EPILOGO
Replegamos a Tandil el día 25 de Junio,
yo deseaba regresar pues el 26 es el cumpleaños de mi hija
Romina. Despegamos de Río Gallegos a las 21:30 Hs., llegando a
Tandil el 26 a las 00:15 Hs., fuimos recibidos por el Jefe de Grupo, el
Comodoro Pedro Martínez, quien nos expresó su orgullo por
el deber cumplido y nos dijo: "Ustedes pueden enfrentarse a cualquiera
con la cabeza bien alta, pues no defraudaron a nadie, el pueblo los
tiene que admirar por lo que realizaron...".
Nos dió cinco días de franco
para pasarlo con nuestra familia. Nos trasladaron en un micro y
llegué a mi casa a las 02:00 Hs. Me recibió mi
señora, me abracé a ella y lloré... Mi familia me
recibió como no lo esperaba, era como si hubiésemos
triunfado.
Hasta aquí he ido volcando todas mis
vivencias en esta guerra, lo recordaré mientras viva,
ésta fue "Nuestra Causa", la de todos los argentinos,
sólo que quizás a mí me tocó vivirla de
otra forma, algunos dieron sus vidas, otros sus alhajas, otros sus
pocos pesos y muchos, muchísimos, el apoyo moral, ya sea a
través de cartas o encomiendas a los que estaban en el frente o
a los que estábamos en el sur del continente (ésto me
trae a la memoria que la encomienda misteriosa me la había
mandado un hermano de mi padre, el tío Raúl, uno de esos
hombres de fierro que quiso ser otro de los tantos que
anónimamente nos enviaban cosas).
Por último quiero destacar que durante
el tiempo que estuve desplegado conviviendo con todo el personal, el
compañerismo nunca faltó, estuvimos unidos tanto en la
alegría como en la tristeza. También reconozco que muchas
veces sentí miedo, pero traté de superarlo y dar todo de
mí, creo haber cumplido con la tarea encomendada.
Estoy orgulloso de haber pertenecido al II Escuadrón
Aeromóvil Dagger y ser parte de la Fuerza Aérea Argentina
que fue la única que tomó con conciencia esta guerra y
luchó por lograr una victoria. Aprendimos a valorar los
sentimientos, como el patriotismo y coraje puesto de manifiesto por
nuestros pilotos, ellos eran realmente los que se exponían ante
el fuego del enemigo.
También supe de las secuelas de una
guerra al subir al avión C-130 que trajo desde las Islas a los
heridos el último día del conflicto. Fue terrible ver
personas mutiladas, sin algunas extremidades o con heridas graves,
además del olor nauseabundo que emanaba de allí, como el
quejido o grito, era realmente desgarrador.
No olvidemos que ésto FUE una guerra,
ojalá nunca más tengamos otra, me pregunto si realmente
valió la pena.
Aprendimos a querer aún más a
nuestras Islas, y para terminar quisiera expresar un deseo: Tenemos que
inculcar a nuestros hijos y descendientes que "Las Malvinas son y
serán argentinas y que sólo por la vía
diplomática debemos recuperarlas, nunca más por las
armas, ya que en una guerra nadie gana realmente, sino que todos
perdemos..."