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Manuel Olveira, un héroe gallego en la guerra de Malvinas
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El único español muerto en la Guerra de Malvinas. Era nacido en Finisterre, Galicia, se llamaba Manuel Olveira y residía en la localidad bonaerense de Lanús... A 32 años de la Guerra de Malvinas que enfrentó a la República Argentina contra el colonialismo británico, es bueno recordar a uno de los tantos héroes que tuvo este conflicto en el Atlántico sur. Todo comenzó el 2 de abril de 1982, cuando la Argentina recuperó a las Islas Malvinas el 2 de abril de 1982, usurpadas por Gran Bretaña desde 1833. Anteriormente las islas habían pertenecido a España y luego fueron heredadas por las Provincias Unidas del Río de la Plata, tal el nombre que tenía el país a partir de la revolución del 25 de mayo de 1810. El inmigrante que será recordado por
siempre Olveira había nacido en la emblemática
Fisterra, un municipio español de la provincia gallega de La
Coruña, el 3 de diciembre de 1934. Allí pasó su
juventud hasta que decidió emigrar a América en 1957.
En Argentina, a cuestas con su oficio, no pudo dejar su vocación
de hombre de mar y es así que durante el conflicto bélico
en Malvinas, trabajó en el buque mercante Isla de los Estados,
transportando mercancías a las islas. Si bien tuvo la oportunidad de desembarcar en el continente, Olveira no lo hizo y se quedó a bordo como voluntario, realizando las tareas de aprovisionamiento. El 29 de marzo de 1982 zarpó de Puerto Deseado rumbo a Puerto Argentino en su último viaje. El 4 de abril llegó a Puerto Argentino, la capital de las islas al mando del Capitán de Ultramar Tulio Néstor Panigadi. El artero ataque pirata Luego del traicionero ataque la fragata inglesa se retiró del lugar rápidamente sin cumplir con los códigos de los marinos, sin siquiera intentar rescatar a los náufragos. Años después, se supo que el capitán de la fragata HMS Alacrity, llamado Chris Craig, literalmente había salido huyendo, porque creía que toda la zona estaba llena de tropas argentinas. El almirante Sir John Forster "Sandy" Woodward, a cargo de la Task Force pirata que intentaba apoderarse de las Malvinas, le había ordenado a la fragata Alacrity que recorriese, la noche del 10 de mayo, de sur a norte y en toda su longitud del estrecho de San Carlos, que separaba las islas Soledad y Gran Malvina. Su misión era descubrir si sus aguas estaban minadas y si existían defensas costeras que pudieran comprometer las operaciones para re invadir las islas. El comandante de esta fragata, el capitán Chris Craig, estaba convencido que se dirigía a una misión suicida. Durante su silenciosa y tensa travesía nocturna, la Alacrity detectó un barco de superficie. Craig ordenó preparar el cañón de 4.5 pulgadas y lanzó una bengala, luego de algunos minutos efectuó una serie de disparos, haciendo desaparecer el contacto de sus pantallas. Había hundido al transporte naval argentino Isla de los Estados. Perdido el secreto de su misión, Craig ordenó poner en máxima potencia a sus motores para salir del estrecho y alcanzar a toda velocidad la seguridad de aguas abiertas, donde además esperaba encontrarse con otro barco británico. A la salida del estrecho de San Carlos, a las 01.30 horas del día 11 de mayo, la fragata por poco es hundida por el submarino argentino San Luis que le disparó dos torpedos, uno estalló pero se ignora dónde. Los sobrevivientes En pocos minutos, la escora del ARA Isla de los Estados
llegaba a los noventa grados, antes de abandonar la nave, Payarola estuvo
deambulando por la misma mientras se escuchaban explosiones menores,
hasta que decidió lanzarse al agua helada. Se dirigió
nadando hacía un punto de donde provenían gritos. Era
una de las balsas en las que habían conseguido embarcar los marineros
Antonio Máximo Cayo y Manuel Olveira que lograron salvarse pocos
minutos antes que se hunda el barco. Mientras tanto, un helicóptero
Lynx británico evolucionaba sobre el mercante observando su hundimiento,
lo que confirmaba la autoría del ataque. Por su parte, la fragata
HMS Alacrity proseguía su camino a toda máquina hacia
el norte sin prestar ayuda a los náufragos. Si lo hubiera hecho,
Olveira y todos los demás hubieran sobrevivido. El Capitán de Corbeta Payarola pensó que con los tres encima la balsa no duraría mucho, decidiendo lanzarse de nuevo al agua. Optó por dirigirse nadando hacia un bulto negro que resultó ser la otra balsa con el marinero López, el Capitán Panigadi y el Primer oficial Bottaro. Los dos oficiales pudieron escapar del puente tras la explosión y los había recogido López. Entre los tres le ayudaron a subir a bordo. Esta balsa
se encontraba en buen estado, aunque la corriente les alejó de
la zona del hundimiento, dejando de oírse las voces. En esos
momentos, el ARA Isla de los Estados ya había desaparecido bajo
las aguas con buena parte de su tripulación en el interior. A las 03:30 horas consiguieron llegar a tierra, identificada posteriormente como la Isla Cisne, y sacaron del agua al Primer oficial Bottaro. Estaba completamente agotado y helado de frío. A pesar de aplicarle todos los cuidados que podían, terminaría falleciendo. Respecto a la segunda balsa y sus dos ocupantes, donde estaba Olveira, nunca más se supo que fue de ella. Rescatados los dos únicos supervivientes Finalmente el marinero Alfonso López (también gallego de Fisterra) y el capitán de Corbeta Alois Esteban Payarola alcanzaron una isla en medio del estrecho de San Carlos. Allí, en la isla Cisne, debieron soportar bajas temperaturas y sobrevivieron comiendo lo que encontraron y bebiendo agua de lluvia, hasta que el 16 de mayo fueron rescatados por el buque mercante Forrest de 250 toneladas de desplazamiento y una velocidad de 9 nudos que fue requisado y puesto bajo el mando del teniente de navío Rafael G. Molini. El buque pertenecía a la Gobernación Colonial y realizaba tareas para la Falkland Islands Company, la compañía propiedad de Margaret Thatcher y su esposo. De los dos supervivientes, el marinero gallego Alfonso López (que llegó al país a los 15 años, trabajó como marino mercante), tras sobrevivir al hundimiento de su barco siguió en la mar como contramaestre hasta su jubilación en 1992, falleciendo el 24 de septiembre de 2005. En tanto que el Capitán de Corbeta Alois Esteban Payarola, se le otorgó la Medalla al valor en combate y vive en la actualidad en Bahía Blanca. Respecto al Forrest ya había tenido un combate con fuego de armas livianas y provocó averías a un helicóptero Sea Lynx el día 1º de Mayo, al norte de Puerto Argentino, y luego tuvo daños menores el 23 de mayo, sobreviviendo en un desigual combate con las fragatas enemigas HMS Brilliant y HMS Yarmouth, ambas apoyadas por un helicóptero que transportaba fuerzas especiales para capturarlo en proximidades de caleta Foca, al oeste de la isla de Boungaville. Pese al intenso acoso aeronaval del enemigo, todas las misiones de transporte ejecutadas por esta unidad menor terminaron exitosamente. Sobre la fragata HMS Alacrity ya había sido averiada el 1º de mayo por cazas Mirage Dagger de la Fuerza Aérea Argentina (motivo por el cual la enviaban a incursionar sola y de noche en el estrecho de San Carlos, porque estaba averiada y si la hundían no perderían un buque intacto), luego fue dañada seriamente el día 25 de mayo. Días después quedó inactiva por problemas mecánicos y regresó a Gran Bretaña con numerosos impactos de 30 mm y un gran rumbo en el casco. Fue reparada y dada de baja en la Royal Navy el 1 de marzo de 1994 y transferida a la marina paquistaní, que la renombró PNS Badr. Ofrendó su vida por el país que
lo recibió Hoy en día, la memoria de su imponente figura de marinero de costas turbulentas sigue latente en el recuerdo de quienes le conocieron y también de los argentinos, gallegos y demás españoles que saben, admiran y se sensibilizan ante semejante historia de vida como la de Olveira que pudo quedarse en el continente y decidió participar en la gesta heroica de Malvinas. La viuda de Olveira, Carmen Cambeiro, vive rodeada de afecto y respeto por parte de quienes se han propuesto no olvidar nunca la recuperación de las Malvinas en 1982. En su monumento la placa tiene la siguiente inscripción: “Manuel Olveira, un gallego enorme”. Por Alberto Seoane |
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