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08/04/2009 |
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El argentino que cruzó a nado el Estrecho de San Carlos | ||||||
Relato de Sergio Salomone, desde su llegada a las islas, hasta la realización con éxito de su travesía.También visitó el cementerio de Darwin, en honor y homenaje a los héroes caídos...
Diario de la travesía de cruzar a nado el Estrecho de San Carlos. Martes 31 de marzo: Me pasaron a buscar a las 8.30 y me llevaron en camioneta desde Puerto Argentino a San Carlos que son 80 km pero como no hay caminos asfaltados y son todos de ripio le pusimos 2 hrs. El famoso puerto de San Carlos tiene dos casas con una sola familia que es la propietaria del barco que me llevó. Bajamos, tomamos té, preparé el caldo caliente y partimos. Nos llevó una hora recorrer toda la bahía para desembocar en el estrecho, el camino y el paisaje es alucinante y no te hace presagiar lo que viene adelante; estuvimos todo el recorrido rodeados de unos delfines del antártico que son como los que conocemos pero negros y con el lomo blanco como si fueran pichones de orcas. Cuando llegamos a la desembocadura de la bahía, no tienen una idea de lo que viene: el cielo y el infierno (medio que ya estaba acostumbrado ya que mi vida es así, y te da miedo el solo pensar que allí hubo argentinos sin preparación ni recursos suficientes). Entra la corriente desde el norte a todo lo que da y se choca con los vientos que generalmente soplan del sudoeste; es lo más impresionante que ví en mi vida, les juro que es lo que siempre quise ver y en donde siempre quise nadar: en el medio del Atlántico con olas de 4 metros de altura (toqué el cielo con las manos). El barco tardó una hora en cruzar el estrecho porque debe hacerlo de costado para no hundirse ya que el movimiento hace que se escoree hasta 35° para un lado y para el otro. Estuvimos una hora navegando de esa forma y vomité dos veces ya que imposible de aguantar si no sos un marinero acostumbrado. El movimiento es impresionante y les juro que dudé en tirarme al agua ya que no solo tenía que luchar contra el frío si no que debía hacerlo con olas peores de las que esperaba. Cuando llegamos a Jersey point, el capitán me dijo que esperáramos media hora para ver si calmaba un poco el viento ya que a esa hora siempre lo hace. Comencé a prepararme (geles, virgen del Nahuel, lanolina en los piés, reloj, llevar el caldo y los geles al otra bote de goma) y listo. Del barco me pasé al bote, toqué el agua con los piés (estaba igual que el día anterior: helada) y adelante. Cuando comencé a nadar sentí como si me estuvieran clavando alfileres constantemente en el cuello y en la nuca, los piés no los sentí jamás; le dí a todo ritmo y pensaba que con ello se me iba a ir pasando el frío pero... eso nunca sucedió. Es la primera vez que después de nadar hora y media en agua fría, siento los mismos síntomas desde el primer minuto hasta el último. En cuanto a sensaciones, es la primera vez que supero algo como la montaña rusa . Todo el tiempo una sensación de uuaaauuuu!!!!!!; olas de 3 o 4 metros y yo para arriba y para abajo, de repente viendo la costa y luego hundido en una masa de agua, el océano completamente verde jade transparente, un verde tan profundo que podías sentir que ese color era solamente alcanzable en ese grado de frialdad del agua, y el viento de 40 km, y el gomón que por el oleaje a veces estaba a un metro y a veces a cinco.
Les juro que si no hubiera estado acostumbrado a nadar con sudestada y con agua fría, esto hubiera sido imposible porque les da la sensación de estar solo en el mar y no avanzar jamás. A los 40 minutos se me acercó el gomón y me dio un gel y 2 tazas de caldo (cosa que se repitió 30 minutos después) y me sucedió algo muy curioso; que al sacar las manos del agua, se me congelaron por el frío, y parece mentira pero desee seguir nadando porque dentro del agua estaba más cómodo, ya que el viento hace que la temperatura se vaya bajo cero y te congelás; y es peor el viento combinado con el agua que el agua fría misma. Bueno, y llegué a la hora y media. Me subí al gomón y de allí al barco (que navegaba siempre a 15 mts nuestros porque era demesiado grande), y aún no había tomado conciencia de lo fría que estaba el agua; cuando me subo al barco, me caí de culo y cuando me quise parar, me caí nuevamente y me dí cuenta que el problema era que no sentía los piés. Un marinero calentó agua y la puso en un tacho; metí los piés en el agua hirviendo y no la llegué a sentir (ahora me estoy dando cuenta porque los tengo quemados como si hubiera estado al sol); pero no me sentía mal, así que me tomé la temperatura y tenía 34,5° que era lo esperado para tanto tiempo en el agua a 3° (mi límite era 33° de acuerdo a lo que había consultado), y bueno, una hora de vuelta de navegación al puerto y dos horas de camioneta a Puerto Argentino. Probablemente cuando alguno de los muchachos que haya estado en las islas, se muera de risa cuando lea mis sensaciones en el agua, comparado con lo que deben haber pasado ellos allí, pero verdaderamente creo haber tenido un sentimiento mucho más acabado y vehemente del que tenía antes de esta experiencia. Durante el viaje de vuelta desde San Carlos a Puerto Argentino, regresé por el camino del sur para pasar por el cementerio de Darwin y rendir un pequeño y sincero homenaje a quienes entuvieron allí en nuestro nombre y no pudieron regresar. Noticias relacionadas: Argentino unió las dos Islas a nado por el Estrecho de San Carlos |
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