BUENOS
AIRES (RK) -- El pasado viernes 11 de abril
el Centro de Difusión Casa Patria (CEDICAP) inició oficialmente
su ciclo lectivo 2008. En un salón colmado, el Secretario
Administrativo del instituto, Nahuel Echeverría, dio la
bienvenida a los presentes, y luego de que el auditorio
entonara las estrofas del Himno Nacional Argentino e hiciera
un minuto de silencio por los Caídos en Malvinas, le cedió
la palabra a la Directora de Casa Patria, Profesora Alicia
María Quinodoz de Biondini. Con el tono firme y pausado
que caracteriza sus alocuciones, la Directora remarcó que
el CEDICAP es "un lugar de construcción del futuro,
de análisis del pasado, de trabajo en el presente",
que abre su espacio a todos los ciudadanos del Campo Nacional
para que puedan exponer en forma libre sus proyectos, conocimientos
e ideas. Acto seguido, explicó que el orador de esa noche
iba a ser un Héroe de Malvinas, el Capitán de Corbeta (RE)
Raúl Ortega Arrojo, y expuso brevemente su trayectoria con
las siguientes palabras: "Nuestro
orador de esta noche es el Capitán de Corbeta Raúl Ortega
Arrojo, Héroe de Malvinas y que recibió la Medalla al
Valor en Combate por su extraordinario desempeño en la
Guerra de Malvinas.
"Hoy nos va a hablar de su participación en la "Operación
Rosario" que inició la Reconquista de nuestras Islas,
y a modo de introducción, quiero hacer una breve reseña
sobre su participación en el conflicto. Arrojo formó parte
del Grupo de Comandos Anfibios de la Armada, a cargo del
Capitán de Corbeta Pedro Giachino, estando a su cargo
un tercio del grupo. Participó junto a su jefe en el desembarco
en la madrugada del 2 de abril de 1982 y de la toma de
la casa del gobernador kelper, Rex Hunt. Al morir Giachino
en esta última acción, Arrojo solicitó voluntariamente
a sus superiores permanecer en las Islas combatiendo,
pese a que tenía la orden de retornar al continente. Guiados
por su ejemplo, el resto de los integrantes del grupo
lo acompañó en esta decisión.
"Es
de destacar que el Capitán Arrojo no sólo estuvo en las
Malvinas desde el primer día de la Reconquista, sino que
fue uno de los últimos combatientes argentinos en entregar
las armas, pues se rindió con sus camaradas recién el
día 16 de junio, es decir, dos días después de que la
Junta oficialmente firmara la capitulación. Arrojo permaneció
junto a la 5ta. de Infantería de Marina en Templeton y
las Alturas de Supperhill, y solo se rinde cuando fue
herido con un sable de bayoneta en una lucha cuerpo a
cuerpo, en la que tuvo que matar a su agresor inglés.
"Arrojo mantuvo contacto luego con otros veteranos, y
ayudó a armar la Casa del Combatiente en la provincia
de Córdoba.
Compatriotas, recibamos con un fuerte aplauso a nuestro
orador, un verdadero héroe de Malvinas, Capitán de Corbeta
Raúl Ortega Arrojo."
Inmediatamente estallaron
los aplausos y la Directora invitó al conferencista al
atril. Ortega Arrojo impactó a los asistentes al presentarse
vestido con su uniforme de Comando de Infantería de Marina,
el cual portaba con el legítimo orgullo de un Veterano
de la Gesta. A continuación, la Red Kalki reproduce en
forma textual y completa el discurso del Capitán Ortega
Arrojo, el cual posee un valor histórico inestimable,
pues es el testimonio directo de uno de los Combatientes
que participó en la Guerra del Atlántico Sur desde el
primer día, y que narra la verdad del conflicto, que en
nada se parece a las versiones derrotistas y vergonzantes
que promueven ciertos sectores de poder desde hace varios
años.
CONFERENCIA
DEL CAPITÁN DE CORBETA (RE) RAÚL ORTEGA ARROJO
EN EL CENTRO DE DIFUSIÓN CASA PATRIA DEL DÍA VIERNES 11
DE ABRIL
LA
OPERACIÓN ROSARIO Y LA RECONQUISTA DE MALVINAS
Para
mi este aplauso lo merecen los 649 héroes que quedaron
en el fondo del mar y en las Islas Malvinas. Ellos sí
se lo merecen. Quisiera hacer una revisión cortita e histórica
de lo que fue y por qué fue Malvinas.
Malvinas estaba habitada por una colonia francesa y portuguesa,
y cuando España se hizo cargo del Virreinato del Río de
La Plata, Francia se las entregó. A su vez, cuando Argentina
es Argentina y se independiza de España, inmediatamente
España se las da como parte del territorio argentino.
En ese momento, el primer gobernador que tuvieron las
islas fue Luis Vernet, acompañado por aproximadamente
doscientos habitantes; inclusive tenía aliados franceses.
Entre uno de los habitantes argentinos estaba el famoso
gauchito Rivero. Fue uno de los que se opuso cuando en
1883 llegó una corbeta inglesa y tuvo algunas contiendas
contra esa corbeta para defender las islas. Por supuesto,
por superioridad numérica y el armamento que tenían en
ese momento, la colonia pequeña de portugueses y los argentinos
se tuvieron que volver al continente.
De ahí en más, Argentina siempre pidió sentarse a tratar
de volverlas a tener sobre nuestro territorio de una forma
diplomática, cosa a la que siempre los ingleses hicieron
oídos sordos. Cuando se organizó lo que es Naciones Unidas
hoy, siempre Argentina diplomáticamente pidió sentarse
en mesa de negociaciones e Inglaterra siempre dijo que
no. Mejor dicho, no le daba importancia. Hasta que llegó
1982. Afines de 1982 se cumplían 150 años de usurpación
de las Islas Malvinas por los ingleses. Ante Naciones
Unidas, después de 150 años no íbamos a tener derecho
a reclamo. Entonces, Argentina por vía diplomática avisa
a Naciones Unidas que si diplomáticamente no se podía
obtener el recogimiento de Malvinas, lo iba a hacer de
forma militar. Ahí empezó el tema.
Los primeros días de marzo yo estaba designado, era Teniente
de Corbeta con "olor a suministro" porque tenía la ropita
nueva, y ya hechos todos los cursos para Comando, que
en Infantería es la élite, lo mejor. Con mucho sacrificio
los hice, junto con mis compañeros, mis camaradas, y alrededor
de los primeros días de marzo, nosotros estábamos continuamente
entrenando en la base Mar del Plata. El 23 de marzo, cuando
García Quiroga, que era un oficial superior, se hace cargo
de la guardia del Destacamento de Comandos Anfibios, se
encuentra con un llamado telefónico que indica que los
comandos anfibios y los buzos tácticos tenían que apresurar
el entrenamiento, pero no se sabía por qué. Por supuesto,
del 23 hasta el 28 era no dormir. Era estar en el Casino
de Oficiales durmiendo con lo que nosotros llamamos alerta
amarilla, o sea dormir vestidos nada más que aflojando
el cinturón, pero con todo el armamento. De pronto, por
el pasillo rodaba una granada, por supuesto desactivada,
y había que estar atentos. Cuando decían "granada" todo
el mundo por la escalera, abajo. Así nos fuimos entrenando.
El 28 de marzo viene una orden de los altos mandos, que
teníamos que embarcar hacia lugar desconocido. El lugar
desconocido era la Base Naval de Puerto Belgrano. Claro,
como oficiales nuevos y suboficiales, nosotros no teníamos
toda la información y todos juntos llegamos a una sola
idea: íbamos contra Chile.
Siempre estaba la conversación "a los chilenos a punta
de bayoneta los tiramos al mar". Cuando llegamos a la
base de Puerto Belgrano nos alojamos en la Compañía de
Baterías, que es una compañía de infantería de marina.
Ahí estuvimos un día y medio, y una noche salta el alerta.
Todo el mundo con su pertrechos a abordar el buque del
Cabo San Antonio, que es un buque de transporte de tropas.
Cuando estábamos ubicándonos en el buque, nos encontramos
con que había una compañía de fusileros del Ejército,
una compañía de buzos tácticos, que después hicieron el
traspaso al Almirante Irizar, y entramos en navegación.
Luces de combate prendidas, o sea no la luz normal que
puede tener un buque en tiempos de paz, y dijimos "vamos
a Chile, les vamos a pegar a los chilenos". Ya habíamos
tenido unos problemitas. Silencio de radio total entre
nosotros, porque los oficiales superiores, que sí sabían
lo que iba a pasar, tenían órdenes de no decirnos nada.
Esa
misma noche de navegación suena un altavoz y aparece el
famoso Almirante Busser, pidiendo que los oficiales de
mayor y menor jerarquía se acercaran a lo que es el comedor
del buque, al que normalmente se le dice casino de oficiales.
Por supuesto, íbamos nada más que de combate, sin ningún
tipo de armamento porque era una reunión. Cuando entramos,
que éramos unos cuantos, inclusive gente de Ejército,
de los fusileros, nos encontramos con que en la mesa,
donde se come, estaban todos armados. Y unas palabras
que nunca me voy a olvidar: "Señores, tengan ustedes muy
buenas noches, a partir de ahora ustedes van a ser parte
de una página de la historia Argentina". Tomó el lienzo,
lo sacó y nos encontramos con las Islas Malvinas. Islas
Malvinas que nosotros de cadetes, cuando estábamos en
el Liceo Naval, veníamos escuchando que son Argentinas.
Cuando dijo que íbamos a tomar Malvinas, creo que los
botones de la cajetilla saltaron de la alegría, porque
era un honor, después de tanto tiempo escuchando y estudiando
sobre Malvinas, de ser nosotros los que íbamos a tocar
pie en tierra.
Por
supuesto, se hizo toda la planificación del desembarco.
En su momento, creíamos que contábamos con la sorpresa
de desembarcar, cosa que después no fue tan así, y por
supuesto después de una charla de aproximadamente una
hora y media, ya sabíamos a qué lugar íbamos a desembarcar
y qué era lo que tenía que hacer cada uno. Nos fuimos
nuevamente al lugar que teníamos en el buque.
El
primero de abril tipo seis de la mañana iba a ser el desembarco.
Lamentablemente, se tuvo que abortar porque el 1 de abril,
que estábamos ya en costas malvinenses, había un temporal
impresionante. Se abortó hasta que amainara el temporal,
que fue alrededor de las 21:30 horas. Ya estábamos todos,
como se dice en la juerga, de tanto limpiar el fusil y
el armamento lo estábamos gastando. Porque uno, por supuesto,
se hace toda una película de lo que puede llegar a pasar,
qué hay que cubrir, y todos teníamos la orden de que no
teníamos que inflingir bajas al enemigo, porque iba a
ser un punto a favor nuestro para tratar diplomáticamente
en la mesa de negociaciones.
Estábamos
en alerta amarilla, se prendió la alerta roja, todo el
mundo a los botes. Se abrieron las compuertas que tiene
el buque en los costados, se tiraron los gomones al agua
y allí partimos noventa hombres, con un silencio total
de radio, porque supuestamente nosotros teníamos la sorpresa.
Yo siempre digo que Dios es infante de marina, yo sé por
qué lo digo. Lo digo porque Dios estuvo con nosotros esa
noche.
Llegamos
a Bahía Enriqueta y la idea era desembarcar al fondo,
porque, por supuesto, estaba mucho más cerca de Puerto
Argentino. Por un error de navegación, desembarcamos aproximadamente
unos cinco mil metros antes. Giachino le dice a García
Quiroga que le dé la orden de asegurar perímetro. Claro,
yo era el más nuevo de los oficiales, el de menor jerarquía,
entonces me encargaron reafirmar el perímetro. Reafirmar
perímetro, o asegurar perímetro, es para que los que vienen
atrás mío a desembarcar estén seguros. Hago el primer
aseguramiento de perímetro, desembarcan y viene la orden
de agrandar el perímetro porque tenía que venir Seineldín
al perímetro nuestro, y en total eran 800 hombres. Cuando
doy la orden de agrandar perímetro, y escuchen bien, porque
hay periodistas que no lo dicen, nosotros teníamos visores
nocturnos. Un visor no lo puede usar cualquiera, no se
lo pueden dar a un soldadito porque hay que saber usarlo.
Con el visor nocturno tuvimos la posibilidad de encontrar
el nido de ametralladoras que nos estaba esperando en
el lugar que íbamos a desembarcar, por eso digo que Dios
es infante de marina. Fueron los primeros prisioneros
que se tomaron.
Nos
reagrupamos y entramos a caminar en Malvinas, 25 kilómetros,
35 kilos de mochila con todo el armamento, ocho grados
bajo cero y un viento de 60 kilómetros. Era bastante "cómodo"
para nosotros. Así fuimos a Puerto Argentino. Ya en el
camino, la sección que estaba a cargo de García Quiroga
se abre, porque la idea era ir al cuartel de los Royal
Marines para tomarlos por sorpresa. Nosotros seguíamos
caminando a Puerto Argentino y cuando ellos llegaron a
Moody Brook, donde estaba el cuartel de los Royal Marines,
no había nadie. Lógicamente, García Quiroga piensa que
los Royal Marines estaban todos en Puerto Argentino. Apura
el paso, nos alcanza, le comenta la novedad a Pedro Giachino
y él determina que nos abramos en formación de combate
y empecemos lo que se llama "combate de localidades",
esto es puerta a puerta, entrar, ver y si no hay nada,
seguir. Ahí se rompe el silencio de radio, se le da la
novedad al buque insignia que era el "Santísima Trinidad"
y disponen que el resto de los efectivos que tenían que
desembarcar, desembarquen.
El
Teniente Coronel Seineldín va con su grupo, toma el Aeropuerto
de Puerto Argentino y nosotros empezamos a hacer lo que
se llama un trabajo de finca hasta llegar a la casa del
gobernador. Me dan la orden de cubrir de vuelta perímetro,
que en este caso era cubrir la casa del gobernador y las
espaldas, porque nosotros habíamos revisado una parte
del pueblo, no toda y no sabíamos que nos podíamos encontrar.
García Quiroga, en un hermoso inglés, le grita al gobernador
Hunt que sabíamos que los Royal Marines estaban ahí, pero
no la cantidad. Resulta que ellos hacen como en la Antártida,
hay un grupo saliente y un grupo entrante. El saliente
se queda quince días para que el entrante sepa y se acostumbre
a los movimientos de la isla. Nosotros éramos el doble
que los Marines. García Quiroga les pide, con voz autoritaria,
que se rindan y les dice que iban a ser tratados por la
Convención de Ginebra y que Argentina, a partir de ese
momento, se hacía cargo de las Islas. En respuesta obtuvo
una ráfaga de ametralladoras. Nosotros teníamos órdenes
de no tirar, de no producirles bajas, a pesar de que la
potencia que teníamos nosotros era superior. Se los vuelve
a decir, otra rafaguita de ametralladoras y un suboficial
que estaba en el grupo mío pega el grito, porque nosotros
no teníamos una cubierta completa sino que había una cerca
con tamariscos, y le dice: "Señor, entremos porque si
nos quedamos acá nos cocinan a todos".
Automáticamente,
Giachino se levantó a toda carrera, entró a la casa del
gobernador, se sintió un disparo, retrocedió como tres
o cuatro metros y cayó. García Quiroga saltó de su posición,
detrás de él. El lema de los Comandos Anfibios es "todos
para adelante pero atrás mío", cosa que se cumplió al
pie de la letra. Lamentablemente, a García Quiroga lo
hieren en un brazo. Atrás de él iba el cabo enfermero
para sacarlo de la línea de fuego a Giachino y también
lo hieren. Entonces, Giachino, mendocino el hombre, se
levantó, le sacó el seguro a una granada y en su inglés
medio mendocino, pegó el grito de que si no se rendían
iba a hacer estallar la granada. Ahí salió Hunt con todas
sus pilchas de época y en ese momento se hizo un alto
el fuego. Vino echándonos "váyanse que ustedes están invadiendo
tierras que no les corresponden". García Quiroga, que
estaba herido en un brazo, era el que quedaba al mando.
Se lo saca a Giachino del lugar donde había caído, se
lo sube al Land Rover que se utilizó como ambulancia y
se lo lleva al Hospital de Puerto Argentino. Hunt, a los
gritos, pide hablar con el jefe de la operación, en este
caso Busser. Se lo llama por radio y Busser a los pocos
minutos aterriza en un helicóptero. Hunt le dice que se
tienen que retirar y Busser le contesta "nosotros nos
veníamos a hacer cargo de las Islas que nos robaron en
1833, los que se van a ir son ustedes. Depongan la actitud"
y le dio un tiempo. Hunt entró de vuelta a la casa, que
era un colador porque no le dejamos un vidrio sano, y
al rato viene diciendo que deponían la actitud, que iban
a ser considerados como prisioneros de guerra y que iban
a ser tratados por Convención de Ginebra. En alguna foto
hay un chiquito que va al costado de tres orangutanes
que eran Royal Marines con los brazos en alto, salió en
muchas revistas. Bueno ahí se dispuso la toma de armamentos,
se les hizo un cacheo, se los puso en un rincón, se bajó
el pabellón británico con muchísimo respeto y se subió
el pabellón nacional.
En ese ínterin me dan la novedad de que Pedro (NDR: Giachino)
había muerto camino al hospital, no llegó al hospital
con vida. En ese momento me los quería comer con cuchillo
y tenedor de la bronca que tenía. Lo único que atiné a
hacer, que me costó un reto, fue cortarle de un sablazo
una de las plumas del sombrero de Hunt, que está tirada
en mi casa. En ese momento se dio vía libre para que los
aviones transportadores de tropa empezaran a aterrizar.
El armamento de infantería marina venía todo por barco.
Ahí dieron la orden de que todo el grupo que había estado
afectado a la "Operación Rosario" tenía que volver al
continente, que en las islas se iban a quedar 500 efectivos
al resguardo porque esto se iba a arreglar diplomáticamente.
Yo pedí permiso a García Quiroga para quedarme y me dijo
que vuelva al continente, que esto se iba a arreglar diplomáticamente.
En
el ínterin, del Cabo San Antonio estaban bajando 450 televisores
color para los kelpers. Porque los kelpers tenían televisión
de 20 a 22 horas por la BBC y les mostraban lo que querían
ellos. Tardaron dos o tres días en colocarles la antena
y ya tuvieron televisión de ATC y de otros canales. Eso
fue en muestra de que nosotros no veníamos a patotear.
Los ingleses son una heladera. Inclusive se había armado
una Constitución donde decía que los kelpers eran argentinos
nacido bajo bandera inglesa, que por lo tanto se los tenía
que tratar como argentinos. O sea, para darles un ejemplo,
nosotros poníamos una pieza de artillería y los kelpers
le sacaban fotos por todos lados. Nadie podía decirles
nada porque eran argentinos. Cuando empezaron a pelear
los gringos, a los dos otros días nos volaban la pieza
de artillería.
El
permiso para quedarme directamente lo saqué de Busser.
Él quería que se cumpliera el organigrama tal como había
sido. Debí haber sido bastante "hincha" porque, en definitiva,
le gané por cansancio. Este 2 de Abril tuve el gusto de
estar con él en La Catedral y me dijo: "¡Pibe, ya no tenés
más olor a suministro!". Me dio la posibilidad de quedarme
y entonces fui al Aeropuerto de Puerto Argentino a comunicarle
a mi grupo de que yo me quedaba. Automáticamente se bajaron
del avión y dijeron "si se queda el jefe, ¿cómo no nos
vamos a quedar nosotros?". Nos quedamos, cosa que armó
bastante lío porque tuvieron que reprogramar todos los
embarques. De ahí en más, nuestra base era Puerto Argentino
y la orden era adentrarnos en las islas, entrar en los
establecimientos estancieros y sustraer todo lo que sea
armamentos, equipos de radio y demás, porque había una
posibilidad de que varios de los Royal Marines estuvieran
vestidos de civil e hicieran contraespionaje. Cosa que
hicieron.
Esto
fue así hasta que ya después la historia se puso bastante
caldeada, empezaron a verse aviones, a bombardear el Puerto
Argentino. Hasta ese momento, nosotros salíamos a expedicionar,
normalmente de noche, de Puerto Argentino. Con el grupo
de Comandos de Gendarmería, excelentes personas y excelentes
soldados, salíamos a veces de patrulla juntos. Una vez
que pusieron pie en tierra tratábamos de infiltrarnos
detrás de las tropas de ellos para hacer alguna maldad,
romper algo o hacer volar algo, cosa que a veces conseguíamos
y a veces no. Algunas veces salíamos de inteligencia y
entrábamos detrás de las líneas enemigas pero sin enfrentarnos,
íbamos a espiar para ver, para tener claro algo de lo
que tenían ellos.
Ellos
desembarcaron con 28.000 hombres. Cuando el gobierno argentino
vio que los gringos se venían, empezó a mandar tropas.
Así se fueron cubriendo todos los sectores de las islas.
En los colegios a veces me preguntan ¿pasaron hambre?,
¿es cierto que no les daban de comer? Mientras no estaban
los gringos, todos comíamos. Cuando llegaron ya no podríamos
comer con candelabros a la luz de la luna y demás. Se
comía como se podría, cuando llegaba la comida y en el
tiempo que te dejaban. Cocinas de campaña en el frente
no se podían tener, porque cuando se veía un fueguito,
ahí pegaban. Así que la comida salía de Puerto Argentino
y había veces que no llegaba, porque el terreno de las
islas es muy jorobado, porque permanentemente hay humedad,
permanentemente uno está con los pies mojados. Tal es
así que nosotros por conocimiento estábamos un poco mejor
preparados y teníamos ocho o nueve pares de medias. Esto
ya lo habíamos visto en Tierra del Fuego, que es muy parecido.
Sabíamos a que nos íbamos a atener.
Bueno,
así se vinieron. Nosotros combatimos en Monte Kent y volvíamos
a Puerto Argentino, fuimos a Longdon, volvimos a Puerto
Argentino. De última le dan la orden a mi grupo de adentrarnos
en Monte Kent. Ya la cosa estaba que pelaba.
De
noche salíamos a minar, a sembrar minas. Había un grupo
de ingenieros y nosotros las plantábamos. En un momento
habíamos puesto aproximadamente 2.500 minas, hoy en día
en Malvinas hay 25.000 minas aparte de las que se sacaron.
Nosotros tratábamos de hacer lo que nos habían enseñado
en la escuela. Poníamos una mina antitanque y esa mina,
con otras antipersona, formaban una estrella, o sea que
si pisabas ahí la mina antitanque también iba a volar.
Nos encontramos con que… eso fue un error mío. Uno cuando
termina tiene que dejar dos opciones para salir: plan
A y plan B. Yo hice el plan A. Íbamos a salir por ese
lado y nos encontramos con que nos estaban esperando los
gringos. Nosotros desembarcamos con noventa hombres, pero
éramos noventa y uno. Ese uno más era de cuatro patas.
Se llamaba Fumo. Era una perra siberiana de cuatro años
de edad, que a mi me acompañó en una campaña en la Antártida.
De alguna forma ella era una perra de multipropósitos,
tanto podía guiar un trineo como hacer acciones militares.
Una vuelta reparamos un explosivo plástico de tiempo,
se lo pusimos en el hocico y allá fue. Ella estaba entrenada
para eso, dejar el paquete y salir. Los gringos se dieron
cuenta que no era un regalito y yo calculo que la deben
haber matado en ese momento, no creo que haya volado en
una explosión. Ella también es una heroína de Malvinas.
Hoy en el Círculo de Infantería de Marina tiene un pedestal,
la ascendieron a cabo segundo.
Nosotros,
ya cuando la cosa se puso más fiera, teníamos tres puntos
de combate. Los paracaidistas, la Guardia Galesa y un
grupo de Gurkhas, que nos tocaron a nosotros. Robacio
me pidió que ponga un observador de artillería. Lo mando
a un muchachito que recién había salido de la Escuela
de Infantería, y justamente lo mando a él porque como
buen recién salido de la Escuela de Infantería, como a
mí también me pasó, iba a cantar las coordenadas y donde
tenía que apuntar la artillería nuestra. Y así lo hizo,
hasta que desgraciadamente hicieron una intersección de
radio y le pusieron un proyectil de mortero. Ese chico
hoy está vivo, le faltan las dos piernas, trabajando en
el edificio Libertad. Cuando yo veo la explosión, le digo
a mi segundo: "A Enrique le dieron un morterazo, quedate
a cargo que yo salto a mi posición". Para eso ya estábamos
a tiro de fusil, que son 60 o 70 metros. Bajo y cuando
llego me encuentro con el suboficial muerto y a él con
una pierna desgarrada y con la otra que había desaparecido,
y a los gritos. Trato de atenderlo lo mejor posible, me
lo pongo a mis espaldas y entró a subir por el cañadón,
pero cuando estoy por la mitad, se habían infiltrado un
grupo de la Guardia Galesa. Eran tres y uno me salta con
un sable bayoneta, cuando yo lo veo a lo único que atiné
fue a levantar la mano y disparar. Yo venía con mi pistola
en la mano porque a mi me estaban tirando y mis compañeros
me estaban cubriendo. Cuando ven que me lleva por delante,
porque me llevó por delante, mis compañeros hacen lo que
se llama fuego nutrido, o sea adonde estaban, ahí tiraron.
Por supuesto, se tuvieron que replegar. Bajaron compañeros
míos y pudimos llegar a nuestra posición.
A
este chico lo mando para Puerto Argentino, que por supuesto
no llegó porque se encontró con una parte de gente que
ya iba para Puerto Argentino para reunirse y ahí se da
cuenta el cabo Ferrero que Argentina había claudicado.
Cuando vuelve nos da la novedad y yo le doy la novedad
a Robacio, que estaba al costado nuestro en lo que era
el centro del campo de batalla, y mi dice "no puede ser,
si los venimos cagando a palos". Lo que sí era cierto.
Los habíamos hecho retroceder cuatro o cinco veces. Le
llegan las novedades que Argentina había claudicado y
dijo "no puede ser que nosotros nos rindamos" y seguimos
peleando hasta que se acabó la última munición. Para esto,
empezamos a hacer un repliegue escalonado, junto con gente
del glorioso "C" de Infantería de Ejército, que se portaron
una maravilla.
Y
bueno, ahí entramos a Puerto Argentino y antes de entrar
tiramos las armas al mar porque no se las íbamos a dejar
a los gringos. El único que llevaba su arma reglamentaria
era el Capitán Robacio. Yo, por supuesto, ya estaba vendado
y tenía la nariz colgando. Tengo cinco operaciones hechas
en la cara, la última de ellas en Estados Unidos. Yo entro
a Puerto Argentino en camilla, pero me entero de que cuando
Robacio entra a Puerto Argentino, ¡cantando la marcha
de Infantería de Marina!, se presenta ante un superior
en inglés, le da el arma y el comandante inglés, en un
acto de honor, le devuelve el arma y le dice que había
sido "un placer y un orgullo haber combatido con el BIM
5".
Ahí
a mi me trasladan, yo pierdo la conexión con mi grupo.
Me llevan a un hospital de campaña que era atendido por
médicos argentinos y médicos ingleses, cuando me vieron
me mandaron al rompehielos Irizar, que en ese momento
estaba como buque hospital. Cuando me vieron en el Irizar
me hicieron llevar al Aeropuerto de Puerto Argentino para
ir al continente. Se hizo eso, me trajeron al continente
y terminé en el Hospital de Mayo, siendo el más mimado
de todos. Esa es mi historia de Malvinas.
Con
respecto a la comida, del Teniente Coronel para abajo,
estábamos todos en el mismo pozo. Todos teníamos frío,
todos teníamos hambre, pero no era porque no había comida.
Era porque la comida tenía que hacer un trayecto para
llegar al frente de batalla y a veces, porque había una
alerta amarilla, por los bombardeos o por lo que fuera,
los camiones se tenían que salir de los caminos y quedaban
estancados. Atrás venía la cocina con la comida y los
"soldaditos" sacaban las ollas y llegaban al pozo de zorros,
pero la daban vuelta y se caía porque llegaba helada.
Pero no era porque les faltaba. Yo siempre digo que hubo
miserias humanas y actos de heroísmo, pero no todo fue
"Iluminados por el fuego", ¿me explico?. No todo fue "pobres
soldaditos", porque al pobre soldadito lo denigran. "El
chico de la guerra" fue a poner lo que tenía, que era
el alma y el corazón y peleó como el mejor hombre y como
el mejor soldado.
Todos sabemos que hubo gente estaqueada. Los animales,
por no decir otra cosa, que estaquearon a esa gente están
fuera de las Fuerzas Armadas, porque fueron denunciados,
inclusive yo denuncié a uno. Había un "valiente" subteniente,
no voy a dar nombres, que tenía dos cañones de 105 milímetros
a cargo, con todo el personal. Un centinela que lo tenía
adelantado: "Señor, señor, hay movimiento de tropas de
frente", una noche. En vez de ir a investigar si eran
propias o enemigas, no tuvo mejor idea que sacar la espuelita
de granadas. Rompió dos piezas de artillería y se retiró.
El grupo que estaba enfrente era nuestro.
Pero
así como les cuento eso, puedo decir que el Capitán Robacio,
que era jefe de un batallón, que podía estar en un bunker,
en el medio de un bombardeo de fragata andaba con la olla
de guiso caliente por pozo de zorro, por pozo de zorro.
Entonces,
hagamos un balance. Hubo muchos errores. Yo también cometí
errores, como por ejemplo el del campo minado que me costó
la vida de una perra, que gracias a Dios no fueron vidas
humanas. Igual tengo 24 compañeros muertos y lo más triste
de todo es que murieron después de que Argentina se había
rendido porque siguieron peleando. Entonces, me pongo
mal cuando dicen "los soldaditos de la guerra", como si
fueran pobrecitos. No. Ellos están orgullosos de haber
ido, aunque muchos hagan mala prensa, pero yo creo que
si hoy hacen una encuesta, el 85 por ciento de los que
fueron a Malvinas quieren volver, porque hay una materia
pendiente.
Nosotros
peleábamos por lo que sabíamos que íbamos a pelear, a
pesar de que muchos dicen que no tenían experiencia. Pusieron
lo que pone el argentino, cosa que los ingleses no sabían
dónde estaba, y eso para un soldado vale mucho, porque
está convencido de lo que está haciendo. Se cometieron
muchos errores. Fuerza Áerea, que tuvo una destacada actuación,
ha cometido el error de no ir a bombardear a la logística,
porque vos podés tener la mejor corbeta o el mejor buque
de última generación, pero si a ese buque no le das de
comer, vas a tener que ir remando. O sea, si hubiesen
pegado al apoyo logístico, se les acababa la guerra a
los ingleses. Porque si ellos no tomaban el 14 (NRD: de
junio), tenían que ir a agarrar los remos. Porque no tenían
con qué. Es más, mucho de los soldados ingleses terminaron
tirando con nuestros fusiles, porque no tenían munición.
Dicen
que los fusiles nuestros eran una porquería. ¿Saben por
qué eran una porquería?. Porque no se les dejaba descanso.
Yo he visto caños de FAL que estaban doblados como este
dedo, por la cantidad de fuego que se hacía. He visto
piezas de artillería que por la carencia de fuego que
se hacía, porque se pedía artillería de todos lados, y
trataban de abastecer lo que nosotros pedíamos, quedaban
fuera de funcionamiento por la cantidad, porque no había
una carencia de tiro. La artillería sí era una carencia
de tiro para hacer que los mecanismos del cañón se refrigeren.
En este caso no era así. Era tirar, tirar y tirar. Tal
es así que hay un estratega norteamericano que dice que
lo que se tiró en Malvinas en 72 días, se tiró en un año
en Vietnam. Así que imagínense lo que pudo haber sido.
Entonces, vuelvo a repetir, me da bronca cuando dicen
"los chicos de la guerra". Los chicos de la guerra pusieron
lo que tenían que poner y guarda que no sólo nosotros
sufrimos, porque los gringos también tenían el mismo problema
con la comida que nosotros. Por ahí había una ovejita
y ahí comíamos todos, pero había que agarrarla a la ovejita
esa, ¿saben como corren? A ellos les pasaba lo mismo,
exceptuando a un par de batallones que habían traído como
última generación, unas cocinas de campaña que eran eléctricas.
Acá, por ejemplo, mientras que yo estuve en Puerto Argentino
el primer turno para empezar a hacer el desayuno para
llevar al frente empezaba a las dos de la mañana. Se terminaba
de cruzar esas zonas y a las tres de la mañana empezaban
a hacer la comida para el mediodía, y así sucesivamente.
La cocinas de campañas nuestras tenían una olla principal
que calentaba a leña, pero alrededor estaba cubierta de
glicerina líquida. Había que calentar esa glicerina para
poder calentar la olla y que se vaya cocinando. En Malvinas
no hay un árbol. Se usaba la turba y para hacer fuego
con la turba hay que ser bien canchero, porque normalmente
está mojada. A veces llegaba un momento que la glicerina
hervía y lo que se estaba cocinando se contagiaba de la
glicerina y eso era comida perdida. Esa comida no podía
ir al soldado. Hubo un cráneo bárbaro, esa es la viveza
que tiene el argentino, que desarmó una cocina de campaña,
dejó la olla sola, hizo un parrillón, la metió ahí arriba
y se acabó la glicerina, y a vamos a comer todo el mundo.
Con eso calentaban, hasta que cuando llegaban los combates
no quedaba nada. Porque corríamos con esa también, donde
hacíamos un fueguito teníamos doscientas cosas que nos
estaban apuntando. Te apuntaban del mar, te apuntaban
de arriba, te apuntaban de los costados.
Creo
que se hizo lo que se pudo, por eso me da bronca cuando
dicen "los chicos de la guerra". Hay un "chico de la guerra"
¿saben lo que hizo?, se puso con una 12.7 con su trípode,
y dijo "Teniente, llévese a mis compañeros, total yo no
sé ni leer ni escribir y no tengo familia". ¡Bajó medio
batallón del 42 de paracaidismo!
Esta fue toda mi experiencia en Malvinas.
¡VIVA
LA PATRIA CARAJO!
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Redacción
de Red Kalki
redkalki@libreopinion.com
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