El gobierno argentino 
          acaba de descubrir que el sistema de Defensa Nacional esta colapsado. 
          Que la semidestrucción del Irizar, unica nave de esas caracteristicas 
          en Sudamerica fue obra de la irresponsabilidad de los funcionarios que 
          gimotean entre las tesis progresistas sobre el ejercito endogamico(?) 
          de la doctora Garre y el licenciado Sain y los intereses de retornos 
          concretos de Julio De Vido. 
          También, que el poder aéreo argentino ha sido desguazado 
          y que en verdad para un gobierno que finge un nacionalismo de fines 
          y no de medios poco es lo que se ha hecho en materia de planificacion 
          estrategica nacional. 
        El gobierno de Kirchner más alla de la retorica es el peor gobierno 
          en materia de Defensa Nacional que se ha visto en muchos años. 
          Solo por esto se ha ganado un lugar en la historia de la abdicación 
          del poder autonómico nacional en beneficio de gente inconsecuente. 
        Es interesante recontar entonces esta historia chilena sobre el uso 
          de los sistemas de armas como parte de la diplomacia abierta y secreta 
          y advertir como la coherencia de las políticas de estado de un 
          lado de la cordillera responden a los intereses de la Nación 
          -a esos inclaudicables dominios reservados que la Defensa, la Politica 
          Exterior y la Seguridad expresan de forma sinergica frente a los balbuceos 
          partidocraticos de un pais blando y decadente como es la Argentina actual. 
         
        Veamos el interesante informe chileno aclarando que Famae es el complejo 
          militar de produccion para la defensa del país vecino. 
          Lo cierto es que Chile no hubiese perdido el Irizar con el corazon ligero. 
          Ni se hubiese hecho una vasectomía militar.  
        EL INFORME 
          En medio de las cuestionadas ventas de armas a Croacia y Ecuador, otra 
          operación de Famae-Chile de similares características 
          y desconocida, hasta ahora, fracasó en 1995, obligándola 
          a pagar casi tres millones de dólares en compensaciones. Se trató 
          de un intento por deshacerse de las polémicas bombas de racimo 
          que fallaron en el país del Ayatolá. Pero eso no fue todo.Puso 
          de relieve la continuidad de una politica de armas nacional. 
           
          Eran las nueve de la mañana de un caluroso y seco día 
          de verano en Madrid de fines de los '80. Los mozos del lujoso Hotel 
          Villamagna iban de un salón a otro llevando bandejas plateadas 
          con suculentos desayunos. Uno de ellos le dejó café, panecillos 
          y agua mineral a un ciudadano francés que esperaba impaciente 
          la llegada de un emisario. Minutos más tarde, un abogado chileno, 
          de bigote negro, tez blanca, cabello liso engominado y un vistoso maletín 
          lo saludó de mano y se sentó con él a conversar 
          durante varias horas. 
          Esta escena era parte de las últimas secuelas de la desastrosa 
          operación de venta de armas chilenas a Irán, a mediados 
          de los ’80. Los protagonistas de la reunión eran el francés 
          Bernard Stroiazzo y nada menos que el abogado Pablo Rodríguez 
          Grez. Se desarrolló en las postrimerías de la dictadura. 
          Requerido en varias ocasiones por este diario, el ex defensor del dictador 
          no se pronunció ni devolvió llamados. 
          Tres años antes, Stroiazzo había actuado como intermediario 
          entre Famae e Irán para la venta a ese país de las bombas 
          de racimo –tipo cluster– fabricadas por Ferrimar-Famae, 
          una mala copia de las producidas por el fabricante de armas Carlos Cardoen. 
          Las “avispas”, como fueron bautizadas estas bombas, terminaron 
          con una serie de pruebas fallidas en la base aérea de Merabad, 
          en Irán, que casi le costó la vida a un coronel iraní 
          que pilotaba un F-5 Phantom. 
          Ese episodio, ocurrido el 11 de julio de 1986, no sólo terminó 
          por cerrar toda posibilidad de negocio de Famae con el país gobernado 
          por el ayatolá Jomeini, sino que también tuvo un altísimo 
          costo para Stroiazzo, quien fue detenido junto a su hijo y retenido 
          durante 18 meses. El francés debió lidiar con las autoridades 
          iraníes para mantenerse con vida y, según su versión, 
          asumió personalmente las compensaciones que exigieron los persas 
          por al fracaso de la venta y la pérdida del avión. 
        LA CONEXIÓN FRANCESA 
          Bernard Stroiazzo-Mougin, es de origen corso. Hace años vive 
          en Alicante (España), donde mantiene su centro de operaciones. 
          Ingeniero en termodinámica, ha estado vinculado al negocio del 
          petróleo y compañías aéreas desde hace décadas. 
          Actualmente se encuentra desarrollando un ambicioso proyecto para la 
          producción de un nuevo combustible. 
          Se inició en los negocios con la construcción de centrales 
          térmicas y plantas de destilación en Turquía y 
          distintos países del Medio Oriente. En los primeros años 
          80 trabajaba en Londres para la National Iranian Oil Company, la petrolera 
          estatal iraní. 
          Por sus buenas relaciones con las autoridades de ese país fue 
          contactado en 1985 por Famae para que facilitara el negocio. 
          Llamado por LND, Stroiazzo dice no poder evitar su profundo malestar 
          al recordar este episodio. Especialmente porque, según él, 
          Chile no hizo ninguna gestión para su liberación mientras 
          estuvo retenido en Teherán. Asegura haber sacado dinero de su 
          bolsillo para que los iraníes lo liberaran junto a los otros 
          detenidos por el caso, entre ellos dos técnicos chilenos de Famae. 
          Meses antes, Stroiazzo había sido abordado por el agente externo 
          chileno Fernando Pérez García, quien lo habría 
          convencido para que moviera sus hilos en Teherán. Pero cuando 
          las bombas fallaron, Famae no sólo desconoció toda responsabilidad, 
          sino que sacó de las tratativas a Stroiazzo e intentó 
          colocar a otro representante: Bernard van Meer. Este ciudadano holandés, 
          residente en Inglaterra, era yerno del ahora ex comandante en jefe de 
          la FACH Ramón Vega, entonces segundo en el mando. Actualmente, 
          ambos son investigados en Bélgica y Chile por supuestamente haber 
          recibido, años después, comisiones ilegales por la compra 
          de aviones Mirage a ese país. 
          Stroiazzo demandó a la Corfo, la cual financió la fabricación 
          de “avispas”, en 1987, exigiendo una millonaria indemnización 
          por perjuicios. De ahí que la reunión en el Hotel Villamagna, 
          celebrada un año más tarde, tuviera una importancia crucial 
          para el Gobierno de Pinochet. El plebiscito del Sí y el No estaba 
          próximo a celebrarse y si la noticia se conocía podía 
          tener efectos nefastos para el régimen. Por ello, el ex dictador 
          se esmeró en elegir a un emisario de alto nivel. Hasta ahora, 
          el nombre del famoso jurista jamás había sido vinculado 
          a las secretas operaciones de ventas de armas de Famae con países 
          involucrados en conflictos bélicos. Sin embargo, varios consultados 
          para este reportaje, entre ellos el propio Stroiazzo, recuerdan el rol 
          del ex dirigente de Patria y Libertad en esta operación. 
          “Por todos los daños, yo le pedí cinco millones 
          de dólares. Él [Rodríguez] me ofreció un 
          millón. Pero me pareció que estaba intentando ganar tiempo 
          por las elecciones en Chile, porque luego, cuando Pinochet perdió, 
          no me dieron absolutamente nada y entonces yo seguí con mi demanda”, 
          aclaró el operador francés. 
          Pero pese al fracaso, las pérdidas y el retorno de la democracia, 
          Famae decidió insistir años más tarde en buscar 
          un nuevo mercado para sus bombas de racimo, y nuevamente se las arregló 
          para recurrir a Stroiazzo y sus contactos. Esta vez en el continente 
          africano. 
        AL CALOR AFRICANO 
          En septiembre de 1992, Famae llegó a un acuerdo con el francés, 
          quien aceptó recibir sólo 500 mil dólares como 
          compensación por la “aventura” iraní. 
          Además se le ofrecieron nuevos negocios con Famae, esta vez para 
          fabricar carros Mowag y venderlos nuevamente a Irán. Pero el 
          negocio no prosperó (ver recuadro). 
          Por esta razón, el francés dice haber visto con simpatía 
          una nueva oferta hecha por Fernando Pérez García, desconocida 
          por la opinión pública hasta ahora. El comprador esta 
          vez sería Angola. 
          El joven país (que dejó de ser colonia portuguesa en 1975) 
          aún mantenía un cruento enfrentamiento con guerrilla de 
          la Unita (Unión Nacional por la Independencia Total de Angola), 
          de tendencia derechista y en su tiempo apoyada por Sudáfrica. 
          Fernándo Pérez sabía que Stroiazzo mantenía 
          contactos con el Gobierno angoleño, de ahí la invitación 
          a representar nuevamente a Famae. 
          En ese mismo período, el general Luis Iraçábal 
          Lobo, director de Famae, había ordenado enviar a ese país 
          un dosier ofreciendo los productos bélicos chilenos. Con el empresario 
          francés a la cabeza, las autoridades angoleñas no demoraron 
          en aceptar y proponer un acuerdo de compra por 75 millones de dólares. 
          El 2 de septiembre de 1994, el negocio fue formalizado con la firma 
          de un contrato. Por Angola firmó José Pedro Agostinho 
          de Castro, a nombre del Ministerio de Defensa; por Famae, Iraçabal 
          Lobo y Bernard Stroiazzo en su calidad de “delegado para Africa 
          austral” de Famae. El documento quedó protocolizado en 
          Chile en la notaría de Félix Jara Cadot. 
          En la partida de pertrechos solicitados por el país africano 
          (ver infografía), los requerimientos eran amplios y llamativos, 
          pero los productos estrella fueron 200 bombas tipo racimo (las mismas 
          rechazadas por Irán), mil 200 MK-82, también de fragmentación, 
          además de cohetes, morteros y municiones. Asimismo, se incluía 
          un avión Pillan de entrenamiento. 
          El protocolo obligó a Angola a depositar 11,25 millones de dólares 
          a Famae, la que le otorgó un crédito para pagar el saldo 
          en ocho cuotas, cada una de 7.968.750 dólares. 
          El primer pago se hizo en una de las cuentas de Famae en el Banco de 
          Chile, sucursal San Diego. Posteriormente, se depositaron ocho pagarés, 
          emitidos por el Banco Nacional de Angola. El Gobierno africano había 
          cumplido con su parte. 
          Según el contrato, 30 días después de efectuado 
          el depósito debía llegar el primer cargamento a Luanda, 
          capital de Angola. Pero la espera se hizo larga. Pasados los primeros 
          dos meses, las autoridades angoleñas comenzaron a exigir a través 
          de Stroiazzo que Famae cumpliera el contrato. 
        TENSIÓN 
          Según documentación a la que se tuvo acceso, Famae se 
          deshizo en explicaciones para justificar el retraso de los envíos. 
          En ningún momento cuestionó la validez de los documentos 
          emitidos por Angola ni informó sobre problemas de fabricación 
          o de envío. 
          Por su parte, Stroiazzo dice que empezó a sentirse defraudado 
          una vez más; dueño de los contactos con los africanos, 
          su reputación como empresario petrolero se veía disminuida. 
          La tensión llegó a niveles críticos cuando Stroiazzo 
          se comunicó con su abogado chileno Jorge Ovalle, a quien le dio 
          instrucciones de preparar una nueva demanda contra Famae. Fernando Pérez, 
          por su parte, hacía lo posible por calmar los ánimos, 
          tanto de Famae como de Stroiazzo y del Gobierno angoleño. 
          Para el jurista chileno, que ya lo había representado en la anterior 
          demanda, el negocio con Angola fue oscuro. “Para mí, lo 
          oscuro es aquello respecto de lo cual no se conocen las características 
          de una negociación. Se le ocultan incluso a los abogados contratados 
          y, por cierto, a terceros y a la opinión pública”, 
          precisó Ovalle. 
          Las especulaciones de quienes tuvieron conocimiento del negocio con 
          Angola sugieren que hubo razones aún más secretas para 
          dilatar y, finalmente, hacer fracasar la transacción. 
          A la fecha en que se iniciaron las tratativas, en 1992, Jorge Rodríguez 
          Grossi era titular de la Subsecretaría de Hacienda. El economista, 
          que en 1993 también formó parte del Comité Asesor 
          de Famae, asegura que nunca tuvo conocimiento de que se estuviera gestando 
          un negocio de este calibre con Angola. Sin embargo, aclara que si existió 
          un crédito de Famae y hubo papeles entregados como garantía, 
          esta operación habría requerido, como lo establece la 
          ley, el visto bueno de la Dirección de Presupuesto de Hacienda. 
          “Famae no puede hacer una operación sin estar segura de 
          que está financiada. Me refiero a que cuando tú vas a 
          vender algo te lo tienen que garantizar; si no es así, no sirve”. 
          Rodríguez Grossi dejó el Gobierno de Frei en septiembre 
          de 1994, siendo subsecretario de Desarrollo Regional. Dos meses después 
          y fuera de todo cargo público, Famae le solicitó una asesoría 
          y allí tomó conocimiento del negocio con Angola. 
          “A mí me consultaron, como economista, exclusivamente sobre 
          la validez de los pagarés emitidos por Angola. Mi opinión 
          fue que no tenían ningún valor, porque no se transaban 
          en el mercado. Pero en todo caso no tuve detalles del contrato”. 
          Según los antecedentes recogidos, ni Hacienda ni la Dirección 
          de Presupuesto fueron informados de este contrato. Quien fue subsecretario 
          de Hacienda en 1994, cuando se firmó el contrato, Manuel Marfán, 
          señaló a LND que jamás tuvo conocimiento de este 
          tema. 
          A principios de 1995, Angola ya exigía la devolución del 
          dinero, de sus documentos y otras compensaciones. Stroiazzo y Pérez 
          dieron por fracasado el negocio cuando Famae decidió rescindir 
          el contrato. 
          En una reunión realizada en Madrid, donde asistieron los africanos, 
          representantes de Famae y el intermediario Fernando Pérez, se 
          puso fin al negocio. El depósito de más de 11 millones 
          de dólares fue devuelto. Bernard Stroiazzo, nuevamente, quedó 
          fuera. Según él, en esa pasada se pagaron indemnizaciones 
          a los representantes angoleños. “Desconozco la suma, pero 
          la información me fue proporcionada por el integrante de otra 
          de las compañías intermediarias que participaron en la 
          negociación con Angola”, dice. 
        PAGO 
          Famae jamás dio una explicación oficial a Angola para 
          justificar el fracaso del negocio. Consultada por LND, la empresa se 
          excusó de entregar una versión sobre el tema, debido a 
          que su actual director, el general Antonio Cordero, estaba fuera de 
          Santiago. Tampoco se facilitó un contacto telefónico con 
          otra autoridad de la institución. 
          El caso incomoda especialmente a la industria castrense, porque a pesar 
          de haber calmado al Gobierno angoleño, los problemas no terminaron 
          ahí. Esta vez quien se sintió pasado a llevar fue el representante 
          de Famae Fernando Pérez, quien debido al fracaso de la operación 
          dejó de percibir una millonaria comisión. 
          El contrato original entre Chile y Angola establecía que en caso 
          de producirse controversias, éstas se solucionarían mediante 
          un juicio arbitral. De esta forma, el caso quedó en manos del 
          abogado Waldo Ortúzar Latapiat, quien en 1996 acogió parcialmente 
          la demanda de Pérez, que solicitaba una indemnización 
          cercana a los 20 millones de dólares. Sin embargo, ninguna de 
          las partes quedó contenta con el fallo y presentaron recurso 
          de casación ante la Corte de Apelaciones de Santiago. En esa 
          instancia, la demanda de Pérez fue rechazada totalmente, pero 
          el ex mediador de Famae pidió la anulación del fallo y 
          el caso llegó a la Corte Suprema. 
          En enero de 2000, el máximo tribunal otorgó a Pérez 
          la suma de 2,26 millones de dólares a título de “compensación 
          razonable por el término del contrato celebrado entre Famae y 
          Angola (Simportex)”. 
           
          ¿Por qué fracasó la operación Famae-Angola? 
          Hasta ahora es un misterio. Jorge Rodríguez Grossi considera 
          que la invalidez de los papeles africanos en los mercados bursátiles 
          puede ser un motivo. 
          Fue un período oscuro para Famae. El caso de Angola se registró 
          entre el ilegal tráfico a Croacia y la venta de armas a Ecuador, 
          ambas investigados actualmente. Varias tesis se aventuran para explicar 
          el fiasco. Algunos sostienen que el contrato con los africanos estaba 
          “inflado” o sobrevalorado por parte de Famae y que el Gobierno 
          angoleño se habría dado cuenta. Otros piensan que Augusto 
          Pinochet habría ordenado al general Iraçábal darle 
          prioridad máxima a su proyecto favorito: el cohete Rayo. Tesis 
          aparte, ¿de dónde salieron los dineros para el pago a 
          los africanos y comisionistas que se entregaron en Madrid, si es verdad 
          lo que cuenta Stroiazzo? ¿Hay perjuicio fiscal en el pago al 
          intermediario Fernando Pérez, ordenado por la Corte Suprema? 
          Si Hacienda jamás conoció la operación, ¿cuál 
          era la real intención de Famae al firmar un contrato sin el necesario 
          visto bueno de la Dirección de Presupuesto? El caso podría 
          estar prescrito. Si así fuese, sería un misterio más 
          que nos dejó sin resolver el difunto Pinochet, en aquella época 
          comandante en jefe del Ejército. 
           
         
        Tras el fracaso del negocio con Irán, Corfo y Famae intentaron 
          aplacar la ira de Bernard Stroiazzo pagándole 500 mil dólares. 
          Pero a ello sumaron un par de ofertas de negocio que nuevamente sedujeron 
          al francés. Primero, existió una oferta secreta de Corfo 
          en 1989 que dejaba al empresario con la posibilidad de montar una empresa 
          dedicada a administrar un basurero de desechos químicos industriales, 
          gracias a una concesión en el desierto de Atacama. El Gobierno 
          de Aylwin vetó la iniciativa. Luego, en 1992, Famae firmó 
          con él una “carta de intenciones” para que Stroiazzo, 
          a través de una de sus empresas, Eastgate, en sociedad con Salamanca 
          S.A., de propiedad del coronel (r) Carlos Carreño, fabricara 
          600 carros Mowag para venderlos, nuevamente, a Irán.  | 
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