ser soldado, en ese momento de
la Patria y después y para siempre un soldado de la Vida.
Fue una etapa de mi vida inolvidable. Padecí distancia, frío,
pero el tener la posibilidad de ayudarle a camaradas, que por su condición
social y/o económica, no tenían estudios, a hacer los
deberes y brindarles confianza y seguridad en lo que desconocían,
me hizo crecer más humanamente, que lo crecido hasta aquel momento.
Con humildad lo cuento, pero por uno de ellos, casi dono mi baja, la
2°, sabiendo que perdía otro año más de estudio,
pero por “Lucerito”, lo hubiera hecho.
Siento orgullo de ser ARGENTINO, a pesar de . . . (sería interminable
y no es motivo de esto) . . . Siento orgullo de haber sido soldado,
por ello siento ese Sublime Respeto, por Ellos
que también fueron soldados y tuvieron que defender a la Patria.
Por todo lo que narré, por ese Sublime Respeto
que siento, es ese inmenso anhelo de:
“Me encantaría morir, habiendo conocido Malvinas”.
Pisar la turba que ellos pisaron, sentir el frío malvinero, la
humedad de aquellos pagos donde mis hermanos dejaron todo. Sentir el
orgullo que Ellos sintieron, y de paso cebarles,
imaginariamente, unos “amargos” para compartir,
demostrarles y hacerles llegar mi Sublime Respeto.
Siento que desde la tapa del libro “Malvinas, 20 años
– 20 Héroes”, el Sargento 1°
Mario Antonio Cisnero, el legendario “Perro”,
con su mirada penetrante y ladrido de mando, me ordena:
¡¡Ya basta ciudadano!! Déjese de palabras
y continúe. De verdad tengo la sensación que
me está mirando y ordenando ello, pero siento la necesidad de
despedirme:
A todos Ellos, a los caídos un gran
deseo que Dios los tenga a su derecha; y a los que volvieron, un fuerte
y caluroso abrazo, que les de la calidez que el frío malvinero
no les dejó sentir y hoy los cobije de la frialdad de nuestra
memoria.
Fernando Pablo Grippaldi
DNI 18.180.346
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