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Carta de la madre de Giachino al Papa, por su encuentro con la reina pirata
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A Su Santidad
Francisco
Casa de Santa Marta Ciudad del Vaticano Roma, Italia. Muy amado Francisco: Soy María Delicia Rearte de Giachino, argentina, de 90 años de edad, viuda de D. Pedro Giachino, (1914-1996), madre de 6 hijos, abuela de 15 nietos, bisabuela de 19 bisnietos. Mujer de aquella clase media que fuera la estirpe de nuestra Patria, que junto a un hombre excelente formaron su familia en los valores cristianos y patrióticos, tradicionales en la Argentina del siglo pasado. Nuestra felicidad se vio puesta a prueba con la muerte de nuestra tercera hijita Irene en 1948. Sin embargo ese gran dolor que el Señor nos impuso, consolidó aún más nuestro amor y unión. A la muerte de Irene de solo 1 mes a los dos primeros hijos Teresita 1946, Pedro Edgardo 1947, siguieron María 1950, Alejandro 1952 y Luis 1966. Crecieron y cada uno eligió su camino... Pedro, tuvo desde muy chico una marcadísima vocación por la Armada y es así que con 16 años ingreso a la otrora dignísima ESCUELA NAVAL MILITAR ARGENTINA, de la cual egresó en 1967 como Guardiamarina de Infantería de Marina. Dotado de un físico privilegiado y de un carácter firme, sencillo, humilde en la grandeza y duro en los deberes, realizó todos los cursos que lo llevarían a su autentica vocación: Comando Anfibio. Se casó, tuvo dos hijitas. Esposo, padre e hijo incomparable, amigo y profesional sincero y profundo, soldado impecable, cristiano y patriota, su vida se deslizaba por los distintos destinos con su esposa y sus hijitas en la mayor sencillez, con una alegría contagiosa sin ninguna ostentación ni vanidad. Todas sus vacaciones eran para visitarnos acá, en Mendoza. Vivíamos la felicidad completa... Pero un 2 de Abril, del que se cumplen 32 años,
la muerte nos lo arrebató. Su esposa, muy joven, y sus hijas de 8 y 9 años,
sufrieron horrorosamente ese inesperado y desconocido sacudón
que les tenia deparado el destino, por más que el convivir con
un hombre de ese temple, fortalece a quienes lo comparten. Pero fue
muy duro y sigue siéndolo para ellas, máxime la incomprensión
y la ignorancia en que cayeron la Gesta de Malvinas y sus hombres y
que día a día se acentúa en nuestra Patria, desconociendo
el sacrificio y el honor de cuantos en ella participamos de una u otra
manera. No se derramó una gota de sangre inglesa, un moribundo esgrimiendo una granada activada en su mano, rindió a la "rubia albion"...y el usurpador arrió su pabellón después de 150 años y la celeste y blanca de nuestros corazones flameó orgullosa para vergüenza del pirata, la admiración del mundo entero y el regocijo exultante de los vencedores. Era el 2 de Abril de 1982 a las 6.15am. 74 días nuestra bandera en Malvinas. Nunca lo olvidará el enemigo. Tal vez lo han olvidado los argentinos. Lo que vino después de ese día, es muy largo enunciar y Su Santidad lo conoce. Coraje, orgullo, deber, frío, hambre, miedo, valor, un rosario al cuello y un arma en manos temblorosas pero heroicas. Rendición dolorosa y heridas que no se cierran, porque cada vez se las abre más con promesas incumplibles y actitudes de vasallaje, que, a veces, solo se cauterizan con el suicidio. Su Santidad, este es el panorama actual, íntimo,
interno, de lo que ha quedado de la acción más significativa
del siglo XX, para la historia argentina y para los argentinos. Hace 32 años, en ese día estábamos la Argentina entera sepultando los restos de quién, en su deber de soldado, en la humildad del cristiano, en la separación de sus amores, en su destello de Gloria, había infligido a Su Majestad la más atroz de sus derrotas (que no perdonaría, por supuesto). Por eso Santo Padre Francisco, he sentido un grandísimo dolor que me ha rebelado en mi interior y aquello que nunca sentí ante el dolor, lo siento ahora ante lo incomprensible. Reconozco que no soy nadie, solo una de las muchas mujeres que lloraron Malvinas, que no entiendo de protocolos ni de razones de Estado, que seguramente estoy cometiendo un acto censurable, pero dentro de mi pobreza, le pregunto, por el dolor de la Santísima Virgen, ¿Por qué en esa fecha?, ¿Por qué Santo Padre?, ¿Por qué Francisco?, ¿Por qué un argentino?, ¿Por qué ...? Su Santidad. solo eso le pregunto, no soy la madre
de los Zebedeos, solo una mujer que le pide perdón, pero que
no entiende. Tampoco María entendía ¿qué
podemos entender nosotras, pobres mujeres, que también como Ella
permanecimos de pie ante la Cruz, con el corazón traspasado dolor
y el rostro sereno, el rosario en las manos y en los labios apretados
un MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS? Amado Francisco, sino es una irreverencia, reciba este abrazo con el que creo abrazar al DULCE CRISTO EN LA TIERRA.
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