Algunas personas,
parece que por su edad, ya no se dan cuenta de sus dichos ni la magnitud
de los mismos. Es el caso del exJefe de la Fuerza Aérea...
¿Qué tendrán
para decirle los 323 héroes del Belgrano?¿los aviadores
navales que atacando a la flota enemiga dieron su vida?¿Qué
de los Exocet y los Super Etendard?¿Y el BIM 5? Lami Dozo, ¿sabe
que fuerza recuperó las Islas Malvinas? Si, la Armada.
Cada Fuerza cumplió con el rol
que tuvo a su alcance y su desempeño fue igual de sacrificado
que el resto, se hizo lo que pudo. Ventilar y escupir cuando ya los
protagonistas que usted insulta están muertos es de poca hombría.
Además, Lami Dozo desconoce los
motivos por los cuales Argentina entra en guerra con Inglaterra, que
es precisamente Gran Bretaña quien primero provoca el conflicto.
Hablar 28 años despúes es muy fácil, y expresar
que una Fuerza fue más que la otra y que "nunca se rindió",
habla del egocentrismo e hipocresía, del ex Jefe militar.
A 28 años de la recuperación de Malvinas, el brigadier
Basilio Lami Dozo, miembro de la Junta que detentaba el poder en 1982,
acusa a la Marina de haber dejado solos al Ejército y a la Fuerza
Aérea y revela que al asumir junto al general Leopoldo Galtieri
y el almirante Jorge Isaac Anaya, tres meses antes, desconocía
la existencia de los planes para recuperar las islas.
—Cuando se hace cargo del gobierno, ¿sabía del plan
para recuperar las Malvinas?
—No, en ese momento mi problema era que Galtieri quería
quedarse más tiempo de comandante en jefe del Ejército;
entonces le dije al brigadier (Rubens) Graffigna que si él no
dejaba el cargo yo no asumía. No iba a aceptar que estuviera
más de tres años como comandante en jefe y presidente.
O uno o lo otro. Malvinas vino enseguida.
—¿Cómo se enteró del plan?
—Galtieri me sacó el tema el 5 de enero (de 1982), después
de una reunión para designar gobernadores, cuando recién
se había hecho cargo de la Presidencia. Me dijo: “Hay que
tratar el tema Malvinas porque la reunión de Nueva York no va”.
Habíamos quedado en no hacer nada que dificultara esa negociación.
Le respondí que lo tratáramos en la próxima reunión
de la Junta. En el siguiente encuentro, sacó el tema enseguida.
—¿Qué le dijo?
—Le sugerí que teníamos que nombrar a un brigadier,
a un general y a un almirante para que analizaran, junto con sus respectivos
asesores de Estado Mayor, la utilización del poder militar para
recuperar las Malvinas, los pros y los contras, y que nos entregaran
un boceto. Se designó al general (Osvaldo) García, al
vicealmirante (Juan José) Lombardo y al brigadier (Sigfrido)
Plessl.
—¿Qué les presentaron?
—Nos entregaron el primer boceto del plan de acción el
9 de marzo.
—¿Cuáles fueron las contras que presentaron?
—Ninguna.
—¿Nunca intuyeron que la Fuerza Aérea no estaba
preparada para una guerra aeromarítima?
—Si lo pensaron, en ningún momento lo escribieron. Lamentablemente,
fue así.
—¿Qué planteos le hizo a Galtieri para mostrarle
su oposición al desembarco?
—Le decía: “Leo, un choque bélico no, vamos
a tener muchos problemas”. Pero Galtieri tenía la idea
de que sin enfrentamiento no resolvía el tema Malvinas.
—¿Cómo hacían para controlarlo?
—Galtieri era un hombre con el cual se podía conversar,
darle sus razones, y él las entendía. El problema era
que Anaya tenía mucha influencia sobre él, porque habían
sido compañeros del Liceo Militar, desde los doce años.
Si íbamos a hacer una votación, era más lógico
que Galtieri y Anaya votaran de la misma forma y yo en contra.
—Con la experiencia que tenía de la cuasi guerra con Chile
en 1978, ¿por qué aceptó llevar adelante la recuperación
de Malvinas?
—Ojalá supiera la respuesta. Traté por todos los
medios de evitarla, pero hubo un momento en el que me tuve que decidir.
No me pregunte por qué.
—¿Por qué ante una guerra no pudieron ponerse de
acuerdo entre las tres fuerzas?
—Somos argentinos y no sabemos trabajar en conjunto. Individualmente,
somos excepcionales, pero nos hacen trabajar en grupo y no nos ponemos
de acuerdo.
—¿Por eso pelearon tres guerras separadas?
—Claro que sí. En Malvinas, la Armada no iba a estar mucho
tiempo operando en el mar. Eso yo lo sabía porque en la cuasi
guerra con Chile se demoró la iniciación de las operaciones
porque ellos, a último momento, pusieron una necesidad de evitar
que los submarinos chilenos actuaran en la zona de combate, porque no
tenían espacio marítimo para moverse con comodidad.
—¿Cuál de las tres fuerzas estaba mejor preparada
para la guerra?
—Ninguna. Lo único que tenía la Marina eran los
Exocet, y eran muy pocos. El Ejército nunca estuvo preparado
para Malvinas, y la Fuerza Aérea tampoco.
—Entonces, ¿por qué planear un choque bélico
con Inglaterra cuando iba a ser como una pelea entre David y Goliat?
—Porque casi llegamos a un acuerdo diplomático antes del
enfrentamiento con la propuesta de (el presidente del Perú, Fernando)
Belaunde Terry. Pero ese día hundieron el Belgrano.
—Eso fue decisivo para las negociaciones
—Sí, las tiró abajo. Habíamos decidido en
una reunión de la Junta, que duró hasta medianoche, aprobar
el borrador del convenio, con dos pequeñas modificaciones. Volví
al Comando (de la Fuerza Aérea) y le dije al brigadier (José)
Miret: “Quedate tranquilo, mañana te vas a Lima con un
general y un almirante a firmar la aceptación de un proyecto
de acuerdo en nombre de la Junta”. A las dos y media de la mañana,
me llamó Galtieri y me dijo que teníamos problemas, me
contó el tema del Belgrano y que eso había causado un
gran efecto en la Armada.
—¿Qué opinó Anaya?
—Hay que reconocer que a pesar del hundimiento del Belgrano, dijo
con lágrimas en los ojos en la reunión de Junta: “Sé
que voy a tener problemas con mi decisión, pero hay que llegar
al acuerdo”. Volvió al edificio Libertad y el almirantazgo
le dijo que no.
—Después de eso, ¿la Armada hizo retornar toda la
flota al continente?
—La Armada no estuvo ni 24 horas en la zona de combate.
—¿Cómo recibió eso?
—A Anaya, lo puteé de arriba abajo, fue el enfrentamiento
más grande que tuve con él.
—¿Por qué tomó esa medida?
—Porque, según él, se habían descalibrado
todos los instrumentos electrónicos.
—¿Tardaron toda la guerra en arreglarlos?
—No les interesaba porque les tenían miedo a los submarinos
atómicos. Le dije: “Siempre supieron que estaban los submarinos
nucleares ahí, qué me venís ahora con ese problema”.
—¿Potenciaron una guerra a la que después le tuvieron
miedo?
—No sé. Siempre tuvieron claro lo de los submarinos, ya
que si no estaban por ahí, los traían enseguida. La Armada
nunca más volvió a la zona de combate. La flota de mar
se fue a Puerto Belgrano y se quedó ahí.
—¿Dejaron solos al Ejército y la Fuerza Aérea?
—Sí, el Ejército estaba jugado a pleno y lo dejaron
ahí.
—¿Cómo se puede encarar una guerra en forma tan
improvisada?
—Anaya me dijo: “Tengo bombas que están adaptadas
para lanzarlas sobre las fragatas”. Jamás nos las dio.
—Eran peor que el enemigo…
—Si para tirar el Exocet tuvimos que presionarlos al máximo...
—¿Para qué plantear una guerra así?
—No lo sé. Creo que pensaron que era un ejercicio de la
Escuela Superior de Guerra.
—¿Hasta cuándo pensaba seguir?
—Hasta la última bomba. Pero si los otros dos no continuaban,
no.
—Sin embargo, cuando el general Mario Benjamín Menéndez
firmó la rendición, el brigadier Crespo no quiso aceptar
el cese del fuego.
—Crespo no tenía que rendir a la Fuerza Aérea, el
que debía hacerlo era yo. El brigadier (Luis) Castellanos habló
conmigo y me dijo: “Me han dado la orden de retirarme con toda
mi fuerza a la pista del aeropuerto y dejar el armamento ahí,
porque está firmada la rendición”. Colgué
y traté de ubicarlo a Galtieri, y él también estaba
intentando encontrarme. Entonces, le ordené a Crespo: han firmado
la rendición, la Fuerza no ataca hasta que yo dé la orden.
Si yo no lo autorizo personalmente, la flota queda en tierra hasta nuevo
aviso. No la hice replegar, la dejé en el sur.
—¿La rendición nunca la firmó?
—No, bajo ningún punto de vista. En cualquier momento,
daba la orden de ir, por lo menos, a hostigarlos.
—¿Por qué no la firmó?
—Porque tenía una carta guardada por cualquier cosa.
—Pero eran ustedes solos.
—Si ellos atacaban territorio continental argentino iba a ser
un problema serio, porque sabían que íbamos a defendernos
y con todo.
—¿Qué sintió cuando se enteró de que
el general Menéndez había firmado la rendición?
—Fue una frustración tremenda. Me dio una inmensa tristeza
ver a mis pilotos desaparecer en un esfuerzo que no dio los resultados
que queríamos.
—¿Qué pensó cuando la Justicia lo condenó
por su participación en la Guerra de Malvinas?
—Me acordé del general (Bartolomé) Mitre, a quien
enjuiciaron y condenaron a muerte por la Guerra de la Triple Alianza.
Son cosas totalmente diferentes, pero dije: bueno, me tocó.
—¿Qué sintió en ese juicio?
—Una frustración y un desengaño tremendos. Una depresión.
—¿Cuándo tuvo claro que lo iban a condenar?
—Antes de empezar el juicio.
—¿Ya sabía que estaba perdido?
—Sí, la decisión política de que los tres
comandantes teníamos que salir condenados ya estaba tomada.
—¿En cuál de los juicios se sintió más
frustrado: en el de Malvinas o en el de las Juntas?
—En el de Malvinas.
—¿En los dos estaba seguro de que lo iban a condenar?
—Pensé que podía salir con muy poca condena en el
de las Juntas, porque cuando me hice cargo del Comando en Jefe de la
Fuerza Aérea ya no había lucha contra la subversión,
ya había terminado. Una de las primeras medidas que tomé
como jefe de Operaciones fue dejar sin efecto el sistema de la lucha
antisubversiva fuera de las instalaciones, me dediqué a defender
exclusivamente las unidades.
—¿Tenía miedo de que lo condenaran por los años
que fue secretario general de la Fuerza?
—El secretario general se ocupaba de los temas políticos.
No tenía mandos, ni medios. Pero si me hubieran querido meter,
lo iban a hacer. Si llegaba a salir uno que dijera: “El brigadier
Lami Dozo estaba presente una noche que me estaban torturando en tal
lugar, en Mansión Seré”, ¿qué le iba
a decir? Yo no sabía que existía la Mansión Seré,
porque eso nació como un anexo al Casino de Oficiales, porque
no daba abasto. Para mí, era un anexo del Casino de Oficiales.
Después, surgió todo ese tema.
—¿Qué pensó cuando leían el fallo?
—La mano venía pesada. Pero a mí me habían
avisado que Graffigna y yo estábamos absueltos. Y dije: si él
está absuelto, yo con más razón, porque vine después.
El juicio que más me preocupaba a mí era el de las Juntas,
porque ahí podía venir una condena a cadena perpetua seguro,
pero hicieron una separación.
—Perú fue una de las grandes ayudas que tuvo la Argentina
durante la guerra. ¿Qué sintió cuando se enteró
del tráfico de armas a Ecuador en 1995?
—Tenía ganas de agarrarlo a chirolita o al califa, como
yo le digo (a Carlos Menem) y hacerlo mierda. ¿Cómo puede
hacer eso con Ecuador cuando Perú había sido el que nos
había ayudado a muerte? Si a los peruanos les hubiera dicho que
mandaran una fuerza terrestre a luchar en Malvinas, la enviaban. Ellos
se pusieron totalmente a nuestra disposición. Me agarré
una bronca tan grande... Sé qué hablaron con nuestro agregado
militar en Lima y le dijeron: “¿Cómo nos hacen esto
después de lo que hicimos por ustedes en Malvinas?”.
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